por Camilo Godoy
“En Chile hemos abandonado la política letrada para deslizarnos al analfabetismo cívico. Los políticos se pasean por el corazón de las revistas, circulan por los estelares televisivos, adelgazan sus argumentaciones, hacen valer ante los electores sus cualidades personales y se niegan a discutir. La sonrisa y el apretón de manos pasan a constituir los mejores argumentos, cuando no los únicos” (Moulián, 2004: 45-46).
La cita de inicio, escrita por el sociólogo Tomás Moulián durante el gobierno de Ricardo Lagos tiene plena vigencia actual. Con notoriedad desde la segunda vuelta, el gobierno electo ha buscado legitimarse en cuestiones carismáticas y personales, meramente subjetivas.
Puede decirse: Moulián escribió lo anterior, en una época en la cual no existían las redes sociales, las cuales -según algunos- “obligan” a una versión de la politica más mediática. Sí, pero en aquél entonces existía la televisión y el fenómeno de la “seudopolítica” aparecía en ciernes, con la llegada de la “entretención política” y los acalorados o simpáticos debates televisivos sobre las cualidades personales de los políticos de turno. En ese sentido, Moulián define a la seudopolítica como una preocupación excesiva por las cualidades personales de los personajes de la esfera pública y la banalización y olvido de los debates sobre los “fines últimos de la sociedad” -la pérdida de la dimensión utópica de la política, tan clara en el socialismo, por ejemplo-:“la seudopolítica busca generar la imagen de hiperpolitización, una de cuyas expresiones obsesivas es la preocupación por los personajes políticos” (Moulián, 2004: 13).
Así, hemos podido ver como desde la conformación del gabinete el día de ayer, los medios televisivos y también muchos analistas de salón han salido a conversar distendidamente sobre la edad de los nuevos ministros, si andan o no en micro, sin son o no ingenieros comerciales, si tienen o no tienen guaguas, así como sesudas reflexiones aritméticas sobre la cantidad de hombres y mujeres en puestos de poder de este nivel -Margaret Thatcher, sacúdete en tu cripta- o sobre la representación queer en el gabinete. Al día de hoy, incluso se han viralizado caricaturas de las nuevas ministras al estilo diseño de agenda juvenil. Todo lo anterior lo podríamos resumir y sintetizar bajo la etiqueta “síndrome Kamala Harris”, recordando el revuelo y las buenas opiniones que generó en la prensa internacional el hecho de que llegara a la Vicepresidencia de Estados Unidos la primera afrodescendiente y primera descendiente surasiática en la historia de dicho país, a principios de 2021 con la Presidencia de Joe Biden. Olvidaban -cómo no- interesadamente aquellas voces sobre la cercanía de Kamala con Israel, su distancia respecto de acercamientos democráticos y pacíficos con Venezuela o Corea del Norte, así como su historia de aval hacia la policía estadounidense en sus abusos y asesinatos frente a los negros y migrantes durante su época como fiscal general (https://jacobinmag.com/2021/03/kamala-harris-criminal-justice-system-police-shootings).
Así, la mayor presencia femenina ha hecho soslayar en nuestro país, por ejemplo, que Antonia Urrejola, la futura canciller es cercana a la línea de Luis Almagro en la OEA -repudiado incluso por varios moderados amigos de Boric, como Pepe Mujica- y totalmente reacia al socialismo del siglo XXI en todas sus formas, o la trayectoria y visiones ideológicas del nuevo Ministro de Educación, cuestionadas por el Movimiento por la Unidad Docente por su cercanía con la mantención de un modelo de educación de mercado. Porque llama más la atención mediática que en Defensa esté la nieta de Allende -pregúntenle a Allende Bussi si la filiación genética tiene alguna relación con la cercanía ideológica-, o que el Ministro de Educación sea profesor. Por el lado de Medio Ambiente, Maisa Rojas es una profesional y científica destacada, participante del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), pero sin lugar a dudas que su participación no supone un gesto y señal claras para quienes esperan una política socioambiental más transformadora, con el abandono -aunque fuere paulatino- del extractivismo, sobre todo las comunidades mapuche respecto de las empresas forestales. Su posición está ubicada dentro de un cierto ambientalismo mainstream, desde la adaptación al cambio climático y menos abocado a la defensa de los territorios respecto de las transnacionales y el extractivismo en sus distintas formas.
Y claro, pues el síndrome Kamala Harris no permite discutir sobre políticas e ideología y lo deja todo en el terreno de lo personal, lo emotivo y los atributos de nacimiento. Qué importa si Antonia Urrejola ha sido cercana a las mineras y Luksic, lo bueno es que es mujer. Qué importa si nos alejamos de los referentes de la izquierda latinoamericana, mientras sigamos propugnando un “modelo turquesa”.
Finalmente, lo problemático es cuando esta evidente agenda de moderación y revisionismo se instala como una verdad y necesidad histórica. Aquí los cercanos a Boric señalan sobre “lo delicado de los equilibrios dentro del Parlamento y lo necesario de tener alianzas”. Aseveración que haría reír seguramente a varios otros gobernantes sudamericanos, considerando el hiperpresidencialismo que existe aún en Chile, comparado con otros países de la región. En ese sentido, si bien los votos de Apruebo Dignidad son insuficientes en el Congreso y el Senado, ya se habían realizado acercamientos con anterioridad a las fuerzas de la ex Concertación, para la segunda vuelta y estos últimos habían dado su apoyo al candidato, sin condiciones, en aquel entonces. Incluso la directiva de la DC había llegado a señalar hace algunas semanas que su partido no sería oposición al futuro gobierno (https://www.cnnchile.com/pais/carmen-frei-dc-no-sera-oposicion-gobierno-boric_20220106/. Por otra parte, las tensiones de poder entre los partidos y el nuevo gobierno son favorables para este último y es este quien impone los tonos y las formas, no quienes fueron derrotados electoralmente. Por ende, la excusa referida a la conformación del Parlamento parece poco satisfactoria. Una especie de refrito 2.0 de la justificación concertacionista noventera “nosotros queríamos, pero la derecha no nos dejó”.
Podemos entender la existencial de un cierto temor reverencial hacia el Parlamento en un país como Perú, con un modelo político semiparlamentarista o en España con los llamados “gobiernos de coalición”, pero no en nuestro país. Al menos no del mismo modo ¿Han olvidado los miembros del nuevo gobierno, que Piñera ha impuesto su voluntad, teniendo al Senado y el Parlamento en contra? ¿Qué ha sido, si no, la política sanitaria, la política hacia la Araucanía, la política migratoria y ambiental, minera, etc.? Otro ejemplo internacional: Biden decidió la salida de Afganistán con el Senado en contra. Pues bien, seamos claros: si queremos recular, asumámoslo como una decisión deliberada y no le echemos la culpa “a lo equilibrado del Congreso”. Piñera ha gobernado por 4 años con un Congreso con un 52% de oposición y un Senado con un 55,3% de fuerzas políticas ajenas a su conglomerado electoral, según fuentes que muestran la composición del Congreso establecido desde las elecciones de 2017 (https://www.24horas.cl/politica/elecciones2017/asi-quedo-conformado-el-congreso-2018-2567709).
De hecho, si se ve la composición del nuevo Congreso, las fuerzas quedan relativamente parejas, con una ventaja de las nuevas fuerzas oficialistas, las que podrían llegar a 79 cupos, mientras la derecha llegaría a 68, según Fast Check (https://www.fastcheck.cl/2021/12/20/con-que-congreso-gobernara-el-nuevo-presidente-de-la-republica-gabriel-boric/). Probablemente para conseguir ese apoyo, Boric necesitaba acercarse ciertamente al electorado y los partidos de fuera de Apruebo Dignidad, pero con la posibilidad de imponer o proponer más activamente sus condiciones y visiones. Inexplicable entonces que el PC, habiendo trabajado directamente para el triunfo de Boric desde la primaria oficialista, quedara con menos Ministerios que el PS, habiendo obtenido por lo demás ambas fuerzas resultados bastante parejos en las votaciones con esta última fuerza política en el Congreso y el Senado. Por otra parte, considerando las fuerzas proclives al nuevo gobierno, las correlaciones de poder en el Senado quedarían en 14 frente a 12.
Puede decirse que sin hacerse ese giro al centro, no se tendría el apoyo de la ex Concertación, pero ello no implica claudicar en las propias ideas o resignar la propia voluntad de cambios. Es decisión soberana del Presidente poner los énfasis y últimamente estos han estado casi enteramente referidos a darle tranquilidad a los mercados, el empresariado y el status quo concertacionista. Pero claro, en las ceremonias son bienvenidas las alusiones al Presidente Allende, a Inti Illimani y Víctor Jara, así como los puños en alto y los pañuelos verdes, todo muy en estilo radical chic.
Por estos días uno recuerda al joven Pablo Iglesias, tan crítico inicialmente de la monarquía y que luego recibiera de manos del propio rey Felipe la Gran Cruz de la Orden de Carlos III. Qué momento de traspaso generacional del poder más republicano, emotivo y sublime; impugnador e impugnado fundidos en un sólo abrazo indisoluble…