por Mauro Salazar
a Javier Agüero
En el Sur de Chile se agolpan tumultos de sentido, escenas sanguinolentas, e imágenes mudas de una muchedumbre que el 2006 irrumpió con fuerza de autenticidad desplegando la adolescencia anónima que se apropió del “movimiento estudiantil” desde una pubertad impugnante. Un momento de plebeya veracidad con raíces territoriales –valles, mares y montañas- se alzaban desde el Liceo Carlos Cousiño A 45 de Lota desplegando el campo de las “herencias locales”. Por esos años el agua se filtraba por techos y murallas denunciando la visualidad neoliberal. Desde las ventanas rotas, los cables eléctricos no tenían protección, los profesores denunciaban que hacían clases con los pies en el agua. El “frío neoliberal” causó estragos silenciados por el colonialismo mediático. Tales fueron los sucesos que hace más de una década rotularon al Carlos Cousiño (VIII región) como el “liceo acuático”. La metáfora Sur fue precisamente ese establecimiento, cual “chispero” (grado 8 en Richter contra la municipalización post-estatal) que marcó el inicio de la revolución “pingüina” y se convirtió en el símbolo de las necesidades de infraestructura y contenidos de la educación pública. Una pugnacidad contra la «modernización acelerada» de nuestros Rectores semióticos.