En varios países de América Latina, se han vuelto cada vez más frecuentes en los últimos años los llamados por la convocatoria de asambleas constituyentes. Recientemente en torno a la huelga de masas y cuasi levantamiento en Oaxaca, que duró de mayo a noviembre de 2006, tanto la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) como toda una serie de grupos de izquierda lanzaron llamados a favor de una asamblea constituyente, una “asamblea constituyente revolucionaria”, una “asamblea nacional democrática y popular”, etc. Aunque una asamblea constituyente elegida mediante sufragio universal no es más que una reivindicación democrático-burguesa, los comunistas revolucionarios han lanzado esa consigna en el curso de su lucha en contra de toda una serie de regímenes precapitalistas y coloniales, así como de dictaduras bonapartistas. Así, por ejemplo, representó uno de los puntales esenciales de los bolcheviques de V.I. Lenin en la Rusia zarista, por ejemplo en la Revolución de 1905, hasta que fue sustituida como consigna central por “todo el poder a los soviets” en el curso de 1917. Asimismo, Trotsky se pronunció a favor de una asamblea nacional en China bajo los señores de la guerra, enfatizando al mismo tiempo que dicho llamado formaba parte de un programa para la toma del poder por parte de consejos de obreros y campesinos (soviets). Sin embargo, la actual avalancha de llamados a favor de asambleas constituyentes en el marco de regímenes supuestamente democrático-burgueses, se contrapone por el vértice al bolchevismo. Lo que hace es remplazar el programa de la revolución proletaria con el de la “democracia” (capitalista), la marca distintiva de los socialdemócratas por doquier.
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