La pandemia que amenaza el futuro de la humanidad se llama capitalismo

por Joseba Blanes

Este trabajo, resultado de una investigación y elaboración exhaustiva del grupo español Lucha de Clases, trata de exponer los datos objetivos que explican quiénes controlan los recursos económicos y sanitarios del planeta, cómo podemos romper ese círculo vicioso, y cómo podemos garantizar la salud y el futuro de la clase obrera mundial y de los oprimidos de todo el mundo.

Han transcurrido 5 meses, desde que en uno de los mercados tradicionales de venta de animales vivos de Wuhan, la séptima ciudad China, emergieron los primeros casos de un nuevo tipo de neumonía atípica. Desde que el nuevo virus fue aislado, tanto los investigadores chinos como sus colegas de la OMS identificaron que se trataba de un nuevo patógeno de la numerosa familia de los coronavirus, ampliamente difundidos en la naturaleza y que mayoritariamente infectan a los animales; y que  a veces, algunos de sus miembros en particular los del género beta coronavirus, dan el salto a los humanos.

Desde entonces, como si un terremoto sacudiera al planeta, el mundo entero está patas arriba. De la noche a la mañana, en todos los países del mundo, el régimen burgués, sus Estados y los gobiernos de todos los colores, se enfrentan sin excepción a la mayor crisis sanitaria, social y económica que se recuerda. Ahora, todos asumen que la perspectiva más favorable sería un escenario similar al que se dio en los años 30 antes de la 2ª Guerra Mundial y en el peor de los supuestos, se puede convertir en la crisis más grave de la historia del Capitalismo.

La incapacidad de todos los gobiernos del mundo para combatir la pandemia del covid19 se ha puesto de manifiesto desde el primer momento, reflejando la anarquía que caracteriza a la economía de mercado, su incapacidad de previsión y agotamiento histórico.

La primera reacción, empezando por el régimen chino, fue la de ocultar y minimizar el riesgo que suponía la epidemia. Probablemente calcularon que el brote se podría controlar y que, al igual que ocurrió en 2003 con el SARS-COV causante del denominado Síndrome Respiratorio Agudo Grave, la transmisión no se extendería de manera masiva y el virus rápidamente desaparecería. Esa fue la experiencia que tuvieron con el SARS. En aquella ocasión, desde que se dio el 1º caso en Guangdong en noviembre del 2002, la epidemia se extendió durante varios meses afectando a 29 países de Asia, Norteamérica, Sudamérica y Europa, llegando a contabilizarse según la O.M.S, 8.403 infectados y 775 fallecidos. Después, la epidemia desapareció y desde diciembre de 2003 no se tiene constancia de que se registrasen más casos.

Desgraciadamente, en esta ocasión, el nuevo virus sí se extendió de manera masiva –entre otras razones, porque a diferencia del SARS, muchos de los infectados capaces de contagiar son asintomáticos. Cuando, tras un mes de negar la evidencia, las autoridades chinas empezaron a tomar medidas drásticas de confinamiento, primero en Wuhan y luego en toda la provincia de Hubei, el virus ya se había extendido al resto del planeta.

Lejos de aprender de los errores iniciales en China, la mayoría de los gobiernos de las principales potencias mundiales, inicialmente siguieron la misma senda de improvisación y minimizaron el peligro, y sólo cuando la crisis alcanzó dimensiones incontrolables, empezaron a reaccionar y a plantear que la lucha contra la pandemia tenía que ser considerada como una Guerra Global.

Por supuesto, como siempre ocurre en las guerras, también en la que hoy se está librando contra el coronavirus, la primera víctima en caer ha sido la verdad. En un país tras otro, la clase dominante y sus gobiernos han utilizado el aparato del Estado y todos los medios de que disponen, para intentar ocultar su incapacidad y la de su sistema en combatir la pandemia. Pretenden ocultar su responsabilidad criminal, con el señuelo de que esta lucha es de todos y que el virus no distingue entre ricos ni pobres.

¡¡Nada más lejos de la realidad!! Esta lucha, como todas, tiene un claro carácter de clase, como demuestran los datos objetivos. Somos los trabajadores y nuestras familias quienes estamos sufriendo las más lesivas y terribles consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la pandemia. Somos los asalariados quienes poniendo en riesgo nuestra salud, sin contar con los medios de protección necesarios, garantizamos que la sociedad pueda seguir funcionando.

Los multimillonarios que controlan la riqueza del planeta y su cohorte de agentes privilegiados, no escatiman recursos para garantizar su protección y la de los suyos. A los trabajadores nos dicen que, aunque no existan medidas de protección suficientes y se ponga en riesgo nuestra salud y la de nuestras familias, la producción no se puede parar. Su objetivo es garantizar que los beneficios sigan fluyendo y convertir la pandemia en una oportunidad de negocio.

El mensaje que nos repiten a todas horas, afirmando que las consecuencias de este virus nos afectan a todos por igual, es una gran mentira. La auténtica realidad es que somos los trabajadores quienes estamos sufriendo las consecuencias de esta crisis y vemos seriamente amenazado nuestro futuro y el de nuestras familias. Para la burguesía lo que realmente está en juego en esta guerra contra el virus, al igual que en cualquier otro conflicto del pasado o de los que provocarán mañana, es lograr el máximo beneficio posible y que esta crisis les sea terriblemente rentable.

En esta contribución pasaremos revista a los datos objetivos que explican quiénes controlan los recursos económicos y sanitarios del planeta, como romper ese círculo vicioso y cómo podemos garantizar nuestra salud y nuestro futuro.

El Imperialismo en el siglo XXI, concentración de la producción y dominio de los Monopolios

En su libro “El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo” publicado en mayo de 1916, Lenin concluía que desde el punto de vista económico:

El Imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en que ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido señalada importancia la exportación de capitales, ha empezado el reparto del mundo por los trust internacionales y ha terminado el reparto de toda la tierra entre los países capitalistas más importantes.

Hoy, analizando la situación económica mundial, su tesis no sólo ha sido confirmada por los hechos, sino que el proceso que el anticipó ha tenido un desarrollo exponencial.

Así, según el informe Global 500 de la revista norteamericana Fortune, desde comienzos del siglo XXI, los 500 mayores grupos empresariales mundiales producen y venden el 40% de toda la riqueza que se genera en el planeta. Los datos son concluyentes: en 2018, las ventas de estos enormes conglomerados capitalistas de carácter global sumó 32,7 billones de dólares (B$) el 38,12% del PIB mundial –estimado en 85,7 B$– con unas ganancias netas de 2,15 B$. En la última década, las ventas del G500 se incrementaron en casi 10 B$ –de 23 a 32,7B$, un 39,65%– y los beneficios crecieron en 650.000 millones de dólares ($ millones) –de 1,5B$ a 2,15B$, un 43,33%. El número de trabajadores que emplean asciende a 69,3 millones. Lo que se expresa en estos datos, es que esta enorme concentración de la producción la generan con su trabajo una ínfima parte de los asalariados del mundo –69,3 millones sobre 3.000 millones– apenas el 2,4% de la mano de obra mundial.

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Tabla 1: Año 2018 – Distribución del G500 por sectores. Fuente: revista Fortune

EL Monopolio Sanitario

Analizando los datos de la tabla 1, se aprecia que el Sanitario es el 5º sector por facturación y beneficios del G500. Los 26 grupos monopolísticos que lo integran facturaron 2 B$ en 2018 y ganaron 112.076 $ millones. Entre estas grandes corporaciones multinacionales se engloban aseguradoras, proveedores de servicios médicos, fabricantes de material médico y quirúrgico, distribuidoras de material sanitario, y los grandes laboratorios farmacéuticos con 13 grupos representados.

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Tabla 2: Empresas del sector de la salud englobadas en el G500. Fuente: revista Fortune

Nota: En el caso de las ventas de 81.581 $ millones de J&J, se incluye las ventas de productos de consumo masivo que suponen el 50% de su facturación total. La facturación de Jansen –su división de medicamentos– sumó 38.800 $ millones, con unos beneficios de 8.000 $ millones.

Lo primero que resalta al observar los datos de la tabla 2, es que el predominio del capital norteamericano es abrumador, de hecho las multinacionales EEUU suman 15 de los 26 mayores conglomerados del sector, facturando 1,485 billones de $ –73,90% del total y con unas ganancias de 66.822 $ millones, el 59,74%. Los otros países representados son Alemania con 3 empresas, China y Suiza con 2 multinacionales cada una; y Gran Bretaña, Francia, Irlanda y Japón con una por país.

El predominio de las empresas EEUU, refleja en primer lugar el enorme peso que supone el mercado sanitario norteamericano en el mundo: 2,93 B$ en 2018, un 17% del PIB EEUU y casi el 40% del mercado mundial. El sistema sanitario estadounidense basado en la gestión y el control privado, y cuya defensa es piedra angular del régimen burgués estadounidense y de los dos partidos que lo sustentan, es el que más recursos absorbe de todo el planeta, el tercero en gasto per cápita, 9.403 $ por persona, sólo superado por Suiza 9.674 $ y Noruega 9.522 $, y el que genera más beneficios al monopolio sanitario. Paradójicamente, este enorme flujo de recursos no garantiza una atención sanitaria universal. Sólo los ricos y los sectores de la población con más poder adquisitivo que pueden pagarla, tienen garantizada una atención sanitaria de calidad. Los trabajadores, en el mejor de los casos, si tienen seguro de empresa o pueden pagarse uno privado, sólo tienen acceso a prestaciones sanitarias limitadas y el sistema deja sin prestaciones ni seguro médico al resto, más de 30 millones de personas.

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Tabla 3: Gasto sanitario en miles de millones de $, % que representa del PIB y gasto per cápita en las principales economías del mundo. Fuente: Expansión

Las Grandes Farmas

Otro aspecto que se desprende de los datos del sector sanitario es el importante peso de los grandes laboratorios farmacéuticos, lo que se conoce como las Big Pharma o las Grandes Farmas, que tanto por número –13 grupos, el 50% de los 26 del sector que integran el G 500– como por facturación –624.464 $ millones, el 31,08% del total– suponen el subgrupo con más peso y sobre todo destacan por sus márgenes de ganancia –71.991,5 $ millones, el 64,25% del total sectorial de 112.076 $ millones.

Las ventas mundiales de medicamentos en 2017 representaron entre el 20% y el 25% del gasto sanitario mundial, 1,1 B$, que se distribuyeron en los siguientes mercados:

*Norteamérica-EEUU y Canadá-……………. 37%

*Asia-Pacífico……………………………………….   22%

*Europa………………………………………………..   20%

*Resto del mundo…………………………………. 21%

Ese mismo año, los 50 mayores laboratorios del planeta vendieron por valor de 642.478 $ millones y ganaron 121.259 $ millones, con una tasa de rentabilidad sobre ventas del 19%.

El origen de las patentes y su significado hoy

No por casualidad, la aparición y regulación legal de las patentes –es decir el derecho otorgado por los gobiernos a un inventor del uso en exclusiva del invento por él creado sin que ningún tercero pueda usarlo durante un período de tiempo determinado– está estrechamente ligado a los propios orígenes del capitalismo. La primera ley de patentes de la que se tiene constancia se aprobó en la Serenísima República de Venecia en el año 1.474. En ella se fijaba un plazo de duración de 10 años. Posteriormente, tras el triunfo de la revolución burguesa norteamericana en 1787, el derecho vinculado a las patentes se recogió en la constitución estadounidense, artículo 1, sección 8 párrafo 8 en el que se faculta al Congreso de los EE.UU para: promover el progreso de la ciencia y de las artes útiles, garantizando por períodos limitados a autores e inventores el derecho exclusivo sobre sus respectivos escritos y descubrimientos».

La importancia de una regulación legal sobre las patentes, aceptada a nivel internacional, ha sido una constante sobre todo tras el final de la 2ª guerra mundial, que inaugura un período en el que el peso del comercio mundial se convirtió en decisivo para el conjunto de la economía capitalista. Así, en uno de sus primeros anexos, el 1-c, el Convenio por el que se crea en 1.994 la Organización Mundial del Comercio (OMC), se establece lo que se denominan en castellano el acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, APDICS. En él se detallan los principios básicos sobre la propiedad intelectual tendentes a armonizar estos sistemas entre los países firmantes y en su relación con el comercio mundial.

En el caso de los medicamentos en los EE.UU, las patentes están reguladas entre otras, por las disposiciones de la Hatch Waxman Act de 1984, que establece una duración de la patente de 20 años desde la solicitud, prorrogables otros 5 años desde su fecha de caducidad. En el caso de Europa, desde 2004, se puede solicitar la producción de medicamentos genéricos 8 años después de la autorización del medicamento original. El genérico se puede comercializar después de 10 años.

Lo que en la infancia del Capitalismo ayudó a fomentar la competencia entre los burgueses individuales, impulsando nuevas invenciones y aplicaciones tecnológicas, que revolucionaban de manera permanente el desarrollo de la técnica y las fuerzas productivas, rápidamente se convirtió en su contrario, y al eliminar del mercado a las empresas menos competitivas, impulsó la concentración de la producción en centros cada vez mayores, que fusionándose entre sí y con el capital financiero, cuya concentración era aún más rápida e intensa, generaron el monopolio.

Hoy, en la industria farmacéutica, la lucha por lograr nuevas patentes de terapias novedosas, lejos de impulsar el conocimiento y la mejora en la lucha contra las enfermedades, sólo busca garantizar el control de los precios y las ganancias monopolísticas que ello implica.

Patentes, I+D y precios de los medicamentos

En el argot del márketing farmacéutico, los medicamentos se dividen en dos grandes grupos:

a.- Los denominados Essential Health; esto es: medicamentos ya probados y de uso masivo, cuya patente expiró y cualquiera puede sintetizar sus principios activos, y también los denominados fármacos biosimilares a un coste menor.

b.- Los nuevos medicamentos que el monopolio farmacéutico denomina Blockbusters, cuyo desarrollo y patente les garantiza el control monopolístico de la terapia, durante los años que dure su derecho exclusivo de producción y comercialización.

Dentro de estos blockbusters, la inversión de los grandes laboratorios se dirige a aquellas patologías que consideran más rentables, en particular a los tratamientos en oncología, VIH, hepatitis, enfermedades autoinmunes y dolencias crónicas.

Según las estimaciones del sector, la inversión media en Investigación y Desarrollo, para llegar a cumplir con los requisitos legales necesarios, registrar la patente y comercializar un nuevo medicamento químico o biológico, supone entre 1000 y 2000 $ millones.

El campo al que se dirigen las mayores inversiones del monopolio es a la producción de los llamados medicamentos biológicos. A diferencia de los fármacos químicos no se producen por un proceso de síntesis química, sino que son moléculas mucho más complejas que derivan de los seres vivos. Son proteínas como las hormonas, o anticuerpos que el ser humano produce en condiciones normales, pero que al enfermar ve mermada esa capacidad, sobre todo en los casos de patologías crónicas graves como el cáncer, la diabetes, el asma y las enfermedades inflamatorias del intestino, entre otras.

A diferencia de los medicamentos químicos, los biológicos no se producen en forma de pastillas y la mayoría se suministran como inyectables. Algunos ejemplos de los biofármacos más conocidos son la hormona del crecimiento, la insulina y los que se utilizan con los enfermos tratados con quimioterapia, para elevar sus niveles de glóbulos rojos –la conocida EPO– y el de glóbulos blancos G-CSF –factor estimulante de colonias de granulocitos–. Este tipo de medicamentos son cruciales para el tratamiento de muchas patologías graves, y el acceso a ellos es vital para los enfermos que las sufren y sus familias.

Para la industria farmacéutica, los medicamentos biológicos constituyen cada vez más la fuente principal de sus ingresos y beneficios, y esto por varias razones. En primer lugar, porque los precios que imponen mientras dura la patente son astronómicos. Según un estudio de la asociación norteamericana «Patients for affordable Drugs», los fármacos destinados al tratamiento oncológico, son de los más caros en los EE.UU, y en los últimos 15 años sus precios se han multiplicado por diez. 

A esa primera razón se añade que, aunque en Europa desde 2006 y en los EE.UU desde 2015, está regulado legalmente que una vez caducada la patente de un biofármaco cualquier laboratorio puede producir un medicamento biosimilar, la realidad es que estos medicamentos por su complejidad son mucho más difíciles y caros de copiar, y aunque desde hace 11 años varios laboratorios han ido desarrollando versiones biosimilares más económicas, los ejemplos siguen siendo muy limitados.

Comparativamente, desarrollar un medicamento biosimilar es mucho más costoso en tiempo y dinero que sintetizar el genérico de un medicamento químico. De hecho, para producir un genérico la inversión media oscila entre 600.000 y 4.000.000 de $ y el tiempo para su desarrollo está en torno a los 3 años. En el caso de un biosimilar, la inversión sube a una horquilla de entre 100 y 300 millones de $ y el período para su desarrollo dura entre 6 y 7 años. Lo que esto significa, es que mientras al mercado de genéricos pueden acceder empresas medianas de los denominados países en desarrollo –el 26% de los genéricos que se consumen en Europa y el 24 % de los vendidos en EE.UU se producen en la India– en el mercado de los biosimilares la guerra se libra entre los grandes monopolios del sector.

Los beneficios que hay en juego en este mercado son tan jugosos y elevados, que la Gran Industria Farmacéutica destina cientos de millones de dólares a financiar congresos médicos y artículos en revistas especializadas, que ponen en duda la seguridad de los biosimilares, cuestionando el criterio de las autoridades sanitarias que afirman que el fármaco biosimilar tiene los mismos efectos terapéuticos que el medicamento original.

Argumentando que si se inicia un tratamiento con un medicamento biológico original, sería peligroso seguir tratando al paciente con un biosimilar más barato, pretenden generar la incertidumbre y el miedo entre los enfermos y sus familiares.

Todo su arsenal mediático y jurídico va dirigido a lograr que tras el fin de la patente, se limite al máximo la competencia con los biosimilares y así mantener las altas tasas de beneficios que les garantizan los precios monopolísticos.

En contraposición a la propaganda del lobby sanitario, sobre la justicia de que se retribuya adecuadamente su esfuerzo inversor, la realidad según la mayoría de los estudios realizados por las autoridades sanitarias y organismos en defensa de la sanidad pública, es que al menos el 60% de la investigación y desarrollo básico de nuevos medicamentos, se realiza en las universidades e instituciones de investigación pública. Eso sí, cuando en ellas se encuentra una molécula susceptible de ser un medicamento rentable, las Farmas compran los derechos de explotación y continúan con el I+D de ese posible fármaco. Si el proceso culmina, el laboratorio que compró la idea vende la nueva droga al mismo sector público que inició el proceso, pero al precio que ellos imponen. El margen de beneficios que el monopolio logra a través de este círculo vicioso, público-privado-público, alcanza cifras multimillonarias.

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Tabla 4: Las 20 Mayores Farmas del mundo en 2017, facturación, beneficios en millones de $ y en % sobre ventas, facturación en millones de $ de las principales marcas de medicamentos comercializados. Fuente: Ventas en el mercado de prescripción PMFarma-Pharmaceutical Executive

En esta tabla, vemos reflejada de manera concreta, como en muy pocas marcas de medicamentos se concentra la parte del león de las ventas y beneficios del sector.

Así, la suiza Roche, tercera Farmacéutica del mundo que en 2017 ganó 8.717 $ millones, sólo con sus 3 medicamentos más vendidos, Rituxan, Avastin y Herceptin todos ellos destinados al tratamiento oncológico –tumores rectales, de colón y de mama– facturó ese año 21.179 $ millones, el 53,55% del total.

Este proceso llega a niveles extremos, en algunos de los grandes laboratorios de EEUU. Ese es el caso de Abbvie, donde las ventas de un único medicamento, el Humira –destinado al tratamiento de patologías del sistema inmunológico como la colitis ulcerosa, artritis reumatoide o la artritis psoriasica…– ascendieron en 2017 a 16.078 $ millones, el 63,55% de su facturación, y sólo en el primer semestre de 2018 sus ventas alcanzaron la asombrosa cifra de 13.960 $ millones. La misma situación se da en el caso de Celgene con las ventas del Revlimid –indicado en el tratamiento de cánceres hematológicos como mielomas y linfomas– que sumaron 6.974 $ millones en 2017 frente a una facturación de 11.114 millones; esto es, el 62,75% del total.

Beneficios monopolísticos, la fusión del monopolio sanitario con el Estado

La producción mercantil es inherente al capitalismo, se produce para el mercado y para obtener la tasa de beneficios más alta posible. Ese es el leitmotiv en todos los sectores productivos, no se trata ni de satisfacer las necesidades vitales o sociales de la humanidad, ni tampoco de mejorar o cuidar la salud del homo sapiens.

Según explicaba Laura Marcos –de la asociación Salud por Derecho– en un artículo publicado hace un año, 9 de las 10 empresas que más subvenciones recibieron en Europa para proyectos de salud entre 2010 y 2016, fueron grandes farmacéuticas y todo ello a pesar de que el 75% de los nuevos medicamentos aprobados en Europa en 2015, no aportaban nada o ya había en el mercado mejores alternativas terapéuticas. La situación llega al extremo de que, según sus estimaciones, el desperdicio de la I+D en salud puede llegar al 85% del total de los recursos invertidos.

En su búsqueda del máximo beneficio, contando con la connivencia de los organismos públicos de control sanitario, que hacen la vista gorda o actúan en abierta complicidad con el monopolio, las grandes farmacéuticas no dudan en poner en riesgo la salud y la vida de millones de enfermos.

Bayer y los efectos secundarios del Xarelto

En 2008, la multinacional alemana Bayer, contando con todos los parabienes de las autoridades sanitarias alemanas y europeas, sacaba al mercado la primera molécula sintetizada del rivaroxaban. Este medicamento se usa para diluir la sangre y evitar coágulos que pueden provocar accidentes cerebrovasculares. Su nicho de mercado estaba dirigido a sustituir los dos anticoagulantes ya existentes desde hacía años, el Sintron –cuyo principio activo es el acenocumarol- y el Aldocumar –compuesto derivado de la warfarina–. La marca con que se empieza a comercializar la nueva droga en todo el mundo la denominan XARELTO, y para su distribución en Norteamérica Bayer llegó a un acuerdo con Jansen, la división sanitaria de Johnson & Johnson.

A través de una agresiva campaña de márketing, rápidamente se hicieron con la posición dominante del mercado, llegando a ser el tratamiento recetado a más de 42 millones de pacientes en 2017, con unas ventas ese año, en el caso de Bayer, que ascendieron a 2.698 $ millones, y de otros 2.288 $ millones en el caso de la multinacional norteamericana.

Lo que nunca advirtieron fue que, en algunos pacientes como efecto secundario, el uso del rivaroxaban podía provocar hemorragias masivas. Esto fue lo que empezó a ocurrir desde que se inició su distribución comercial, y miles de enfermos sufrieron graves secuelas o murieron a causa de las hemorragias. Sólo en EE.UU., Bayer y J &J, tuvieron que hacer frente solidariamente a más de 25.000 demandas de familiares de personas fallecidas por utilizar el Xarelto, y a fines de marzo de 2019 tuvieron que provisionar 775 millones de dólares para pagar a los afectados en los EE.UU.

Idéntica situación se dio con el dagigatrán, anticoagulante sintetizado el mismo año 2008 por la multinacional alemana Boehringer Ingelheim, que se comercializó bajo la marca Pradaxa. En 2014 tuvieron que destinar 650 millones de dólares para hacer frente a las más de 4.000 demandas judiciales por los efectos secundarios letales de su anticoagulante.

Paradójicamente, cuando se empezaron a hacer públicos los casos de muertes por el uso del Xarelto, la prestigiosa revista médica británica British Medical Journal advertía en un artículo, que los ensayos clínicos que habían servido para justificar la autorización de la comercialización del Rivaroxaban estaban plagados de errores y deficiencias.

Purdue Pharma, la familia Sackler y la crisis sanitaria por el consumo de opiáceos en los EE.UU.

En octubre de 2017, el recientemente elegido presidente Donald Trump, declaraba una Emergencia Sanitaria Pública para hacer frente a la oleada de adicciones a los opiáceos que afectaba a millones de estadounidenses. La anterior alarma sanitaria se había decretado en 2009 para combatir el brote de gripe provocado por el virus de la la gripe A -H1N1-.

La gravedad de la situación había llegado al extremo de que los fallecimientos por sobredosis, se han convertido en la principal causa de muerte de adultos en EE.UU., tantas como la de fallecidos por disparos de armas de fuego y accidentes de tráfico juntas. De hecho, de las 16.849 muertes por sobredosis de 1999, se pasó a 36.000 en 2007, 60.000 en 2016 y a más de 70.000 en 2017.

En su discurso para justificar la declaración de la Emergencia Sanitaria, Mr. Trump argumentó que lo decisivo para combatir la epidemia de adicciones era la lucha contra el narcotráfico, y la manera más efectiva de llevarla a cabo construir su muro a lo largo de la frontera mexicana. Por supuesto, como suele ser la norma en el caso del Sr. Trump, la realidad que se escondía tras las miles de muertes por abuso en el consumo de drogas, nada tenían que ver con el discurso presidencial.

La verdadera causa que desencadenó las más de 400.000 muertes por sobredosis de los últimos 20 años en los EE.UU, tiene su origen a mediados de los 90, cuando las autoridades sanitarias estadounidenses, bajo la presión del Lobby Sanitario-Farmacéutico, establecieron que el dolor crónico debía ser considerado el quinto signo vital, es decir que su evaluación, manejo y tratamiento, debían considerarse tan importantes desde el punto de vista de la salud, como la temperatura corporal, la presión arterial, la frecuencia respiratoria y la frecuencia cardiaca. 

La consecuencia inmediata de esta decisión fue la aprobación de una normativa menos estricta, que facilitase la producción de analgésicos mucho más fuertes que los existentes. El año siguiente 1996, las autoridades sanitarias autorizaron el uso de dos opiáceos, la oxicodona y la hidrocodona, principios activos que se obtienen de la Adormidera, -Papaver Somniferun-. Lo que no explicaron ni los laboratorios, ni las autoridades, fue que la mayor potencia en los efectos analgésicos de estos nuevos medicamentos era directamente proporcional al riesgo de provocar una fuerte adicción entre los pacientes a quienes se las recetasen.

La primera decisión que tomó la FDA –Agencia del medicamento de los EE.UU.– en diciembre de 1995, fue autorizar el uso y distribución del Oxycontín, analgésico de la farmacéutica Purdue Pharma propiedad de los hermanos Sackler. La total subordinación de los organismos estatales a los intereses del monopolio se hacía pública sólo 3 años después, en 1998. Ese año, el director que había concedido la autorización a los Sackler, el Dr Curtis Wright, renunciaba a su cargo en la FDA para entrar a trabajar en un puesto de alto nivel en Purdue Pharma.

Conseguida la autorización gubernamental, la farmacéutica inició una intensa campaña de márketing, para impulsar la venta masiva de su analgésico, que se basa en el principio activo de la oxicodona –sintetizada por primera vez en 1916 en Alemania– un  derivado de la tebaína, la misma molécula de la que se obtiene la heroína, con efectos 3 veces más potente que los de la morfina.

Desde el primer momento, toda la estrategia comercial de la Farma se orientó al nicho de mercado representado por los habitantes del llamado Rush Belt (“cinturón oxidado”, la zona del medio oeste devastada por el cierre de industrias) y de las zonas rurales del interior del país. Se centraron en los Estados más pobres y con mayores problemas sociales, donde la destrucción de empleo, con sus secuelas de baja autoestima y desestructuración familiar eran el caldo de cultivo ideal para engancharse al Oxycontín.

Para lograr sus objetivos, no escatimaron medios; y de un presupuesto publicitario de 187.500 dólares en 1996, la partida se incrementó a 4 millones en 2001, y siguió creciendo año tras año. En 2016 varios medios de comunicación denunciaron que, entre agosto de 2013 y diciembre de 2015, los 4 mayores fabricantes de los 3 analgésicos derivados de la adormidera más vendidos en EE.UU., el Oxycontin, el Vicodin –basado en la hidrocodona– y el Percocet –combinado de oxicodona y paracetamol– pagaron 46 millones de dólares en comidas, viajes y honorarios a más de 68.000 médicos para animarles a que recetaran sus opiáceos.

Su estrategia, a la que destinaron millones de dólares, era muy simple: había que normalizar los opiáceos, y la mejor forma de hacerlo era contar con oradores médicos altamente cualificados que atestiguaran las virtudes del Oxycontín y de las demás drogas. En el caso de los Sackler, entre sus colaboradores más activos contaron con el respaldo de la AAPM- Academia Estadounidense de Medicina del Dolor- y de la APS -Sociedad norteamericana del Dolor-. En compensación, les financiaron generosamente y varios miembros de ambas asociaciones fueron contratados como consultores del laboratorio. De hecho, el Dr. David Haddox, director del comité de la APS y entusiasta defensor de las ventajas terapéuticas de los opiáceos, fue contratado por Purdue en 1999 permaneciendo en plantilla hasta 2019.

El resultado práctico de sus planes no se hizo esperar.Las ventas del Oxycontin que fueron de 80 millones de dólares en 1997, se dispararon en 4 años a 2.100 millones de dólares en 2001, y año tras año la facturación y beneficios siguieron creciendo. En 2010 la facturación superó los 3.000 millones de dólares, representando el 80% de las ventas y beneficios del laboratorio. Se estima que entre 1996 y 2016, con las ventas del Oxycontin, Purdue ganó más de 35.000 millones de dólares. Paralelamente la riqueza de los hermanos Sackler dueños del Laboratorio, creció de forma exponencial convirtiéndoles en una de las familias más ricas del exclusivo club de los billonarios estadounidenses, con una fortuna que según la revista Forbes supera los 13.000 millones de dólares.

En contraposición a los miles de millones de ganancias de los laboratorios, las consecuencias sanitarias y sociales en pueblos y ciudades de todos los Estados de EE.UU., fueron devastadoras. Millones de norteamericanos, empezando con los de mediana edad más propensos a padecer dolores, empezaron a tomar los opiáceos que les recetaban en los servicios médicos, sin que nadie les explicara que eran potentes adictivos a los que podrían engancharse.

La situación llegó al extremo de que en 2012, se prescribieron más de 286 millones de recetas de oxycontin, vicodin y percocet; esto es, casi una por habitante de los EE.UU. Estados como Virginia Occidental con poco más de 1.800.000 habitantes, fueron literalmente inundados de pastillas, como denunciaba Eric Eyre en el Charleston Gazzette Mail en 2013. Según la DEA, el Departamento Antidroga Federal, en el lustro 2007-2012 los laboratorios y distribuidoras farmacéuticas enviaron más de 780 millones de píldoras de opiáceos, 87 pastillas por habitante y año, a Virginia Occidental. Sólo en la pequeña localidad de Willianson -3.000 habitantes- la Doctora Katherine Hoover  prescribió 333.000 recetas de opiáceos entre diciembre de 2002 y enero de 2010; es decir, 14 por habitante y año. La situación llegó al extremo de que el pueblo empezó a ser conocido como «Pillianson» (“Pill” significa “pastilla” en inglés). La pandemia de adicciones llegó a tal nivel que en 2017, según la cadena televisiva NBC, los servicios de emergencias de Williamson atendían cada mes un promedio de 50 casos de sobredosis.

Desde un principio, las autoridades estatales y el gobierno federal, fueron conscientes de la crisis sanitaria que se estaba generando. En 2006, el Doctor Leonard Paulozzi del CDC -Centro para el Control de Enfermedades-, publicaba un artículo en el que alertaba de que en los 3 años de 1999 a 2002, las muertes relacionadas con los opiáceos se habían incrementado en un 91%. Consecuencia directa del aumento exponencial de las adicciones a estos analgésicos fue el crecimiento paralelo del consumo de estupefacientes ilegales, como la heroína, más baratos que las pastillas. Tras la alarma que despertaron esta y otras denuncias similares en 2007, el Estado de Virginia demandó por primera vez a Purdue Pharma y a 3 de sus ejecutivos. La empresa, para evitar un juicio público, llegó a un acuerdo en el que se reconocieron culpables de haber engañado a médicos, pacientes y autoridades reguladoras, al ocultar los graves efectos adictivos del oxycontín y aceptaron pagar una multa de 635 millones de dólares.

Tras el acuerdo del 2007, Purdue siguió batiendo records de ventas y beneficios con el Oxycontin, y a partir de 2013-2015, cuando empezaron a crecer sus problemas legales y a caer las ventas en el mercado norteamericano, la compañía recurrió a su filial internacional Mundipharma, con sede en Gran Bretaña, para fomentar con la misma táctica publicitaria el tratamiento del dolor y ensalzar las virtudes de su analgésico, y así conseguir impulsar las ventas de oxycontín en los mercados de Brasil, China, Rusia, Gran Bretaña, España……….

Antes de que el gobierno federal se viese obligado a reconocer la gravedad de la situación –que según cálculos de algunos economistas sólo en el año 2015 había supuesto un gasto para el erario público de 504.000 millones de dólares– y de que finalmente declarasen la emergencia sanitaria en el otoño de 2017, más de 500 ciudades y condados de Alabama, California, Illinois, Kentucky, Massachusetts, Wisconsi, Virginia, Utah, Tennessee, Misuri, New Hampshire, New México, Indiana y Michigan y 8 de las tribus indias originarias habían presentado ya miles de demandas, contra los laboratorios responsables: Purdue, Jansen, Teva Pharmaceutical, Abbott Laboratories, y las distribuidoras Mckesson, Cardinal Health, y Amerisource Bergen, a los que se les reclaman más de 50.000 millones de dólares.

Dos años después de la declaración de la emergencia sanitaria, a pesar de todas las evidencias sobre las nefastas consecuencias que estas drogas tienen para la salud pública, el negocio continua viento en popa y aún se siguen recetando 58,7 recetas de opiáceos por cada 100 habitantes en los EE.UU.

Alzheimer, Parkinson y el anti inflamatorio Embrel de PFIZER

En enero de 2018, PFIZER la primera farmacéutica del mundo, anunciaba el cierre de su departamento neurológico y el despido de los 300 empleados del mismo. En su comunicado Pfizer, explicó que su decisión de abandonar la investigación para el desarrollo de nuevos fármacos, destinados a tratar el Parkinson y el Alzheimer, se había adoptado para reasignar esos recursos hacia las áreas de inversión donde su cartera de productos y su pericia científica eran mucho mayores.

Un año después, el 5 de junio de 2019, el periodista Cristopher Rowland del Washington Post, hacía público que desde 2015, Pfizer había ocultado a la opinión pública que uno de sus equipos de investigadores, basándose en el tratamiento informático y estadístico de cientos de miles de reclamaciones de aseguradoras del sector de la salud, habían hecho un importante descubrimiento que relacionaba la ingesta de su antiinflamatorio estrella el Enbrel –destinado al tratamiento de la artritis reumatoide– con la reducción en al menos un 64% del riesgo de contraer Alzheimer. Los investigadores llegaron a esa conclusión contrastando la incidencia de la grave enfermedad neurológica entre un número similar de personas que tomaban el antiinflamatorio, y el mismo número de quiénes no lo hacían.

Para verificar los potenciales efectos terapéuticos del Enbrel, en la prevención, tratamiento y retardo del Alzheimer, quienes realizaron el estudio propusieron a los ejecutivos de la multinacional que se llevase a cabo un ensayo clínico entre una muestra de 3.000 a 4000 personas, tratados o no con el antiinflamatorio. El coste estimado era de 80 millones de dólares.

La decisión que adoptó el consejo de administración de Pfizer fue no realizar el ensayo clínico, y tampoco hacer públicas las conclusiones del estudio de sus investigadores.

Una vez que el Post destapó su escandalosa actuación, los directivos de la multinacional se vieron en la obligación de intentar explicarla. Afirmaron entonces que su decisión se sustentaba en que sus expertos habían llegado a la conclusión de que el Enbrel no era una terapia que pudiese ofrecer resultados en el tratamiento del Alzheimer. Se basaban en que, según ellos, el principio activo del Enbrel era una molécula demasiado grande para superar la barrera hematoencefálica y poder actuar sobre las inflamaciones del tejido cerebral. Por eso renunciaron al ensayo clínico. Así mismo, defendieron que la decisión de no hacer público el estudio fue para evitar que científicos externos a la firma orientasen sus esfuerzos en una dirección equivocada.

«Sus argumentos» no convencieron a nadie y muchos investigadores de primera línea sobre el Alzheimer de Universidades como Harvard, John Hopkins, Southamthon, exigieron que los estudios se hicieran públicos y que fuesen los científicos quienes evaluasen su utilidad o no.

Lo que los ejecutivos de Pfizer nunca mencionaron fue que la patente del Enbrel expiraba en 2018; de hecho, llevaban ya varios años comercializando su nuevo medicamento para la artritis, el XELJANZ. Lo que motivó su decisión fue el escaso retorno que, aun en el caso de tener un resultado positivo, tendría su inversión al tener que competir desde el primer momento con genéricos similares mucho más baratos.

Su renuncia a difundir una información que abría un prometedor campo de investigación en la prevención del Alzheimer estaba motivada por la misma razón que otras veces les lleva a ocultar los efectos secundarios perniciosos de un nuevo medicamento: la búsqueda del máximo beneficio al margen de la idoneidad terapéutica del medicamento a comercializar.

 En busca de El Dorado, o la carrera por encontrar la vacuna del COVID-19 

Días después de que se dieran los primeros casos de COVID19 en Wuhan, las autoridades chinas identificaron el nuevo coronavirus e informaron a la OMS. Estudiando el nuevo patógeno los investigadores chinos y los de los laboratorios de referencia de la OMS, y comprobaron que era muy similar al SARS COV que en 2002-2003 provocó la epidemia del llamado Síndrome Respiratorio Agudo Grave. El nuevo virus comparte con el SARS entre el 80% y el 90% de su material genético y su similitud es tal que los científicos lo bautizaron como SARS COV2. También había bastantes similitudes con el denominado MERS COV, que en 2012 causó en Arabia Saudí los primeros casos del llamado Síndrome Respiratorio Agudo de Oriente Medio.

El parecido entre ambos virus se refleja en que algunos de los síntomas y características del COVID19 coinciden con los que en su momento desarrollaron los infectados por el SARS. La similitud es mayor en los casos más graves, en los que se ha constatado que ambos patógenos producen neumonía y una inflamación exagerada en los pulmones que dejan de funcionar correctamente.

También se conocen las diferencias más significativas. En primer lugar, en el caso del SARS, desde el principio se supo cuál era el animal desde el que se dio el salto al contagio en humanos, las civetas. Ese dato aún se desconoce en el SARS COV2. En segundo lugar, la tasa de mortandad media del SARS era del 9,2% –775 fallecidos de los 8.403 infectados– y entre los mayores de 65 años o afectados por dolencias previas de hipertensión, cardiacas, respiratorias o inmunitarias se disparaba hasta un 50%. En el caso del COVID19, con los datos parciales e incompletos de los que se dispone, la tasa media oscila entre un 1,5% y un 4%, y al igual que en el SARS sube mucho entre los mayores de 65 años y los enfermos crónicos, donde se concentran el 20% de casos graves que requieren hospitalización.

Por último, la diferencia cualitativa entre ambos está en su distinta eficacia para extender el contagio. En el caso del SARS la prevalencia de contagio era de 10 días y los asintomáticos no contagiaban. En los enfermos de COVID19 la prevalencia puede ser de hasta 28 días y los asintomáticos sí que contagian. La mucha mayor eficiencia del SARS COV2 en su trasmisión entre humanos, facilita el contagio masivo y es lo que hace mucho más peligroso al nuevo virus.

A toda esta información previa se le sumó la secuenciación del genoma y de las proteínas del virus que China hizo públicas a principio de febrero y que se conociera la proteína diana -AC2- que al igual que en el SARS, el nuevo virus utiliza como llave para penetrar en la célula humana.

Partiendo de la similitud del nuevo virus con los del SARS COV y el MERS, lo que a priori parecería más prometedor para acelerar el desarrollo de un prototipo de vacuna y de antivirales eficaces contra el COVID19, sería basarse en los avances logrados en las investigaciones realizadas en los últimos 18 años sobre esos otros coronavirus.

Este ha sido el criterio en el que se ha basado el equipo de investigadores del Centro Nacional de Biotecnología –adscrito al CSIC– que dirigen los virólogos Luis Enjuanes e Isabel Sola.

Como explicaba la doctora Sola con una experiencia acumulada de 35 años trabajando con coronavirus, la estrategia de combate contra el COVID19 es doble: garantizar la prevención; esto es, conseguir una vacuna que provoque una respuesta inmune eficaz, y producir los antivirales para tratar a los enfermos ya infectados.

Partiendo de esta doble estrategia, los objetivos que se han marcado en el CNB, son crear un prototipo de vacuna, usando la técnica denominada genética reversa, que su equipo fue el primero en desarrollar precisamente para el estudio del SARS en 2002. Consiste en eliminar los genes del virus que neutralizan las defensas del infectado –lo que ellos denominan genes de virulencia– que son los que inducen a una inflamación tan exagerada del pulmón hasta llegar a dañarlo.

Una vez eliminados esos genes, el patógeno se atenúa y se convierte en un buen candidato a vacuna. Una vez generado el virus atenuado, se ensaya en células y se comprueba que se comporta de la manera prevista, después se pasaría a la siguiente fase, los ensayos con animales.

Para iniciar esa segunda fase hay que crear un modelo animal adecuado en el que se pueda inyectar el virus y provocar una enfermedad similar a la de los humanos. Este modelo serian ratones transgénicos. En su momento se crearon para el SARS pero no se mantuvieron activos en el animalario y ahora hay que volver a recrearlos. Esto se consigue mediante técnicas de ingeniería genética. Se trataría de lograr que la proteína humana receptora del virus -AC2- se integre en el genoma del ratón, garantizando así mismo que cuando se induzca la infección vírica esta se exprese en el órgano diana que interesa, que en este caso es el pulmón.

Una vez disponible el modelo animal, se suministra la vacuna dos o tres semanas antes de que se le infecte con el virus, dando tiempo al desarrollo de una respuesta inmune. Cuando se comprueba que el prototipo de vacuna es eficaz y segura, en ese momento se podría pasar al ensayo en humanos. Tras comprobar su eficacia y seguridad en humanos, se produciría lo que se denomina un virus o cepa vacunal, y a partir de ese momento ya se podría iniciar el proceso de fabricación de la vacuna.

En lo que se refiere a los antivirales, el punto de partida de su laboratorio será retomar los ensayos con los prototipos que ya desarrollaron para utilizarlos contra el SARS. En aquella ocasión se llegó hasta la fase de ensayo con animales, comprobándose que eran eficaces y que al inyectarlos en los ejemplares infectados, se protegían en un porcentaje del 80%.

Dada la similitud entre el SARS y el nuevo SARS COV2, parece razonable pensar que esos compuestos que ya demostraron su eficacia en 2002, también podrían ser válidos ahora. Esa posibilidad ya se ha comprobado con el Remdesivir antiviral que la multinacional Gilead ensayó en animales y luego abandonó. Partiendo de esta hipótesis su primer objetivo, una vez que dispongan del virus, será inocularlos en células y comprobar si pueden contener la respuesta inflamatoria que el virus provoca a nivel celular y combatir así una de las principales causas de la enfermedad.

Igual criterio que el del equipo del CNB, es el que se están basando en otros grupos de corona virólogos de todo el mundo, que también iniciaron en aquellos años el desarrollo de fármacos efectivos contra esos virus.

El hándicap al que se enfrentan todos los equipos de investigadores lo sintetizaba en base a su experiencia personal la doctora Sola:

«Lo que sucede es que cuando hay una epidemia, como la del SARS en 2002, en ese primer momento, sí hay una inversión mayor en investigación, pero cuando se ha contenido nos olvidamos. Entonces se pierde la oportunidad de seguir avanzando en los estudios que se habían iniciado, de terminar el desarrollo de una vacuna, o culminar la identificación de antivirales que puedan ser útiles cuando aparezca una nueva epidemia.

«En nuestro equipo sí nos hemos encontrado que, a la hora de presentar un proyecto de investigación para conseguir financiación para una vacuna contra el MERS Cov, respuestas de los comités de evaluación afirmando que la investigación de un virus que afectaba a un número de personas relativamente bajo, no era relevante. Esta clase de comentarios los he escuchado personalmente a la hora de valorar nuestro proyecto de desarrollar una vacuna para un coronavirus muy cercano al SARS COV2. Con esa idea en la cabeza, uno no es realista, porque virus como la gripe y el coronavirus, son virus emergentes y tienen potencial pandémico, como estamos viendo ahora. No se debe ignorar esa realidad. Sería irresponsable abandonar la investigación pensando que una vez superada una epidemia ya no volverá a suceder. La capacidad de los virus para emerger en la población humana y causar los estragos que está causando este virus, o que podría causar una gripe pandémica están ahí ¡¡Ojalá!! todo esto sirva para concienciarnos de que la investigación es importante».

Idéntica reflexión hacía el catedrático del Centro de Investigación en Sanidad Animal de la UAB, Joaquim Segales que en un artículo publicado en la Vanguardia el pasado 23 de marzo recordaba:

«Para la epidemia del SARS del 2002-2004, se consiguieron prototipos de vacunas muy eficaces e incluso hubo varios ensayos clínicos muy exitosos, pero no se llegó a registrar ningún producto y lo mismo pasó en 2012 con el MERS».

Sin duda, sus opiniones son compartidas por la abrumadora mayoría de la comunidad científica, que durante años ha venido advirtiendo que había que prepararse para poder responder a una posible pandemia como la que hoy estamos sufriendo.

La doctora Sola tiene toda la razón al resaltar la irresponsabilidad que supone abandonar investigaciones cuya trascendencia hoy es evidente. Simpatizamos también con sus sinceros deseos de que esto sirva para comprender la importancia de la investigación científica.

Desgraciadamente todos esos buenos deseos chocan contra el muro de las leyes que rigen la economía de mercado, y en el caso que nos ocupa con los intereses del monopolio farmacéutico. El motivo que empujó a los grandes laboratorios a invertir en la investigación del Síndrome Respiratorio Agudo Grave, era aprovechar la oportunidad de negocio y las jugosas ganancias que si la epidemia se extendía y alargaba en el tiempo, habrían supuesto la patente de la vacuna y de los antivirales para el tratamiento del SARS. Idéntica razón fue la que meses más tarde les movió a abandonar las investigaciones una vez que la epidemia se extinguió.

Ahora que la pandemia, de la que los investigadores llevaban años advirtiendo, es una cruel realidad, los gobernantes de todo el mundo no se cansan de repetirnos que sólo uniéndonos todos derrotaremos al virus. Si hubiese un sólo átomo de verdad en sus proclamas, la primera medida que habrían tomado sería coordinar los esfuerzos de los investigadores de todos los países, y poner a su disposición todos los recursos económicos y técnicos necesarios. Sin duda, un llamamiento así habría contado con el apoyo entusiasta de toda la comunidad científica y en un tiempo récord se podría contar con un prototipo viable de vacuna, con medicamentos efectivos para combatir la enfermedad y después poder fabricarlos para distribuirlos solidariamente en todo el mundo.

En lugar de colaboración, el escenario que se oculta tras la nube tóxica de la propaganda, es el enfrentamiento abierto que se está librando entre los Estados más poderosos. El objetivo de todos ellos, es defender su prestigio y los intereses de sus respectivas burguesías .Compiten por ser los primeros en la carrera para conseguir la vacuna y los antivirales necesarios para el tratamiento del COVID19. Fortalecer su poder y prestigio en la esfera internacional y que sean sus industrias las que obtengan la mayor porción del negocio y las ganancias potenciales ¡¡Esos, y no la Defensa de la Salud, son los intereses que realmente están en juego!!

A mediados de marzo, cuando se empezaban a tomar las primeras medidas de confinamiento en España e Italia, muchos mandatarios aún seguían cuestionando la importancia de la pandemia, entre otros ese era el caso del locuaz Mr. Trump. Todos sus discursos se limitaban a arremeter contra el maldito virus chino ¡¡Su cinismo no tiene límites!! Mientras en público negaban la gravedad de la crisis, desde hacía semanas en la Casa Blanca se venían sucediendo discretas reuniones entre el ejecutivo, administraciones reguladoras y la industria farmacéutica, y lo mismo ocurría en las cancillerías de las demás potencias.

El 23 de marzo, en el diario La Vanguardia, se hacía eco de los datos hechos públicos el día anterior por la Organización Mundial de la Salud. Según la OMS en estos momentos son al menos cuarenta, las instituciones, organismos públicos y multinacionales farmacéuticas, las que están implicadas en la lucha contra reloj para sintetizar la vacuna. Son ya cuatro los prototipos en los que se han iniciado los ensayos clínicos con animales, y otros dos empezarán en abril. De todos ellos, los dos proyectos más avanzados se están desarrollando en China y en los EE.UU.

En China, las investigaciones las dirige el Ministerio de Defensa a través de la Academia Militar de Ciencias Médicas en colaboración con la empresa biotecnológica Cansino Biologics. A mediados de marzo, según informaba el diario The South China Morning Star, ya se habían realizado varios ensayos clínicos exitosos con primates. Tienen previsto empezar los ensayos en humanos, con 108 voluntarios, en abril.

En el proyecto estadounidense están implicados el NIAID- Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas-, el NHI -Instituto Nacional de Salud-, CEPI-Coalición para las innovaciones y preparación para epidemias-, y Moderna Therapeutics que es el laboratorio que está desarrollando la vacuna, utilizando una nueva tecnología de ingeniería genética denominada ARN mensajero. Las primeras pruebas en humanos tenían previsto iniciarlas el 14 de marzo con 45 voluntarios sanos de entre 18 y 55 años.

El principal hándicap del proyecto de Moderna es que hasta ahora las autoridades sanitarias nunca han autorizado ninguno de los medicamentos basados en esta técnica, al no cumplir los estándares de seguridad exigidos en la normativa. Casualmente, pocos días después, se celebraba un encuentro en el que participaron el ICMRA-Coalición Internacional de Autoridades reguladoras de Medicamentos-, la FDA-Agencia del Medicamento EE.UU.- y la EMA, agencia europea del medicamento. En él se decidió –ante  la excepcionalidad que supone la crisis del Covid19– flexibilizar los criterios y exigencias que se aplicaban hasta ahora ¡¡ Todo vale en la búsqueda de El Dorado!!

Respuesta institucional, improvisación y mentiras

Sin extraer conclusión alguna de la experiencia en China, donde el 23 de enero se decretaban drásticas medidas de confinamiento en Wuhan y Hubei, los gobiernos de la mayoría de los países del mundo siguieron difundiendo ante los medios su mensaje tranquilizador. Afirmaban que los efectos del nuevo virus serían muy parecidos a los de la gripe y no había que alarmarse. Según los expertos, lo único que se debía hacer si se detectaban contagios importados, sería controlarles a ellos y a su cadena de contactos, para ponerlos en cuarentena y evitar que el virus se extendiera y se produjeran transmisiones locales.

Mes y medio más tarde que en China,  el 8 de marzo, cuando ya la situación estaba fuera de control con 118.000 positivos reconocidos en 114 países y 4.291 muertos, la OMS decretaba el estado de pandemia global. Desde ese momento, con velocidad digna del mejor prestidigitador, autoridades y expertos dieron un giro de 180º a sus planteamientos y pasaron a defender la necesidad de llevar a cabo una Guerra Global contra el Virus.

Forzados por la situación, el cambio de guión llegó tan lejos que para justificar su imprevisión e incompetencia, todos a una empezaron a repetir el mismo bulo: «Nadie es responsable de la improvisación o de la falta de recursos, porque no era posible prever esta pandemia, ni su extrema gravedad sólo comparable a la situación que se dio en la II Guerra Mundial».

Siguiendo la vieja máxima de Goebels, de que la mayor mentira si se repite permanentemente terminará pareciendo una verdad incuestionable, pusieron manos a la obra e iniciaron una campaña de intoxicación masiva que aún persiste.

Cubriéndose tras el manto de la autoridad intelectual de expertos de todo tipo y condición, nos repiten hasta la saciedad el mismo mensaje: «No somos responsables, porque nadie, tampoco los científicos, podían prever el virus que emergería, cuando y donde lo haría, ni tampoco su gravedad y capacidad de contagio».

Lo que está detrás de su contundente afirmación es una verdad de perogrullo. Vienen a ratificar lo que cualquier persona medianamente inteligente entiende, esto es: que existen límites en cualquier previsión científica, sea en el campo de la virología o en cualquier rama de la ciencia, y esos límites los marcan el grado de desarrollo del conocimiento y la tecnología existentes en ese momento y lugar.

Ciertamente, los interrogantes sin respuesta con los que intentan justificar su imprevisión son tan obvios,  que responderlos previamente sólo se le podría haber pedido a algún vidente o adivino. Sin necesidad de ser experto en virología, cualquiera conoce o ha oído alguna vez que la característica per se del amplísimo espectro de virus, que viven en los animales y a veces nos infectan a los humanos, son precisamente las constantes mutaciones y cambios que producen nuevas cepas víricas, diferentes de las originales. Al igual que las previsiones fiables en meteorología, tienen un límite temporal y, si éste se supera, la posibilidad de acierto es mucho menor. Con los medios y conocimientos actuales, los virólogos y epidemiólogos pudieron anticipar el riesgo y apostar por la familia de virus donde parecía más probable que emergiera, pero era inviable conocer de antemano la mutación concreta.

Incluso en el caso del virus de la gripe, el organismo dependiente de la OMS denominado Sistema Mundial de Vigilancia y Respuesta a la Gripe-SMVRG-, lo viene siguiendo sistemáticamente desde hace 65 años. No sabe si la vacuna que cada año desarrolla para combatir los dos brotes estacionales periódicos, uno por cada hemisferio, será más o menos efectiva,  todo dependerá de si se acierta o no con las 3 o 4 cepas que se incluyan como diana.

La evidencia científica, crónica de una pandemia anunciada

La tesis que suscita el consenso prácticamente unánime de los investigadores, y sigue sin respuesta «institucional», la resumía en el contexto actual el doctor en bioquímica y director del grupo de Virología e Inmunología Celular de IrsiCaixa, Juliá Blanco (La Vanguardia, 23 de marzo 2020):

La clave es pensar a largo plazo, no sólo en este coronavirus sino en los que vendrán.Tenemos que acostumbrarnos a que el salto de virus entre especies será cada vez más común. Convivimos muy juntos humanos y animales, hay una densidad elevadísima de población y tenemos una movilidad tan alta que cualquier virus es global en poco tiempo.

Y concluía: 

Por eso es importante prepararse para los futuros brotes, generando vacunas capaces no sólo de combatir un coronavirus en particular, sino todos los que posiblemente nos llegarán.

En abierto contraste con los argumentos oficiales, la simple enumeración de los episodios de pandemias y la aparición de nuevos virus zoonóticos en los últimos 100 años, justificaba más que sobradamente el llamamiento de los expertos a las autoridades sanitarias para que adoptasen las medidas preventivas necesarias. Toda la evidencia empírica subrayaba la urgente necesidad de dotar de recursos y financiación suficiente a los científicos, preparándose así para afrontar la amenaza que para la salud y supervivencia humana suponen la emergencia de nuevos virus pandémicos.

Lo que ayer era un riesgo anunciado,  hoy se ha convertido en una cruel realidad cuyo desenlace y balance aún es incierto.

tabla1

Tabla 5: Resumen de los más graves brotes epidémicos y pandémicos provocados por virus de la gripe, el de la viruela, sarampión y por nuevos virus emergentes  en los últimos 100 años. Fuente OMS y Wikipedia 

Notas:

1.-En el caso del SARS Cov, aunque el número de afectados fue limitado, se habla de pandemia porque se produjeron contagios en 29 países de varios continentes.

2.- Además de los casos referenciados habría que sumar los dos brotes estacionales de gripe, que cada año producen una media de entre 3 y 5 millones de casos graves y entre 250.000 y 500.000 muertes.

Lo que realmente se esconde tras la » explicación institucional», es evitar por todos los medios tener que responder a las dos cuestiones centrales:

 ¿Dispondríamos ya de una vacuna y de antivirales eficaces contra el COVID19 si se hubiesen tenido en cuenta las advertencias de los investigadores?

¿Por qué no se dedicaron los recursos y financiación necesarios, para prevenir lo que hoy es una cruel realidad?

Saben, que sólo el enunciado de estas preguntas pone encima de la mesa la responsabilidad criminal de su sistema, el Capitalismo, donde todo se sacrifica en el altar del beneficio y también de la clase que lo dirige, esa ínfima minoría de grandes burgueses que, contando con la obediente connivencia de Estados y gobiernos, controlan con mano de hierro los principales resortes de la economía mundial y decidieron que invertir en la prevención de una hipotética pandemia no era rentable.

Naturaleza, pandemias y humanidad una historia compartida

El pasado 12 de abril, bajo el clarificador título: «La COVID19 es el último aviso y, sin conciencia crítica de especie, a la próxima la humanidad colapsará». El diario «Público» entrevistaba al arqueólogo y antropólogo Eudald Carbonell Roura, codirector desde hace más de 30 años de las excavaciones de Atapuerca y en su campo uno de los expertos más prestigiosos y con mayor proyección a nivel internacional.

La profundidad de las reflexiones y conclusiones que desarrolla en la entrevista, merecen ser conocidas y tenidas en cuenta como un importante elemento de juicio,  por cualquiera que se plantee entender el punto de inflexión en que nos encontramos y prospectar el futuro al que se enfrenta la humanidad.

Respondiendo a uno de los muchos interrogantes que se le planteaban en la entrevista, sobre la existencia o no de epidemias en la prehistoria humana, Carbonell hacía la siguiente reflexión:

Por supuesto, las pandemias han existido siempre, aunque es muy difícil encontrar evidencias, porque hay que tener en cuenta que las pandemias funcionan a partir de las cargas demográficas existentes. No es igual,  cuando afecta a 200 o 1000 individuos de un territorio hasta que morían todos ellos y no quedaba ningún huésped del virus que pudiese continuar el contagio, porque a muchos kilómetros de distancia ni se enteraban, hoy en un mundo globalizado con grandes medios de comunicación y transporte,  los huéspedes se multiplican exponencialmente.

Partiendo del hecho, de que al menos el 70% de las enfermedades humanas son de origen animal y que virus y bacterias ya eran parte integrante de la naturaleza, mucho antes de nuestro alumbramiento como especie, se han encontrado bacterias alojadas en dientes, estómagos y heces de peces fósiles de hace 350 millones de años, y restos de bacterias patógenas de hace 70 millones de años en fósiles de mamíferos. Parece lógico pensar que a través de nuestro contacto con plantas y animales,  fuera inevitable que a veces se produjese la emergencia de algún patógeno que diese el salto entre especies. De hecho, al igual que todo lo que nace merece perecer, del mismo modo no se puede concebir la salud sin la enfermedad y ambas son una parte consustancial de la experiencia de cualquier ser vivo.

Durante gran parte de la prehistoria, el hombre sólo contaba con un reducido equipo de herramientas y aún no había modificado de manera significativa la naturaleza. Los grupos humanos eran poco numerosos y se encontraban aislados. El riesgo de epidemia existía, pero la escasa densidad de población y los infrecuentes contactos entre distintos grupos, reducían su potencial extensión.

Esa limitada interactuación, entre hombres y patógenos infecciosos, cambia a partir de la Revolución Neolítica. El descubrimiento de la agricultura y la domesticación de animales salvajes permiten asegurar alimentación suficiente para poblamientos humanos cada vez mayores. El crecimiento de la población, favorece los intercambios y contactos entre distintos pueblos y como efecto indirecto facilita el desarrollo de nuevos microorganismos con potencial epidémico.

No es casual que sea en ese período, en el que por primera vez se tiene constancia de la aparición de algunos de los virus más conocidos. Ese es el caso de la viruela -variola virus-, del que se ha confirmado su presencia en comunidades agrícolas de la India hace 11.000 años. También de la poliomielitis –poliovirus- enfermedad representada en una estela funeraria egipcia de la XVIII dinastía en 1580 antes de nuestra era (a.n.e.). Lo mismo ocurre con el sarampión -mobillivirus- del que hay referencias en Oriente Medio y en la India desde el 2.500 a.n.e.

La opinión mayoritaria entre los investigadores postula como hipótesis más probable es que la mayoría de los patógenos que conocemos nos acompañan desde hace miles de años, entre los que también se encuentra el de la gripe, cuyos síntomas los describe Hipócrates en el 412 a.n.e. Tienen un origen zoonótico: la gripe y la difteria del cerdo, el sarampión del perro, el bacilo de Koch de los bóvidos, la lepra del búfalo. Su tesis la basan en la similitud existente con otros virus presentes en animales y sobre todo por el estrecho contacto que se da entre humanos y animales con su domesticación, proceso que en la cuenca del Mediterráneo comienza a partir del 8.000 a.n.e.

Las pandemias en la antigüedad clásica

Una de las primeras epidemias de las que se tiene constancia escrita, es la provocada por la viruela en Atenas en el año 430 a.n.e., que describió el historiador ateniense Tucídides.

Las primeras referencias escritas de pandemias que afectan a grandes áreas geográficas tienen lugar tras la consolidación del Imperio Romano. Roma controlaba grandes zonas geográficas en Europa, Asia y el Norte de África, agrupaba una población muy numerosa que vivía en ciudades y contaba con unas excelentes vías de comunicación terrestres y marítimas,  que facilitaban los intercambios y el comercio. Igualmente sin pretenderlo, crearon también las condiciones idóneas para que una enfermedad infecciosa pudiera extenderse entre la población.

El primer episodio histórico conocido de una pandemia fue la llamada «Peste Antonina o de Galeno»,  que tuvo lugar entre los años 165 y 180 durante el mandato del emperador Marco Aurelio Antonino. Según la descripción del gran médico Galeno de Pérgamo,  se trató de una epidemia de viruela, cuyo primer brote en el 165 se desató entre las tropas romanas que asediaban la ciudad de Seleucia en Oriente Medio. Rápidamente el contagio se extendió por todo el imperio. Nueve años más tarde hubo otro brote que afectó sobre todo a Roma. Se calcula que fallecieron cinco millones de personas.

Muchos historiadores reseñan que Marco Aurelio fue el último de los grandes emperadores. Iniciándose después la lenta decadencia del imperio con el reinado de su hijo Cómodo y el posterior ascenso al poder de la dinastía Severa, que culmina con la caída de Roma y del imperio occidental en la parte final de la segunda mitad del siglo V.

La segunda pandemia fue la denominada «Plaga de Justiniano«, entre 541-543. Ocurre pocas décadas después de la caída de Roma. La plaga según relata Procopio de Cesarea -hoy se sabe que fue peste bubónica-, se extendió por todo el imperio Bizantino, África, Europa y Asia. Se calcula que pudieron morir entre 25 y 50 millones de personas, del 13% al 26% de la población mundial entonces. La pandemia coincide con el intento del emperador de Bizancio Justiniano I el Grande de reconquistar los territorios perdidos en occidente y reconstruir el imperio romano. Objetivo éste que finalmente fracasó a pesar de los éxitos militares iniciales,  con las victorias frente a vándalos y ostrogodos del gran general Belisario, abriendo el camino en Europa a la consolidación de los reinos bárbaros y al comienzo de la Alta Edad Media.

01 cuadro peste azoth justiniano 3a74b061 900x653La Peste de Azoth, en el reinado de Justiniano. Cuadro de Nicolás Pussin, 1631.

La Alta Edad Media 

La caída de Roma con la que se inicia la Alta Edad Media en Europa -siglos VI al X-,  supone el desplome del comercio y la destrucción física o el deterioro irreversible de gran parte de la obra pública romana: calzadas, puertos, puentes, acueductos. Esto condujo al abandono de las ciudades y a un proceso general de ruralización de la población.

El tremendo retroceso que se produce en todos los terrenos, económico, tecnológico, cultural…,unido a las guerras continuas por repartirse el control del territorio, provocan una caída drástica de la población, que en el siglo X apenas supera la mitad de la que había 400 años atrás. Eso explica, que los brotes epidémicos periódicos más o menos graves que se siguen dando, tengan una extensión geográfica y poblacional limitada.

El período excepcional de «La plena edad Media»

Entre los siglos XI y XIII –período que algunos historiadores denominan La Plena edad Media- la situación cambia drásticamente.

Se han acabado las guerras por la búsqueda de territorios donde establecerse, de vándalos, normandos o húngaros. En la península Ibérica, tras la desaparición en 1031 del califato de Córdoba se detiene el avance musulmán. Poco después se inician las cruzadas para conquistar Oriente Medio y Jerusalén-1095-1291-. El espacio Islámico queda reducido a la Cuenca del Mediterráneo Sur y al Interior de Asia y deja de ser una amenaza, generándose en Europa una situación de relativa estabilidad política y militar.

La aparición del arado de hierro con rueda y vertedera, el uso del caballo como animal de tiro en lugar de los bueyes, la tala de bosques para nuevos cultivos y la rotación trienal de estos, la instalación y uso de molinos de agua y de viento, el uso de herramientas de hierro, todos estas innovaciones combinadas se dieron con unas condiciones climáticas excepcionales. Algunos historiadores hablan del óptimo medieval que incluso permitía el cultivo de vides en Inglaterra. Se multiplica la producción y los excedentes agrícolas, lo que a su vez fomenta y desarrolla el comercio. Paralelamente se producen también importantes mejoras técnicas en la navegación y la construcción naval,  como la incorporación del timón de codaste o la brújula.

En el extremo oriente, el dominio mongol de gran parte de Asia garantiza la seguridad de las expediciones comerciales y permite que durante el siglo XIII se restablezca la Ruta de la Seda entre China y Europa.

La suma de esos factores conducen a una explosión demográfica, la población se duplica y a mediados del siglo XIII se alcanzan los 73 millones de habitantes. La importancia cada vez mayor del comercio hace que las ciudades ganen en tamaño y poder, multiplicándose la población urbana. En algunas zonas como es el caso del norte de Italia, el proceso es aún más intenso. En 1300, la renta per cápita se ha multiplicado por 3,  el nivel de alfabetización de la población urbana es el más alto de Europa, saben leer y escribir el 50% de los varones y el 20% de la población total vive en grandes ciudades como Milán, Venecia y Florencia con más de 100.000 habitantes, y otras muchas como Bolonia, Lucca, Génova….que superan los 50.000.

El triunfo de la Muerte, de Pieter Bruegel el Viejo – Una recreación alegórica de los males del final de la Edad Media y comienzo de la Moderna, incluidas las plagas y epidemias de virus«La Peste Negra» o el mayor desastre biológico de la historia de la humanidad.

Toda la situación previa de excepcional bonanza climática e intenso avance económico y social, empieza a mostrar signos de agotamiento a principios del siglo XIV. Las tierras fértiles en cultivo no son suficientes para hacer frente a las necesidades generadas por el gran aumento de la población. Además de la escasez de nuevas tierras y de caballos de tiro para incrementar los cultivos, se produce un brusco empeoramiento de las condiciones climáticas, con el inicio de la denominada «pequeña edad del hielo»,  que provoca una drástica bajada de las temperaturas que reducen aún más la producción agrícola. En muchas zonas se generalizan la malnutrición y las hambrunas.

Ese el escenario en toda Europa cuando se desata la Plaga de la Peste Negra 1347-1353.

Aunque no se conoce el lugar exacto donde se dieron los primeros casos, si se sabe que empezó en Asia y también que llegó a Mesina, en un barco procedente de la colonia genovesa de Caffa en el Mar Negro. De ahí se extendió por toda la península Italiana. Ese mismo año, Luis I de Hungría había iniciado una campaña militar para imponer sus derechos dinásticos sobre la corona de Nápoles, el contagio entre sus tropas y la mortandad que provocó la peste, le forzaron a desmovilizar su ejército y fueron los soldados de vuelta a sus países, los que extendieron la epidemia al resto de Europa. Finalmente, sólo Islandia y Finlandia se libraron de la pandemia.

El nombre de peste negra o muerte negra describía los síntomas que desarrollaban los enfermos en la fase final de la enfermedad. Se iniciaba con manchas en la piel de color azul o negro, provocadas por pequeñas hemorragias cutáneas; después aparecían bubones de color negro, en cuello, brazos, piernas o detrás de las orejas, debido a la inflamación de los ganglios del sistema linfático, se gangrenaban los dedos de las extremidades y finalmente se producía la rotura de los bubones supurando un líquido con olor pestilente. La duración de esta fase final solía ser de 5 días provocando la muerte del infectado en el 90% de los casos. No existía tratamiento efectivo alguno.

Después de la observación de miles de casos, se llegó a la conclusión de que el desarrollo de la enfermedad era como máximo de 39 días, y cualquier infectado que superaba ese tiempo no volvía a recaer. Desde ese momento, toda aquella persona que pretendiese entrar a un pueblo o ciudad, tenía que permanecer aislado durante 40 días.

A partir de entonces se acuñó el término » cuarentena», que se utiliza universalmente para describir cualquier caso en que sea necesario aislar a alguien para comprobar si padece o no una enfermedad infecciosa.

Aunque no se sabe la cifra exacta de víctimas, se estima que en Europa murieron entre 24 y 48 millones de personas, del 30% al 60% de la población; y de 75 a 200 millones en todo el mundo. La incidencia por zonas geográficas fue muy dispar, mientras Florencia y otras ciudades del Norte de Italia perdieron hasta el 80% de su población, en el oeste de lo que hoy es Alemania murieron uno de cada 10 habitantes, y en Francia o Inglaterra entre el 30% y el 50%….

Muchos historiadores consideran que esta pandemia sigue siendo el peor desastre biológico de la historia de la Humanidad, que siguió marcando su impronta en todos los aspectos de la vida durante varias décadas.

Gripe, Viruela, Sarampión y la Colonización de América

Los siglos XV y XVI  suponen el canto del cisne del Medioevo en toda Europa. El significado profundo de esa etapa histórica lo resumía así Karl Marx en La Revolución española:

Fue en el siglo XVI, cuando se forjaron las grandes Monarquías que se erigieron en todas partes sobre la decadencia de las clases feudales en conflicto: La Aristocracia y las Ciudades. Pero en los grandes Estados de Europa la Monarquía Absoluta se presenta como un gran centro civilizador, como la iniciadora de la unidad social. Allí era la Monarquía absoluta el laboratorio en que se mezclaban y trataban los distintos elementos de la sociedad hasta permitir a las ciudades, trocar la independencia local y la soberanía medievales, por el dominio general de las clases medias y la común preponderancia de la sociedad civil» y refiriéndose a las particularidades del proceso en España añadía «En España por el contrario, mientras la aristocracia se hundía en la decadencia sin perder sus privilegios más nocivos,  las ciudades perdían su poder medieval sin ganar en importancia moderna. (1854)

En la península Ibérica, las dos monarquías ascendentes, Portugal y España, una vez terminado su proceso de unificación interna, con la derrota y anexión en el caso español de los últimos reductos musulmanes, centran todo su interés en la búsqueda de nuevos territorios y rutas comerciales.

El objetivo central que les mueve es descubrir nuevas rutas marítimas que les faciliten el acceso a nuevas fuentes de materias primas y al comercio de las especias y otras mercaderías con Asia. La conquista otomana de Constantinopla en 1453, con el cierre del Bósforo y por tanto del acceso desde el mar Negro a la ruta de la seda. Les impulsa aún más en esa dirección.

Compitiendo con los navegantes lusos que, circunvalando África y a través del Mar Rojo, consiguen llegar al Océano Índico. En 1492 se inicia la expedición española dirigida por Cristóbal Colón, que en su búsqueda de una nueva ruta atlántica hacia las Indias termina alcanzando el continente americano. La confusión duró hasta que en 1507 comprobaron que el nuevo mundono tenía conexión terrestre con Europa.

Por primera vez, desde el final de la última glaciación cuando la subida del Mar de Behring hizo desaparecer el llamado «Puente de Beringia» que comunicaba Siberia y Alaska, la llegada de los españoles rompe los 10.000 años de aislamiento entre América y Eurasia. Accidentalmente, se combinan la inevitable confrontación entre civilizaciones con un desigual grado de desarrollo y la involuntaria bomba de relojería que implica poner en contacto a millones de amerindios con nuevas enfermedades y patógenos frente a los que eran vírgenes inmunológicamente.

Los conquistadores españoles entran en contacto, primero en las Islas Caribeñas y más tarde ya en el continente, con pueblos y civilizaciones, aztecas, mayas, incas… que forman poderosos imperios, con una población muy numerosa y que cuentan con una cultura propia muy desarrollada. La enorme desproporción cuantitativa, entre los pocos miles de hombres que conforman el grueso de las fuerzas ocupantes y los millones de habitantes que pueblan todo el continente, sólo se compensa parcialmente, por la ventaja comparativa que suponen los muy superiores medios de transporte, herramientas de hierro, pertrechos y sobre todo el armamento – espadas, armaduras, caballería, armas de fuego, artillería… que por vía marítima les llegan de Europa.

Desde las primeras tomas de contacto con los nativos Caribes y Arawack se produce lo inevitable. Los últimos estudios confirman que ya en 1.494 a las tropas de la segunda expedición colombina les acompañaba como visitante imprevisto el virus de la gripe porcina. La infección no tardó en extenderse diezmando a la población nativa. Junto la gripe, alcanzaron las costas del nuevo mundo la mayoría de los patógenos responsables de las enfermedades contagiosas de Eurasia: viruela, sarampión, tifus, cólera…. De esta forma, con cada nueva expedición militar de conquista, se extendía el contagio por todo el continente, generando una hecatombe demográfica.

Según explica el historiador y escritor Chris Harmanen su libro «La otra historia del Mundo», del más del millón de nativos que a la llegada de los españoles poblaban la isla que bautizaron como «La Española» -Santo Domingo y Haití-, en 20 años el censo se redujo a menos de 28.000, y en 1.562 apenas sobrevivían 200.

A comienzos del siglo XVII, en poco más de un siglo de dominio colonial, prácticamente habían desaparecido todas las culturas precolombinas. De una población de entre 10 y 25 millones que habitaban en lo que hoy es México y Centro América escasamente sobrevivieron unos 2 millones, lo mismo ocurrió con los pueblos que englobaba el imperio Inca, que pasaron de 7 millones de habitantes a poco más de medio millón.

Es indudable, que el impulso que conduce a la conquista y colonización de las Américas, reflejaba la necesidad histórica de romper con el particularismo y las limitaciones del viejo orden feudal,  sentándose así las bases para el desarrollo de un nuevo modelo económico: «El capitalismo», lo que desde un punto de vista histórico tuvo un carácter progresivo. Pero también resulta evidente que en este desarrollo, el accidente biológico provocado por la ruptura del aislamiento continental americano aceleró de manera muy significativa el proceso.

Como una cruel ironía histórica, las dos potencias que marcaron la impronta durante todo el siglo XVI, pronto quedaron relegadas a una posición irrelevante en el nuevo escenario que ellos inauguraron a nivel mundial y que toma cuerpo con el ascenso de la burguesía entre los siglos XVII y XIX. Como sintetizaba magistralmente León Trotsky en su libro La revolución española y las tareas de los comunistas:

España pertenece indiscutiblemente al grupo de los países más atrasados de Europa. Pero su atraso presenta unas peculiares características motivadas por el gran pasado histórico del país. El país conoció periodos muy florecientes,  periodos de superioridad sobre el resto de Europa. El descubrimiento de América que al principio fortaleció y enriqueció a España se volvió pronto contra ella. Las grandes rutas comerciales se apartaron de la península Ibérica. Holanda enriquecida tomó la delantera a España. Después fue Inglaterra quien adquirió una posición aventajada sobre el resto de Europa. En la 2ª mitad del siglo XVI España se aproximaba a la decadencia. Después de la destrucción de la Armada Invencible -1588-, esta decadencia revistió por así decirlo un carácter oficial. Nos referimos a ese estado de feudalismo burgués en España que Marx llamó la putrefacción lenta y sin gloria. Las viejas y nuevas clases dominantes la nobleza latifundista y el clero católico mediante la Monarquía,  las clases burguesas mediante sus intelectuales intentaron mantener sus viejas pretensiones pero ¡¡Ay!! sin sus antiguos recursos. (1931)

Los datos objetivos nos muestran que las pandemias que han puesto en peligro la propia existencia de la humanidad, coinciden con puntos de inflexión en el devenir histórico. Las condiciones previas necesarias para que el incidente biológico se pueda dar,  las genera o facilita enormemente la situación social del momento, y a la vez el accidente retarda o acelera el proceso original.

La diferencia cualitativa entre la crisis del COVID19 con todas las pandemias previas incluida la provocada por la gripe española de 1918-1920, es que hoy por primera vez en la historia de la humanidad si existen los medios tecnológicos y científicos necesarios para poder anticipar la emergencia epidémica y generar los medios para combatirla. El desastre biológico que ayer era imprevisible e incontrolable, hoy es producto directo de la incapacidad del sistema burgués.

Las implicaciones revolucionarias del COVID19

La crisis sanitaria y socioeconómica provocada por el COVID19 supone un cambio abrupto en las vidas de millones de personas en todo el mundo, enfrentadas a una situación sin precedentes, y de cuya posible emergencia nadie les advirtió.

De la noche a la mañana, el estallido de la pandemia ha provocado uno de los mayores desastres biológicos en la historia de la humanidad, con consecuencias potencialmente más graves que los de la Gripe Española de 1918.

Las trágicas consecuencias, con millones de infectados y decenas de miles de muertes,  que estamos sufriendo los trabajadores de los países más desarrollados, son sólo un pequeño anticipo del horror sin fin al que se enfrentan cientos de millones de desheredados en el Subcontinente Indio, Asia Central,  África y América Latina. Estas regiones del mundo,  en las que millones de seres humanos viven hacinados en los suburbios de grandes megalópolis, sin apenas servicios y con una infraestructura sanitaria mínima, serán las que sufran las consecuencias sanitarias y sociales más devastadoras de la pandemia.

En la economía, el virus ha detonado todo el material explosivo que, en forma de infrautilización de la capacidad instalada, caída de la inversión productiva, endeudamiento público y privado, especulación financiera, tensiones comerciales, lucha abierta por el control de las materias primas y los mercados, etc. se ha ido acumulando durante años en los cimientos del capitalismo. Como si el accidente del COVID19 reencarnase una versión moderna del mito de la caja de pandora, han salido a la luz todos los males que se anticiparon y expresaron en 2008, reflejando el carácter orgánico y global de la crisis de un sistema que amenaza el futuro de la humanidad.

Los expertos de la clase dominante observan atónitos cómo con cada nuevo dato económico  se confirman sus peores augurios. Aunque los interrogantes siguen siendo muchos, todo indica que la aceleración y profundización de las contradicciones que el accidente del virus ha impulsado, están empujando a la economía mundial,  a una crisis tan profunda que hará que la del 2008 parezca un juego de niños.

Las consecuencias inmediatas en la vida de millones de personas ha supuesto en muchos casos pasar de la situación de relativa estabilidad que tenían ayer, a ver en riesgo su puesto de trabajo, las condiciones de vida y el futuro de sus familias.

La incertidumbre sobre la epidemia, unido al parón de la economía, son un tremendo mazazo psicológico que de golpe han roto todas las seguridades, certezas y rutinas que hasta ayer mismo marcaban sus vidas. Ante un cambio tan radical e inesperado, no es de extrañar que lo que predomine en un primer momento sean el miedo, la confusión y las dudas. Mañana, cuando finalmente la situación empiece a normalizarse y se levante el confinamiento, el péndulo de la conciencia oscilará violentamente y serán miles quienes empezarán a recapacitar, hacerse preguntas y a exigir responsabilidades. Empezando por los jóvenes y los sectores más conscientes de la clase obrera, el cuestionamiento incipiente del capitalismo que ya se venía desarrollando desde la crisis de 2008, dará un salto de calidad. Rompiendo con las ataduras ideológicas del pasado, miles se preguntarán: ¿Qué hacer para acabar con esta pesadilla? Muchos buscarán dónde organizarse y pasarán a la acción.

El accidente del COVID19 ha provocado que la labor del viejo topo de la historia, que durante años apenas se percibe, en pocos meses haya dado un salto de gigante, sacando a la luz todas las contradicciones del capitalismo.

¡¡Abruptamente se ha abierto un proceso paralelo de revolución y contrarrevolución cuyo desenlace se decidirá en los próximos años!!

El dilema que hay que resolver se reduce a saber: ¿Quién Prevalecerá? Hay dos alternativas.

O la hidra multiforme del viejo orden social que, usando todos los resortes materiales e ideológicos de Estados y gobiernos, oculta y protege la Dictadura de la Aristocracia del Capital, a cuyo beneficio egoísta se subordina el interés general poniendo en riesgo el futuro mismo de la Humanidad.

O el tremendo poder potencial de las clases laboriosas que hacemos funcionar la sociedad, y quienes aprendiendo en la dura experiencia de los dramáticos acontecimientos que nos va a tocar vivir, se convierten en fuerza creadora efectiva y expropiando a la Aristocracia del Capital para crear un nuevo orden social, basado en la socialización del conocimiento, los recursos tecnológicos y productivos acumulados,  que planificados y controlados colectivamente en poco tiempo pondrían fin a todas las lacras de paro, miseria,  enfermedad y barbarie del Capitalismo. Esto sentaría las bases para dar un salto de gigante hacia un nuevo estadio en la historia de la Humanidad.

El nudo gordiano al que se enfrenta la humanidad, es la misma disyuntiva que hace más de 150 años  anticipó  Federico Engels: «Socialismo o Barbarie». Hoy, en el siglo XXI, el dilema adquiere aún un carácter más agudo y perentorio y se reduce a: Socialismo o destrucción de la Humanidad.

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