Fabiola Campillai señala el camino: hay que arrasar con el régimen

por Gustavo Burgos

La designación de Cristián Cuevas como candidato presidencial de la Lista del Pueblo (LDP), culmina el ciclo de adaptación de este referente electoral a la institucionalidad del régimen. La difusión del acta del TRICEL de la LDP ayer en la noche, consignando que por 43 votos y 31 abstenciones resultaba elegido el único candidato Cristián Cuevas, generó incredulidad en un primer momento y luego una andanada de reproches que comenzaban por cuestionar la legitimidad de un acto electoral tan poco representativo, para luego hacer notar que Cuevas lejos de representar al mundo «independiente» es un viejo político, salido del vientre de la burocracia sindical y cuyo promiscuo pasado político lo hace ver como alguien que estuvo en la Concertación como militante PS, en la Nueva Mayoría como PC y lego en el Frente Amplio, como Nueva Democracia y luego como Convergencia. Estos rasgos, todos reales, no son sino síntomas o apariencias de lo verdaderamente sustantivo, que es la política que ha desarrollado la LDP y que en un espacio de tiempo muy acotado ha pasado de encarnar la desmesura rebelde del levantamiento popular de Octubre a ser lo que es hoy, una opaca comparsa de Apruebo Dignidad (FA-PC).

Pero aquello que representa la LDP no es más que un episodio de la interminable crisis de la izquierda chilena. Una crisis que es el resultado de la adaptación de las organizaciones populares y que se reclaman de la clase trabajadora, al orden democrático patronal. La LDP ha llegado a la Convención Constitucional prometiendo no conversar ni negociar con nadie y su primera actuación en este organismo fue inclinarse ante la candidatura del Frente Amplio, Elisa Loncon. Sostuvieron que la Convención no podría funcionar con presos políticos y terminaron apoyando una declaración impotente en la que le ruegan al Congreso y al propio Piñera que se hagan cargo del problema. Ahora los convencionales de ese referente amenazan con autonomizarse de la LDP con la inequívoca voluntad de quedar con las manos libres para pactar con el centro político.

Las «personalidades» que integran esta corriente política —Tía Pikachú, Pelao Vade, etc.— no alcanzan a modificar este balance de conjunto que nos vemos obligados realizar En este sentido sí, Cuevas es un buen candidato, pero un buen candidato para la LDP, no para los trabajadores, no para los explotados ni para la causa de la revolución social. Porque si algo ha quedado en evidencia en los últimos 6 meses —y la LDP es una muestra de primer corte— es que en la lucha de clases no hay independientes, o se es yunque o se es martillo. No hay medias tintas.

Contra toda esta ambigüedad y aún como precandidata de la propia Lista del Pueblo, Fabiola Campillai —la obrera que el 26 de noviembre de 2019 fuera cegada por un disparo lacrimógeno dirigido a su rostro— nos muestra otra perspectiva. Provocativamente titulamos esta nota reivindicando su declaración frente a la resolución de la Corte de Apelaciones de San Miguel que revocó la cautelar de prisión preventiva sobre el carabinero que la agredió, el criminal Patricio Maturana.

En efecto, al conocer la resolución judicial, Campillai recalcó que «la justicia sigue fallando en favor de los delincuentes y de asesinos», por lo que llamó a marchar a La Moneda. «Empecemos a salir a las calles de nuevo, así como lo hicieron los jóvenes ayer y hoy día, hasta que haya justicia en este país, para todos, no solo para unos, manifestémonos desde donde estemos, salgamos a las calles y destruyamos todo y quememos todo». Esta declaración motivó la condena unánime de todo el arco político, empezando por el Gobierno. Todos y cada uno de los dirigentes políticos del Acuerdo por la Paz salieron a condenar las declaraciones de Fabiola. Sin que nadie le preguntara y quizá para salir del olvido ocasionado por su derrota, el propio Daniel Jadue condenó las declaraciones señalando que «No comparto ningún llamado a la violencia y nunca lo he hecho. No me gusta y condeno las declaraciones de Fabiola Campillai». La pusilanimidad y sumisión al régimen que exuda la declaración de Jadue, la miserable «condena a la violencia» popular que de ella se desprende, forman parte sustancial de la impotencia global del reformismo «transformador» y explican que sus programas políticos se precien de preservar la gran propiedad privada y el régimen capitalista.

Cuando decimos que Fabiola Campillai marca un camino, no estamos haciendo una mera referencia lírica. Porque Fabiola como millones de trabajadores tiene claro que el proceso de transición de los «acuerdistas» conduce a una nueva e interminable transición de otros 30 años. Por esa razón es que llama a volver a las calles a destruir y a quemar todo. Porque este llamado es el resultado del aprendizaje de la vanguardia que protagonizara el levantamiento popular de Octubre, el principal de los aprendizajes: sólo unidos en la calle, sólo movilizados, sólo enfrentando a la institucionalidad —a la que hay que destruir y quemar— podrán materializarse las aspiraciones que fundan la revolución iniciada el 18 de Octubre de 2019. Carente de toda referencia clasista, Fabiola opta por aquello que está presente en su vida política y por eso apuesta por levantarse como pre candidata al Senado precisamente por la Lista del Pueblo. Como Fabiola, miles de trabajadores ven en la LDP un espacio político propio y de lucha, miles de trabajadores ven en este referente un espacio para la organización y la intervención política electoral.

A todos ellos les decimos que observen lo que hace, no lo que dice la LDP. Que vean que quienes manejan esta agrupación, los que ponen condiciones, plazos, los que deciden votar por Loncon o darle la espalda a los presos políticos, son los mismos quienes han impuesto a Cristián Cuevas como candidato y que tal perspectiva de acción política, centrada en lo electoral e institucional, marca una senda de capitulaciones e incuba nuevas derrotas. No es posible aceptar que la conducción del proceso deba dirimirse juntando firmas para levantar un candidato, que el que junte más firmas nos representa. Tal cuestión —política actual de la LDP— es un completo absurdo, del momento que el candidato que junte más firmas sólo expresará que cuenta con más recursos y mejor organización para dicha tarea, en modo alguno que exprese políticamente a las grandes mayorías.

El activismo de las organizaciones populares, de los sindicatos de base, de las asambleas, ollas comunes y cabildos, los compañeros de la Primera Línea, los presos políticos y sus familias, conforman la fuerza y la vitalidad del proceso revolucionario abierto en nuestro país. Contra el régimen capitalista, contra la explotación, el hambre y la miseria se pronunció valientemente Fabiola Campillai. Los sirvientes del capital reaccionaron espantados ante aquello que reconocen como una declaración revolucionaria. Aquí encontramos el nudo, el centro del problema político de la clase trabajadora. Somos más, hacemos producir este país, lo hemos construido y seguiremos haciéndolo, pero para resolver la espantosa crisis económica, política y social en que se hunde nuestra sociedad, es imprescindible que el gobierno pase a control del conjunto de la clase trabajadora y tal paso sólo podrá verificarse por vía revolucionaria.

Con el activismo, con los trabajadores, con la amplia y generosa juventud del movimiento de Octubre, estamos obligados a avanzar para construir una nueva dirección política, una nueva organización de la clase que se exprese con claridad en todos los momentos y espacios de la lucha que hay que expulsar del poder y expropiar a los grandes grupos económicos, que hay que desmantelar el aparato militar represivo y judicial de los explotadores y que es imprescindible que el nuevo gobierno nazca de dicha revolución y se ejerza desde los organismos de base, asamblearios, sepultando la caduca democracia representativa burguesa. Nunca mejor dicho: «manifestémonos desde donde estemos, salgamos a las calles y destruyamos todo y quememos todo»

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