Chile: el pueblo en la trampa

por Osvaldo Costa

Luego del apabullante triunfo del apruebo y de la Convención Constitucional, se abre un periodo dominado por la fiebre electoral. Surgen propuestas y –sobre todo- candidatos, se analizan los  diferentes significados de esta votación, se proyectan escenarios. Reina en general un ambiente primaveral y optimista ante la posibilidad y necesidad de realizar cambios profundos al sistema político.

Se ha abierto una coyuntura compleja y contradictoria, que resulta obligatorio analizar, si se quiere precisar una salida favorable a la clase trabajadora. En primer lugar, una obviedad que a ratos se olvida, la burguesía chilena continua detentando el poder, esto significa que las reglas de del funcionamiento del sistema político, las impone la burguesía. En el último evento electoral las opciones a elegir fueron puestas por la burguesía, aunque los trabajadores y el pueblo exigieron en las calles Asamblea Constituyente Libre y Soberana, votaron masivamente por una Convención Constitucional llena de trampas, porque los representantes de la burguesía así lo determinaron.

El proceso

El 12 de noviembre luego de casi un mes de masivas movilizaciones callejeras, tras un paro nacional de los trabajadores que puso contra las cuerdas al propio gobierno, el congreso fue forzado –tres días después, el 15 de noviembre- a diseñar un plan para cambiar la constitución de Pinochet-Lagos.

Las masas rechazaron ese acuerdo, propuesto por un arco desde la UDI al FA, y no consiguió en lo inmediato uno de sus objetivos, no aplaco las movilizaciones, aunque si logro salvar a Piñera. De hecho la maniobra produjo daño colateral, desgajando toda una franja de activistas de izquierda del FA.

Solo en marzo, tras una gigantesca movilización feminista, que mostro que el proceso no solo no se había agotado, sino que cobraba nuevos bríos, la pandemia consiguió el efecto que las maniobras y la represión no habían logrado. La movilización se detuvo. Ninguno de los problemas que la habían motorizado se habían resuelto y la movilización de hecho no había sido derrotada. El gobierno y el régimen permanecían sin lograr resolver su crisis, y cada iniciativa de la burguesía, se constituía en un nuevo factor que potenciaba la situación. 

Luego de 7 meses de congelamiento de las movilizaciones producto de la pandemia, el 25 de octubre, se ejecutó la primera fase del “acuerdo por la paz y una nueva constitución”. Los resultados son conocidos, una participación electoral inédita en el país, 78% de la población votó por cambiar la constitución del 80, y un porcentaje similar apoyo el mecanismo de Convención Constituyente.

Un primer análisis constata un sólido triunfo electoral de las masas sobre el gobierno y el régimen, la derecha sale severamente golpeada, así como los sectores de izquierda que con distintas variantes (abstención, anular el voto, marcar AC), plantearon opciones rupturistas con la propuesta de los aparatos burgueses, distanciándose las masas, que entraron al proceso, pero sin otorgar la más mínima confianza al régimen.

Sin embargo hay que distinguir entre el proceso jurídico-legal y el proceso político. Efectivamente la burguesía encajo una verdadera paliza electoral. Pero en el terreno político cosecho un triunfo. El objetivo del acuerdo por la paz no es, cambiar la constitución, es decir el régimen, este es el costo necesario para preservar el sistema. El objetivo del acuerdo es desviar la movilización de las masas, que amenazaba con llevarse por delante al gobierno, al régimen –incluida la constitución- pero por la vía de la acción directa, por fuera de los canales legales.

El gobierno de Piñera y el régimen burgués –por muy debilitados que estén- llevo a los trabajadores y el pueblo a suspender su lucha por sus demandas y a realizar la acción que la burguesía deseaba. Y si bien en lo inmediato la elección ha resultado en una derrota de la burguesía, en una perspectiva de más largo plazo, estratégico, ha conseguido meter a los trabajadores y las masas en la ruta diseñada por la burguesía. Se harán cambios, pero en la forma que la burguesía decida y permita.

El resultado de la maniobra de la burguesía es sin duda precario e inestable, pero se basa en la principal debilidad de los trabajadores y las masas, su carencia de una dirección política que fije con precisión los objetivos a conseguir. Mientras la burguesía, tras un periodo de confusión luego de las movilizaciones de octubre del 2019, y de intentar liquidarlas con el recurso de la represión, define cada vez con mayor nitidez su estrategia, la reacción democrática.

La conclusión es inequívoca, la reacción democrática está triunfando, lo que implica que el proceso de revolución política en curso está en declive. Hechos al canto, la mayoría del activismo está inmersa en la discusión sobre que candidatos presentar en la próxima elección de constituyentes y en cual debe ser el programa que mejor representa las necesidades de los trabajadores y las masas. Ambas tareas necesarias y enteramente correctas. Pero significa operar completamente dentro de los marcos diseñados por la burguesía. Con el agravante de que debido a la falta de organicidad del movimiento, ambos procesos –determinación de candidatos y elaboración del programa- resultan fragmentarios y a menudo confusos.

Las masas, por su parte están animadas por el curso de los acontecimientos. En efecto, si a través de procesos electorales le podemos proporcionar una paliza a los representantes de la burguesía, es completamente lógico continuar en este camino. Que haya sido diseñado explícitamente para sacar a las masas de las calles resulta en este contexto, para las masas irrelevante.

Las perspectivas

El triunfo actual del proceso de reacción democrática, no implica para nada que el curso de la lucha de clases en Chile este sellado. Hay múltiples factores relevantes que complican a la burguesía en este proceso.

En primer lugar, los urgentes problemas de la sociedad chilena siguen existiendo. La crisis del régimen compuesta en partes iguales por corrupción y deslegitimación, la crisis económica que avanza a pasos agigantados, la crisis sanitaria, la crisis educacional, la crisis ambiental, etc. La burguesía no puede ofrecer solución real a ninguno de estos problemas. En su lugar ofrece sucedáneos simbólicos, ante la crisis de carabineros cambia el nombre de las fuerzas especiales a “Unidades de Control del Orden Público”, aplicando el sabio precepto de que la palabra genera realidad. Ante la crisis económica de las familias de trabajadores, tolera que aquellos consuman el 10% de sus fondos de pensiones. Ante la crisis sanitaria precipitada por el Covid 19, manipula las cifras de morbilidad y mortalidad.

En segundo lugar, pese a los niveles realmente brutales de represión que ha puesto en juego, la movilización no ha sido derrotada, solo ha sido desviada. Mientras no se concrete esa derrota, las posibilidades de que se retome las luchas es una alternativa a considerar. En este sentido la burguesía intentara asestar, en cuanto tenga oportunidad una arremetida contra los trabajadores, el prolongado conflicto de mega, el conflicto latente en salud son los primeros tanteos en este sentido. Ello nos exige el definir una posición clara de solidaridad con estos trabajadores, y apoyarlos en forma irrestricta si estos toman la iniciativa. En esto la posición de la burocracia sindical y del PC a través de la Mesa Social es criminal.

Otro factor que juega en contra de las pretensiones de la burguesía, es la situación de extrema debilidad de los aparatos políticos parlamentarios burgueses, estos hacen su juego, e inician la campaña, pero arrancan de una posición muy desmedrada al concentrar el grueso de la oposición del pueblo, y al ser objetivamente cascarones vacíos de militancia. Su objetivo es estabilizar el sistema, sabiendo que el sistema electoral los favorece –ellos mismos lo diseñaron- intentaran captar “independientes”, que carentes de una estrategia política clara serán solo peones en sus garras, repitiendo en tono menor la tarea que desarrollo la Concertación a fines de los 80.

Las microorganizaciones de izquierda no lo hacen mejor, hay una explosión de tácticas para enfrentar la coyuntura. Mientras algunas se lanzan a la piscina electoral sin comprobar previamente si esta tiene agua, otras niegan la existencia del proceso electoral y se embarcan en míticas Asambleas Constituyentes Comunales, sin coordinación nacional. Simultáneamente otras  adhieren a la doctrina pinochetista que rechaza los partidos, proclamando que el pueblo unido avanza sin partido. Sin discriminar entre partidos burgueses y partidos obreros. Lo que prima acá es una mezcla de voluntarismo, confusión e incapacidad política, que ofrece escasas posibilidades de avanzar con la premura que la situación requiere.

Para determinar el curso de acción correcto se requiere primero comprender cuál es la situación de la lucha de clases y a partir de allí definir la política a seguir. Los procesos electorales son un mecanismo para asegurar la transición pacífica del poder, pero no puede revertir una crisis estructural global. Superar una crisis de la magnitud de la que estamos enfrentando supone realizar cambios estructurales.

La movilización social remeció todo el sistema socio político chileno, y estableció con claridad lo que se rechazaba, pero carece de claridad respecto a que es lo que necesita. Los trabajadores y las masas tienen conciencia de la enfermedad pero desconocen la cura. Y han comenzado a probar los brebajes y píldoras que charlatanes y curanderos improvisados les ofrecen. En el mejor de los casos los remedios no les mataran, pero con seguridad no les restablecerán la salud. La única salida real es la auto organización y la movilización, y esa no es una ruta sencilla. 

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