por Gustavo Burgos
El rutilante triunfo de Milei debe ser considerado una derrota de las concepciones reformistas. En efecto y como primera lectura, la idea de que se sale de la crisis con «más democracia» ha resultado en la práctica totalmente refutada, del momento que las instituciones de la democracia burguesa han sido durante 40 años vehículo de miseria y represión para la inmensa mayoría de los explotados argentinos.
Los trabajadores argentinos hartos de ajustes, cesantía y pronunciada decadencia social no encuentran respuestas políticas en el reformismo en cualquiera de sus variantes. Ni el FIT (referente electoral trotskista) ni los aparatos que medran en torno al kirchnerismo (PC, astillas del castro guevarismo) fueron capaces de proponer a los trabajadores algo distinto de armar listas electorales y en algunos casos actuar como administradores de los subsidios de cesantía.
Este fenómeno se tradujo en una brutal despolitización de los referentes de la izquierda argentina, con una candidata como Bregman, incapaz de reivindicar la resistencia palestina, la expropiación de la burguesía y la ruptura institucional, cuyo proyecto emblema era una Ley de Humedales y una candidatura de corte «feminista». Con ese planteamiento pusilánime se está pavimentando el camino al fascismo.
El discurso revolucionario —por otro lado— fue usurpado por Milei, de hecho hay una buena dosis de voto protesta tras su triunfo electoral. El libertario por ahora juega con un discurso altisonante apelando al sentido común y sin embargo, en la práctica gobernará con Macri bajo su misma política, que fue la de Menem y la de Martínez de Hoz. El hundimiento electoral del peronismo por ahora sigue siendo junto a la completa irrelevancia del reformismo, la principal conclusión de este proceso electoral. El gobierno de Milei —a la postre— será extraordinariamente débil y la izquierda no capitalizará eso mientras siga empeñada en construir bancadas parlamentarias.
No adviene el fascismo con Milei. Ahora, si esta crisis se profundiza las puertas están abiertas para el fascismo. Por ahora, como lo revela el discurso de vencedor de Milei, éste no tomará medidas que se aparten del Consenso de Washington de equilibrio fiscal y control impositivo. Más no puede hacer, no tiene los votos en el parlamento, en 35 años como ha anunciado podrá dolarizar y cerrar el Banco Central. Mientras tanto aplicará el mismo ajuste que prometió Massa en su campaña.
La respuesta a esta crisis de la crisis seguirá en manos de la clase trabajadora y de su capacidad de desarrollar su propio programa revolucionario, contra toda concepción identitaria, política de derechos y minorías. La clase obrera argentina podrá transformase en un referente para las masas trasandinas si es capaz de plantear un camino de acción directa, de ruptura institucional y de revolución social. La suerte está echada.