por Gustavo Burgos
El Gobierno —amparado por el triunfo del Rechazo en el plebiscito y un inédito derrumbe de popularidad— ha venido desplegando una ofensiva represiva en contra del pueblo. Ya no es solo la militarización del Wallmapu y la cárcel para los compañeros presos políticos. Se trata de acciones policiales que persiguen aterrorizar a los sectores movilizados, criminalizándolos. Es este el sentido de que el Presidente de la República acabe de ratificar en sus cargos a todo el Alto Mando de Carabineros que encabeza Ricardo Yáñez y un cuerpo de Generales imputados por violaciones a las DDHH y corrupción financiera. Ratificó exactamente a los mismos que tuvieron en sus manos la represión del levantamiento hace tres años. Hoy, bajo la vieja cantinela de recuperar los espacios públicos y combatir la delincuencia, Boric se ufana de ser un «perro» represor. Se sabe claramente qué intereses defiende este Gobierno, mientras impúdicamente corre a respaldar los intereses de las multinacionales con el TPP11, hoy día Camila Vallejo afirmó que no pondrán urgencia a la amnistía para los presos políticos. Boric está contra el pueblo sirviendo los intereses del gran capital.
El mismo día de hoy Falabella ha anunciado cierres de locales en Chile, Perú y Colombia. El Banco Central ha ratificado el alza de las tasas de interés dilapidando multimillonarios fondos del Estado para contener el alza del dólar y apuntalar a la banca. El Gobierno ha comunicado formalmente que el presupuesto público para el próximo año seguirá manteniendo las mismas políticas sociales de Piñera. Hace una semana el Senado aprobó a petición del Gobierno la novena prórroga del Estado de Emergencia en el Wallmapu que permite la ocupación militar y el terror a manos de las FFAA. Estas acciones del Gobierno, de sus instituciones y de los grandes grupos económicos buscan descargar sobre las espaldas de los trabajadores el hambre y la represión en vista a un inevitable escenario recesivo. Es Boric y la burguesía los que han declarado una guerra sin precedentes en contra del pueblo.
Mientras esta ofensiva patronal tiene lugar a plena luz del día y sin ningún disimulo, los partidos del régimen conspiran en el parlamento para consolidar el proceso constituyente como una nueva reforma constitucional. El miserable debate pone a gobiernistas proponiendo una nueva Convención sin independientes y a la Derecha pugnando por una Convención Mixta, con expertos. La base de esta discusión, para colmo, se encuentra reducida en sus «bordes» a retroceder en los pocos cambios cosméticos que había generado la Convención del 2021 en el texto plebiscitado el pasado 4 de septiembre. En torno a esta cocina —que trabaja a toda máquina— se ha disciplinado toda la izquierda y las grandes organizaciones sindicales.
Aunque resulte increíble, el reformismo contiene la respiración a la espera de poder iniciar una nueva campaña electoral en la que muy probablemente llamarán a votar Apruebo. En la víspera de este 18 de Octubre la miseria política de la dirigencia del Partido Comunista los lleva al extremo canallesco de enarbolar como bandera—en este espantoso contexto— la presidencia de Cariola en la Cámara de Diputados, porque para pelear cargos sí son capaces de levantar la voz; por su parte, la cúpula del Partido Socialista se reunió hoy con el General Director de Carabineros precisamente para validar el accionar represivo del Gobierno.
El régimen avanza a formas bonapartistas, dictatoriales del poder. Esta ofensiva represiva tiene adicionalmente lugar en un contexto en el que Boric justifica su proceder en el triunfo del Rechazo que le estaría dando un mandato para actuar como gobernante de Derecha. No es casual que dos distinguidos dirigentes del PC —la alcaldesa Hassler y el subsecretario Cataldo— se prestaran vergonzosamente para relanzar la figura de la última pinochetista de la vieja guardia viva en política, Evelyn Matthei. Hoy mismo la alcaldesa del PC Hassler, junto a Matthei compartieron en un matinal televisivo a anunciando las acciones represivas que habían coordinado, las que incluyen un teléfono dispuesto por el Municipio de Santiago para denunciar manifestantes.
Este escenario obliga a la militancia de izquierda, que se reclama revolucionaria y de la clase trabajadora, a actuar unitariamente para retomar la iniciativa política. La principal tarea al día de hoy es disputarle la calle al Gobierno. Cada metro que le ganemos a las fuerzas policiales ayudará a los distintos sectores movilizados a ganar confianza y disposición al combate. Es por lo mismo, necesario tender un puente al activismo, a la militancia de base de las propias organizaciones reformistas —PC y Frente Amplio— y señalarles con claridad que hay un camino para enfrentar la crisis y tal es el camino de la movilización. Solo contra el Gobierno y contra el régimen, podría forjarse un nuevo movimiento.
Este 18 de Octubre debemos volver a las calles e iniciar la pelea por una gran jornada de protesta y un Paro Nacional.
Para parar al fascismo y a la burguesía es necesario parar en seco al Gobierno y hacer ver quién manda realmente. La principal lección que nos dejara el 18 de Octubre es precisamente aquella: que la lucha callejera, la Primera Línea, las asambleas populares no solo abren un camino a la resolución de los reclamos de los explotados, sino que además plantean un camino revolucionario hacia el poder. Quedó de manifiesto en el pasado plebiscito del 4 de septiembre, cuando los trabajadores se ponen tras la conducción reformista y de la burguesía liberal, solo puede cosechar derrotas. Contra esto el 18 de Octubre puso en evidencia otra lección fundamental. Que los trabajadores no podemos renunciar a nuestro derecho a tener una dirección política propia. Los trabajadores y el pueblo no avanzan sin su propio partido, una organización de combate que unifique y potencie la lucha callejera, el accionar huelguístico, el control territorial y la autodefensa hacia una clara perspectiva insurreccional.
Los reformistas hoy se solazan aduciendo que el 18 de Octubre no sirvió para nada. Que nada se logró y que por lo mismo hay que pararse en la puerta de la Cocina a ver qué nos pueden ofrecer los poderosos. Mienten y lo hacen para preservar las instituciones de la democracia burguesa y —de la misma manera como lo declamaran abiertamente el 15 de Noviembre con el Acuerdo por la Paz— con la única finalidad de desmovilizar y legitimar la represión. Son esos reformistas los que nos llamaron a votar por Boric para frenar al fascismo, a votar Apruebo para avanzar a una sociedad de derechos, son los reformistas responsables de todas las derrotas los que deben dar explicaciones. Son los burócratas de la CUT y principales organizaciones obreras del país, los que usurpan la dirección de estos organismos. Son los traidores que usan los símbolos de la izquierda y los trabajadores, para servir los intereses patronales.
La crisis capitalista internacional y la anunciada recesión económica no harán más que tensionar en extremo los antagonismos de clase. Tal tensión obliga a Boric, a su Gobierno y al conjunto del régimen a desarrollar una política de inclemente ataque al pueblo. Frente a ese ataque y a esa crisis hemos de levantarnos. Contra la ocupación militar del Wallmapu, contra la ocupación policial de los 25.000 policías que lanzaran a ocupar las calles este 18 de Octubre, contra la miseria, los cierres de fuentes de trabajo y la cesantía; por la libertad a todos los presos políticos, los históricos, subversivos y mapuche; en defensa de las organizaciones de base de trabajadores y estudiantes secundarios que se baten diariamente en contra de los COP; en defensa de la libertad de expresión pisoteada alevosamente con el encarcelamiento del compañero Llaitul de la CAM; por la liberación del Wallmapu; por la emancipación de la clase trabajadora y un Gobierno asambleario asentado en los órganos de poder de los trabajadores. Por la reivindicación de nuestros mártires y mutilados, por el octubrismo, por la revolución socialista.