¿Camino a la alegría 2.0?

por Guillermo Correa

Los resultados del Plebiscito del 25 de Octubre permiten plantear algunas apreciaciones generales, tomando en cuenta que la opción Apruebo obtuvo el 78.27% de los votos y la Convención Constitucional el 78.99%. Lo anterior representa una derrota rotunda sufrida por la “derecha dura o pinochetista”, pero al mismo tiempo significa una contundente derrota de la clase política tradicional en general. Por último, también estas cifras reflejan una derrota coyuntural de los sectores populares rebeldes que plantearon no participar ni votar en este proceso constituyente institucional, entre los cuales obviamente me incluyo.

Estas gruesas apreciaciones son independientes del número real de votantes habilitados que participó en este Plebiscito, que alcanzó solo el 51% de los potenciales electores, un porcentaje similar al que participó en la última elección presidencial donde se alcanzó el 49% de participación. Tampoco se debe minimizar que la abstención, que obedece sin duda a variados factores, haya alcanzado este 25 de Octubre el 49%, ni menos obviar, en el universo del  alto porcentaje del Apruebo,  a los sectores de la “derecha liberal o centro derecha” que llamaron a votar por dicha opción.

Si bien el triunfo del Apruebo era algo absolutamente predecible, la contundencia del mismo ha creado un clima de optimismo exacerbado, con una euforia electoral  y alegría desbordante totalmente legítima para quienes participaron de este triunfo.

La masiva participación de jóvenes y muchachas que han estado presentes en las movilizaciones de la rebelión popular iniciada el 18 de Octubre del año pasado, es también un hecho que me fue posible observar en forma directa en las largas filas que se formaron en las afueras de los locales de votación acá en Valparaíso. Esta importante participación, por parte de estos sectores que rechazaron con fuerza en un primer momento del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución elaborado desde las élites y la clase política institucional, es producto, a mi entender, de un paulatino, sostenido y creciente proceso de aceptación de las reglas del juego impuestas por el bloque en el poder, motivado por una potente y efectiva campaña que planteó dicha participación como una medida política táctica, puesto que aún estando conscientes de los amarres y trampas de este proceso constituyente institucional, se plantea que era necesario dar este paso para demostrar en la urnas este descontento lo que, además, significa una importante inyección anímica recibida con el aplastante triunfo del Apruebo, lo que permitirá con más ímpetu forzar cambios en dichos mecanismos, si se retoman las movilizaciones y no se abandonan las calles ni los territorios como centros esenciales del ejercicio de la lucha y la soberanía popular.

Esta es una situación que en estos momentos no pasa de ser una aspiración bien intencionada y los acontecimientos que se vayan desarrollando durante este período, previo a la elección de los Convencionales Constituyentes, serán los encargados de dar una respuesta efectiva o no a este postulado. 

Y en estos espacios volverán a reencontrarse todos los actores que forman parte del Movimiento Popular Rebelde, incluyendo por supuesto a quienes no participaron de este proceso institucional. Las limitaciones del estado de emergencia sanitario en que nos encontramos es también un factor importante a tener en cuenta.

Ahora, vista la participación en este Plebiscito desde una perspectiva distinta, con una lectura crítica del significado de la participación en este proceso constituyente institucional -teniendo además en cuenta  la opción de no votar como una táctica política, ya que dicha definición no solamente es válida para los espacios institucionales o parlamentarios donde el bloque en el poder convoca –  es válido preguntarse si no hemos entrado de lleno a transitar por un camino que nos conduce a una nueva “alegría 2.0”, que a medida que vaya pasando el tiempo haga emerger su cara dura y triste con las esperanzas traicionadas como sucedió con el triunfo del NO el año 88.

El evento electoral realizado este 25 de Octubre puede ser definido también como un “Plebiscito enrejado” ya que tuvo como contexto una serie de elementos que deben estar presentes para dimensionar mejor este proceso, como son los miles de presxs políticxs de la revuelta,lxs  cientos de mutiladxs oculares, lxs decenas de asesinadxs, lxs torturadxs, la impunidad respecto a las violaciones a los derechos humanos, el estado de emergencia sanitaria y el  toque de queda.

El Plebiscito ha sido definido como un hecho histórico que cambiará definitivamente a Chile, (expectativas de cambio que está claramente reflejada en la alta votación obtenida por el Apruebo) puesto que se comienza a recorrer un camino constituyente que dará definitivamente término a la transición hacia la democracia de la post dictadura, que quedará plasmada en una Nueva Constitución elaborada con participación directa del pueblo.

Como en nuestro país las verdades a medias se transforman por el arte de las declaraciones grandilocuentes y eufemísticas en verdades absolutas, el planteamiento anterior corresponde, a mi entender, a otra de estas medias verdades, ya que este proceso constituyente institucional, creado desde el bloque en el poder con normas y amarres precisos, será la consolidación de un sistema económico, político, social y cultural, no de carácter soberano y popular, sino uno que será escrito por un número limitado de constituyentes, con las características de la democracia “delegada” en ellos, la mayoría de los cuales será electo a través de las listas elaboradas por los propios partidos políticos institucionales tremendamente cuestionados y rechazados por el pueblo chileno. 

Modificaciones más o menos, permitidas por el candado de los 2/3, seguirán manteniéndose intactos los pilares fundamentales sobre los que descansa el actual sistema de dominación, muchos de los cuales están incluso asegurados con tratados Internacionales que no se pueden tocar. Esto ha quedado bien resguardado con la legislación ad hoc creada para materializar el proceso constituyente institucional fijado en el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución del 15 de noviembre del 2019, bajo la institución creada en dictadura.

Al parecer ya se está olvidando que dicho acuerdo fue el “As bajo la manga” que las élites, el gobierno y la clase política institucional crearon para sortear la compleja situación que enfrentaba la institucionalidad neoliberal con la rebelión popular en ebullición.

De continuar adelante este proceso sin mayores sobresaltos, se consolidará  un nuevo modelo de sociedad democrática capitalista con participación activa de la ciudadanía, pero delegando una vez más la soberanía popular en Convencionales que serán sus representantes y quiénes efectivamente  escribirán la Nueva Constitución. 

Así el modelo creado en dictadura alcanzará una “legitimidad definitiva”, con una cara democrática de nuevo tipo, mediante este proceso iniciado con el triunfo del Apruebo en el Plebiscito. La institucionalidad creada durante la dictadura cívico militar, después de haber pasado por un difícil y complejo momento provocado por la Rebelión Popular de Octubre, respirará con nuevos aires proyectándose con un nuevo rostro y consolidando el sistema de dominación con las readecuaciones necesarias para seguir adelante por muchos años más, readecuaciones que serán plasmadas en la Nueva Constitución.

Cuando comiencen las acaloradas disputas  para ser nominados candidatos y candidatas para ser elegidos como Convencionales Constituyentes, comenzarán a hacerse visibles los tortuosos caminos tramposos elaborados para llevar adelante este proceso constituyente institucional, aunque seguirán propagándose con fuerza las ideas de lograr destrabar los amarres y transformar la Convención delegada en una Asamblea Constituyente Soberana.

Una vez más los chilenos y chilenas, en forma pacífica, cívica y ordenada marcaron con un lápiz una rayita sobre una papeleta electoral, con la esperanza de cambios profundos y tiempos mejores, expectativa sobrevalorada por una potente y bien montada publicidad difundida exitosamente por las redes sociales y medios de comunicación.

Esta vez, a diferencia del año 88, junto con el lápiz de pasta azul lxs votantes acudieron a este acto portando mascarillas como tapabocas, como un simbólico presagio de que la Nueva Constitución que resulte de este proceso deberá ser aceptada sin reclamos, ya que fue”elaborada y aprobada democráticamente por el pueblo soberano.”

Ocurrirán muchos pataleos destinados a intentar modificar las férreas y meticulosas reglas  elaboradas desde las élites por la clase política institucional, pero, como planteaba anteriormente, la pelea por nominar candidatos y candidatas que se transformen en los privilegiados Convencionales electos, será un potente apaciguador de los ánimos.

El gobierno, las élites  y la clase política institucional ha logrado un primer gran objetivo al encauzar la rebelión popular por los caminos de la institucionalidad neoliberal, dividiendo al Movimiento Popular Rebelde entre quienes participaron y quienes se restaron, pero ahora seguirá adelante para consolidar esta división definiendo quiénes serán considerados buenos y democráticos y quiénes serán tildados de violentos y malos. La condena a la violencia seguirá siendo el caballito de batalla, junto a la táctica del garrote represor y la dulce zanahoria de las promesas de la democracia. Criminalizar la protesta social y estigmatizar a las luchadoras y luchadores populares como delincuentes y violentistas es el segundo objetivo a cumplir.

No nos debemos olvidar que hace tan solo un año, cuando el pueblo rebelde se volcó enérgicamente a las calles, cansado de años y años de abusos, injusticias, marginalidad y opresión, poniendo en jaque a Sebastián Piñera y su gobierno de derecha. Como decía una pancarta de la revuelta del 2019  “Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen.

Es probable que esta lectura y estos vaticinios de que la alegría multicolor 2.0, al igual que el arcoíris del año 88 se irá difuminando con el tiempo para mostrar la gris y dura realidad de una sociedad desigual, injusta y opresora, estén totalmente errados y puedan revertirse con una reconfiguración del Movimiento Popular Rebelde, que  nuevamente sea capaz  de desplegar en forma unitaria, enérgica y resuelta todas sus potencialidades, que le permitan sortear los tortuosos y tramposos torniquetes elaborados en este proceso constituyente institucional, y pueda seguir así adelante construyendo un camino de liberación propio. 

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