por Gustavo Burgos //
La huelga de los trabajadores el sindicato de Minera Escondida ha sacudido el mercado del cobre a nivel mundial, subiendo el precio de cotización del metal rojo a precios del 2015.
La Escondida produce más de un millón de toneladas métricas del metal al año, 679.000 toneladas de concentrado y 312.000 toneladas de cátodos de cobre, y responde por el 5% de la producción mundial. Así que la huelga de una diez días de duración de 2.500 trabajadores ya ha costado unas 30.000 toneladas, suficiente para cablear un millón y medio de automóviles. Esta caída en la producción colisiona con las necesidades chinas y el programa de obras públicas de Trump.
Durante estos diez días los 2500 trabajadores movilizados han acampado a la entrada de la mina –a 3100 metros de altura en el desierto de Atacama- con la finalidad de evitar la intromisión de rompehuelgas, ladrones y provocadores de la patronal. Las charlas con los compañeros, las pantallas de televisión gigantes instaladas en una sala improvisada en una gran carpa protegida del clima inclemente del desierto y la participación en los bloqueos de los accesos al yacimiento permiten mantenerse ocupado a los trabajadores en conflicto.
La participación en la huelga se hace siguiendo los turnos de trabajo, de diez horas diarias/siete días a la semana y descanso otra semana. En total, 1250 trabajadores participan en cada turno. Se trata de una medida elemental para garantizar que la paralización de faenas presione a la multinacional, australiana-británica, BHP Billiton a negociar.
Los trabajadores reunieron un fondo de $280.000.000.- para sustentarse durante el tiempo que dure la huelga, exigen un reajuste salarial de 7% y un bono de unos $28.000.000.- También acusan a la empresa de intentar reducir sus sueldos e implementar cláusulas discriminatorias en los contratos de los nuevos trabajadores.
La empresa, que rechaza estas demandas, paralizó sus operaciones por 15 días y conformó una comisión de emergencia para resguardar las instalaciones y el personal externo que aún opera en la mina, quienes se encargan de labores de mantenimiento y limpieza.
La línea de la empresa ha sido inflexible y ha reducido su participación en la negociación a cuestiones de orden formal –como su concurrencia a los “buenos oficios” en la Inspección del Trabajo- poniendo en evidencia de que se dispone a quebrar al movimiento. Los planes patronales son reducir los beneficios que conquistaron los trabajadores en los tiempos de bonanza del cobre, cuando una tonelada se pagaba casi al doble del precio actual, descargando la crisis sobre las espaldas de los mineros.
En tono desafiante, Carlos Allendes, vocero de los huelguistas, planteó que “la huelga no se depone, porque no le creemos a la compañía”. Aseguró que “la empresa me hizo levantar el fusil y yo lo voy a mantener cargado” refiriéndose a que la huelga no se baja hasta firmar el acuerdo que ellos demandan.
Sin embargo, el viernes 16 recién pasado, el Juzgado del Trabajo de Antofagasta dio lugar a una medida cautelar que ordena a los trabajadores a disponer de 80 trabajadores, distribuidos en cuatro turno, para equipos de emergencia ante “la existencia de daños actuales en los bienes del empleador por la huelga y otros inminentes que pueden poner en riesgo la salud o integridad de las personas, y/o bienes que se encuentren en las dependencias de Minera Escondida”, según se lee en la resolución judicial. La empresa se ha anotado un triunfo y con ello se juega a contraponer a los huelguistas con el resto de los trabajadores subcontratados, difundiendo la especie de que las demandas de los movilizados son desmedidas.
Patrones y trabajadores saben que se trata de un conflicto de largo aliento. Esta huelga es una pelea de fondo y que se ubica al inicio de un conjunto de negociaciones colectivas que durarán, según informa la página del Consejo Minero, todo el año en la gran minería: Zaldivar julio 2017; Glencore Altonorte septiembre 2017; Anglo American, Glencore, Collahuasi octubre 2017; Teck Resources Ltd. Quebrada Blanca noviembre de 2017; Lundin Mining Corp. Candelaria diciembre 2017.
Por todo lo expuesto, la huelga de Minera Escondida ha sacudido el mercado del cobre, pero no sólo eso, esta huelga sacude también a la sociedad en su conjunto, por ser una aguda expresión de lucha de clases.
Veamos. BHP Billiton no quiere negociar, los trabajadores hablan de una huelga que podría llegar fácilmente a abril. Aún resuena en la memoria de las partes la huelga de 25 días del 2006. La empresa cuenta con tres poderosas herramientas para imponerse: la legislación y los tribunales de justicia que están concebidos para aislar y debilitar al movimiento obrero como movimiento de clase; la institucionalidad, los partidos políticos del régimen (Derecha y NM) y el Gobierno, que observan el conflicto con imparcialidad por tratarse de un asunto privado; los medios de comunicación, que difunden la idea de que los mineros son una aristocracia obrera cuyas desmedidas pretensiones amenazan la economía nacional.
En resumen, los piratas de BHP Billiton cuentan a su haber con el aparato estatal burgués en su conjunto, mientras el conflicto logre encauzarse legalmente y, si por alguna razón la institucionalidad no fuese suficiente dispondrán de Carabineros, sus Fuerzas Especiales e inclusive del Ejército, si fuese necesario la declaración de un estado de excepción constitucional.
Hasta este punto, desde el siglo XIX, después de las masacres del tiempo del salitre, después de la dictadura de Pinochet, el movimiento obrero hasta nuestros días (tenemos en la memoria a Rodrigo Cisterna asesinado en el anterior gobierno de Bachelet), enfrenta -cada vez que sale al combate- a la burguesía en su conjunto, sus políticos, sus jueces y los matarifes de siempre. Por más que los reformistas, los cultores de la sociedad de derechos y los ciudadanistas, pretendan hacernos creer que los antagonismos sociales pueden resolverse mediante el accionar legislativo del Estado burgués, la realidad nos enseña una y otra vez que las normas jurídicas no resuelven los conflictos sociales, sino que se limitan a atemperarlos con la única finalidad de afirmar el dominio de la minoría explotadora sobre el conjunto de la sociedad.
Muy distinta es la situación del movimiento obrero, sin partidos de masas que expresen sus intereses de clase, sin organizaciones sindicales de alcance nacional, con la burocracia sindical usurpando la dirección de la CUT, los trabajadores vienen desde hace décadas protagonizando un lento despegue en sus movilizaciones. En efecto, como decíamos, la huelga de 25 días en Minera Escondida del 2006, marcó una inflexión para los trabajadores del sector y que importara –especialmente- el agrupamiento de los subcontratados del cobre y el inicio de un ascenso en la luchas del movimiento obrero. Por lo mismo, hablar de la huelga de la Minera Escondida es hacer referencia, una década después, de un movimiento que marca un camino y que obliga a quienes militamos en la clase obrera a apoyarla e instar por su triunfo. De la misma forma, la patronal, los medios de comunicación y el Gobierno, se van a jugar por el aislamiento y la derrota de este movimiento.
No se trata simplemente de expresar solidaridad. Es necesario que este movimiento sea impulsado como tendencia política, unificándose al conjunto de los reclamos de los trabajadores hoy en día. En estos momentos son miles más, en pequeños conflictos como los de Storage en Valparaíso, Buses Vule en Santiago o Molynor en Antofagasta, miles de trabajadores que salen a la huelga sin mayor herramienta que su coraje y disposición a enfrentar a los explotadores.
Esta tendencia debe fortalecerse y conformarse como movimiento. Precisamente la llamada “crisis de representatividad” de los partidos políticos del régimen y la baja participación en las elecciones, son una expresión aún pasiva de la ruptura de las masas con la democracia burguesa. La atomización del movimiento obrero, cuya mayor expresión es la descomposición de la CUT, sólo puede ser superada políticamente recuperando las organizaciones para las bases y desplegando un plan de lucha de alcance nacional cuyo punto de partida sea precisamente la nacionalización del cobre en base a la expropiación -bajo control obrero- de toda la gran minería del cobre. La lucha contra el capital monopólico financiero, responsable de las colusiones, de la corrupción, de los desastres ambientales, de la destrucción del agro, es una lucha de alcamce nacional. En esta perspectiva, la jornada de protesta del 26 de marzo convocada por el Movimiento NO+AFP debe transformarse en un resumidero de todas las luchas en curso: la madre de todas las batallas.
Cuando Carlos Allendes, vocero de los trabajadores de Minera Escondida, dice que su lucha es “vencer o morir” no está vociferando, está planteando en concreto la profundidad del problema político que enfrenta el movimiento obrero en nuestro país. Los nubarrones de la crisis económica internacional, que amenaza con hacernos volver al 2008, van a obligar a la burguesía chilena y al gran capital a declarar la guerra a los trabajadores y a descargar la crisis sobre la clase obrera.
Mientras buena parte de la izquierda aparece atrapada en cálculos electorales, formando frentes de una amplitud en la que tiene espacio hasta Patria y Libertad, resulta imprescindible abrir un debate de clase, de clase contra clase. Es imprescindible la articulación política de la militancia de izquierda y la formación de la misma, en el seno de la lucha de los trabajadores. La crisis no se resuelve con reformas al régimen burgués, máxime que el capitán del imperialismo –el payaso Donald Trump- ha declarado la guerra a los trabajadores de todo el orbe. No hay salida keynesiana para la catástrofe que se avecina, no hay otra alternativa que la revolución socialista. Los huelguistas de Minera Escondida tienen toda la razón, es vencer o morir.
(Fotografía: marcha huelguistas Minera Escondida, Tarapacá On Line)