por Rolando Astarita
En una nota anterior (aquí y aquí) examinamos la teoría de las crisis por “escasez de plusvalía”, que se inscribe en la línea de pensamiento Grossmann – Mattick – Shaikh (me refiero a los trabajos de Shaikh de los 1980 y 1990). Sostuve en esas entradas que esa explicación adolece de fallas teóricas y carece de evidencia empírica. En esta amplío la crítica incorporando una cuestión de método: la concepción determinista mecánica que subyace en esos planteos. Me refiero a la idea de que la evolución lineal de alguna variable – en particular, de la tasa de beneficio, a veces la tasa de acumulación – determinaría, mecánicamente, las crisis y las depresiones. Lo hemos visto en Shaikh: su teoría de las crisis descansa en que la tasa de beneficio baja a lo largo de toda la fase alcista que precede a las grandes crisis. Algo similar ocurre en Grossmann, donde la acumulación del capital avanza, a lo largo de años, a una tasa tan elevada que desemboca en el colapso del sistema. Ese derrumbe ocurriría, dice Grossmann, incluso si se mantuviera, durante toda la acumulación el equilibrio entre la oferta y la demanda; y si las ramas de la economía crecieran proporcionalmente.
Pero por fuera de estos autores, las explicaciones lineales también se expresan en las tesis del estancamiento secular, que defienden no pocos marxistas: según ellos, el capitalismo tiende al estancamiento porque la tasa de ganancia cae, con oscilaciones, desde hace dos o tres siglos. Y de manera apenas modificada, el criterio subyace en la tesis que dice que tras 25 o 30 años de expansión el sistema capitalista entra, a causa de la caída de la tasa de ganancia, en recesiones, o depresiones, de otros 25 o 30 años.
El enfoque que defiendo es crítico de estas perspectivas. Lo he presentado en una nota anterior, en crítica a los “ultra-sraffianos” (aquí). En lo que sigue transcribo pasajes de esa crítica, y amplio con referencias a la ley del valor, las leyes de la acumulación y las crisis capitalistas.
El enfoque newtoniano y los movimientos caóticos y desordenados
El punto de partida es la crítica a la idea de que en ausencia de perturbaciones aleatorias, el comportamiento del sistema económico está unívocamente especificado por leyes exactas. Esto último significaría que conociendo los datos iniciales, podríamos predecir su movimiento futuro, dado que las variables evolucionarían de manera regular. Aplicado al análisis económico, esta concepción lleva a decir que incluso si se supone una economía que evoluciona equilibradamente (las ramas crecen todas en la misma proporción, no hay discrepancias entre oferta y demanda, etcétera), tarde o temprano desembocará en una situación de colapso. Es un mundo determinista, o newtoniano, gobernado por leyes simples, expresadas en las ecuaciones lineales.
La realidad, sin embargo, es que en la economía capitalista esos comportamientos lineales siempre son provisorios, y se combinan con comportamientos que están lejos de ser lineales. Dicho en otros términos, el orden y el caos no constituyen polos opuestos, sino que están conectados. Una idea que tiende a imponerse no solo en las ciencias sociales, sino también en las ciencias físicas y naturales. En este respecto, cada vez hay más científicos que están convencidos de que el comportamiento de las ecuaciones lineales está muy alejado de lo que es típico; y que en los sistemas físicos y naturales existe un caos determinista, que puede derivar de ecuaciones simples.
Aclaremos que caos no es sinónimo de falta de orden, o de ley subyacente, sino de movimientos no lineales, o complejos (véase Stewart, 2007; Griffin, 2007; también para lo que sigue). Y significativamente, el comportamiento complejo, o no lineal, puede ser generado por sistemas simples. Un ejemplo de la física: el movimiento de dos planetas puede determinarse con mucha aproximación utilizando la ley de gravedad de Newton. Sin embargo, si entre esos dos planetas se pone a girar un tercer cuerpo, es imposible predecir su movimiento; este es caótico. Puede verse que el caos y el orden aquí emergen de un sistema determinista, y ninguno existe por separado.
Pero lo mismo se aplica a muchos otros fenómenos. Para mencionar solo algunos ejemplos, tenemos el caso del clima (la convección puede ser estacionaria, o constante, pero pasados ciertos parámetros el aire caliente se mueve de una manera mucho más complicada); en la dinámica de los fluidos sucede algo similar (el simple goteo de una canilla evidencia estos cambios); también en el estudio de las poblaciones de seres vivos (los modelos más simples de crecimiento de poblaciones en un entorno restringido pueden generar periodicidad y caos) ; o en el latido del corazón (Stewart, 2007). En todos estos sistemas encontramos que pequeños cambios de algún parámetro pueden llevar a cambios cualitativos, dramáticos, del comportamiento del sistema (es la idea del salto de cantidad en calidad, del que habla la dialéctica). Pero para acercarse a estas dinámicas, es necesario abordar la no linealidad. La teoría lineal funciona bien cerca del estado estacionario, pero cuando este se vuelve inestable, la teoría lineal deja de decirnos lo que sucede a consecuencia de la inestabilidad.
Debe anotarse además, que en estos casos se trata de sistemas naturales, o físicos, donde los comportamientos de las variables son más predecibles que los comportamientos humanos. Es que los seres humanos aprenden de las experiencias pasadas, y por ello sus reacciones cambian. Por ejemplo, en el caso del pronóstico del clima, las variables a considerar son la presión, la temperatura, la humedad y la velocidad del viento. Dada la existencia de relaciones complejas, no lineales, entre estas variables, el pronóstico del clima es extremadamente difícil, y solo puede hacerse para el corto plazo (algunos días). Ahora bien, ¿qué decir si estuviéramos ante un sistema en el cual las variables a su vez cambian de comportamientos en función de sus experiencias pasadas, y de las reacciones que prevén en las otras variables? Pero algo de esto es lo que sucede en los sistemas sociales. Es por este motivo que los físicos y matemáticos muchas veces se asombran cuando ven a los economistas tratando de reducir la realidad a unas pocas ecuaciones lineales, y barriendo sistemáticamente las “irregularidades” debajo de la alfombra. Un ejemplo de esos criterios mecanicistas lo tenemos en los modelos, tomados de la física, que se aplican a la determinación de los precios de los derivados financieros (véase aquí; también Mandelbot y Hudson, 2010) .
Determinismo y ley del valor
La crítica al determinismo mecánico no significa rechazar toda forma de determinismo en la economía, o en la sociedad. Cuando decimos, por ejemplo, que la ley del valor trabajo gobierna los precios, estamos aplicando un tipo de determinismo que no necesariamente es de tipo mecánico (a tal variación de los tiempos de trabajo le corresponde linealmente una determinada variación del precio). La ley del valor rige los movimientos tendenciales de los precios a través de múltiples mediaciones. Entre ellas, la formación, a través de la competencia, de la tasa media de ganancia entre ramas y los precios de producción. Pero estos últimos, a su vez, son centros de gravitación de los precios de mercado, modificados constantemente por variaciones de la oferta y la demanda.
Por lo tanto solo a través de estas constantes oscilaciones y modificaciones, incluidos cambios bruscos de los precios relativos – y de las rentabilidades que gobiernan los flujos de capitales – se impone la ley del valor. De ahí que Marx (1999) observa que la tendencia de las diferentes esferas de la producción a ponerse en equilibrio (esto es, según la ley del valor) “solo se manifiesta como reacción contra la constante abolición de dicho desequilibrio” (p. 433, t. 1). No hay en esto un gramo de determinismo mecánico, ni de movimientos regulares y equilibrados, sin por ello negar la vigencia de la ley científica. Y las leyes de la acumulación del capital, y de las crisis, son una consecuencia de esa determinación compleja que gobierna los intercambios, y está detrás de las valorizaciones y desvalorizaciones de los capitales.
No hay linealidad de la dinámica capitalista
Lo planteado en el apartado anterior sugiere que si bien rigen las leyes del valor y la acumulación, no existe linealidad en los fenómenos económicos bajo el capitalismo; no la hay en la producción, el empleo y el desempleo, los precios, el comercio, etcétera. Los ciclos económicos son recurrentes, pero carecen de periodicidad; y cambian la profundidad y duración de las caídas de la producción, de la inversión, el consumo, el comercio internacional, los precios de los activos. De ahí el creciente interés por los estudios de los movimientos caóticos. En particular, destaco la necesidad de tener en cuenta los cambios cualitativos, lo que se conocen como “bifurcaciones” en los sistemas complejos; una cuestión que capta la dialéctica, y que cada vez más se admite como una realidad.
Las bifurcaciones, o los puntos nodales de salto cualitativo, aparecen cuando los sistemas pasan el umbral de estabilidad y emerge un comportamiento que no es previsible dónde desemboca; o que solo es previsible en trazos muy gruesos. Además, hay que destacar -en contraposición a los que solo ven orden por un lado, y desorden por el otro, sin conexión- que estas bifurcaciones pueden ser el producto de movimientos regulares. Por ejemplo, el aumento de la productividad puede generar, durante un período relativamente prolongado, una tasa de rentabilidad sostenidamente elevada (dado el abaratamiento del capital constante y el aumento de la plusvalía relativa). Pero ello también puede llevar a una aceleración de la acumulación, a la intensificación de la competencia, y la sobreacumulación y sobreproducción, que provoquen, a su turno, una reversión brusca de la tasa de ganancia, o de las ganancias.
Si estas evoluciones en el plano de la acumulación del capital a su vez se combinan con el crédito – palanca de la acumulación, pero también de la especulación y la sobreacumulación – estará dado el escenario para los cambios repentinos, y violentos, del escenario. Ocurrirán entonces movimientos caóticos, de realimentación de los desequilibrios. Por caso, pensemos en el apalancamiento que impulsa la suba de los precios de los activos, y con ello todo el sistema de crédito (véase aquí, sobre apalancamiento). Cuando comienza la caída, y el desapalancamiento, las interacciones van en reversa, profundizando las caídas de los precios, la liquidación empresas, la desvalorización de capitales. Son, de nuevo, movimientos caóticos, imposibles de expresar en ecuaciones, pero no por ello menos reales (en este punto, pienso que no es casual la ausencia de la dimensión financiera, o especulativa financiera, de las crisis, en modelos marxistas mecánicamente deterministas).
En esas coyunturas de derrumbes de activos financieros y contracción rápida de la inversión y el consumo, el movimiento económico es caótico, esto es, lleno de puntos inestables. En este escenario tal vez se pueden hacer algunas predicciones muy generales; por ejemplo, podemos decir que si no triunfa una revolución socialista, el sistema capitalista restablecerá las condiciones de acumulación. Pero este “atractor” (un atractor es cualquier estado hacia el que tiende el sistema) es completamente irregular, o “extraño”. En estos escenarios no hay manera de aplicar algún sistema de ecuaciones que nos diga que, por ejemplo, la economía X caerá 5,6% en los próximos 12 meses, y que la inversión lo hará un 14%, etcétera. Estamos muy lejos de la idea de ciclos que oscilan alrededor de un centro estable.
Por otra parte, si las bifurcaciones pueden ocurrir con movimientos regulares de la acumulación, más razón hay para que ocurran cuando los movimientos incluso “normales” incluyen las desproporciones y los desequilibrios, y los efectos que podríamos llamar “de retardo”. Por ejemplo, supongamos que en varias de las ramas que han liderado la expansión empiezan a atascarse los mercados, con el consiguiente debilitamiento de los precios y las ganancias. ¿Se puede decir que es inmediata la caída de la inversión? Sí en un razonamiento mecánicamente determinista, pero no si se admite que puede haber otras posibilidades. Por ejemplo, que se intensifique la competencia entre los capitalistas que intentan no perder cuota de mercado, y por lo tanto aumente la inversión, aun a conciencia de que no hay lugar para todos. Si a este movimiento lo empuja el crédito, podemos encontrarnos con una aceleración del auge, que terminará en una reversión brusca (aunque sea difícil establecer cuándo) a la crisis y depresión. Esta última entonces ocurre con retardo con respecto al momento en que las ganancias alcanzaron su pico. Algo de esto pudo haber ocurrido en EEUU entre 1997 (cuando registramos la caída de la tasa de rentabilidad y de la masa de ganancia) y la caída de la inversión en las ramas de la tecnología informática y comunicacional, que recién se produjo a mediados de 2000 (provocando la recesión de 2001).
A este tipo de fenómenos le podemos agregar las desproporciones entre ramas; el surgimiento de tecnologías que aumentan la productividad, y dan lugar a plusvalías extraordinarias, pero también inducen a la sobreproducción (aquí); o llevan a la desvalorización de capitales existentes. A lo que se suma el crecimiento, necesariamente desigual, entre ramas debido a la producción de nuevos productos. Todo confluye para que haya permanentes sobreexpansiones o subexpansiones de sectores; así como cambios bruscos (bifurcaciones, nuevos “saltos”) en la inversión, el consumo., los precios, los activos. Estos cambios, a su vez, son potenciadas por los movimientos especulativos. Todo lo cual se desarrolla en una economía de carácter mundial; esto es, donde las evoluciones al interior de un espacio nacional del valor se combinan con las de otros espacios nacionales, y con el mercado mundial, potenciándose, o amortiguándose.
La tasa de ganancia no baja lineal ni mecánicamente
La forma compleja en que los desarrollos descritos afectan a las ganancias y a la tasa de ganancia (claves en las decisiones de acumulación de los capitalistas) ayuda a explicar por qué la idea de una tasa de ganancia bajando mecánica y linealmente a lo largo de décadas, sencillamente no tiene verificación empírica. Lo he señalado en otras notas: en la década anterior a la crisis de 1929, en EEUU, no se aprecia ninguna tendencia clara a la caída de la rentabilidad. Tampoco hubo escasez de capital, o de plusvalía. Algo similar puede decirse con respecto a la crisis de 2008-09. Tampoco tiene asidero la creencia de que, llegado un punto de caída secular de la tasa de ganancia haya un derrumbe (¿definitivo?) del sistema capitalista por causas puramente económicas (esto es, sin la intervención revolucionaria de la clase obrera). Ni tiene mucho asidero sostener que cada 50 o 60 años se producirán ciclos de alza (25 a 30 años) y descenso (25 a 30 años, aproximadamente). El asunto parece bastante más intrincado que eso.
Por último señalo que una consecuencia del enfoque no lineal, no mecánico, es la necesidad de estar abiertos a fenómenos que no siempre son compatibles con lo que nuestros esquemas nos dicen que debe ocurrir. Por eso también, hay que superar la inclinación – humanamente comprensible, pero peligrosa – a manipular o amañar los datos de la realidad para que digan lo que queremos que digan. El punto de partida, y el punto de llegada siempre es el concreto, representado primero, pensado después. Como sea, no se puede hacer abstracción de él. Tenemos que explicar la sociedad, o la economía, en sus complejidades, y ateniéndonos a su evolución real. En este respecto es ilustrativo el análisis concreto que hace Marx de una crisis como fue la de 1847 (véase aquí).
Textos citados:
Griffin, J. (2007): Así de simple. El caos, la complejidad y la aparición de la vida, Barcelona, Crítica.
Mandelbrot, B. y R. L. Hudson (2010): Fractales y finanzas. Una aproximación matemática a los mercados: arriesgar, perder y ganar, Barcelona, Tusquets Editores.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI…
Steuart, I. (2007): ¿Juega Dios a los dados?, Barcelona, Crítica.
(Tomado del Blog de Rolando Astarita)