Movilización de los trabajadores públicos, el gobierno se saca la careta

por Dionisio Escobar //

Pese a haber recibido una serie de derrotas en la arena electoral (el peor desempeño de la concertación en una elección municipal), en el Congreso (votación histórica contra una propuesta gubernamental 97 en contra 0 a favor) y una derrota en las calles con las movilizaciones más masivas que se han visto en los últimos años. El gobierno de la “socialista” Michelle Bachelet, continúa empeñado en una lucha a muerte con los trabajadores públicos. Siguiendo con su política de que sean los trabajadores quienes carguen con todo el peso del ajuste económico producto de la gestión del modelo neoliberal. Finalmente es el presidente de la Cámara, el también socialista Osvaldo Andrade quien determinó reprimir a los dirigentes de los trabajadores que protestaban por la contumacia del gobierno.

Cuando el gobierno atraviesa uno de sus peores momentos, en un contexto de derrota electoral, con la Nueva Mayoría (NM) fragilizada y escindida de sus parlamentarios, con la DC chantajeando descaradamente al gobierno y bajo la presión de la maciza movilización de los trabajadores del sector público, y del movimiento No + AFP. La socialista Bachelet muestra sus cartas, está dispuesta a sacrificarlo todo en aras de preservar los intereses de sus representados, la gran burguesía nacional.

El itinerario de la movilización de los trabajadores del sector público, era auspicioso. El gobierno se encontraba debilitado luego de la derrota electoral de las municipales, la Nueva Mayoría estaba fracturada con la DC congelando su relación con el gobierno, los diputados oficialistas mostraban su distanciamiento rechazando con una votación histórica de 0 votos a favor, 97 en contra, la propuesta de reajuste del ejecutivo.

Hasta ahí parecía que se abría la puerta del triunfo para los trabajadores, pero el gobierno empeñado en su política de que sean los trabajadores quienes carguen con todo el peso del ajuste económico producto de la gestión del modelo neoliberal, se resiste a perder la partida, y usando el poder del veto, repone el proyecto rechazado, agregándole un artículo donde se propone un cambio en los bonos, pero manteniendo el controvertido 3,2% de reajuste. Como era previsible, el gobierno recibió un nuevo rechazo. Pero el resultado es negativo para los trabajadores, se vuelve al proyecto original que fue despachado por la cámara con 0% de reajuste.

Esta orientación desesperada, pero enteramente en línea con lo que ha sido la política neoliberal del gobierno de Bachelet, es posible porque dado que el gobierno tiene una aprobación de un 15%, es impermeable a la presión de las masas, ya no tiene prácticamente nada que perder.

Los costos políticos de esta maniobra destinada a derrotar a los trabajadores impacta directamente a la Nueva Mayoría. Primero significa perder un caudal electoral significativo, porque aunque la memoria de las masas es frágil, resultará difícil para los trabajadores estatales y su entorno social, olvidar quién fue el que les congeló el salario. En segundo lugar se profundiza la grieta en el conglomerado oficialista, las diferencias tácticas entre el PC y la DC comienzan a ser incompatibles. Mientras el PS debe cumplir el papel de gendarme del modelo, así, el presidente de la cámara –el socialista Andrade- es quien ordena reprimir a los dirigentes de los trabajadores.

En este contexto, la movilización de los trabajadores estatales continúa, es el comienzo de una lucha que será ardua, porque ahora el gobierno ha tirado su careta de “progresista” y comienza a mostrar su verdadero rostro, el de un gobierno que está dispuesto a sacrificarlo todo para mantener aplastados a los trabajadores y defender su modelo.

Las cartas están echadas, solo la movilización puede empujar al gobierno retroceder. La única vía viable es avanzar a un paro nacional efectivo que afecte al funcionamiento económico de la nación. Está por verse si los dirigentes están a la altura de las necesidades de los trabajadores.

Una conclusión comienza a hacerse patente para el conjunto de los explotados, los partidos agrupados bajo las banderas de la Nueva Mayoría, no son sus representantes, representan al gran capital. Se requiere con verdadera urgencia una orgánica genuinamente democrática, que represente los intereses de los trabajadores, el embrión de dirección política de los trabajadores puede ser el Frente Amplio conformado entre otros por el Movimiento Autonomista, pero para que esto sea así, el FA debe ponerse decididamente al frente de las movilizaciones de los trabajadores.

(el autor milita en el Partido Socialista de los Trabajadores)

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