Las notas críticas que van a leerse se refieren a menos de ocho páginas del libro de Ernesto González y otros titulado “El trotskysmo obrero e internacionalista en la Argentina”. En alguna forma la revolución boliviana ha sido la piedra de toque de las concepciones del morenismo, que gastó mucho dinero y movilizó a no pocos de sus efectivos en su intento de poner en pie a su propio partido en tierras altiplánicas, habiendo fracasado en toda la línea.
A su afán exitista, a su trayectoria errátil, a su aventurerismo de Moreno, hay que añadir su total incomprensión de la revolución permanente, como se desprenden de sus curiosos planteamientos sobre la revolución boliviana y de toda su historia.
Una parte breve del capítulo quinto del libro al que nos referimos proporciona los testimonios acerca de las premisas de la incomprensión morenista del proceso de la revolución boliviana. Sobran las razones para que limitemos nuestro análisis a esta parte del libro de González.
Nadie ignora que Moreno realizó un trabajo amplio en el plano internacional y concluyó poniendo en pie una organización propia en este terreno. Seguramente sus seguidores nos dirán que así cumplió su misión de trotskysta. Sin intención de zaherir a nadie decimos que en esa actitud se volcó el cosmopolitismo de la Argentina y, más concretamente, de Buenos Aires.
Los morenistas y otras sectas pretendidamente “trotskystas” buscan aplastarnos con la sindicación de que los poristas bolivianos somos “nacionalistas”, por tanto contrarios al internacionalismo proletariado y a la propia Cuarta Internacional. Este planteamiento no pasa de ser un esquematismo simplista.
Respondemos a nuestro turno que hemos vivido gran parte de la experiencia de la Cuarta Internacional y hemos soportado las consecuencias negativas de su casi total inexistencia como el marco de elaboración colectiva de la política revolucionaria en los diferentes países. Moreno y sus seguidores son un buen ejemplo de que el esquematismo subjetivista es incapaz de comprender el proceso revolucionario, pues para salvar los escollos sería preciso aprehender las leyes de la historia de la sociedad boliviana.
De entrada se percibe una torpeza excesiva en el análisis. Moreno arremete contra Michel Pablo por sus opiniones y decisiones sobre la cuestión boliviana; pero se percibe la ausencia de análisis sobre la conducta que desarrollaba el POR, cuyos dirigentes y teóricos estaban lejos de ser pablistas. Las discrepancias entre estos protagonistas eran evidentes y numerosas. Ignorar esta realidad es una enorme torpeza en un analista del proceso revolucionario y también lo es limitarse a pocas citas de segunda mano, en lo que se refiere a lo que hacían y escribían los poristas.
Nuevamente diremos que está ausente la explicación de una cuestión de capital importancia: por qué la Cuarta Internacional no pudo asimilar críticamente lo que se hizo en Bolivia -no olvidar de que se trata de una experiencia riquísima-, este fenómeno negativo se repitió posteriormente.
A veces se dieron gritos por los pocos éxitos del POR, pero nada más. No se asimilaron críticamente los logros y tampoco se pudo explicar porque el trotskysmo boliviano incipiente pudo derrotar a las otras corrientes políticas consideradas de izquierda, entre ellas al morenismo. Pareció convertirse en una ley el hecho del fracaso de los múltiples esfuerzos que se hicieron por organizar grupos revisionistas del trotskysmo.
Uno de nuestros críticos norteamericanos se ha esforzado en justificar sus equívocos al juzgar al POR con el argumento de que siempre se careció de información de primera mano sobre el movimiento revolucionario boliviano. La discusión nos interesa y es por eso que estamos lanzando las “Obras Completas”, donde se incluyen los escritos acerca de la formación de nuestro pensamiento y de nuestra propia experiencia en el seno de las masas. Esperamos que la polémica posterior parta del de materiales de primera mano.
Estamos convencidos que asimilar autocríticamente lo que se ha hecho en Bolivia, los errores que se han cometido, etc., fortalece al movimiento trotskysta internacional, camino que a su turno nos potencia como protagonistas de la revolución.
“La más grande, perfecta y clásica revolución obrera”
El pablismo, de la misma manera que tantas otras pandillas pretendidamente trotskystas, eran y son exitistas en extremo, lo que les empuja a exhibir sus supuestas o reales victorias, pero no hacen nada para elaborar la política revolucionaria de las diferentes secciones. El morenismo cayó en este mismo vicio.
En la página 197 de “El trotskysmo obrero…” se presenta el balance de Moreno y de los autores del volumen citado sobre la revolución boliviana. Todo se reduce a conclusiones alrededor de algunas citas tomadas de “Bolivia, la revolución derrotada” de Liborio Justo, cuyo mérito radica en haber acumulado algún material de primera mano, aunque su conclusión es errónea. Los balances presentados denuncian el pensamiento político y el programa de sus autores, poniendo al desnudo el bajísimo nivel en el que se movían. La incomprensión de lo que sucedía dominan todos esos análisis, si así pueden llamarse.
Hasta la aprobación de la “Tesis de Pulacayo” (1946) y la constitución del Bloque Minero Parlamentario -presentados por la dirección de la Cuarta Internacional-, el Partido Obrero Revolucionario/Bolivia no asistió a ningún congreso de la Cuarta Internacional, no elaboró en el seno de ésta su política y todo se limitó al ocasional contacto epistolar o a la lectura entrecortada de sus publicaciones. Nadie ha dicho que a este hecho se debieron no pocos de los errores cometidos por el POR. Pero, también hubo aciertos y tampoco se ha explicado por qué se dieron en medio de ese aislamiento estrangulante.
El balance de Moreno, acuñado con un propósito indisimulable, dice:
“… en Bolivia se dio la más grande, perfecta y clásica revolución obrera en lo que va del siglo, con una fuerte influencia de la Internacional”. Esta apreciación exitista resulta sorprendente en quién cumplía tareas de dirección de organizaciones trotskystas.
Ernesto González y sus cooperadores agregan:
En Bolivia de 1952 “El trotskysmo era muy fuerte. Se había convertido en una dirección de gran prestigio político en el movimiento obrero y el pueblo boliviano.
“En noviembre de 1946 se reunieron los delegados mineros de toda Bolivia y aprobaron las célebres tesis conocidas con el nombre de la ciudad minera de Pulacayo, elaboradas por los trotskystas del POR y votadas en contra por el MNR y el stalinismo… Este programa y especialmente los puntos que iban contra el Ejército y a favor del armamento de los trabajadores…, era el eje de la propaganda de los trotskystas y de las organizaciones mineras hasta que se produjo la revolución de 1952, que fue cuando se crearon las célebres milicias.
“Una consecuencia del colosal triunfo trotskysta entre los trabajadores mineros fue la constitución del bloque o frente obrero para las elecciones de 1946…
“El MNR se hizo cargo del gobierno, con V. Paz. como presidente. Pero quienes dominaban toda Bolivia eran las milicias obreras y campesinas. Después del 11 de abril de 1952 la mayoría (de ellas) estaban dirigidas por los trotskystas…”
La anterior apreciación -con posterioridad de los acontecimientos- no es exacta, es forzada para demostrar que el POR/Bolivia dominaba la situación política y arrastraba tras de sí a la mayoría de la clase obrera, por lo menos. Las apreciaciones de Moreno, sobre todo, y también de sus seguidores más próximos resultan inexplicables cuando se refieren a acontecimientos político-históricos muy publicitados, como fueron las jornadas de Abril de 1952. Nos parece que fueron deliberadamente exageradas para demostrar que Michel Pablo se apartaba del trotskysmo al aconsejar el apoyo del POR/Bolivia al MNR en el poder, aunque no fue hecho de manera franca.
Lo que más extraña es que no se diga nada sobre las diferencias del POR/Bolivia con la política diseñada por la dirección de la Cuarta Internacional, esto mientras el morenismo argentino pugnaba por ser reconocido como “sección argentina” y desplazar de ese cargo al posadismo, esa especie de caricatura política.
Nos atrevemos a sostener que Moreno conocía el hecho inocultable de que el POR y la dirección de la Cuarta Internacional juzgaban de manera diferente los acontecimientos bolivianos. El secretario general porista dijo públicamente en la capital francesa, al día siguiente de la victoria popular del 9 de abril (llevó la opinión de los bolivianos y la contrapuso a la oficial de la dirección cuartista):
“Que el POR/Bolivia tenía como línea política luchar por el poder arrancando al MNR su control sobre las masas obreras, de la clase media y seguidamente de las nacionalidades nativas”. Esta posición no agradó casi a nadie de la IV Internacional, que curiosamente partían del supuesto de que éramos ya mayoría (creían descubrir las pruebas en la “Tesis de Pulacayo” y en el Bloque Minero Parlamentario), sobre todo en el seno de la COB, la fuerza más poderosa en ese momento.
Se olvida el desarrollo del proceso revolucionario. Como tantas veces la realidad es arbitrariamente sustituida por esquemas subjetivistas; se olvida la realidad objetiva y se la reemplaza por buenos deseos. Los observadores, los historiadores, los políticos, caen en estos excesos y por eso se les escapan las leyes del desarrollo y transformación de la sociedad boliviana. Hay que concluir que no son marxistas y por eso caen con tanta frecuencia en el aventurerismo y en el reformismo, que siempre llevan a las trincheras de la burguesía.
En los primeros momentos del aplastamiento del aparato estatal feudal-burgués, el imperialismo norteamericano estaba convencido de que el MNR, particularmente algunos de sus líderes, eran comunistas, que estaban dispuestos a imponer al país el radicalismo de la “Tesis de Pulacayo”.
La rosca feudal-burguesa partía del convencimiento de que Estados Unidos no permitirían a los comunistas del MNR consolidarse en el poder y que la nación opresora estaba obligada a recuperar la “democracia” -hemos dicho que en Bolivia nunca ha existido, no existe ni existirá- para devolver a ella el manejo del aparato gubernamental. La experiencia enseñará que al imperialismo le interesaba convertir en su instrumento a un partido capaz de embridar a las masas; es por esto que concluyó apuntalando al movimientismo, prestándolo soporte económico, etc. El MNR resultó en ese momento la mejor variante para Washington.
En los primeros momentos, uno de los hechos de mayor importancia resultó ser el boicot y la arremetida vigorosa del imperialismo. El POR, fiel al marxismo, al pensamiento de Trotsky, rechazó la intervención imperialista en el país y, por estar impedido de tomar el poder -esto porque no era la dirección de las masas- no lanzó la consigna de derrotar al MNR. Ese repudio a la ingerencia norteamericana, importaba la defensa de la soberanía nacional y se convertía en un factor que no debilitaba al gobierno combatido sin cesar por los trotskystas. Reiteramos que para nosotros esta conducta era correcta, era la respuesta revolucionaria a una situación determinada. Las masas, dándonos la razón, fortalecieron al gobierno movimientista.
LOS ERRORES MÁS GRUESOS DEL MORENISMO
Hay que preguntarse si lo sucedido en 1952 fue “la (revolución proletaria) más grande, perfecta y clásica, en lo que va del siglo…” Esta afirmación es una monstruosidad anti marxista de la primera a la última letra.
¿Cuál sería la revolución «más grande, perfecta y clásica” en nuestra época? Aquella de la presencia y predominio revolucionario del proletariado. Esa sería una revolución social que materialice la finalidad estratégica de la dictadura del proletariado, en Bolivia un perfecto gobierno obrero- campesino.
La “revolución clásica” es aquella que debe ser tomada como referencia, si se quiere como un modelo a imitarse. Tratándose de la revolución de 1952 no hay que imitarla sino superarla, hasta convertirla en social, cuyo punto culminante es la dictadura del proletariado.
La argumentación del morenismo para justificar su atrevida caracterización de la revolución de 1952 es extremadamente débil; se limita al planteamiento de que el POR era la dirección de las masas, que virtualmente había arrinconado al movimientismo. Nada de esto es exacto.
El POR que llega a 1952, era entonces un partido muy joven, que iniciaba su penetración en el seno de las masas, particularmente del proletariado minero. Fundado en 1935, soportó un quinquenio de enquistamiento y difícilmente pudo aclimatarse en el país. Los logros importantes señalados por el morenismo tuvieron lugar casi de espaldas a la IV Internacional de entonces.
Excepcionalmente y por única vez en el mundo, la actividad de los trotskystas poristas se tradujo en la adopción por los sindicatos de un programa ideológico, que es una versión del programa de transición y, al mismo tiempo, hizo contribuciones a la caracterización del país y a la enunciación del objetivo estratégico y de los métodos de lucha propios del proletariado.
La “Tesis de Pulacayo” impulsó el desarrollo político de las masas y sigue teniendo vigencia después de medio siglo de su aprobación. Sucede esto porque su esencia sigue actuando a través de las masas. Es un ejemplo de cómo la ideología de la clase, su esencia, corresponden a las leyes históricas.
De una manera necesaria surge la pregunta: ¿para que la revolución sea “perfecta, grande y clásica” es suficiente un programa ideológico? Los programas -por muy importantes que sean- pueden quedar flotando en las nubes si no logran traducirse en organización de los explotados, en tradición. Eso se dio con el primer programa del POR. El marxismo enseña que las ideas cobran fuerza material si se enseñorean sobre las masas, lo que quiere decir que los militantes revolucionarios penetran en el seno de las masas y se truecan en su dirección.
No es cosa de la casualidad que habiendo comenzado a hablar de una declaración sindical pasemos -casi imperceptiblemente- a referirnos al programa partidista.
Tiene que extrañarnos que no se diga que la “Tesis de Pulacayo” contiene respuestas al programa del POR, pero, la particularidad o acaso anormalidad fue que se elaboró (por los activistas sindicales y los obreros de base) y de manera inevitable se volcó sobre el Partido. Durante algún tiempo, para el hombre de la calle esa Tesis era el programa del POR y de la FSTMB.
Esta realidad no fue una ventaja sino una anormalidad, que no correspondía a la inter-relación que existe entre las masas y el Partido político. Es el Partido, armado del programa, de la finalidad estratégica -elaborado colectivamente por la militancia- el que lleva las ideas hasta el seno de las masas para transformarlas, particularmente a su vanguardia. Esto es imprescindible para la transformación cualitativa del instinto en conciencia de clase, en política.
El proceso de transformación de la clase por el Partido le permite a éste transformarse, paso que exigen las masas politizadas. Corresponde al Partido -si quiere convertirse en dirección de las masas, mantener esta condición y evitar que aquellas las aplasten y hasta empujen hacia la derecha- transformar su programa y colocarse a la altura deja evolución de las masas. Todo esto supone condicionar la evolución de la política a los cambios de la situación que se vive, en gran medida definida por la acción y la actitud de las masas.
Lo que sucedió en Bolivia fue muy diferente. Nadie duda que el POR transformó a la clase obrera -es su acierto, su capital- pero tardó muchísimo en transformarse programáticamente para actuar como verdadera dirección de los explotados y oprimidos, particularmente en las jornadas de 1952. No pudo precisar con exactitud cómo debía actuarse, qué consignas enarbolar para encaminar a las masas hacia el poder.
No es mecánicamente que el Partido responde a las exigencias de las masas en lucha, lo hace a través del perfeccionamiento dé su programa y de la actividad de la militancia en la batalla. Si esto no sucede, son las masas las que pugnan por pasar por encima del Partido y lo empujan a un lado. No puede permanecer indefinidamente vacío del puesto de la vanguardia; si esto sucede los que luchan se aferran de la levita de cualquiera y le atribuyen todas las virtudes concebibles. Hay que concluir que el enorme retardo en la transformación del programa dejó vació el puesto de la dirección revolucionaria, no pudo colocarse a la cabeza de las masas y, por esto, no las condujo a la toma del poder. Los mineros, los fabriles destruyeron al Estado feudal burgués y al ejército, pero aquellos entregaron el poder político en charola de plata nada menos que al MNR (en el momento actual está en el poder y dirigido por el nuevo Patiño, por Goni). Una frustración que, en gran medida, se debió a lo que era el POR como partido. No se puede disimular que el Partido que transformó a la clase, concluyó (en las jornadas de Abril) como un obstáculo para la instauración del gobierno obrero-campesino o dictadura del proletariado.
Nuestros críticos podrán encontrar documentos acerca de este proceso, que aparecen en las “Obras Completas”, y esperamos que sus críticas estén fundamentadas en el verdadero pensamiento y acción de los trotskystas bolivianos.
Cuando se elabora la “Tesis de Pulacayo”, la vieja guardia porista, que seguía siendo la dirección, no estaba de acuerdo con ese documento, lo criticaba a medias y lo saboteaba. Un poco más tarde, el que fungía de secretario general redactó una tesis francamente movimientista.
El POR era una pequeña minoría en la COB, pero la honestidad de los delegados obreros del MNR le permitió imponer algunos documentos importantes, sobre la tierra, la nacionalización de las minas, etc. La “Tesis de Pulacayo” fue programa de la COB hasta 1954, cuando se aprobó un documento movimientista y comenzó su burocratización, paso obligado hacia su estatización.
Los comentaristas no dicen nada sobre el “cogobierno MNR-COB”, que así se llamó a su integración en él por los movimientistas obreristas, que eso eran los lechinistas. Había que actuar en este marco, que definía la dualidad de poderes. Por eso el POR propuso el monopolio obrero del gobierno, como un posible paso hacia la dictadura del proletariado.
(Extraído de las Obras Completas, Guillermo Lora, tomo LXIII, 1995-1996, pág. 35)
Publicado en el BOLETIN DEL CERCI homenaje a diez años del fallecimiento de G.L.