¿Qué significaba ser joven en 1968?
LudivineBantigny: En aquella época empezaban a reunirse las condiciones materiales para que la juventud existiese como una categoría social completa. Se le ofrecían más medios para existir como tal, con posibilidades específicas. En los espacios domésticos, por ejemplo, mejoraron las condiciones de alojamiento. El hecho de tener una habitación individual, de poder escuchar su música con la aparición del transistor, fue algo muy importante para que la juventud pudiera vivirse como una edad singular. Empezó a ser objeto de políticas públicas específicas, como lo muestra la creación de un Secretariado de Estado (1963) y después de un Ministerio (1966) de la Juventud y los Deportes.
Pero la juventud se encontraba atravesada por numerosas diferenciaciones. Los gustos culturales eran entonces de una muy pequeña minoría, globalmente muy privilegiada desde el punto de vista social y cultural. Los hijos de obreros representaban en esa época el 10% de los estudiantes de universidad y entre el 4% y el 6% los de los campesinos.
Y estaba lejos de ser una generación dorada, contrariamente a lo que se piensa a menudo. A partir de 1966 hubo un giro en la coyuntura económica. Empezó a plantearse la cuestión del empleo, muy particularmente para los jóvenes: se estima que en 1968 había cerca de 500.000 desempleados. No es anodino que la ANPE (Agencia Nacional para el Empleo, ndt) fuese fundada en 1967. Aparece también en ese momento un secretariado de Estado de Empleo, que estuvo a cargo de Jacques Chirac, al que sus detractores le llamaban “Señor Desempleo”. La temática de la descualificación empezaba igualmente a emerger. Algunos estudiantes lo decían: “Nuestra licenciatura no va a servir para nada”. Temían ya entonces no encontrar empleo a la altura de su formación.
En fin, los jóvenes sufrían, en cierta manera, ,un “perjuicio de la edad” en relación al mercado de trabajo, a través de deducciones instauradas en la Liberación. A trabajo igual y a cualificación igual estaban peor pagados que los obreros adultos de más de 21 años y solo cobraban un porcentaje de ese salario, variable según las ramas y los sectores profesionales.
¿Se puede decir de Mayo del 68 que fue un movimiento de jóvenes?
L.B.:¡Es difícil hablar de un movimiento puramente generacional cuando 10 millones de personas cesaron de trabajar en Francia, de los que más de 7 millones fueron asalariados en huelga! Hubo, sin embargo, una dinámica específica de la juventud en el desencadenamiento de los acontecimientos. No solo en Nanterre o en el Barrio Latino sino también en Caen algunos meses antes, donde numerosos jóvenes obreros salidos del medio rural entablaron una huelga muy dura. Los jóvenes estuvieron también muy presentes en las movilizaciones de agricultores que precedieron a Mayo del 68. Fue por otra parte en Quimper donde se lanzaron los primeros adoquines contra la prefectura y en Le Mans fueron levantadas las primeras barricadas, en octubre de 1967.
Lo que es interesante en todas esas movilizaciones es que tenía lugar un encuentro entre medios sociales que hasta entonces habían dialogado bastante poco. En Caen los estudiantes apoyaron fuertemente a los jóvenes obreros en los piquetes de huelga. En el mismo Barrio Latino hubo montones de jóvenes obreros, empleadas, cajeras, pinches de restaurante, chicos de café. Se expresaron formas de solidaridad juvenil en el enfrentamiento contra las fuerzas de orden.
Sobre esa solidaridad práctica en el combate contra la policía se anudó, entre los estudiantes movilizados, un proyecto de alianza social. Los estudiantes no quisieron ser reducidos a su status de hijos de papá; no querían ser, como ellos decían, los engranajes de la burguesía.
Ser joven en 2018, ¿ya no tiene nada que ver?
Camille Peugny: Tener 20 años en 1968 era, cualquiera que fuese su origen social, haber nacido en un momento en el que el fuerte crecimiento modelaba la percepción del futuro. Por ejemplo, los niños nacidos en 1948 vieron transformarse a la sociedad, e incluso aunque se mantuvieron las desigualdades, cada cual podía proyectarse en ese movimiento socialmente ascendente. A la inversa, el o la que tiene 20 años en 2018 ha nacido en una sociedad en la que la generación de sus padres ha conocido la crisis en el curso de los años 1980. La esperanza de elevarse tiende a ser reemplazada por el temor a caer socialmente. Evidentemente, eso cambia todo.
“En 1968, aumentó el peso demográfico de los jóvenes, esas generaciones que guiaron las transformaciones sociales”
Por otra parte, ser joven en 1968 es ser joven en una sociedad en la que aumentaba el peso demográfico de los jóvenes, en la que esas generaciones guiaron las transformaciones sociales. Es llamativo en los escritos de algunos sociólogos que, en el curso de los años 1970 y 1980, enterraban de alguna forma a las clases sociales para profetizar la “medianización” de la sociedad. Por ejemplo, en Henri Mendras[1], esa medianización pasa por los jóvenes. Describe los nuevos oficios que emergen en los años 1970 en el sector médico-social, la educación, la cultura… Y hace de los jóvenes que los ejercen los “núcleos innovadores”, dicho de otra forma los que van a dar vuelta al mundo antiguo.
Una argumentación cuestionable, en la medida en la que los jóvenes constituían entonces, como hoy, una categoría socialmente muy heterogénea, pero que subraya cómo los jóvenes de 2018 están desposeídos de las palancas del cambio social. La Asamblea Nacional salida de las urnas en 1981 contaba, hay que recordarlo, tantos diputados treintañeros como sexagenarios. En la Asamblea de 2012, estos últimos eran ocho veces más numerosos. Con, entre ellos, numerosos treintañeros de 1981… Agréguenos que, de la misma forma que las deducciones (salariales) de 1968, existe siempre una barrera de edad para convertirse en un ciudadano a parte entera, ya que hay que alcanzar los 25 años para tener derecho a los mínimos sociales sin restricciones.
¿Se puede decir de Mayo del 68 que se trató de una revuelta de los jóvenes contra sus mayores?
L.B.: No parece que lo esencial fuese una oposición de generaciones. Hubo una verdadera solidaridad intergeneracional en el acontecimiento. Lo manifiesta la cuestión de las condiciones de trabajo. En todos los lugares de Francia, el 1 de mayo, una reivindicación importante de las manifestaciones fue la “defensa del empleo”, como se veía en las octavillas y las banderolas. Pero la cuestión central fue la del coste de la prosperidad. El crecimiento estaba ahí, se mejoraba el confort, pero se seguía trabajando enormemente, ¡cerca de 46 horas por semana, fuese cual fuese la edad!
Por otra parte, en la oleada del 68, la aspiración principal de la juventud era de la de encontrar su lugar en la sociedad, de estar mejor integrada en ella, de encontrar un empleo. Sus valores eran los mismos que los de las generaciones precedentes; un gran apego a la familia, a la fidelidad en el amor… Incluso si el acontecimiento 68 tuvo una fuerza cuestionadora innegable al suspender las evidencias -las jerarquías, la autoridad arbitraria, la concentración de los poderes…- e interrogar el orden social.
C.P.: Hoy ocurre lo mismo. La encuesta “¿Qué Generación?”, que hemos coordinado con Cécile Van de Velde para France Télévisionsen 2013, muestra que el sentimiento de frustración entre los jóvenes es intenso, pero la voluntad que se expresa mayoritariamente es la de obtener un contrato de duración indefinida (CDI) y hacerse ciudadanos como los otros, raramente la de orientarse hacia otro modelo de sociedad. Por otra parte, los que tienen 20 años en 2018 son la segunda generación de la crisis. Sus padres han conocido las mismas dificultades de inserción al comienzo de los años 1980. Lo que puede crear las condiciones de una solidaridad intergeneracional que quizá no se encontraba con la misma intensidad hace algunos decenios.
¿Así pues, no hay más conflicto generacional en 2018 que en 1968?
C.P.: La crítica del egoísmo de los baby-boomers,que habrían dilapidado los frutos del crecimiento y legado las deudas a la generación de sus hijos, es un discurso que me parece políticamente peligroso. Por una parte, al poner adelante una diferenciación generacional, invisibiliza las desigualdades entre grupos sociales. Por otra parte, permite liberar de toda responsabilidad a las políticas públicas llevadas a cabo desde hace varios decenios. Por supuesto que hay desigualdades entre generaciones. Estar obligado a esperar a la edad de 30 años para obtener su primer CDI es no poder hacerse propietario o alquilar sin la garantía de sus padres, no poder tener hijos… Pero eso no debe hacer olvidar que cada clase de edad conoce desigualdades sociales: ¡las clases sociales atraviesan y fracturan las generaciones!
L.B.: Agregaré que no se puede comprender el destino de una generación únicamente a través de su entrada en la vida activa: los baby-boomers han sido despedidos a los 54 años y han permanecido en el paro hasta la jubilación. Ellos también han sufrido el prejuicio de la edad: “Sois demasiado viejos, no sabéis adaptaros, no sois bastante flexibles…”.
¡Las figuras mediatizadas de Daniel Cohn-Bendit, Serge July o Bernard Kouchner no son representativas de los 10 millones de personas que se movilizaron en mayo y junio de 1968! Por otra parte, hay que tener en cuenta igualmente las solidaridades intergeneracionales y el apoyo financiero que los padres aportan actualmente a sus hijos. En el fondo, denigrar el 68 tiende a decir: “Mirad lo que eso ha traído, ¡sobre todo no hagáis lo mismo!”. Los detractores de una huelga general con ocupaciones encuentran en ello su cuenta.
Otro proceso recurrente hecho a Mayo del 68 es el de haber abierto la puerta a una sociedad ultra-individualista
L.B.: Eso es otro gran contrasentido. Todo lo que llevaban consigo los huelguistas, las manifestantes, en resumen las y los protagonistas del acontecimiento, estaba orientado hacia la perspectiva de una emancipación colectiva. No se puede reducir el 68 a algunos eslóganes, por poéticos que sean, como “gocemos sin trabas”: esas palabras están pintadas sobre las paredes por un pequeño puñado de jóvenes. Por otra parte, el tema de la sexualidad no fue verdaderamente abordado en el 68. Se buscó pensar una mejora para todas y todos de las condiciones de trabajo y de existencia. Fue un movimiento profundamente solidario.
C.P.:Hoy, los jóvenes permanecen muy apegados a las vías colectivas de la movilidad social que son la escuela y el trabajo. Pero tienen una imagen muy negativa de su realidad actual, juzgando injusta a la escuela y sus esfuerzos poco recompensados en el mundo del trabajo.“En lo sucesivo sólo puedes salir adelante por ti mismo”, consideran. Pero sería abusivo interpretar eso como una forma de individualismo: es más un “liberalismo de necesidad”. Tienen el sentimiento de que esas vías de movilidad han funcionado bien para sus padres, pero que para ellos están bloqueadas.
L.B.: De hecho, como han mostrado Luc Boltanski y Eve Chiapello[2], es la nueva gestión empresarial la que ha puesto la cuestión del individuo al gusto del día, recuperando las consignas del 68: ya no queréis capataces, ¿es demasiado jerárquico? ¡Vais a ser vuestros propios capataces, el empresario de vosotros mismos! Eso es a lo que ha conducido al movimiento de desestructuración de los colectivos y de individualización de las condiciones de trabajo, vía la multiplicación de las evaluaciones y de las incitaciones a los resultados que se han experimentado estos últimos decenios, con los dramas que les han acompañado.
C.P.: Esta individualización de la relación de trabajo está acentuada por el capitalismo de plataforma (encarnado por Uber o Deliveroo, por ejemplo) y el desarrollo de los servicios a la persona… Los autoempresarios lo son para muchos jóvenes que ya no tienen ningún colectivo de trabajo, que están muy aislados. Es una dimensión importante de la precarización del trabajo. En la actualidad, ¡millones personas de menos de 40 años trabajan sin haber encontrado nunca a un delegado de personal! Es un gran obstáculo para la movilización.
Franci
Traducción: viento sur
[1]La seconderévolutionfrançaise, 1965-1984, Gallimard, 1988.
[2]El nuevo espíritu del capitalismo, Akal, 2002.