Ningún intelectual ha encarnado mejor y tanto tiempo el espíritu (revolucionario) de Mayo de 1968 como Daniel Bensaïd.
Es conocida la categoría gramsciana de intelectuales orgánicos, ya sean los que produce la clase dominante con el fin de asentar su hegemonía ideológico-cultural como los que emergen en el combate contra-hegemónico llevado a cabo por las capas subversivas del orden social establecido. ¿Pero cómo calificar a Daniel, intelectual sesentayochista por excelencia, representante de un espíritu revolucionario que se apoderó del movimiento de masas en el tiempo de algunas mañanas, antes de contraerse como cuero viejo con el paso de los años hasta el punto de que en su décimo aniversario no era ya más que un recuerdo lejano en la conciencia colectiva de la gran mayoría de sus actores