por Gabriel Rivas
“El señor Bray no ve que esta relación igualitaria, este ideal correctivo, que él quisiera aplicar en el mundo, no es sino el reflejo del mundo actual, y que, por tanto, es totalmente imposible reconstituir la sociedad sobre una base que no es más que una sombra embellecida de esta misma sociedad. A medida que […]
“El señor Bray no ve que esta relación igualitaria, este ideal correctivo, que él quisiera aplicar en el mundo, no es sino el reflejo del mundo actual, y que, por tanto, es totalmente imposible reconstituir la sociedad sobre una base que no es más que una sombra embellecida de esta misma sociedad. A medida que la sombra toma cuerpo, se comprueba que este cuerpo, lejos de ser la transfiguración soñada, es el cuerpo actual de la sociedad” Marx, Miseria de la Filosofía, 1847
“Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto”. Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848.
De un tiempo a esta parte se ha vuelto un problema común para toda la izquierda la escisión entre los movimientos sociales que avanzan en el desarrollo de la lucha política y los partidos políticos obreros, lo que se expresa la evidente fragmentación de la lucha obrera. La columna de Felipe Ramírez[1] -con quien alguna vez compartimos partido-, en esta misma revista, es ejemplar al respecto. En general, a falta de un análisis preciso, los llamados -incluyendo el de Felipe- parecen no tener más respaldo que la urgencia por aprovechar esta supuesta ventana de oportunidad que es la crisis en curso y la apelación a cuestiones más propias de la fe que de la política. Llamados que parecen ser más un gesto reactivo cuando su urgencia está motorizada más por la unidad de los capitalistas como enemigos -que sobrepasan la capacidad política de la clase obrera para centralizar y disciplinar su acción- que por la potencia revolucionaria del proletariado como sujeto histórico.
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