El Capítulo primero de la célebre «Historia de la Revolución Rusa» de Trotsky —que se presenta en este enlace— es una definición general sobre el carácter de la mundial de la revolución socialista, dominada por la dialéctica permanente que permite entender por qué el país más atrasado de Europa ya se encontraba maduro para protagonizar su propia revolución obrera.
Esta cuestión no es en absoluto de interés erudito, sino que marca hasta el día de hoy el centro del debate político en Chile y América Latina. Durante el siglo XX los Frentes Populares y la propia Unidad Popular, descansaron en la premisa de que en nuestro país no estaban las «condiciones» para la toma del poder por los trabajadores. Hoy día mismo, se sigue sosteniendo idéntica monserga que plantea reducir el accionar de la clase trabajadora a la acumulación de fuerza electoral bajo el amparo de la burguesía liberal. Lo que hoy se conoce con cacofonías como antifascismo o antineoliberalismo, la base teórica del gobierno que hoy está instalado en La Moneda.
Así, en el Prólogo de esta obra nos encontramos con varias consideraciones previas sobre la misma: “El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos (…). La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”. A continuación, sin embargo, precisa: “Las masas no van a la revolución con un plan preconcebido de la sociedad nueva, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad vieja”.
Es entonces cuando se puede plantear abiertamente la lucha directa por el poder, tarea en la que se resume definitivamente toda revolución.
El Porteño
El rasgo fundamental y más constante de la historia de Rusia es el carácter rezagado de su desarrollo, con el atraso económico, el primitivismo de las formas sociales y el bajo nivel de cultura que son su obligada consecuencia.
La población de aquellas estepas gigantescas, abiertas a los vientos inclementes del Oriente y a los invasores asiáticos, nació condenada por la naturaleza misma a un gran rezagamiento. La lucha con los pueblos nómadas se prolonga hasta fines del siglo XVII. La lucha con los vientos que arrastran en invierno los hielos y en verano la sequía aún se sigue librando hoy en día. La agricultura -base de todo el desarrollo del país- progresaba de un modo extensivo: en el norte eran talados y quemados los bosques, en el sur se roturaban las estepas vírgenes; Rusia fue tomando posesión de la naturaleza no en profundidad, sino en extensión.
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