Entrevista a Franck Gaudichaud: elecciones presidenciales, una primera vuelta llena de sorpresas

 

por Stéfanie Prezioso //

Los sondeos y los medios dominantes afirmaban rotundamente que las elecciones presidenciales chilenas confirmarían el giro a la derecha en América Latina. La vuelta a la presidencia del Berlusconi local, el expresidente Sebastián Piñera estaba asegurada tras una segunda presidencia de Michelle Bachelet muy decepcionante

¡Caramba! ¡Otro error! Si en 2009, Sebastián Piñera había obtenido 3,6 millones de votos, el 19 de noviembre solo ha obtenido 2,4 millones (36,62%). Incluso con los votos (8%) del pinochetista José Antonio Kast, su victoria no está forzosamente asegurada de cara al 17 de diciembre.

Del lado del candidato socialista Alejandro Guillier, el resultado no es excelente: el 22,67% de los votos. En efecto, Beatriz Sánchez -candidata de una nueva formación de izquierdas, el Frente Amplio- obtiene un resultado del 20,27%. Y el Frente Amplio obtiene 20 escaños en el Parlamento y un senador (contra 2 en el precedente Parlamento).

Para analizar esta situación imprevista, publicamos el análisis de Franck Gaudichaud, autor en particular de Chile 1970-1973: mil días que estremecieron al mundo, Sylone Editorial 2017, y del libro colectivo Chile actual. Gobernar y resistir en una sociedad neoliberal (l´Harmattan, Paris, 2016) y miembro de la redacción de Contretemps.

Varios sondeos daban como vencedor de las próximas elecciones a la presidencia de Chile al expresidente Sebastián Piñera. ¿Porqué esa posible vuelta del representante de una derecha antosocial?

Se dice a menudo, parafraseando a Marx, que las ideas dominantes en la sociedad son precisamente las de las clases dominantes. En el caso chileno, hay que recordar lo que significó el período de la dictadura (1973-1989): una transformación contrarrevolucionaria radical y la implantación a sangre y fuego del neoliberalismo en ese país, que ha sido el país del mundo que lo ha vivido de forma más larga.

La derecha pudo finalmente difundir sus ideas por todas las capas de la sociedad, rompiendo la solidaridades, la fuerza del movimiento obrero y el Estado social de la época de Allende (1970-1973). Los 20 años de los gobiernos de la Concertación [ndlr: coalición de la socialdemocracia y de la democracia cristiana 1990-2010] no han hecho sino reforzar ese proceso. Finalmente, la vuelta de la derecha en 2010 -con el primer mandato presidencial de Piñera- ha confirmado el peso de las ideas y de los puntos de vista neoliberales en Chile.

¿Porqué esta vuelta de una derecha antisocial tras el segundo mandato de Michelle Bachelet?

Piñera ha puesto el eje de toda su campaña en el escaso crecimiento y las fuertes desilusiones producidas por el mandato de la presidente saliente. Ha mantenido un discurso que funciona entre una parte de la población, centrado en la empresa, el desarrollo económico y la ascensión individual. La sociedad chilena sigue siendo en gran medida conservadora, pero este modelo se fisura cada vez más. La derecha chilena es efectivamente reaccionaria, pero recordemos que es todo el sistema político heredado de la dictadura el que lo es y que, en el plano macroeconómico, el centro izquierda de la ex-Concertación y la derecha llevan a cabo más o menos la misma política (neoliberal). En fin, a la derecha de Piñera se encuentra un candidato abiertamente pinochetista, José Antonio Kast (que de todas formas ha obtenido ¡el 8% de los votos!), y que hay también nostálgicos de la dictadura incluso en el seno de la coalición de Piñera que comenzó su fortuna a la sombra de los militares y de su propio hermano, importante ministro de Pinochet…

¿Cuál es el balance del mandato de Michelle Bachelet y del gobierno de la «Nueva mayoría» (los partidos de la Concertación -PS y PDC- más el Partido Comunista)?

La elección del segundo gobierno de Michelle Bachelet resultó de una campaña realizada en una época en la que la actual presidenta era aún muy popular y gracias a la recuperación -en parte- de las reivindicaciones de los movimientos sociales de 2011, en particular el movimiento estudiantil por una educación gratuita, pública y de calidad. Estas demandas fueron, por decirlo así, digeridas y «neoliberalizadas». Bachelet ganó así las elecciones de 2013 prometiendo reformas de la educación, de la fiscalidad y de la Constitución.

Ya se puede hacer el balance de su mandato: Michelle Bachelet encarna un progresismo «transformista» social-liberal. Ha realizado una reforma fiscal indolora para el gran capital (minero en particular) y los más ricos; en cuanto a la reforma de la educación, solo el 28% de los y las estudiantes tienen por el momento acceso a la enseñanza superior gratuita: de hecho se trata esencialmente de una subvención del Estado a los establecimientos privados (el objetivo era llegar al 80% de gratuidad de aquí a 2020).

El proyecto de reforma de la Constitución fue efectuado gracias a parodias de «consulta ciudadana», y debe ser aprobado por el Parlamento y no por una Asamblea Constituyente. Recordemos que sigue en pie la Constitución (enmendada) de la dictadura… Sin hablar de las grandes movilizaciones realizadas, estos últimos años, contra los fondos de pensiones y por una reforma en favor de un fondo público y por reparto: no ha habido ningún avance sobre este tema, de donde se produce una gran desilusión entre la propia base electoral de Bachelet.

Se asiste más en general a una crisis de legitimidad de la «casta» política chilena y del modelo «democrático» instalado desde 1990, con unos niveles de represión social que siguen siendo elevados. Esto se traduce también en una tasa de abstención electoral: este escrutinio confirma que la primera mayoría de Chile es la abstención (el 54%, lo que es considerable). Es muy fuerte entre las clases populares, que no se sienten representadas, sin que esto se traduzca no obstante en una politización antisistema, sino muy al contrario, lo que se produce es más bien la inversa.

¿Existe una alternativa de izquierdas a la Nueva Mayoría? ¿Hay una recomposición política creíble de la izquierda radical chilena?

La (buena) sorpresa de esta primera vuelta son los resultados del Frente Amplio, cuya candidata, Beatriz Sánchez, supera el 20% y pisa los talones al candidato apoyado por Bachelet, Alejandro Guillier, que alcanza menos del 23% de los votos. Beatriz Sánchez ha estado a punto de pasar a la segunda vuelta, cuando solo se le concedía entre el 8% y el 10% en los sondeos. Es por tanto una bofetada para los medios dominantes. Se ve que el Frente Amplio ha logrado movilizar -lo que no es poca cosa- en ciertas grandes comunas populares como Puente Alto y Maipu, en Santiago. Ha logrado disputar este electorado a la derecha, fuerte en esos territorios. Esto en algunos meses, puesto que el Frente Amplio (FA) nació el pasado mes de enero. A ojos de varios centenares de miles de personas, ha logrado encarnar una alternativa de izquierdas creíble en el plano electoral.

Recordemos que el FA viene en parte de sectores que dirigieron el movimiento estudiantil de 2011 con, en particular, dos jóvenes convertidos posteriormente en diputados, Gabriel Boric y Giorgio Jackson: reagrupa un espectro amplio y heterogéneo, que va del centro liberal hasta varias organizaciones de izquierda radical como Igualdad o Izquierda Libertaria. Se trata de una coalición globalmente antineoliberal, que representa una especie de Frente de Izquierdas (Francia) o de Podemos (España) a la chilena, con verdaderas dificultades para implantarse verdaderamente en el seno de las clases populares.

Varios pequeños colectivos de la izquierda revolucionaria critican por otra parte la orientación, que juzgan como electoralista, del FA o la composición de su dirección, esencialmente proveniente de las clases medias. Beatriz Sánchez, periodista llegada tarde a la política, ha sido candidata tras haber vencido en unas primarias a un candidato más claramente posicionado a la izquierda, el sociólogo crítico Alberto Mayol. Pero, globalmente, el Frente Amplio ha tenido éxito en transformarse en fuerza alternativa nacional. Con estas elecciones, gana también 20 escaños en el Parlamento y un senador (de 155 escaños), es decir, más diputados y diputadas que el Partido socialista (el partido de Bachelet) y más de dos veces los del Partido Comunista (integrado en la mayoría presidencial). Es algo histórico.

La recomposición en la izquierda va por tanto a acelerarse. Queda por saber si se tratará esencialmente de una sorpresa electoral, que desemboque en una integración institucional de un nuevo centro-izquierda, lo que esperan las clases dominantes y élites tradicionales, o si el Frente Amplio logrará apoyarse en las resistencias «de abajo», incluso acercarse a los sectores anticapitalistas que no pertenecen a esta coalición. Ahora bien, hay en el seno del FA grandes contradicciones estratégicas, y la mayoría de los parlamentarios elegidos provienen de fuerzas marcadas por un reformismo «light», algunos de ellos son cercanos al PS y han trabajado incluso en los ministerios del gobierno saliente. Es a las bases del FA y a su izquierda a quienes corresponde llevar a cabo las batallas de orientación, y desde ahora mismo.

Para ganar en la segunda vuelta, Alejandro Guillier -candidato de la «Nueva Mayoría» tiene absolutamente necesidad de los votos de Beatriz Sánchez. Tiene también que recuperar el hundimiento de un partido esencial del sistema político tradicional -la democracia cristiana- que va, con certeza, a reintegrarse en la «Nueva Mayoría». El FA puede ya presionar sobre Guillier para que éste se comprometa públicamente a poner fin al sistema de fondos de pensiones, a favor de una transformación de la educación, del control público de los recursos naturales y a favor de una verdadera Asamblea Constituyente.

Pero sin mantener ninguna ilusión sobre este candidato que es alguien verdaderamente producto del establishment y, sobre todo, sin entrar en negociaciones de aparato y de posible mayoría de gobierno, con riesgo de perder de entrada todo el capital político. Ahí también algunos dirigentes del FA (en particular de Revolución Democrática) son poco claros en su posicionamiento. Sin embargo, son numerosos los y las militantes del FA que desean no llamar a votar por Guillier y los herederos de la vieja Concertación (un «ni un voto por Piñera» sería en efecto suficiente en el plano táctico)…. Entre los grandes ausentes, están sin duda alguna los trabajadores movilizados que han permanecido en gran medida al margen de esta campaña electoral, en un momento en que el movimiento sindical está revitalizándose poco a poco.

Pero estas elecciones y el surgimiento inesperado del FA marcan una inflexión y una apertura del campo de lo posible. Habrá que seguir lo que ocurra en la segunda vuelta: si Piñera es finalmente capaz de ganar el 17 de diciembre, inscribiéndose en la ola del «giro a la derecha» actual de América del Sur o si la recomposición en curso permite a Alejandro Guillier gobernar en el centro izquierda, esperando de todas formas que haya -y esto cualquiera que gane- una ampliación de las luchas sociales pues hay aún un largo camino para la construcción de alternativas reales en Chile. Y es aún y como siempre la digna resistencia del pueblo Mapuche la que podría mostrar la vía, igual que las numerosas resistencias -aún dispersas- ecoterritoriales, salariales y feministas.

Entrevista realizada por Stéfanie Prezioso para el periódico SolidaritéS (Suiza).

 

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