por Gustavo Burgos //
Se recuerda la expresión PEM (Programa de Empleo Mínimo) como quien recuerda una figura demoniaca de la infancia. Fue un plan creado por el Ministerio del Interior en 1974 en Chile y puesto en práctica en marzo de 1975, bajo la dictadura de Pinochet. Fue considerado como «un subempleo institucionalizado, mediante programas especiales de absorción de mano de obra.»
Si bien se estableció oficialmente con carácter provisional, se mantuvo prácticamente durante toda el Régimen Militar, desde 1974 hasta 1988. El sueldo percibido por los trabajadores era aproximadamente un tercio del salario mínimo, UNOS $70.000.- actuales, poco menos
Los trabajadores adscritos a este programa iban desde los jornaleros hasta los profesionales universitarios, quienes se inscribían en los municipios. A pesar de ser obreros municipales, no eran considerados tales ya que «ni siquiera eran considerados trabajadores, sino personas pobres beneficiadas con un subsidio estatal contra el desempleo.»
No siempre tenían contrato formal, por lo que no siempre se les pagaban sus derechos previsionales (jubilación) y de salud. Entre las actividades que se realizaban por este programa, destacaban: Construcción de plazas y jardines.
Instalación de redes de alcantarillado, Construcción de calles y caminos. Labores de aseo y alimentación en jardines infantiles y escuelas. Atención de enfermos en hospitales y consultorios. Trabajos administrativos en oficinas públicas.
La crisis de los 80 implicará la creación de un plan más grande llamado POJH, creado para generar empleo en un país cuyas tasas de desempleo llegaron al 30% de la fuerza laboral.
Siempre se sostuvo que la productividad de estos trabajadores era muy baja, y muchas de sus trabajo implicaban labores calificadas como absurdas e inútiles. Sin embargo su relevancia económica está íntimamente ligado al «boom» que comienza el 86/87.
Se trataba de una mano de obra prácticamente esclava. Cuadrillas del PEM eran puestas al servicio de las autoridades militares, beneficiando a privados en labores agrícolas, de construcción de caminos y otras que usaban extensivamente fuerza de trabajo pagada por el Estado, casi como un regalo.
El PEM y las privatizaciones, fueron parte sustancial de la acumulación originaria de los grupos económicos formados durante la dictadura y que emergieron como apéndices de la banca internacional. La burguesía chilena actual, en esa configuración que hoy hace comienza a hacer crisis se generó en este proceso.
A lo indicado hay que agregar un elemento político de primer orden, nada más que el PEM corporeizaba con tanto énfasis la derrota del proletariado chileno el 73. Ver esas cuadrillas de miserables y hambreados, sin ningún equipamiento, en los inclementes barriales del invierno, era una imagen de terror, un escarmiento escenificado, una muestra viva de que el capital podía seguir adelante arrasando con la clase trabajadora. Que los gamonales en nuestro país estaban dispuestos, como lo están, a hacernos volver a la esclavitud.