por Ariel Orellana
Desde alrededor del año 2006 se abrió un nuevo ciclo en la lucha de clases en Chile, con un movimiento de masas que enfrentó el sistema de dominación y explotación capitalista en alguno de sus pilares; por ejemplo, en el plano sindical las y los trabajadores del subcontrato impulsaron importantes y radicales luchas, el caso de los trabajadores subcontratados de Codelco y las Forestales fueron emblemáticos y lamentablemente costaron vidas. Los levantamientos regionales en Punta Arenas, Aysén, Copiapó, Freirina entre otro colocaron sobre la mesa el excesivo centralismo, la lucha por el fin del sistema de AFP y la derogación del Decreto ley N° 3.500, la lucha por el fin al lucro en la educación y su transversal apoyo, las luchas medioambientales, y sin lugar a dudas la lucha antipatriarcal que millones de mujeres impulsaron desde las calles, con organización y movilización.
A pesar de las tremendas energías transformadoras de la clase trabajadora y el pueblo, las luchas se mantenían dispersas y desarticuladas, en un desarrollo desigual y en muchas ocasiones conducidas por el reformismo o los sectores liberales y ciudadanistas, los cuales bajo diversas estrategias buscaban institucionalizar los conflictos a través de plebiscitos, comités de expertos, parlamentarización de las luchas, entre otras artimañas del poder.
Sin embargo, el alzamiento popular de octubre significó un salto cualitativo y cuantitativo en el desarrollo del movimiento de masas. Este alzamiento a pesar de ser una irrupción no planificada, fue un cuestionamiento real a la integralidad del modelo de dominación y explotación capitalista. Recuperando formas históricas de lucha radical, la vuelta a las calles, la irreverencia frente a la legalidad burguesa, la autodefensa de masas y la protesta popular fueron la expresión máxima de rebeldía de un pueblo que despertó, para no volver a dormirse.
Este clímax del movimiento popular y de masas permitió el desarrollo explosivo de los niveles de conciencia de la clase trabajadora que la propia lucha fue dotando, la fuerza insolente del pueblo se expresó en miles de marchas, barricadas, enfrentamientos. Las características de este alzamiento que lo diferencia de las luchas que venían dándose desde el 2006 aproximadamente, fue su extensión nacional, su combatividad, su amplitud en demandas y sectores en lucha, su integralidad de reivindicaciones, entre otros elementos constitutivos.
También este alzamiento a través de asambleas territoriales, reuniones, encuentros, conversatorios permitieron ir dando curso a una batería de demandas y reivindicaciones ya no sólo sectoriales y aisladas, sino que transformarlas en un pliego común, de carácter nacional y que buscaba de forma integral resolver las demandas mínimas de la clase trabajadora, pariendo irruptivamente y quizás de cierta forma espontánea un pliego del pueblo y las y los trabajadores.
Demandas tales como sueldo mínimo $500.000, 40 horas de trabajo semanal sin flexibilidad, pasaje gratis estudiante y tercera edad, pago de locomoción y colación en todos los lugares de trabajo, congelamiento de tarifas de servicios básicos, fin a las AFP a través de la derogación del DL 3.500 y su sustitución por un sistema de reparto y pensión básica igual ingreso mínimo, por estatizar el transporte público, farmacias estatales fuera de la colusión, compra de terrenos para viviendas sociales, fin al lucro en la salud y la educación, nuevo sistema de protección de la infancia y la tercera edad, nacionalización de agua y los recursos naturales, protección a la maternidad y socialización del trabajo doméstico, libertad a las y los presos por luchar entre otras demandas que buscan mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo.
El pliego que originalmente surgió durante las primeras semanas del alzamiento popular ha ido sumando nuevas reivindicaciones, principalmente luego de la nueva coyuntura generada por la pandemia del coronavirus. La reincorporación de todos y todas las trabajadoras despedidas, o suspendidas a través de la mal llamada ley de protección al empleo, canastas de alimentos todos los meses para todas y todos los trabajadores y el pueblo, el fin de la violencia patriarcal que ha aumentado considerablemente llegando a tener más de 100 casos de femicidios con cerca de 23 mujeres asesinadas, la protección y cuidado de las y los trabajadores del sector salud y sus familias, entre otras.
La urgencia es dar un salto cualitativo en términos de construir un programa revolucionario que busque la transformación radical de la sociedad de clases. El alzamiento expresó las reivindicaciones populares, se construyó un extenso y sentido pliego del pueblo, las demandas mínimas de la clase están claras y nos queda, porque es necesario, justo y urgente, avanzar en la creación del programa de la revolución, que prefigure la sociedad nueva, la sociedad donde dejemos atrás la propiedad privada.
Este programa transformador, no debe ser fruto de intelectuales separados de la lucha de clases, es decir no debe aparecer desligado de la lucha de masas y emanado entre cuatro paredes aisladas de las luchas del pueblo, menos desde quienes coquetean con el bloque en el poder o que aspiran a los malolientes sillones institucionales.
Se hace imperioso que, desde los sectores organizados de la clase trabajadora y el pueblo, emerja un bloque que logre articular las diferentes expresiones político – sociales, y que sea expresión de la fuerza organizada de los sectores clasistas y revolucionarios. Un bloque que exprese orgánicamente la lucha por el programa de la revolución y se despliegue con la fuerza necesaria para realizarlo. Este espacio de unidad dialéctica e indisoluble entre las y los que luchan es el lugar del cual puede y debe emerger un programa de transformación que permita vislumbrar un camino de cambio radical de la sociedad de clases. El programa de la revolución, finalmente será una fuerza viva de millones de hombres y mujeres, que impulsen las demandas y reivindicaciones políticas, económicas y sociales, por acabar con el sistema capitalista de barbarie y busquen con la energía de millones construir un nuevo orden, dejando atrás lo viejo y edificando una sociedad libre de toda opresión y explotación.
(El autor es Trabajador Social, Magister (E) en Gobierno y Gestión Local, Diplomado en Gobierno y Gestión Pública; Desarrollo y Pobreza; Elaboración y Evaluación de Proyectos Sociales)