Bolivia: «Cómo murió César Lora»

Siglo Veinte (enviado especial).-  Encontrar a Isaac Camacho, dirigente minero caído en desgracia desde mayo pasado, no es tarea fácil. El acompañante de César Lora que fue testigo de su muerte anda a salto de mata por este distrito donde la Guardia Nacional y la Dirección de Investigación Criminal (DIC) tienen enorme personal de vigilancia; pero, tiene a su favor los socavones y los mil y uno recovecos que dan al minero experimentado una protección contra la que la policía no puede hacer nada…

Concertamos finalmente una cita, de noche, en la casa de un amigo común, y charlamos largamente sobre la muerte del dirigente minero que ha provocado controversias que subsisten hasta ahora.

Última etapa

Isaac Camacho es un hombre joven, de tez morena y de un aspecto que le revela enfermo o muy cansado, contrastando con su cuasi robustez anterior. “Vivir en el interior de la mina no es saludable”, dice a manera de explicación.

Iniciamos la entrevista pidiéndole que nos relate los sucesos que culminaron con la muerte de César Lora. “Muy poco es lo que tengo que añadir –nos dice– a lo que declaré a los periodistas de La Paz. El 26 de julio partimos de Sucre, donde al parecer ya habíamos sido identificados, para dirigirnos a San Pedro de Buenavista; íbamos en pos de tranquilidad y porque queríamos, fundamentalmente, reiniciar el contacto con nuestro partido y nuestros compañeros mineros”.

“En el trayecto –prosigue– resolvimos alquilar una mula para transportar nuestras pertenencias que, aunque pocas, nos hacían dificultoso avanzar. Estábamos verdaderamente cansados y nuestro caminar era lento, fatigoso…”

Delación

“En el viaje de Huañuma –continúa relatando– fuimos reconocidos por un exminero, Eduardo Mendoza, que después supe era dirigente MPC en esa región. Él se encargó de dar la voz de alarma a los elementos oficialistas que ya nos habían estado buscando por toda la zona”.

“Tres días después de nuestra partida y cuando nos hallábamos ya en Sacana, a 15 kilómetros de Buenavista, nos salió al paso un piquete de civiles armados, al mando de Próspero Rojas, el ya citado Eduardo Mendoza y N. Osio, quienes nos hicieron presos sin dificultades. Hubo sorpresa y delación, pues, el mismo que nos había alquilado la mula dio parte de nuestra presencia en la región, confirmando la delación de Mendoza que hacía el papel de sabueso en pos nuestra”.

Asesinato

“Cuando éramos conducidos a San Pedro –continúa Camacho– y a pocos metros del cruce de los ríos Tocacari y Ventilla, nuestros captores comenzaron a golpear bestialmente a César Lora. Cuando yo forcejeaba para liberarme de mis guardias, escuché un tiro de revólver. No bien volteé la cabeza, vi a César Lora en el suelo con la cabeza que le sangraba, murió casi instantáneamente, demandé que me victimaran de la misma forma. Por supuesto, no pasó nada. Tengo la seguridad, por este antecedente y por los informes que ya habían llegado hasta nosotros, que la patrulla oficial recibió órdenes de asesinar únicamente a Lora. Luego del suceso y cuando proseguimos la fúnebre caminata, me enteré, por las charlas de los que nos apresaron y asesinaron a Lora, que el capitán Zacarías Plata envió de Siglo Veinte a San Pedro a un emisario con la consigna de que se nos buscara en la zona”.

“Otro antecedente significativo es que el mulero, Enrique Mareño, fue detenido en la bajada que llaman las ‘Siete Cruces’, que está aproximadamente a 25 kilómetros de Sacana, donde los cabecillas del grupo que he mencionado, le dijeron que estaban buscando a dos políticos prófugos, mencionando nuestros nombres”.

No hubo ayuda oficial

“Cuando la comitiva, con su fúnebre carga, se aproximaba a San Pedro de Buenavista –continúa el minero– nos salió al encuentro el Sub-prefecto, que como por milagro ya estaba enterado de todo lo sucedido, pese a que en el trayecto no hay ni telégrafo y, por supuesto, ni teléfono. Fue él quien ordenó que el cadáver se trasladara hasta San Pedro. Ya en esa localidad, la presencia de la comitiva y el espectáculo de César Lora con la cabeza totalmente cubierta de sangre, causó verdadera indignación entre los pobladores que en un principio quisieron linchar a los homicidas. Por una trágica coincidencia, mi compañero de infortunio fue a morir allí donde había nacido”.

“Allí se produjo un verdadero tumulto, pues la gente del pueblo quería castigar en el acto a los asesinos, exigiendo además que el cadáver fuera velado en el salón municipal”.

“Es falso que las autoridades me hubieran ayudado y facilitado mi viaje. Fue el pueblo el que me auxilió, me puso en libertad y me embarcó en un camión que se dirigía a Oruro, en caso contrario, estoy seguro de que hubiera continuado preso hasta ahora o hubiera seguido la suerte de Lora, por ser un testigo incómodo”.

La otra versión

Le decimos a Isaac Camacho que en La Paz se presentaron dos personas afirmando que un disparo fortuito, durante una reyerta, había causado la muerte de Lora, y le leemos aquella parte del importe del ministerio de Gobierno que asegura que “Próspero Rojas y Lora disputaban la posesión de la pistola de éste último, Rojas se negaba a devolver el arma que Lora había ofrecido en venta y se empeñó en entregar dicha pistola a la policía de San Pedro de Buena Vista. En un arranque de nervios, y como ambos protagonistas estaban bebidos al igual que los demás acompañante, Lora se abalanzó sobre Rojas para quitarle el arma. En el forcejeo se produjo un disparo cuyo orificio de entrada se produjo en la naciente orbicular[1] externa derecha de la cara de Lora, con orificio de salida en la región occipital del mismo lado…”.

Falsedades

“Las autoridades –señaló Camacho– procedieron con muy poco tino. En primer término, los testigos, seguramente pagados o cómplices del crimen, no debían comparecer ante los tribunales de La Paz sino de Potosí. Pero, ese es antecedente sin importancia. Lo que si llama la atención es que se diga que Lora ofrecía su pistola en venta. Ella le fue arrebatada, naturalmente, tan pronto como fuimos capturados. Luego, ¿cómo puede creerse en semejante ingenuidad? ¿Dónde se ha visto que el preso ofrezca en venta un arma a su captor?”

“Más, lo que en verdad me ha indignado –manifestó nuestro entrevistado– es que se diga que ‘Lora y Camacho bebieron chicha en abundancia…’. Todos quienes conocen a César Lora saben de memoria que jamás bebió; es más, tenía marcada aversión por las bebidas alcohólicas. Cuarenta mil mineros (afirmó enfáticamente) están dispuestos a declarar y comprobar que su dirigente jamás tomó una copa de bebida; le tenía repugnancia al alcohol…”.

Otros antecedentes

Pero, hay más, nos dice el minero. “Según el informe que publicó la prensa y que tienen ustedes en la mano, hay un ‘orificio de salida en la región parieto occipital’; pero, resulta que la bala que mató a Lora, la única en este caso, recién fue extraída, achatada, cuando se le practicó la autopsia. Esto significa, a juicio mío, que el documento oficial fue redactado sin suficientes elementos de juicio, sin una investigación previa que era esencial”.

“De otra parte –prosigue– cuando se practicaba la autopsia aquí, en Siglo Veinte, en presencia de familiares del difunto, se pudo comprobar que el cadáver presentaba un fuerte golpe en la base del cráneo. Los médicos no opinaron sobre la causa; pero yo, testigo presencial de los sucesos, puedo afirmar que esas marcas señalan los golpes que recibió César Lora antes de recibir el ‘tiro de gracia’”.

Investigación

Hasta aquí lo que nos dice Isaac Camacho, dirigente minero y militante porista que ahora vive prófugo. En tanto, la opinión pública cree que, sean cuales fueren las causas del crimen, una investigación seria y a fondo se impone por muchas razones. César Lora Escóbar era un dirigente sindical y político que gozaba de enorme prestigio en las minas y fuera de ellas. Su vida consagrada a la lucha por los trabajadores mineros, por quienes ingresó a los socavones hace quince años, sin ser de familia obrera, fue un ejemplo de austeridad, de trabajo y de sacrificios. No se puede, por eso, dejar el crimen impune. Como no se puede dejar que la duda y las acusaciones den pábulo[2] a todo género de comentarios que atañen al gobierno.

La muerte de César Lora debe aclararse totalmente, para que no se hable más de asesinato y de venganza. Esto interesa más que a nadie al gobierno, que en ningún caso debe dar por concluidas las investigaciones de un hecho que hasta ahora resulta muy poco claro.


[1] En el texto original dice “obicular”.

[2] En el original dice “pávulo”.

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