Sir Oswald Mosley y la Unión Británica de Fascistas

por Soledad Bengoechea

“¿Por qué fui, entonces, un fascista? Para responder a esta pregunta debemos volver al otoño de 1931. La victoria del Gobierno Nacional en las elecciones de octubre de aquel año machacó al New Party y dio el poder a unos hombres que sabíamos, por amarga experiencia, que no harían nada, salvo acelerar la decadencia gradual de nuestro país hasta convertirlo en una potencia de segundo orden“,  Oswald Mosley en su autobiografía.

¿Qué fue el fascismo británico? Según el profesor Skidelski: “una creación personal de Sir Oswald Mosley. Pero no es improbable que en la década de 1930 un movimiento fascista más fuerte se hubiera desarrollado en Inglaterra sin Mosley”¿Era, pues, inevitable el fascismo en Inglaterra?

Después de la Primera Guerra Mundial, en el periodo de entreguerras, con mayor o menor importancia el fascismo apareció en la mayor parte de los países europeos. No fueron ajenos a ello la crisis económica con su correspondiente desempleo y los ecos que llegaban del triunfo de los bolcheviques en Rusia, que aterrorizaron a las clases acomodadas. El Reino Unido no se vio libre de la tentación del fascismo, a pesar de la firmeza de sus instituciones políticas, económicas y sociales. Aunque el ensayo no representó un peligro muy importante para su equilibrio, sus lazos con la Italia fascista y la Alemania nazi, y el hecho de que inclusive su rey, Eduardo VIII, y sectores poderosos de las clases dirigentes, de la aristocracia y de la intelectualidad británicas se mostraran simpatizantes del nuevo movimiento no autorizan a aseverar que el fascismo inglés se considere como una sencilla anécdota histórica.

Los primeros años de Sir Oswald Mosley 

Oswald Mosley nació el 16 de noviembre de 1896 en Staffordshire, Inglaterra,  en pleno auge del Imperio Británico. Procedía de una familia aristocrática anglo-irlandesa en el que el nombre de pila pasaba de padres a hijos. Sus padres se divorciaron cuando los hijos eran aún muy pequeños. La vida hogareña de Mosley se repartió entre su madre y su abuelo paterno.

Su madre vivía en unas condiciones económicas estrechas. El problema era pagar el colegio de los tres chicos en unos colegios que estaban considerados de los mejores. Oswald, se educó en el colegio Wichester y en la Real Academia de Sandhurs, centro inicial de entrenamiento de oficiales del Ejército Británico. Su abuelo paterno, en cambio, era un gran terrateniente. Vivía en un sólido edificio de estilo victoriano, levantado en medio de un parque, con lagos y jardines y rodeado de una gran extensión de tierra. Unos treinta jardineros fuera y unos once sirvientes dentro mantenían en orden aquel recinto, aparte de un ejército de doncellas y cocineras auxiliadas por dos expertas, dedicadas exclusivamente a preparar los bizcochos que contribuían a satisfacer  al vasto equipo de personas mayores de la familia Mosley.

Ya en las primeras páginas de su obra autobiográfica, Mi vida, escrita en 1968, Oswald Mosley sublimaba la vida en la mansión de su abuelo. Dado que en el pensamiento fascista el principio de armonía de clases está combinado con un fuerte nacionalismo, la comparaba a una especie de existencia en el mundo feudal, idealizando las relaciones establecidas entre el servicio y los amos: “aquella era realmente una sociedad sin clases”, afirmaba, “allí, las vacaciones se pasaban a base de caballo, perro y escopeta. Esa primera experiencia, señalaba, fue una de las que le forjaron en las relaciones sociales y en la forma de vida inglesa. La ideología de Mosley se situaba por encima de la absurda lucha de clases que consideraba perjudicial para la nación, para la sociedad con la cual, en sentido marxista, él identificaba con sus intereses. Esta es la raíz de lo que suele denominarse como fascismo y que confiere atractivo al nacionalismo, cuya ideología fundamenta una gran parte de las derechas radicales.

Aunque en su autobiografía declaraba estar en contra de todo tipo de guerras, en los últimos meses de 1914, justo al cumplir dieciocho años, Mosley se alistó voluntario para combatir en la Gran Guerra. Dejó temporalmente su regimiento y se fue a servir al Royal Flyng Corps. Nunca se había subido a un avión, pero solicitó el ingreso en ese cuerpo. Se incorporó a filas en Francia. Sufrió un accidente y estuvo postrado en una cama de hospital durante largo tiempo. De vuelta a primera línea en 1917, pudo apreciar la dureza de la “guerra de trincheras”, antes de finalizar la contienda en 1918.

Terminada la guerra, Mosley abandonó el Ejército Británico. Desde joven había tenido inquietudes políticas, y se alineó con los postulados regeneracionistas y nacionalistas de parte de la derecha británica. Estas ideas se sintetizaban en la búsqueda del “nuevo hombre” nietzscheano, capaz de crear un orden político alternativo. Estados Unidos y Alemania habían desplazado a Gran Bretaña,  económica e industrialmente y, además, se encontraba desestabilizada por los desajustes sociales de la Revolución Industrial.  Por ello, y porque su clase social así lo orientaba, se afilió al Partido Conservador. Buen orador, en 1921, con tan sólo 21 años de edad, fue elegido diputado del Parlamento Británico. Era, entonces, el hombre más joven de todo el país en acceder a dicho cargo. Pero en sus alocuciones ya mostraba su talante prefascista: se mostraba más como un revolucionario que como un diputado conservador. Altivo y soberbio, delgado y portador de un bigotito que recordaba a Hitler, su porte era el de un hombre seguro de sí mismo y tan preocupado por su aspecto que Trotski lo definió más tarde como el “coqueto aristócrata”.

En 1920 contrajo matrimonio con Lady Cinthya, una de las hijas de lord Curzon, antiguo Virrey de la India y ministro de Asuntos Exteriores (1918-24). Al decir de las crónicas sociales de la época, fue la “Boda del Año” entre uno de los más prometedores parlamentarios conservadores y la hija de un ministro de la Corona. Los reyes y reinas del Reino Unido y de Bélgica asistieron a su boda. Ella murió de peritonitis en 1933.

Sus devaneos con la política tradicional

Pronto dejó de sentirse cómodo en el Partido Conservador, sobre todo cuando éste perdió las elecciones de 1923. Un año después, pragmático, Mosley se afilió al Partido Laborista, que acababa de formar el primer gobierno de ese color, integrándose en el ala más revolucionaria y radical. Cuando Ramsay MacDonals inició en 1929 su segunda administración laborista, Mosley, que tenía 33 años, era nombrado el ministro más joven del gabinete. McDonalds le encargó un plan para relanzar la economía y reducir el paro generado por el crac de 1929. Mosley elaboró un proyecto keynesiano revolucionario (“revolución por la razón”, decía), una especie de New Deal británico conocido como “Mosley Memorandum”. Apostaba por incentivar el consumo con una política de créditos y el control público de la banca, la industria y el comercio exterior. Igualmente, estipulaba reducir el paro desarrollando un programa de obras públicas (lo que rebajaría solo el paro masculino, claro está), elevar la edad escolar hasta los quince años y fijar la de jubilación en los sesenta. Con el fin de llevar adelante este programa reclamó un poder ejecutivo sin oposiciones. Su plan fue aceptado por la ejecutiva laborista, pero la manera autoritaria de llevarlo a cabo fue cuestionadaA Mosley las cosas no se le pusieron fáciles. Sus propios compañeros de partido, a pesar de ser laboristas, se negaron en rotundo a que el Estado interviniese en el mercado y echaron por tierra cualquier tipo de saneamiento económico. Indignado, en 1931 presentó su doble dimisión como Ministro de Economía y como miembro del Partido Laborista. Abandonaba el laborismo en un momento en que el desempleo, después del crack del 29, había pasado de medio millón de personas a dos millones y medio en solo un año.

Fiel a su idea fascista de la necesaria colaboración de clases, se acercó a los obreros. Fue a Glasgow para visitar los suburbios cuya abolición se había prometido para 1918. Hizo una visita similar a Liverpool. Aquellas experiencias le reafirmaron en su idea de que todas las promesas que se habían hecho a los miembros de la generación de la guerra habían sido traicionadas y que persistían unas condiciones de vida execrables. Fiel al talante revolucionario que deseaba ofrecer a los trabajadores, prometió cambiar este orden de cosas.

Conservador, Laborista y Prefascista: el Partido Nuevo (New Party)

En los países desarrollados de Europa, la balanza ideológica fluctuaba entre una reforma liberal moderada y una nostálgica reacción tradicionalista. La reacción radical permanecía postergada en el seno de grupos intelectuales sin influencia política, excepto en épocas de agitación social o de crisis económicas. Los sectores políticos y sociales ultra conservadores británicos reaccionaron con fuerza en los años posteriores al final de la  I Guerra Mundial a una serie de acontecimientos que consideraron inaceptables: la huelga general de Glasgow de 1919, la independencia de Irlanda en 1922, la derrota electoral de la derecha en 1923 que permitió la creación del primer gobierno laborista y la huelga general en todo el Reino Unido de 1926. Una huelga general de nueve días, desarrollada entre el 4 de mayo y el 13 de mayo de 1926. Se estima que 1,7 millones de trabajadores secundaron el paro, especialmente los empleados del transporte, la minería y la industria pesada. Los pocos grupos fascistas de los años 1920-1930, los British Fascist, que se organizaron en torno a la figura del duque de Northumberland, y la Imperial Fascist League de Arnold Spencer Leese, con un marcado carácter antisemita, surgieron para contrarrestar la supuesta mala orientación de la política inglesa. Pero la fortaleza electoral del Partido Conservador a partir de 1925 y una menor percepción del supuesto “peligro rojo” rebajaron mucho no sólo la tensión sino la importancia de este primer fascismo británico.

Inspirándose en el fascismo italiano, ese mismo año 1931, justo cuando los conservadores volvieron a ascender al gobierno, y antes de que Hitler tomara el poder, Oswald Mosley y algunos viejos militantes laboristas fundaron el prefascista Partido Nuevo (New Party). No fue tanto el resultado de una derrota militar, ni de aspiraciones nacionales decepcionadas. Fue porque la institución parlamentaria británica se mostraba incapaz de resolver el problema económico. Y este hecho determinará necesariamente el contenido del programa y acción del partido.

La innovación más importante del New Party fue la creación de una milicia organizada con la que proteger los mítines y locales del partido: los Biff Boys y una sección juvenil (el NUPA), a imitación de los modelos autoritarios que existían en la Europa del momento. Su admiración por el fascismo italiano le llevó a copiar incluso el uniforme del Partido Nacional Fascista: las escuadras de Mosley pronto fueron popularmente conocidas como “Blackshirts” o Camisas Negras. Es sabido que el uniforme es un gran instrumento igualador porque, aparte de la jerarquía, sus portadores se sienten identificados entre sí y distintos a los no iniciados. También se reconocen unos a otros en las luchas callejeras. Los “Nupas” protagonizaron verdaderas batallas campales en Londres contra los comunistas.

Pero en las elecciones de 1932 el nuevo partido no obtuvo ni un sólo escaño. Un año antes el semanario de la formación Acción, había cesado su publicación. Mosley disolvió el Partido Nuevo y dejó la política por un tiempo. Durante este período realizó un viaje a Italia. Allí conoció a Benito Mussolini, con el que podía conversar en francés. La Embajada británica, dirigida por Sir Ronald y Lady Sybil Graham, arregló la primera entrevista entre Mussolini y Mosley, que quedó maravillado ante su personalidad y su sistema político. Mostró mucho interés por las reformas económicas introducidas por el fascio: nacionalizaciones y la creación de grandes complejos industriales-militares (como el IRI) y la realización de grandes obras públicas. Fue su punto de no retorno. Volvió deslumbrado: creyó ver allí la manera definitiva de superar la crisis económica.

Respecto a Hitler, cabe destacar que su primera entrevista con Mosley tuvo lugar en 1935. El encuentro se desarrolló en Munich, en la residencia de von Ribbentrop, embajador alemán en Inglaterra, al que Mosley ya conocía por sus frecuentes visitas a la isla. Entre los asistentes a la comida de gala se hallaba Frau Winifried Wagner, nuera del compositor Richard Wagner.

La Unión Británica de Fascistas (British Union of Fascists, BUF)

“La Unión Británica surge del cenagal de los partidos y del caos del sistema”, era el lema con el que Mosley fundó la Unión Británica de Fascistas cuando volvió de Italia. Corría el año 1932. Anticomunista y proteccionista, el BUF era ya entonces un partido totalmente fascista en forma y fondo y el militarismo era una de sus esencias. Se tomaron las bases de los “NUPA”: se adoptó el saludo romano con el brazo derecho en alto, se afianzó la camisa negra de cuello cerrado y el fascio (el haz de flechas) para sus milicias, se comenzaron a organizar desfiles bajo el sonido de tambores y cornetas al paso de banderas británicas y se adoptó el símbolo del círculo con el rayo (emblema del partido). También se incorporó un himno, que se asemejaba fuertemente al Hors-Wessel-Lied (himno del partido nazi alemán). Los fascistas crearon una auténtica organización militar. La percibían como el único medio de derrotar a las guerrillas comunistas, perfectamente organizadas, al igual que lo estaban en Alemania.

En los años treinta, el fascismo británico unió a las fuerzas ultra conservadoras y tuvo una indiscutible presencia en la sociedad. Sobre todo por medio de las manifestaciones políticas y el aparato escenográfico propio del fascismo. Si no tuvo más calado social fue por la fortaleza del gobierno conservador de Stanley Baldwin. Intentando emular al fascismo italiano, Mosley implantó en el partido una estructura piramidal y autoritaria: todo estaba bajo su mando y el de un pequeño directorio. Aunque pueda resultar sorprendente, su principal portavoz e ideólogo fue el escocés Raven Thomson, antiguo comunista.

Mosley defendía la monarquía, el patriotismo y, respecto a las colonias, se declaraba imperialista; mientras, prometía erradicar el capitalismo burgués, la masonería y el marxismo. Esta lucha contra los supuestos enemigos de la nación se llevaría a cabo bajo un férreo control del Estado, cuyo gobierno autoritario sería ratificado cada cinco años en elecciones generales que nombrarían una Cámara de los Lores con función de Senado. Respecto a la economía, el sistema escogido fue un fuerte proteccionismo y una marcada autarquía que supuestamente gestionaría una Cámara de los Comunes dividida en veinticuatro corporaciones  y sometida a la opinión de un Gran Consejo. En el aspecto ideológico, como buen fascista a Mosley le atraía el estado corporativo. En esta frase, Mosley definía su esencia: “como la idea de un gobierno suficientemente fuerte para mantener el control del productor y proteger los intereses del consumidor (…) representa, como su nombre indica, una nación organizada como el cuerpo humano. Cada parte lleva a cabo su función como miembro de un todo, realizando su tarea particular, pero, contribuyendo, al realizarla, al bienestar del conjunto”

Al contrario de lo que preconizaban los laboristas, en el programa del partido se hacía hincapié en la necesidad del rearme. El primero de octubre de 1932, Mosley escribía en The Greater Britain: “La llegada del factor aéreo alteró fundamentalmente la posición de estas islas, y las consecuencias de este factor no han sido tenidas nunca en cuenta por la vieja generación de políticos. Queremos que se alce inmediatamente en el aire la fuerza bélica de Inglaterra al nivel de las potencias más poderosas de Europa”.

Probablemente, el factor rearme resultó determinante en la evolución del partido, porque atrajo la atención de los magnates de las industrias metalúrgicas y siderúrgicas, muchos de los cuales pertenecían a la nobleza. Ambiciosos, le ofrecieron su financiación. Lord Nuffield, por ejemplo, primer vizconde Nuffield, era un magnate del automóvil que se convirtió en el principal mecenas del nuevo movimiento. Lo mismo que ocurría en la Alemania nazi (recuérdese el papel que jugó la familia Krupp, reflejado en la película La caída de los dioses). Incluso el efímero Eduardo VIII le dio su apoyo. Amigo personal de Mosley desde su juventud (por aquel entonces bajo el título de Duque Eduardo de Windsor), accedió al trono de Inglaterra en 1936. Pero pocos meses después se vio obligado a dimitir, no porque era un amigo de los fascistas, sino por su intención de casarse con una mujer, Wallys Simpson, que además de ser estadounidense y estar divorciada era una declarada ferviente nacionalsocialista con grandes amistades entre la cúpula del Tercer Reich. Uno de los primeros partidarios del BUF fue Lord Rothermere, magnate de prensa y admirador de la Alemania nazi. Era propietario del Daily Mail. En 1933 imprimió en la portada y con gran alarde tipográfico el titular «¡Hurra por las camisas negras!», elogiando el movimiento fascista británico, que nunca logró ningún escaño parlamentario, y solo obtuvo a un puñado de concejales locales. Muchos tories también se interesaron por el nuevo movimiento y algunos militares jugaron un papel relativamente activo en él. La relación de la nobleza inglesa con el movimiento de Mosley queda patente en la novela  Lo que queda del día del Premio Noble Kazuo Ishiguro. En ella se detallan unas reuniones que tenían lugar en el magnífico recinto de un aristócrata inglés a las que asistía el embajador alemán, Von Ribbentrop, y, a veces, incluso el primer el ministro inglés. Ishiguro, japonés, vive en Inglaterra desde 1960.

Simultáneamente, quizás porque como todos los fascismos presentaban un aire de modernidad, el BUF fue un foco de atracción en el universo cultural e intelectual. Entre sus simpatizantes estuvieron destacadas personalidades, como el explorador arabista Harry St John Philby (padre del espía Kim Philby), los novelistas Henry Williams y Henry Williamson, el teórico militar J.F.C. Fullerel, el escritor irlandés George Bernard Shaw y el boxeador Kid Lewis, este último el encargado de entrenar a las juventudes del partido para defenderse de los comunistas. La verborrea fascista, a menudo contradictoria, dio lugar a equívocos: Bernard Shaw creyó ver en la Italia de Mussolini la materialización del socialismo, y a Mosley como el “buen socialista”.

Pero la base del partido lo constituían los militantes que mayoritariamente procedían de la clase obrera (muchos mineros) y de las clases medias: algunos comerciantes, militares descontentos de la Primera Guerra Mundial e incluso numerosos católicos y mujeres, atraídas por las políticas fascistas «modernas», como poner fin a la práctica generalizada de despedir a las mujeres de sus puestos de trabajo al contraer matrimonio. Una importante sufragista canadiense, Mary Richardson, se convirtió en directora de la sección de mujeres de la BUF. Un grupo destacado fueron  los estudiantes de las universidades, en la inmensa mayoría provenientes de las clases altas y la nobleza. Todo indica, no obstante, que, como se ha señalado con anterioridad, a partir de 1935 el BUF pasó a depender cada vez más de la clase obrera del norte y el East End de Londres.

En 1934 contrajo matrimonio con su amante, Diane Mitford, una de las famosas hermanas Mitford. Significativamente, la boda se celebró en Alemania en la residencia del Ministro de Propaganda Josef Goebbels y su mujer Magda Goebbels, haciendo de testigo el mismo Adolf Hitler. Fruto de este matrimonio nacerían dos hijos llamados Alexander Mosley y Max Mosley (este último futuro piloto de Fórmula 1 y Presidente de la Federación Internacional del Automóvil “FIA”).

Hacia mediados de los años 30, las actividades cada vez más violentas del BUF y su alineación con el NSDAP de Adolf Hitler comenzaron a molestar a algunos de sus partidarios de clase media y la cantidad de miembros y simpatizantes disminuyó. Esta mala imagen hizo al Daily Mail retirar su apoyo al partido. Con su carencia de éxito electoral, el partido se fue alejando de la política moderada y viró hacia un antisemitismo radical entre 1934 y 1935. Organizó varias marchas y protestas antisemitas en Londres, tal como la que dio lugar a la “Batalla de Cable Street”, el domingo 4 de octubre de 1936. Una contra manifestación de unas 100.000 personas impidió a Mosley y sus huestes fascistas desfilar por las calles del entonces eminente barrio judío. Comunistas, socialistas, anarquistas y gente sin afiliación política bloquearon el paso de la marcha de las “camisas negras” al grito de “No pasarán” y de la consigna de Dolores Ibárruri, la Pasionaria: «Mas vale morir de pie que vivir de rodillas». El suceso se zanjó con centenares de heridos. En aquel entonces se usaban como armas palos envueltos en alambre de espino, navajas, puños americanos, patatas con cuchillas de afeitar clavadas y atadas con una cuerda y todo tipo de herramientas. Muchos de los 2500 brigadistas de Inglaterra, Gales, Escocia o Irlanda que tomaron armas contra Franco enrolándose en las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española (1936-1939) se enfrentaron antes al BUF. En los años treinta hubo protestas contra el movimiento por toda Inglaterra, pero la batalla en el East End se ha alzado como símbolo primordial de resistencia contra la extrema derecha. A partir de ese momento, el gobierno prohibió a los militantes del BUF usar sus uniformes políticos durante las concentraciones, requirió la autorización de la policía para las marchas políticas y se enfrentó con eficacia al movimiento.

En Belfast, en abril de 1934, se fundó un ala autónoma del partido en Irlanda del Norte denominada «fascistas del Ulster». La rama fue un fracaso y prácticamente se extinguió después de menos de un año de existencia. Tenía lazos con los Blueshirts en el Estado Libre de Irlanda y expresó su apoyo a una Irlanda Unida, describiendo la partición de Irlanda como «una barrera infranqueable para la paz y la prosperidad en Irlanda». Su logo era un fasces en una Mano Roja del Ulster.

El declive de Mosley

El BUF alcanzó un máximo de unos 40.000 o 50.000 miembros en 1934, pero cuando llegó la guerra en 1939 se había reducido a un total de aproximadamente 9000. El partido jamás pudo presentarse a unas elecciones generales. Su actividad se limitó a mítines, desfiles, peleas callejeras y a participar en las elecciones municipales de Londres. En estas últimas fueron los “tontos útiles” del Partido Conservador, ya que consiguieron desviar algunos votos procedentes de laboristas desengañados.

Se ignora hasta qué punto el descenso que se observa en el número de afiliados al partido pudo ser deudor del hecho de que desde que se fundó, hasta el estallido de la guerra, el paro se redujo en Inglaterra en casi un 50%. Concretamente, disminuyó de 2.756.000 en 1932 a 1.408.000 en 1939. En palabras de Mosley: “se dieron las condiciones contrarias a aquellas que hubieran hecho posible un consenso nacional o bien el ascenso al poder de un nuevo movimiento. El auge de los nuevos partidos en el continente, durante los años veinte o los primeros años de los treinta, coincide con el declive de la expansión económica”.

La normativa estatal que prohibió los uniformes políticos y el escuadrismo de los partidos fue otro elemento que ayudó a reducir la cantidad de militantes de Mosley a la mitad. También la adopción del antisemitismo por el BUF en 1937 fue una causa: le enajenó el apoyo de amplias capas de la población, sensibilizada por el auge del antisemitismo en Europa. Y de repente se vio privado de importantes personalidades judías como Bill Leaper, editor de la revista Black Shirt; John Beckett, antiguo diputado laborista y jefe de las publicaciones del  BUF, Action y Blackshirt; y el activista y ferviente anticomunista John Amery, traductor del idioma inglés al alemán.

Otros elementos contribuyeron a esta reducción: sectores de las clases medias reprobaron las prácticas violentas del partido y fueron abandonándolo progresivamente de vuelta a sus cómodas posiciones dentro del laborismo o del partido conservador. Y los capitanes de empresa pronto terminaron por cortarle todo apoyo económico. En parte porque Mosley no conseguía –ni de lejos- llegar el poder, pero en parte también por presiones gubernamentales. Era el año 1939, Mosley tenía el apoyo de Hitler y la guerra con Alemania parecía inminente. Mosley se lanzó entonces a una campaña pacifista. Montaba mítines masivos con el eslogan “Mosley y paz destinados a evitarla. El estado lo percibió como un peligro para su seguridad. Sin embargo, a pesar de las deserciones, el BUF se hizo fuerte en la zona del East End de Londres, donde recabó el apoyo de las clases bajas nacionalistas y antisemitas. Pero la falta de recursos económicos, debido a la pérdida de mecenas, pese a la subvención que recibía de Mussolini, provocó una profunda crisis en el partido.

A pesar de todo, en lugares cerrados los mítines continuaron teniendo asistencia.  Culminaron en el de Earl’s Court Exhibition Hall, en julio de 1939, considerado  entonces como el mayor mitin local cerrado del mundo. La sala era tan inmensa que ningún otro partido se había atrevido a celebrar mítines allí. La mayor parte del auditorio había pagado sus asientos. La venta de entradas para los mítines de Mosley era entonces una de las principales fuentes de financiación del partido.

El golpe de gracia

El gobierno no perdonó a Mosley y a sus hombres la campaña que llevaron a cabo en favor de la paz en 1938. El 23 de mayo de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, Mosley fue internado en prisión junto con cientos de fascistas. Igualmente ingresó su esposa, condenada por su amistad con Adolf Hitler y su compromiso con las ideas políticas de extrema derecha. Sorprendentemente muchos políticos, incluyendo viejos compañeros del Partido Laborista, protestaron por su internamiento alegando que su único delito había sido buscar una solución pacífica a la contienda. Cuando fue liberado, en 1943, Mosley estuvo sometido a un estricto control policial, y fue entonces cuando aparentemente se enteró de la existencia del Cuerpo SS Libre Británico (Brish Free Corps) que combatió junto a las Waffen-SS en el Frente Oriental. Intentaba ser fiel a sus principios políticos, pero los tiempos habían cambiado y el proyecto parecía inviable: el fascismo se había desacreditado tras su derrota en la guerra y tras conocerse el holocausto judío.

Concluida la guerra en 1945, Mosley permaneció en la sombra. Le hacía un flaco favor que el activista político y locutor de radio, William Joyce, hubiera pasado la guerra en Berlín emitiendo programas radiofónicos de propaganda nazi en inglés, y que uno de sus antiguos cuadros, John Amery, formara una “división azul” británica, razón por la que ambos fueron colgados tras la guerra. Tendrían que transcurrir tres años para que finalmente, el 8 de febrero de 1948, Mosley fundase el Movimiento de Unión (Union Movement), el cual, a diferencia del BUF, ya no promovía las ideas “revolucionarias” del fascismo, sino que adoptó el lema “Nación Europea”. Propugnaba construir una entidad supranacional en Europa de carácter socialista y nacionalista para hacer frente a Estados Unidos y la Unión Soviética. Puede parecer contradictorio, pero, al mismo tiempo, intentó crear una Internacional Fascista con el apoyo de Giorgio Almirante en Italia y Maurice Bedèche en Francia. No obstante el desacuerdo entre los diferentes líderes le llevó al fracaso.

De 1951 en adelante Oswald Mosley abandonó Inglaterra para marcharse a vivir a Irlanda y luego a París, donde tuvo ocasión de continuar viéndose con su amigo y ex-monarca, el duque Eduardo de Windsor. Durante el viaje estuvo en Madrid con el fin de visitar al falangista Serrano Súñer, cuñado de Franco, y la tumba de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange. No regresaría a Gran Bretaña hasta 1959 para presentarse a las elecciones al frente del Movimiento de Unión, con el cual realizó una intensa campaña contra la inmigración procedente de África, Asia y Jamaica. Supuestamente los emigrados arrebataban el trabajo a los británicos después de toda una vida cotizando (un discurso que no le reportó ningún beneficio porque el Partido Conservador se le copió y por tanto se llevó sus votos). Posteriormente elaboró el lema “Mantén Gran Bretaña Blanca”. El programa era similar al de Movimiento de Unión: denunciaba como los empresarios blancos traían a inmigrantes a Inglaterra en unas condiciones de casi esclavitud para utilizarlos como mano de obra barata y al mismo tiempo quitar el empleo a los demás blancos. Sin embargo la idea tampoco surtió efecto porque también otras formaciones políticas le imitaron como el Partido Nacional Laborista y la Liga de los Monárquicos Imperialistas, llevándose una dura derrota en las elecciones de 1966.

Oficialmente en 1967 Oswald Mosley se retiró de la política antes de que el Movimiento de Unión se dividiera en el Partido Nacional Británico y en el Movimiento Nacional Socialista. Luego escribió su autobiografía titulada MyLife (Mi Vida) que publicó en 1968, además de ser propuesto para el cargo de rector de la Universidad de Glasgow en 1977. Los últimos años de su vida los pasó en París.

Enfermo de Parkinson, el 3 de diciembre de 1980, Oswald Mosley falleció en Francia a la edad de 84 años. Así fue como dejó el mundo el fundador de la Unión de Fascistas Británicos y el único que podía haberse convertido en un “Führer” o “Duce” del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Una sucinta reflexión

Mosley fue un extraño personaje de la historia. ¿Fue un revolucionario? Así se definía a menudo, y así solía presentarse en la palestra política. Su modo de hacer política tenía un aire de modernidad y eso le atrajo la atención de muchos intelectuales. Probablemente sí fue un revolucionario, un revolucionario conservador. ¿Tal vez fue fascista simplemente por emulación a Hitler y Mussolini? ¿Lo fue por su empeño en combatir el desempleo? Algunos analistas señalan que no pudo o no supo ver que un  movimiento como el BUF no tenía demasiado futuro en un país como el Reino Unido, con un partido conservador tan fuerte, nacionalista y anticomunista. Le hacía la competencia. La misma Embajada británica en Italia, dirigida por Sir Ronald y Lady Sybil Graham, arregló la primera entrevista de Mussolini con Mosley. Después de la Primera Guerra Mundial, para el jefe del Estado Mayor Británico, el enemigo número uno no eran los “boches” (como llaman los franceses a sus vecinos del otro lado del Rin), sino los bolcheviques. Todo coincide con lo expresado por sir William Hayter, artista británico considerado uno de los grabadores más importantes del siglo XX: “La derecha no fascista de Inglaterra y Alemania pensó que el fascismo les ahorraría ese sucio trabajo”. El trabajo sucio de acabar con los comunistas. Las brutalidades y violencia de los fascistas fueron aceptadas por los conservadores porque los identificaban con esas tendencias anti-bolcheviques. Como se vio en España entre 1936 y 1939. Cegado por esos sentimientos anti-izquierdistas, el gobierno conservador inglés de Stanley Baldwin apenas ocultó su preferencia por los golpistas españoles, al igual que lo hizo el entonces diputado Winston Churchill.

Otros estudiosos del tema defienden que si Mosley no hubiese apostado a caballo perdedor habría tenido un brillante porvenir, habida cuenta de su gran habilidad oratoria: era el único parlamentario que no usaba notas y se decía de él que sus discursos tenían tal calidad que deberían utilizarse como material para estudiar la lengua inglesa. También hay quien lo ve como un diletante que se dedicó a la política para matar el tiempo y al que el juego se le escapó de las manos. Muchos, por último, se preguntan qué hubiera pasado si al partido de Mosley no le hubiera tocado salir a la luz en unos años tan próximos a la Segunda Guerra Mundial y al estallido de la conflagración. Lo que sí resulta evidente, no obstante, es que el BUF fue un instrumento eficaz para los intereses del gran capital y para los partidos tradicionales, ya que supo mantener a raya en las calles las escuadras comunistas.

La defensa del rearme del país fue fundamental para recabar apoyo entre los capitanes de negocios y la nobleza vinculada a ellos. También los antisemitas le dieron su amparo. El apoyo de las clases trabajadoras, de las clases medias y de muchos hombres maduros que habían hecho la guerra se debió fundamentalmente al discurso “revolucionario” de los hombres que lideraban el BUF: se mostraba enemigo al mismo tiempo del capitalismo burgués y del  marxismo. Un discurso ambiguo no alejado del emitido actualmente por algunas extremas derechas europeas. Decía ponerse al frente de las reformas sociales, crear un seguro de enfermedad, combatir el desempleo, la pobreza y al mal estado de las viviendas. El mensaje nacionalista del BUF fue esencial para conseguir adeptos entre todos los sectores sociales de una Gran Bretaña muy nacionalista: Inglaterra por encima de todo y evocación del Imperio. Un nacionalismo muy parecido al que se ha dado ahora, en pleno siglo XXI, con el asunto del Brexit. Todo nacionalismo es excluyente hacia lo de fuera mientras busca la armonía dentro de la nación.

El auge de los nuevos partidos en Europa, durante los años veinte, se produjo como consecuencia de las secuelas de la Primera Guerra Mundial, sobre todo de dos de ellas: la deriva revolucionaria de los trabajadores como resultado de la Revolución Rusa y el desempleo ocasionado por la crisis económica. Para Mosley, buscar soluciones a estas secuelas se volvió su leitmotiv. El apoyo del fascismo en los años treinta coincidió exactamente con la crisis derivada del llamado crack del 29.

Por último, señalar que llama la atención cómo en un país como Gran Bretaña, con una democracia antigua y consolidada, un fascista como Oswald Mosley, que incluso fue encarcelado después de la guerra, fuera propuesto para el cargo de rector de la Universidad de Glasgow en 1977.

Soledad Bengoechea es historiadora

Referencias:

Azcárate, Pablo de, Mi embajada en Londres durante la guerra civil española, Barcelona, Ariel, 2012.

Jones, J. R., “Inglaterra”, en Rogger, H. / Weber, E., La derecha europea, Barcelona, Luís de Caralt, editor, 1971, pp. 5-28.

Mosley, O., Mi vida, Barcelona, Luís de Caralt, editor, 1973.

Skidelsky, R. “Gran Bretaña”, en Il Fascismo in Europa, S. J. Woolf, EditoriLaterza, 1984, pp. 267-300.

Webber, G. C. “Patterns of Membership and Supportforthe British Union of Fascists.” Journal of ContemporaryHistory, vol. 19, no. 4, 1984, pp. 575–606.

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