La República de las maestras

por Soledad Bengoechea

Las maestras de la Segunda República Española, fundada un precioso 14 de abril de 1931, fueron unas mujeres valientes y comprometidas que participaron en la conquista de los derechos de las mujeres y en la modernización de la educación, basada en los principios de la escuela pública y democrática. Sirvan estas páginas para ofrecerles un modesto homenaje póstumo. 

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Sir Oswald Mosley y la Unión Británica de Fascistas

por Soledad Bengoechea

“¿Por qué fui, entonces, un fascista? Para responder a esta pregunta debemos volver al otoño de 1931. La victoria del Gobierno Nacional en las elecciones de octubre de aquel año machacó al New Party y dio el poder a unos hombres que sabíamos, por amarga experiencia, que no harían nada, salvo acelerar la decadencia gradual de nuestro país hasta convertirlo en una potencia de segundo orden“,  Oswald Mosley en su autobiografía.

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El impacto del fascismo italiano en Barcelona: el centenario

por Soledad Bengoechea

Durante las primeras décadas del siglo XX, en Europa nos encontramos con el nacimiento de nuevas opciones políticas que presentan formas y contenidos desconocidos hasta entonces. El triunfo de la revolución soviética en 1917, y la constitución de partidos comunistas en todo el continente europeo a partir de 1920, no fue ajeno a ello. Como tampoco lo fue la oleada de revoluciones y huelgas que se produjeron entre 1918 y 1920. Por otra parte, las democracias parlamentarias experimentaban una crisis de legitimidad como consecuencia de su dificultad para satisfacer las demandas de la entrada de las masas en la vida pública. Todo ello constituyó el caldo de cultivo para este despertar de nuevas opciones políticas. La consolidación de la Rusia soviética llevaba a las atemorizadas clases económicas a solicitar el despliegue de nuevos mecanismos de protección que el Estado liberal, se decía, no estaba en disposición de proporcionar y que en lugar de la lucha de clases se imponía la colaboración entre las mismas. En definitiva, el corporativismo. Entonces fue cuando la izquierda dejó de tener el monopolio de la idea de cambio. Sus emergentes rivales propugnaban una transformación social, fascista, que apelaba a las emociones, no a la razón.

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