El posmodernismo y la política de la pseudoizquierda: una crítica marxista

por David North //

Este libro examina la relación entre la teoría marxista y el desarrollo del programa, la perspectiva y la práctica revolucionarias del movimiento trotskista. En este marco, explica por qué el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) ha dedicado gran tiempo y energía a exponer el carácter reaccionario de las tendencias intelectuales antimaterialistas y antimarxistas —vinculadas a varias ramas del irracionalismo existencialista, la escuela de Fráncfort y el posmodernismo— que proviene las bases teóricas de una amplia gama de movimientos políticos pequeñoburgueses, pseudoizquierdistas y antisocialistas en la actualidad.

El ejemplo más destacado a nivel internacional de una organización pseudoizquierdista es el partido griego Syriza. El papel que ha desempeñado el Gobierno de Syriza, desde su elección en enero del 2015, en desorientar, desmoralizar y traicionar al movimiento de masas contra la austeridad, ha presentado una demonstración clara del tipo de catástrofe política que sigue cuando este tipo de organización pequeñoburguesa, que emplea frases populistas vacías, llega al poder. Siguiendo la traición criminal de Syriza, con sus trágicas consecuencias para los trabajadores y jóvenes de Grecia, el análisis de este volumen sobre la íntima conexión entre las formas contemporáneas de teoría antimarxista y los reaccionarios intereses de clase que promueve la pseudoizquierda es particularmente oportuno

Steiner y Brenner: un estudio de caso sobre la pa tología social y política del pseudoizquierdismo pequeñoburgués

Los primeros tres documentos de este tomo fueron escritos en respuesta a ataques contra las bases teóricas, la perspectiva y la práctica del Partido Socialista por la Igualdad (PSI, EUA) y el CICI por parte de dos exmiembros del movimiento trotskista estadounidense, Alex Steiner y Frank Brenner. Dado el hecho de que ambos dejaron la Workers League (Liga Obrera), la predecesora del PSI, a fines de la década de 1970, sus documentos pudieron haber sido simplemente ignorados. Provenientes de individuos que habían abandonado toda actividad revolucionaria hace más de un cuarto de siglo, las advertencias de Steiner y Brenner de que el PSI se encaminaba inminentemente a la ruina carecían de credibilidad política, ni mencionar fuerza moral. Su estatus como simpatizantes—una autodenominación imprecisa y amplia que no conllevaba responsabilidades específicas algunas— no obligaba al PSI responder a sus críticas, que se hacían cada vez más extensas y vitriólicas. Sin embargo, dos consideraciones persuadieron al CICI a responder.

En primer lugar, tomando en cuenta que Steiner y Brenner habían participado en la historia temprana de la Workers League, esperábamos con sinceridad que una respuesta a sus críticas les ayudara en su propio desarrollo político y, si llegara a ser posible, los incentivara a volver a involucrarse activamente en el trabajo del movimiento revolucionario. Poco después, sin embargo, quedó claro que este iba a ser el resultado menos probable de nuestros esfuerzos de clarificación.

La segunda consideración atañía al contenido teórico de las críticas. Sus principales documentos —Sobre por qué la utopía es crucial para revivir la consciencia socialista, Objetivismo o marxismo y el marxismo sin cabeza o sin corazón— conformaban un compendio de concepciones antimarxistas populares entre capas amplias de exradicales y académicos de la clase media.

Mientras que Steiner y Brenner declaraban que defendían las tradiciones del Comité Internacional, nuestro análisis de sus documentos demostró que realmente su inspiración provenía de figuras como Herbert Marcuse, los “freudomarxistas” Wilhelm Reich y Erich Fromm, y el teórico utopista Ernst Bloch.

Ya que Steiner y Brenner nunca intentaron rastrear, crítica y sistemáticamente, los orígenes teóricos y políticos de sus propias ideas (un elemento obligatorio de la metodología materialista dialéctica), es muy posible que no comprendieran la medida en que estaban reproduciendo argumentos de varias generaciones de antimarxistas y oponentes del materialismo histórico. No contenían ninguna originalidad sus acusaciones de “objetivismo”, “determinismo”, “materialismo vulgar”, su denigración del legado intelectual de Plejánov y de la obra Materialismo y empiriocriticismo de Lenin, su ataque contra la Ilustración y la Razón, sus quejas sobre la ciencia y la tecnología, sus desdibujar de la línea entre el materialismo y el idealismo, su exageración del significado de lo “inconsciente” y del poder de lo “irracional”, su énfasis en la enajenación individual a diferencia de la explotación de clase, y su celebración de los mitos utópicos.

Los primeros tres documentos no son solo una respuesta a Steiner y Brenner. También se dirigen en contra de formas prevalentes de antimarxismo que ejercen una influencia reaccionaria en la actual vida política y cultural, y que no escatiman ninguna oportunidad para desorientar y desmoralizar a la clase trabajadora, los jóvenes estudiantes y los intelectuales.

El irracionalismo y la política de la pseudoizquierda

Particularmente durante la última década, se ha vuelto más clara la conexión entre la política reaccionaria pseudoizquierdista de la clase media y las teorías de Nietzsche, Brzozowski, Sorel, De Man, la escuela de Fráncfort y las numerosas formas de subjetivismo e irracionalismo extremo propagados por posmodernistas (Foucault, Laclau, Badiou, entre otros). La política pseudoizquierdista —que se centra en la raza, nacionalidad, etnicidad, el género y la preferencia sexual —ha llegado a ocupar un rol crítico en suprimir la oposición al capitalismo. Esto lo ha hecho por rechazar que clase represente la categoría social esencial, enfatizando, en cambio, la “identidad” y el “estilo de vida” personal, y legitimando las intervenciones y guerras imperialistas en nombre de los “derechos humanos”.

Las concepciones teóricas no se desarrollan dentro de un vacío histórico, político y social. En 1911, en una reseña que respondía a un ataque contra el materialismo histórico escrito por Heinrich Rickert (1863-1936), un profesor de filosofía en la Universidad de Friburgo en Alemania, el gran marxista ruso Gueorgui Plejánov escribió:

La realidad es que Rickert y otros científicos como él no tienen ninguna noción del materialismo dialéctico no por cualquier razón personal, pero debido a que su rango de visión intelectual está sesgado por prejuicios particulares de toda una clase. Es posible decir de ellos que la basura que ofrecen como una exposición del materialismo histórico está definida por un “prejuicio político completamente acientífico”. Su aversión al materialismo histórico refleja de la forma más elocuente su temor hacia “las aspiraciones específicamente socialdemócratas”.[1]

La “basura” escrita por Steiner y Brenner es un producto de la evolución social, intelectual y política de una generación de jóvenes estudiantes que se radicalizaron a fines de los años sesenta y a principios de los setenta. Como muchos de esa generación, se sintieron atraídos al marxismo, a cierto punto, ya que les proveía los cimientos teóricos para una crítica de la sociedad capitalista. Sin embargo, la naturaleza del “anticapitalismo” del estudiantado de clase media —que, en el último análisis, no buscaba más que ciertas reformas democráticas limitadas de la sociedad contemporánea— tan solo requería un marxismo extremadamente diluido.

La escuela de Fráncfort destiló y distribuyó, a través de universidades en toda Europa y Estados Unidos, un producto con una graduación sumamente baja. Herbert Marcuse, cuya obra teórica llevaba la impronta imborrable de su formación bajo Heidegger, alcanzó una gran popularidad al combinar el marxismo con una dosis fuerte de psicología existencialista. Las cuestiones sobre enajenación, represión y sexualidad produjeron una mayor respuesta entre los estudiantes de clase media que la explotación económica de la clase obrera y la lucha por el poder.

En el caso de Steiner, quien se graduó de la New School for Social Research en Nueva York, la influencia de la escuela de Fráncfort sin duda marcó sus concepciones del marxismo, y siguió influenciando su pensamiento, incluso después de unirse a la Workers League en 1971. Si tales influencias fueron menos perceptibles en el caso de Brenner durante su tiempo en la Workers League, solo fue porque mostraba un menor interés aparente en cuestiones teóricas que Steiner.

En cualquier caso, el colapso del movimiento de protesta estudiantil después de que finalizara el servicio militar obligatorio y EUA comenzara a retirarse de Vietnam en 1973, dejó a Steiner y Brenner desanimados y desmoralizados. Su decisión de dejar a la Workers League a pocos meses uno de otro a fines de 1978 y comienzos de 1979, no fue una resignación personal. Por el contrario, reflejaba la evolución hacia la derecha de los estudiantes de clase media que conformaban la principal base de apoyo para el movimiento de protesta contra la guerra.

Como consecuencia de su salida de la Workers League, ni Steiner ni Brenner participaron en la lucha iniciada por la Workers League a principios de los ochenta contra la política cada vez más oportunista del Workers Revolutionary Party (WRP, Partido Revolucionario de los Trabajadores), la sección británica del CICI y su antiguo líder, Gerry Healy. No se dieron cuenta acerca de la detallada crítica hecha por la Workers League a la falsificación idealista subjetiva del materialismo dialéctico. Cuando se hizo público a finales del otoño de 1985 que había ocurrido una división dentro del CICI, Steiner reestableció contacto con la Workers League. Expresando estar de acuerdo con la lucha política y teórica librada por el Comité Internacional, en la que la WL estaba desempeñando un papel crítico, Steiner se proclamó un simpatizante del partido. Sin embargo, al no querer comprometer su acomodado estilo de vida de clase media que había desarrollado durante los últimos años, como él mismo lo admitió, prefirió no buscar ser readmitido.

Al final de la década de 1990, Steiner parecía estarse acercando nuevamente y, en 1999, envió su solicitud de membresía al PSI. Sin embargo, nos era aparente que no había estudiado cuidadosamente —ni asimilado— las cuestiones teóricas y políticas que habían sido contendidas durante la escisión con el WRP. El PSI desaprobó su solicitud. Sin embargo, mantuvimos relaciones cordiales. Este libro incluye un ensayo extenso intitulado “La odisea política e intelectual de Alex Steiner”, que repasa los esfuerzos pacientes del PSI para encontrar formas de colaborar con Steiner en proyectos teóricos.

La Guerra de Irak y la izquierda pequeñoburguesa

Lo que puso fin a estos esfuerzos fueron cambios drásticos en la situación política en EUA e internacionalmente. El primer documento dirigido a Steiner fue escrito en junio del 2003, tan solo tres meses después de la invasión estadounidense de Irak. Mi última respuesta a Steiner y Brenner fue publicada en octubre del 2008, pocas semanas después del derrumbe de Wall Street y unas cuantas semanas antes de la elección de Barack Obama. Durante esos cinco años, ocurrió un giro profundo en la orientación política de lo que quedaba de los movimientos de protesta de la clase media que habían surgido de los movimientos sociales de masas en los años sesenta.

Las semanas que precedieron el estallido de la Guerra de Irak, hubo manifestaciones de masas en todo el mundo. Sin embargo, se acabaron cuando comenzó la guerra y nunca volvieron. La nominación y elección de Obama, el primer presidente afroamericano, sirvieron como una justificación política para la integración de la izquierda pequeñoburguesa en la corriente tradicional de la política estadounidense. Secciones importantes de los viejos movimientos de protesta —especialmente aquellas cuyos miembros pertenecían al entorno de la clase media adinerado— completaron este extenso y prolongado rompimiento con el radicalismo de izquierda y su transformación en una pseudoizquierda antisocialista y proimperialista.

A Steiner y Brenner se los llevó la corriente de este giro hacia la derecha. En marzo del 2003, Steiner atendió una conferencia pública contra la guerra organizada por el World Socialist Web Site y el Partido Socialista por la Igualdad y se pronunció a favor de sus posiciones. En menos de cinco años estaría proclamando el fin del PSI y del Comité Internacional. Durante esos cinco años, el CICI no hubo cambiado su programa político. Más bien, Steiner y Brenner, habiéndose reencontrado y formado una alianza basada en su mutua hostilidad hacia el CICI, fueron los que habían repudiado la filosofía marxista y la política trotskista.

Las teorías falsas realmente tienen consecuencias objetivas. Todo lo que no habían resuelto en su entendimiento de la teoría marxista —principalmente su actitud a los teóricos de la escuela de Fráncfort— los volvió intelectualmente vulnerables a presiones de clases. Sin embargo, su evolución se vio afectada por algo más que errores abstractos y puramente intelectuales. En el último análisis, los cambios en su política determinaron su filosofía, más de lo que su filosofía determinó su política. La naturaleza cada vez más oportunista y distante a principios de su política, arraigada en los intereses de clase de su estrato social, empujó a Steiner y Brenner a romper con el materialismo filosófico e histórico. En medio de los marcados cambios en la situación política entre el 2003 y el 2008, se contentaron cuando descubrieron en las teorías desmoralizadas de los “freudomarxistas” las justificaciones para un oportunismo político extremo.

El origen fundamental de este giro en sus posturas teóricas yacía en su orientación de clase. En junio del 2006, concluí mi largo análisis sobre sus argumentos con una advertencia:

Los puntos de vista que ustedes, camaradas Steiner y Brenner, han presentado en sus documentos, trazan la inmensa distancia teórica y política que han recorrido alejándose del marxismo desde que ambos dejaron el movimiento hace casi tres décadas. Si continúan su trayectoria actual solo terminarán repudiando lo que quede de las convicciones políticas que defendían hace muchos años.

Esta prognosis iba a ser completamente confirmada. A medida que cambiaron el foco de sus escritos de la filosofía a la política, tomaron prestado del arsenal del antitrotskismo para denunciar al Comité Internacional y al PSI como “sectarios”. Este se ha vuelto su epíteto favorito cuando atacan nuestra defensa de la independencia política de la clase obrera y nuestro rechazo a apoyar a todos los partidos políticos burgueses.

No es nada difícil dar un repaso de la evolución política de Steiner and Brenner, dado que las publicaciones en su blog son pocas y espaciadas. Tomando en cuenta su actividad en línea, el nombre escogido para su generalmente inactivo sitio —Permanent-Revolution (Revolución permanente)—, es la única indicación de que sus letárgicos fundadores poseen un sentido del humor. Mientras denuncian el “objetivismo” pasivo del “sectario” CICI, el cual publica el World Socialist Web Site seis veces a la semana y sube hasta 5.000 artículos cada año, pueden pasar meses entre las publicaciones de Steiner y Brenner. Pese a que proclamaron hace poco que la construcción del movimiento revolucionario “asume una urgencia crítica” y “requiere una dirección consciente ahora más que nunca”[2], la respuesta usual de su blog a eventos políticos importantes es … silencio. En las ocasiones poco frecuentes que se despiertan de su sopor políticamente desmoralizado, lo hacen solamente para denunciar al Comité Internacional y dejar registrado su más reciente hito en su traslado hacia la derecha.

Ucrania

Durante el último año (2014-2015), Steiner y Brenner se han unido a la estampida de la pseudoizquierda proimperialista atrincherándose detrás del Gobierno derechista ucraniano. En un artículo publicado el 20 de mayo del 2014, Brenner declaró: “Los marxistas se oponen al desmembramiento de Ucrania”. Añadió con completo cinismo: “Eso significa oponerse a cualquier y todas las anexiones, sean de Rusia o cualquier otro ‘jugador’ como Polonia y sus socios imperialistas en la OTAN”.[1] Brenner anunció esta política tres meses después de que Estados Unidos y Alemania orquestaran un golpe de Estado en Kiev encabezado por organizaciones de tinte fascista, que llevó a cabo, a todos los efectos, una anexión de Ucrania por parte de las principales potencias imperialistas. La oposición de Brenner a dichas anexiones significaba en realidad una oposición plenamente a la decisión de la población de Crimea a reunificarse a Rusia. Este respaldo de facto al golpe de Estado derechista fue justificado por Brenner como una defensa al derecho de autodeterminación de Ucrania, el cual “significa una sola cosa: el derecho a separarse, a establecer un Estado independiente”. El concepto de “autodeterminación” de Brenner se refiere simplemente al control total de todo el territorio ucraniano bajo el régimen en Kiev. Rechaza el derecho a la separación de aquellas secciones de Ucrania opuestas al Gobierno de Poroshenko.

El Comité Internacional ha sometido al programa de autodeterminación a una crítica detallada, probando, con base en numerosos ejemplos, que ha servido —particularmente después de la disolución de la URSS— como un mecanismo para el desmembramiento respaldado por el imperialismo de Estados en los que busca intervenir o como una forma de enriquecer a una facción en particular de la élite burguesa nacional. Frecuentemente es una combinación de ambos. Tal demanda no tiene ningún contenido progresista cuando sea plantea independientemente de la lucha unificada de la clase obrera contra el imperialismo y sus patrones locales, con base en un programa revolucionario internacional. En el caso de Ucrania, la identificación, come hace Brenner, de la autodeterminación nacional con la hegemonía política del régimen de Poroshenko respaldado por el imperialismo y compuesto en parte por oficiales fascistas, es una obscenidad política.

Un imperialismo más pacífico

Siguiendo el ejemplo de su colega de hacer excusas proimperialistas, Steiner escribió en setiembre del 2014 una denuncia enojada de la resolución “La lucha contra la guerra y las tareas políticas del Partido Socialista por la Igualdad”, aprobada de forma unánime por el Tercer Congreso del PSI en agosto del 2014. Steiner comenzó su artículo contando el número de veces en que la resolución utiliza las palabras “guerra” (97), “imperialista” (23) e “imperialismo” (36). Pareciera que Steiner quiere que sus lectores crean que estas palabras aparecían poco en los escritos de Lenin, Luxemburgo y Trotsky.

El PSI, declaró Steiner, estaba emprendiendo una exageración masiva del peligro de una guerra imperialista: Escribió:

El PSI ve al imperialismo en el 2014 como un retorno a 1914 y está convencido en que la historia se está repitiendo completamente, incluido que el tenso verano de incidentes internacionales sea una repetición del verano de 1914. Sin embargo, el imperialismo, pese a que continúa siendo una plaga sobre el planeta, es muy diferente hoy día en comparación a hace 100 años. Por un lado, el empleo del poder militar para apuntalar los intereses económicos, si bien todavía sucede, se hace con mucha mayor renuencia hoy, como lo demuestra el obvio parálisis del Gobierno de Obama hacia los eventos en Siria, Irak y ahora Ucrania. [2]

Es difícil tomar tal mezcla disparatada de apatía y estupidez en serio. Steiner no menciona ningún cambio objetivo que haya vuelto al imperialismo más pacífico y más prudente ante riesgos en comparación con hace un siglo. Da la impresión de que no se ha dado cuenta de que EUA ha estado en guerra de forma prácticamente continua por un cuarto de siglo, de que sus operaciones militares han asolado países enteros, matado a cientos de miles de personas y creado 50 millones de refugiados, y que mantiene un despliegue global de fuerzas militares sin precedentes en la historia ¿Son todas estas manifestaciones de “mucha mayor renuencia” al empleo del poderío militar que hace 100 años? Con respecto a los preparativos estadounidenses para la guerra contra China y Rusia, no son mera especulación, sino un hecho geopolítico y militar ampliamente reconocido y discutido en las revistas estratégicas y en la prensa internacional. Sin embargo, Steiner descarta y tilda de “alarmismo” las advertencias del World Socialist Web Site .

El abordaje entero de Steiner a la política global se caracteriza por un impresionismo más banal. Afirma que Obama encabeza “un Gobierno débil, inseguro sobre qué hacer y renuente a involucrarse en aventuras militares de largo plazo, aparte de victorias fáciles por medio del uso de drones, comprometiendo mínimos recursos militares estadounidenses”. Es imposible encontrar un rastro de análisis teórico sobre las fuerzas objetivas detrás de las políticas y acciones del imperialismo. En el Programa de transición, Trotsky identificó las crisis internas de los Gobiernos imperialistas como un indicador clave para la proximidad de una guerra. “En los países históricamente privilegiados”, escribió, “…todos los partidos tradicionales del capital se encuentran en un estado de perplejidad que se aproxima a una parálisis de voluntad”. Las élites gobernantes no optaron ir a la guerra por algún deseo subjetivo, sino que no vieron ninguna salida a sus crisis. La burguesía, indicó Trotsky, “se desliza como por un tobogán y con los ojos cerrados hacia una catástrofe económica y militar”.[3]

Siendo incapaz de examinar cabalmente las implicaciones de ningún argumento político, Steiner parece no reconocer que su menosprecio al peligro de una guerra imperialista arranca de una evaluación completamente diferente hacia la época que la perspectiva sobre la cual se basa la Cuarta Internacional. Si el imperialismo no es impulsado objetivamente hacia las guerras y, en cambio, puede manejar sus problemas con una mesura mucho mayor que en 1914 o 1939, eso indicaría que encontró cómo contener sus contradicciones más fundamentales —aquellas entre el carácter global de la producción capitalista y el sistema de Estados nación, y entre el carácter social de las fuerzas productivas y la propiedad privada de los medios de producción—. Fue Kautsky quien previó la posibilidad de una administración exitosa del capitalismo global. Esta nueva forma de “ultraimperialismo”, afirmó, le permitiría a la burguesía dejar las guerras en el pasado. Lenin, en su celebrada obra El imperialismo: fase superior del capitalismo, escribió:

…el único significado social objetivo, i.e. real, que puede tener la “teoría” de Kautsky, es como el método más reaccionario para consolar a las masas con esperanzas de que una paz permanente sea posible bajo el capitalismo, distrayéndolos de los antagonismos y problemas agudos de la era presente y encausándolos hacia ilusiones sobre un “ultraimperialismo” imaginario del futuro. Engaño de las masas, no hay nada más que eso en la teoría “marxiana” de Kautsky.[4]

Steiner —quien prefiere ignorar las lecciones de las luchas libradas por los bolcheviques contra el oportunismo— no nos dice cuándo, ni el proceso por el cual, fue que el desarrollo del imperialismo confirmó la perspectiva de Kautsky y refutó la de Lenin y Trotsky.

La crisis en Grecia

Las elecciones griegas de enero del 2015 marcaron otra nueva etapa del rechazo por parte de Steiner y Brenner de los principios políticos básicos del marxismo. Celebraron, con un entusiasmo profundo, la victoria de Syriza. Esta respuesta no fue nada sorprendente ya que Syriza —con sus teorías posmodernistas, programa amorfo y oportunista y base social de clase media-alta— epitomiza todo lo que ellos y el resto de la pseudoizquierda pequeñoburguesa representan. Se pueden encontrar un sinfín de Steiners y Brenners en los cuerpos dirigentes de Syriza y su periferia. Steiner y Brenner reaccionaron disgustadamente al hecho de que el Comité Internacional no participó en la celebración de la victoria de Syriza. Denunciaron nuestro análisis sobre su programa y nuestras advertencias sobre la inevitable traición contra la clase obrera griega. En un artículo publicado el 2 de febrero de 2015, Brenner citó enojado las declaraciones del World Socialist Web Site tras la elección:

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional rechaza con desdeño la excusa política ofrecida por la pseudoizquierda pequeñoburguesa para justificar el apoyo a Syriza y a su agenda procapitalista, de que un Gobierno de Tsipras es una “experiencia” necesaria para la clase obrera, a raíz de la cual llegará de alguna manera a entender la necesidad de políticas auténticamente socialistas.

Tales sofisterías son avanzadas solo para oponerse al surgimiento de un movimiento revolucionario de la clase obrera, algo posible solo mediante una exposición política intransigente de Syriza. Esta tarea la ha emprendido el World Socialist Web Site a fin de preparar a los trabajadores y jóvenes para las luchas decisivas que enfrentan en Grecia e internacionalmente.[5]

Tras señalar de que había enfatizado las frases que consideraba más atroces en cursiva, Brenner luego citó otra declaración publicada por el World Socialist Web Site el 28 de enero:

Otro de sus argumentos [los pseudoizquierdistas] es que uno debe apoyar a Syriza, para que la clase obrera pueda atravesar estas experiencias y aprender de ellas. Esto es puro cinismo. Tomando en cuenta los enormes peligros que engloba el Gobierno de Syriza, la tarea de un partido marxista es exponer los intereses de clase representados por Syriza, para advertirle a la clase obrera sobre sus consecuencias y otorgarle una orientación socialista clara.

Así es como el World Socialist Web Site y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional participan en las “experiencias” en Grecia. Los numerosos grupos pseudoizquierdistas se aferran a Syriza porque ellos representan los mismos intereses de clase. Representan a capas acomodadas de la clase media que le temen a un movimiento independiente de la clase obrera y que están interesadas en asegurar su continua elevación social dentro del orden burgués.[6]

“Ambos extractos”, escribió Brenner como respuesta, “son ejemplos de lo que los marxistas llaman sectarismo”. Sin embargo, no ofreció los nombres de sus fuentes marxistas. Marx, Engels, Lenin y Trotsky definitivamente no estaban entre ellos, ya que eran los oponentes más irreconciliables de todos los partidos y tendencias oportunistas que buscaban subordinar políticamente la clase obrera a la burguesía. Si exponer y oponerse a un Gobierno burgués como el de Syriza es “sectarismo”, entonces toda la historia del marxismo como movimiento revolucionario socialista no ha sido más que una larga y monótona crónica de “sectarismo”, y Lenin y Trotsky fueron sus exponentes principales.

Denunciar al Comité Internacional como “sectario” por oponerse al Gobierno de Syriza es equivalente a rechazar los principios políticos encarnados en la lucha de Lenin contra el menchevismo y contra la Segunda Internacional, la lucha de Trotsky contra el “frentepopulismo” estalinista, y la oposición del Comité Internacional contra la capitulación pablista al estalinismo y a organizaciones burguesas-nacionalistas. Con base en las posiciones que defienden ahora, ni Steiner ni Brenner podrían explicar por qué se unieron al Workers League (Liga Obrera) a principios de los años setenta. En ese momento, los pablistas denunciaron continuamente al Comité Internacional llamándonos “sectarios ultraizquierdistas”.

Todo lo escrito por Steiner y Brenner se opone a los principios por los que Trotsky luchó incansablemente. Cuando discutía el significado del Programa de transición con los trotskistas estadounidenses en 1938, Trotsky insistió en que el programa del partido revolucionario debe tomar, como punto de partida, la crisis objetiva del capitalismo, tomando en cuenta toda su gravedad, y no la consciencia subjetiva y la confusión de los trabajadores. En una reunión con James P. Cannon y otros líderes de la sección estadounidense en mayo de 1938, Trotsky dijo:

El rezago político de la clase obrera estadounidense es de gran magnitud. Esto significa que hay un gran peligro de una catástrofe fascista. Ese es el punto de partida para toda nuestra actividad. El programa debe expresar las tareas objetivas de la clase obrera en vez del rezago de los trabajadores. Debe reflejar a la sociedad como realmente existe, y no el rezago de la clase obrera. Constituye un instrumento para superar y conquistar ese rezago.[7]

En sus discusiones con los líderes estadounidenses, Trotsky advirtió de que no debían ceder ante la confusión y los prejuicios de las masas:

…la tarea es adaptar la mentalidad de las masas a esos factores objetivos…. La crisis de la sociedad es dada como la base de nuestra actividad. La mentalidad es la palestra política de nuestra actividad. Debemos cambiarla. Debemos dar una explicación científica de la sociedad, y explicársela a las masas. Esa es la diferencia entre el marxismo y el reformismo.

Los reformistas tienen un buen olfato para saber lo que la audiencia quiere —como Norman Thomas— él les da eso. Pero esa no es una actividad revolucionaria seria. Debemos tener el coraje para ser impopulares, para decir, “son unos tontos”, “son estúpidos”, “los están traicionando”, y de vez en cuando, con un escándalo presentar nuestras ideas con pasión. Es necesario sacudir al obrero a veces, para explicarle, y luego sacudirlo de nuevo —todo eso pertenece al arte de la propaganda—. Pero debe ser de forma científica, sin doblegarse al humor de las masas.[8]

Trotsky les advirtió a los líderes del movimiento estadounidense de que si los trabajadores americanos se rehusaban a aceptar el programa de la revolución socialista, existía el peligro de que se verían empujados a aceptar el programa del fascismo. No existía garantía alguna de que los trabajadores actuarían a tiempo. “No podemos asumir la responsabilidad por esto”, dijo. “Solo podemos asumir la responsabilidad de nosotros mismos”.[9]

Steiner y Brenner no asumen la responsabilidad de nada. Para justificar su apoyo a un partido político burgués y al Gobierno que encabeza, invocan la “experiencia” de la clase obrera como si fuera un fenómeno puramente psíquico, sin verse afectado por las fuerzas de clases, mientras uno solo debería observarlo pasivamente y en un silencio deferente. Ante todo, insisten en que la actividad consciente del partido revolucionario —el elemento crítico de la negatividad como el “principio movilizador y generador”[10] en la dialéctica del proceso histórico objetivo— debe ser excluida de la experiencia social en marcha. Steiner y Brenner afirman, efectivamente, que es impermisible entremeterse en el estado psíquico bendito de inocencia virginal con un análisis crítico y exposiciones discordantes. La experiencia no debe ser “denigrada”. En cambio, se le debe permitir a la “experiencia” llevar a los trabajadores hacia donde quiera —es decir, hacia la derrota—.

La bancarrota política de la teoría oportunista sobre la “experiencia” que propugnan Steiner y Brenner se ha visto expuesta por los acontecimientos subsecuentes. Alexis Tsipras compensó su infatuación y servilismo político con la formación de un Gobierno en alianza con los Griegos Independientes, un partido burgués de extrema derecha. Tsipras luego emprendió una política de repudiar todas las promesas de Syriza en cuanto a oponerse al programa de austeridad de la Unión Europea.

La escuela de Fráncfort, el posmodernismo y la política de la pseudoizquierda

La traición de Syriza

El referéndum del 5 de julio del 2015 representó la culminación de esta traición. Tsipras buscó darle una cobertura política a la capitulación de su Gobierno ante las demandas de la Unión Europea. El Comité Internacional denunció esta maniobra, señalando que el Gobierno de Syriza, el cual había llegado al poder tan solo cinco meses antes para oponerse a la austeridad, no tenía ninguna razón legítima para llamar a un referéndum sobre si capitular o no ante la UE. En realidad, Alexis Tsipras estaba ofreciéndole al imperialismo europeo y a sus aliados en la élite gobernante griega una oportunidad para deshacerse de su Gobierno, y así Syriza podría transferirle a otro el peso de tener que aceptar e imponer concesiones.

Predeciblemente, Brenner volvió a enfadarse con la exposición de la maniobra de Tsipras por parte del Comité Internacional y buscó defender al primer ministro. Syriza, escribió, “se ha dirigido al pueblo griego y les ha pedido que decidan: más austeridad o no… esta es una de las extrañas ocasiones en las que la burguesía demócrata cumple con la expectativa”.[1]

Las advertencias hechas por el Comité Internacional y opuestas tan férreamente por Brenner fueron rápidamente confirmadas. Tsipras se horrorizó al ver la abrumadora victoria del “No”, algo que no quería ni preveía. El 8 de julio del 2015, apareció un artículo en el Daily Telegraph británico del editor sobre negocios internacionales, Ambrose Evans-Pritchard, confirmando el análisis del World Socialist Web Site:

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, nunca esperó ganar el referéndum del domingo sobre los términos de rescate de la Unión Monetaria y Económica, ni hablar de presidir la revuelta nacional en marcha contra el control extranjero.

Convocó la votación bajo la expectativa —y la intención— de perder. El plan era dar una buena batalla, aceptar una derrota honorable y entregarle las llaves de la mansión Máximos a otros para que implementaran el “ultimátum” [de las instituciones europeas] del 25 de junio y sufrieran el oprobio.[2]

En una entrevista con el Guardian, publicada el 14 de julio del 2015, Yanis Varoufakis, el exministro de Finanzas de Syriza que encabezaba las negociaciones con la UE, confirmó el reporte de Evans-Pritchard. “Asumí, y creo que también lo hizo el primer ministro, que el apoyo a nosotros y al voto del No desaparecería exponencialmente”, señaló Varoufakis. Al mismo tiempo, afirmó que Amenecer Dorado, el partido fascista griego, se vería beneficiado de la capitulación de Syriza. “No veo ningún otro resultado posible que no sea el fortalecimiento continuo de Amanecer Dorado”.[3]

Steiner y Brenner reaccionaron a la traición de la clase obrera griega, pero sin denunciar a Syriza ni a su líder, Alexis Tsipras, sino publicando ataques nuevos y más virulentos contra el World Socialist Web Site. El crimen del WSWS había sido su “rechazo completo a que la EXPERIENCIA del Gobierno de Syriza podría ser crucial para aumentar el nivel de consciencia política de las masas y abrir oportunidades para ganar a muchos al socialismo revolucionario”.[4] Este extraño argumento conlleva la conclusión de que las traiciones políticas que desorientan y desmoralizan a la clase obrera deben ser celebradas como contribuciones positivas para el desarrollo de la consciencia. ¡Entre más traiciones mejor! ¿Y qué pasa si las traiciones resultan en la victoria de Amanecer Dorado? Si aceptáramos la lógica de Steiner y Brenner, ¡esta sería en sí otra experiencia invaluable para elevar la consciencia! La tarea de los “socialistas”, según su teoría de la consciencia, es promover las ilusiones de los partidos que estén traicionando a la clase trabajadora. Uno debe “permanecer junto a ellos [los trabajadores] a través de sus experiencias…”.[5] Sin duda, si gana la reacción en Grecia, Steiner, quien se encuentra en Manhattan, y Brenner, en Toronto, “permanecerán junto” a los trabajadores a una distancia segura de 8.000 kilómetros de Atenas.

Como expresión más reveladora de su desmoralización, Brenner deja salir: “En la política revolucionaria, NO ES SUFICIENTE PROCLAMAR LA VERDAD”.[6] Solo una persona irremediablemente corrompida por el cinismo y que ha cortado todos sus lazos intelectuales y morales con el socialismo podría escribir esas palabras. El marxismo y toda forma de pensamiento y cultura progresistas se inspiran en la convicción de que no hay nada más poderoso que la verdad. La Cuarta Internacional se distingue de todos los otros movimientos políticos, incluyendo aquellos que afirman tener alguna conexión con el socialismo, en su énfasis sobre el inmenso significado político de la lucha por la verdad en la era en que el capitalismo depende de las mentiras para sobrevivir. Como declaró potentemente Trotsky en 1937: “¡Ni las amenazas, ni las persecuciones, ni las vulneraciones nos detendrán! ¡Sea por encima de nuestros pálidos huesos, la verdad triunfará! Le abriremos paso. ¡Conquistará![7] La lucha por la verdad —que significa, ante todo, decirle la verdad a la clase obrera— es el fundamento esencial de la política marxista, y es incompatible con toda forma de oportunismo político.

La defensa de Syriza por parte de Steiner y Brenner ha expuesto la mala fe intelectual, charlatanería teórica y duplicidad política detrás de sus ataques contra el Comité Internacional. Iniciaron su ataque en el 2004 con la acusación de que mis inclinaciones “objetivistas” y “abandono de la dialéctica” —debido a mi gran estima por el trabajo de Plejánov— representaban mi abandono de la teoría marxista, lo que amenazaba la supervivencia misma del Comité Internacional. En el 2007, concluyeron que el Comité Internacional, al no aceptar sus críticas sobre mi “objetivismo”, había dejado de existir como un movimiento revolucionario. Ahora, una década después de iniciar su campaña, Steiner y Brenner se han convertido en cómplices de políticos pequeñoburgueses que han llevado a cabo una traicion monstruosa contra la clase obrera.

El regreso de Savas Michael-Matsas

La política es rica en ironías. En su polémica inicial, escrita en el 2004, cuando todavía proclamaba su devoción al Comité Internacional, Steiner afirmó que reconocía la importancia de la crítica hecha por el CI de la “bastardización de la dialéctica” por parte de Gerry Healy. Indicó que “la ruptura con Healy en 1985 fue un hito importante en el sentido de que salvó al Comité Internacional de una destrucción completa”.[8]

Sin embargo, la lógica política de su lucha contra el CICI y su defensa de Syriza han llevado a Steiner y Brenner a forjar una alianza política con Savas Michael-Matsas, quien apoyó incondicionalmente a Healy en 1985 y dejó el Comité Internacional. Era el secretario nacional de la Liga Obrera Internacionalista en Grecia, la única sección del CICI que apoyó a Healy. Michael-Matsas no lo respaldó por lealtad personal, sino porque su política oportunista se alineaba más conformemente con sus propios esfuerzos para formar alianzas políticas con partidos estalinistas y pseudoizquierdistas en Grecia. A raíz de su rompimiento con el Comité Internacional, Michael-Matsas proclamó una “Nueva era para la Cuarta Internacional”, en la cual el trotskismo se libraría del “propagandismo abstracto” y “las prácticas de derrotas y aislamiento”. En la práctica, esta “Nueva era” consistía en apoyar al partido PASOK en Grecia, endosando, en alianza con el estalinismo, a un candidato burgués para la Presidencia de Chipre y alabar la Perestroika de Mijaíl Gorbachov como el comienzo de la “revolución política” en la Unión Soviética.

Ahora, treinta años después de que Michael-Matsas rompiera con el trotskismo, Steiner y Brenner han puesto su blog a disposición de Michael-Matsas, donde puede denunciar al Comité Internacional como “sectario”. Mientras que el CICI y el WSWS “pueden decir algunas cosas correctas sobre la naturaleza burguesa de la dirección de Syriza”, escribió el 22 de enero del 2015, “descartan el significado de la victoria de Syriza… Los grupos sectarios no ven las oportunidades porque son indiferentes al movimiento de masas”.[9] Como todos los oportunistas políticos, Michael-Matsas invoca al “movimiento de masas” sin definir la naturaleza de clases y el programa político de sus líderes.

En cuanto a la evolución de las concepciones teóricas desde que dejó el Comité Internacional, su biografía en Wikipedia nos informa que:

Ha estado intentando ofrecer “una reinterpretación de la teoría revolucionaria y el marxismo desde la perspectiva del mesianismo y la mística judía y viceversa”. Su posición podría clasificarse como “ateísmo religioso” o “mesianismo profano”.[10]

Uno busca en vano una sola palabra crítica sobre la “bastardización de la dialéctica” por parte de Michael-Matsas en el blog de Steiner y Brenner. Les da lo mismo sus intentos para incorporar el misticismo medieval de la Cábala en el marxismo y las afirmaciones de los ideólogos de Syriza de que vivimos en una era “posmarxista”. Pero Steiner y Brenner no pudieron soportar mi filosofía “objetivista” —es decir, el empleo de un análisis materialista histórico para descubrir y avanzar los intereses de la clase trabajadora—.

Repetimos, no es su filosofía la que impulsa su política, sino su filosofía subjetiva y ecléctica la que surge de los requisitos de su orientación de clases e intereses sociales, los cuales se reflejan en su política.

Una definición de la pseudoizquierda

La traición de Syriza marca un momento significativo en Grecia e internacionalmente. No queda nada de “izquierdismo” en los sectores sociales de los que han emergido organizaciones como Syriza. Solo queda una retórica engañosa. Su rechazo al programa contra la austeridad ha expuesto la grieta irremediable entre los representantes políticos de las secciones más acomodadas de la clase media y las masas trabajadoras. Este conflicto objetivo de intereses sociales desencadenará un proceso necesario de realineamiento político. Las secciones avanzadas de la clase obrera y la juventud se rebelarán contra la pseudoizquierda y buscarán encaminarse a una auténtica izquierda socialista y marxista. Este proceso objetivo de diferenciación social y política exige la intervención del movimiento trotskista. El enojo hacia los que han traicionado no es suficiente. Los marxistas deben dedicarse a impartirle a la radicalización en curso de los trabajadores y a la intensificación de la lucha de clases un alto nivel de consciencia política e histórica.

Como una contribución a este proceso y con el fin de ayudarles a los trabajadores a identificar a sus enemigos políticos, ofrecemos la siguiente definición de la pseudoizquierda contemporánea:

· La pseudoizquierda denota partidos políticos, organizaciones y tendencias teóricas-ideológicas que utilizan consignas populistas y frases democráticas para promover los intereses socioeconómicos de los estratos privilegiados y afluentes de la clase media. Entre estos partidos y tendencias, se encuentran Syriza en Grecia, Podemos en España, La Izquierda (Die Linke) en Alemania y las numerosas derivaciones de las organizaciones extrotskistas ( i.e.pablistas) y los capitalistas de Estado como el Nouveau Parti Anticapitaliste (NPA) en Francia, el NSSP en Sri Lanka y la Organización Internacional Socialista (ISO, siglas en inglés) en Estados Unidos. Esta lista también puede incluir los remanentes y descendientes de los movimientos en torno a “Occupy Wall Street”, que fueron influenciados por tendencias anarquistas y posanarquistas. Dada la variedad de organizaciones pseudoizquierdistas de la pequeña burguesía por todo el mundo, esta no es de ninguna manera una lista comprensiva.

· La pseudoizquierda es antimarxista. Rechaza el materialismo histórico y, en cambio, acoge distintas formas de idealismo subjetivo e irracionalismo filosófico, asociados con el existencialismo, la escuela de Fráncfort y el posmodernismo contemporáneo.

· La pseudoizquierda es antisocialista, se opone a la lucha de clases y niega el papel central de la clase obrera y la necesidad de la revolución en la transformación progresista de la sociedad.[11] Opone el populismo supraclasista a la organización política independiente y la movilización de masas de la clase obrera contra el sistema capitalista. El programa económico de la pseudoizquierda es, en esencia, procapitalista y nacionalista.

· La pseudoizquierda promueve la “política de identidades”, la cual se enfoca en cuestiones de nacionalidad, origen étnico, raza, género y sexualidad, con el propósito de obtener una mayor influencia en las corporaciones, universidades, profesiones mejor pagadas, sindicatos y en el Gobierno e instituciones estatales. Lo que pretende es una distribución más favorable de la riqueza dentro del 10 por ciento más pudiente de la población. La pseudoizquierda procura tener más privilegios sociales y no su destrucción.

· En los centros imperialistas de América del Norte, Europa occidental y Australasia, la pseudoizquierda es generalmente proimperialista y utiliza consignas de “derechos humanos” para legitimar e incluso apoyar directamente las operaciones militares neocolonialistas.

El análisis y la exposición de la base de clase, las concepciones teóricas retrógradas y la política reaccionaria de la pseudoizquierda son tareas políticas especialmente críticas para el movimiento trotskista en su lucha por educar a la clase obrera, liberarla de la influencia de los movimientos pequeñoburgueses y establecer su independencia política como la fuerza revolucionaria y progresista central en la sociedad capitalista moderna. La escuela de Fráncfort, el posmodernismo y la política de la pseudoizquierdabusca ser una contribución hacia esta meta.

(Prólogo del libro «La escuela de Fráncfort», de WSWS)

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