por Juan García Brun
Hace ya casi 8 años apareció en Chile una joya bibliográfica, «Acerca del Suicidio», traducida al castellano después de 170 años, contiene un trabajo de edición efectuado por el propio Marx, respecto de un estudio efectuado por el archivista policial francés, Jacques Peuchet, de 1846. En este pequeño texto se observan aplicados, en concreto, categorías de análisis que vienen de La Sagrada Familia y La Ideología Alemana, el joven Marx. La cuestión de género, de los prejuicios sociales y de forma muy especial la naturaleza de las relaciones entre el hombre y la mujer, el amor.
El tema de fondo es estremecedor: el suicidio. El marco histórico, el encierro y la incapacidad del orden burgués de dar respuesta a los problemas planteados por la caída del antiguo régimen. El texto consistente en glosas, comentarios y paráfrasis del trabajo de Peuchet, intenta describir la subjetividad social sobre la que trabaja el alemán. La narración está llena de conexiones, algunas de ellas premonitorias, en relación con el suicidio y que ratos anticipan el propio suicidio de la hija de Marx, Leonor y su marido, el socialista Paul Lafargue.
Sólo por estas consideraciones la lectura de este libro es recomendable. Pero hay un aspecto que lo transforma en imprescindible. En él se narran casos concretos de tragedias personales que desembocan ya en el suicidio o en el manicomio, y es que el pulso de estas narraciones son absolutamente románticas y bien pueden formar parte del entramado estético de Poe, Hugo o Heine, a quienes nada tienen que envidiarle. Es Marx recreando, haciendo fantasía, escribiendo un cuento, entrando en la conciencia de sus personajes, sintiendo el derrumbe social.
No está de más señalar que —junto con el incesto— el suicidio es de aquellas materias que el régimen ve con pavor. La patologización del suicidio va de la mano con la concepción liberal del individuo y la ubicación del suicida por lo mismo es una inexplicable perversión del libre albedrío.
Por eso la reflexión sobre el suicidio, más allá de aspectos formales que hacen necesaria la lectura de este libro, es un razonamiento sobre la profundidad de las fuerzas motrices de la revolución en períodos de descomposición social y ausencia de dirección revolucionaria: frente al abismo, ante la derrota, ante la completa falta de perspectivas, el suicidio siempre ha sido uno de los elementos que se pone a toda persona sobre la mesa. La pregunta que subyace a este texto pareciera ser ¿Por qué no suicidarse?
El que aparece en estas páginas es el Marx escritor, un escritor que aparece en sordina corrigiendo el texto de otro autor, transformando lo existente, haciendo humor negro. Es el Marx creador de la célebre metáfora del fantasma que recorre Europa, el roussoniano y el judío, el hombre vivo.
