por Carlos Güida //
Hace poco más de 10 años, los hombres marcharon por primera vez contra la violencia de género en la ciudad de Montevideo, convocados por el intendente de la capital uruguaya.
La particularidad de esta marcha, tuvo las características propias de lo glocal, es decir de un pensar global y de un actuar local. Merece unos párrafos, el origen de esta idea que se concretó en más de quinientos hombres marchando en contra de sus privilegios de género y a favor de la equidad.
El 25 de noviembre de 2003, se publicó en el diario El País de España, una nota de José Saramago, la que reproduzco:
“De Extremadura nos llega el buen ejemplo. Ya no son sólo mujeres quienes salen a la plaza pública protestando contra los malos tratos que sufren a manos de maridos y compañeros (compañeros, qué triste ironía ésta), y que, en tantos casos, además de esta fría y deliberada tortura, no retroceden ante el asesinato, el estrangulamiento, la puñalada, la degollación, el ácido, el fuego. La violencia ejercida desde siempre sobre la mujer encuentra en la cárcel en que se transforma el lugar de cohabitación (neguémonos a llamarle hogar), el espacio por excelencia para la humillación diaria, para la paliza habitual, para la crueldad como método. Es el problema de las mujeres, se decía, y eso no es verdad. El problema es de los hombres, del egoísmo de los hombres, del enfermizo sentimiento posesivo de los hombres, de la bajeza de los hombres, de esa miserable cobardía que los autoriza a usar la fuerza bruta contra un ser más débil físicamente y al que antes se le ha reducido la capacidad de resistencia moral. El ejemplo de Extremadura fructificará. Y tal vez llegue el día en que cien mil hombres, sólo hombres, nada más que hombres, salgan en manifestación a las calles, mientras las mujeres, ahora sí compañeras, desde las aceras les lanzarán flores. Es un sueño. Puede no ser una utopía.
Mario Delgado Aparaín – brillante escritor y hombre comprometido con las transformaciones sociales de su tiempo -, tomó el desafío de Saramago. El autor de La balada de Johnny Sosa, en su rol de director del Departamento de Artes y Ciencias, logró el compromiso del entonces intendente capitalino, Ricardo Ehrlich, para liderar una marcha de los hombres contra la violencia doméstica. Del otro lado del Atlántico, Saramago aprobó la iniciativa.
Organizar esta marcha, desde la Secretaría de la Mujer y en el marco del segundo plan de oportunidades y derechos para mujeres y varones del gobierno municipal, fue posible por el trabajo arduo. Algunas voces contrarias a que los hombres manifestasen su indignación, se alzaban por aquí y por allá. Con diferentes y atendibles argumentos en algunos casos, y con la ideología misógina en otros.
A pesar de los escépticos pronósticos, el 27 de noviembre de 2016, fueron llegando a la explanada municipal hombres que no iban a reivindicar por sus causas históricas: por el aumento salarial, en contra de los despidos masivos, por los derechos laborales de los trabajadores.
Iban a marchar en contra de su condición, de su condición de hombres en un determinado orden de género. Confluyeron obreros, líderes religiosos, artesanos, parlamentarios, músicos, padres con sus hijos, también algunas mujeres que querían ver la marcha desde sus entrañas.
Antes de iniciar el recorrido hacia Plaza Libertad, era imprescindible contar con el texto que José Saramago, que haría llegar desde México con el apoyo de Pilar de Río. Y sobre la hora, llegaron las frases del reconocido portugués.
Marchamos los hombres junto al intendente, con algunos ministros y muchos trabajadores, cumpliendo parcialmente el sueño del autor de Ensayo sobre la ceguera: éramos solo unos quinientos hombres (y mujeres, y niñas y niños) y no había mujeres lanzando flores desde las aceras.
Había sí compañeras esperando en la Plaza Libertad, para fusionarse en mil abrazos con los que llegaban caminando contra el patriarcado y sus impactos. Había también un lienzo sostenido por mujeres militantes con el texto “El logo Montevideo de Todos, también es violento”. Todas y cada una de las disputas, de las confluencias y disidencias eran bienvenidas en un horizonte de valores de equidad.
Quien escribe podía haber estado en la primera fila de la marcha. Sin embargo fue quedando en los últimos lugares. Es que había llegado su padre, quien nunca antes había marchado. Y eso no es poca cosa para quien siempre creyó en la calle como espacio de expresión y de presión ante la opresión.
Leyó Ehrlich, hombre de tantas vidas – Ehrlich el militante tupamaro, Ehrlich, el exiliado político, Ehrlich el maestro de investigadores – las palabras de Saramago:
Guadalajara, México 27 de Noviembre de 2006
Estimado Ricardo Ehrlich,
Tomados uno por uno, los seres humanos no parecen ser capaces de hacer milagros, pero los pueblos sí. La semilla que ahora se está sembrando en Uruguay puede abrirse mañana en alfombras floridas, levantarse al cielo como una floresta gigantesca, cubrirse de pájaros que entonarán el cante de la más hermosa armonía, esa que habrá de colocar frente a frente a hombres y a mujeres libres e iguales en derechos y deberes, que permanecerán intocables (ojalá) durante todos los tiempos de los tiempos, como una moneda de oro que nunca perdiese su valor.
La violencia machista (el mal trato físico y psicológico, la tortura moral y material, la muerte violenta) es cosa de hombres que hombres tienen que resolver. La impotencia de las leyes es manifiesta por muy generosas que se presenten. Son los hombres (los otros) los que deben asumir la responsabilidad de instalar la cordura que siempre debió presidir nuestras vidas. Cada vez que una mujer muera a manos de un hombre, cada uno de nosotros (los que nos consideramos honestos, pacíficos, buenos) debería sentirse injuriado en lo más hondo de su persona, debería experimentar el peor de los remordimientos porque, pacíficos o criminales, todos hemos sido los herederos de una misma tradición aberrante: la del dominio «natural» del hombre sobre la mujer. Ese tiempo ha terminado y no tendrá vuelta atrás. Manifestándonos en las calles, pregonamos con nuestro silencio o con nuestra palabra (si no podemos callarla) esta verdad. El futuro nos lo agradecerá.
¡Adelante pues, Uruguay! ¡Adelante pues, América!
José Saramago
Cientos de marchas transcurrieron en América en esta década, para denunciar, y reclamar justicia ante los miles de femicidios, ante la violencia sexual hacia las mujeres, por el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.
Pasaron diez años y nadie recordó públicamente aquella particular marcha montevideana, en la cual los hombres renegaban de los privilegios y los abusos del patriarcado, muy lejanos aún de los tiempos nuevos, que soñaba el comunista libertario.
Reflexionando sobre lo que en su momento entendimos constituía un punto de inflexión en las acciones por la equidad de género en las orillas del Río de la Plata: el olvido le daba la razón a quienes formularon votos de escepticismo.
Sin embargo, era un olvido parcial, pues en la Casa de la Provincia de Sevilla, Saramago fue homenajeado por el Foro de Hombres por la Igualdad.
Días atrás la publicación La Diaria relataba que el ex intendente montevideano, el arquitecto Mariano Arana, había concurrido a un encuentro de varones por la igualdad, donde también participaron hombres reconocidos por sus luchas en el campo de la cultura, de las ciencias, de los movimientos sociales. Entonces, el escepticismo, da lugar a la utopía: este grupo de hombres quizás vuelva a cuestionar el orden y la burocracia de género. No dudo que se sumen a la movilización internacional del próximo 8 de marzo, a la cual convoca la histórica central de trabajadores y trabajadoras: el PIT CNT.
Muy probablemente en toda Nuestra América se replique este llamado a acabar con los efectos del patriarcado y quien sabe, a cuestionar las bases mismas de la injusticia que lo sustenta.
Un aprendizaje: diez años no es nada en los procesos de transformación social, diez años puede significar mucho en el plano personal, diez años significa miles de muertes basadas en la hegemonía de los hombres. De los violentos y de los distraídos, y de los peores ciegos, los que no quieren ver.
http://elpais.com/diario/2003/11/25/sociedad/1069714803_850215.html
https://ladiaria.com.uy/articulo/2017/2/reunion-del-grupo-varones-por-la-igualdad/
https://ladiaria.com.uy/articulo/2017/2/paro-internacional-en-uruguay-llama-a-reflexionar-sobre-la-realidad-de-cada-mujer/
(Fotografía: Abbas Attar, Teherán, 2001)