por Juan García Brun
La magnífica novela “El Adversario”, del autor francés Emmanuel Carrère se basa en una investigación estremecedora y fascinante, referida al caso de la vida real, el de Jean-Claude Romand,un ciudadano francés tristemente célebre por haber asesinado en el 8 de enero de 1993 a su mujer, a sus hijos, a sus padres y a su perro; y por haber ocultado durante dieciocho años su verdadera vida a todos sus allegados. Romand fue condenado en 1996 a cadena perpetua, con un cumplimiento de condena de al menos 20 años. Cumple condena en la prisión de Châteauroux el próximo año.
La investigación pronto reveló que Jean-Claude Romand no era la persona que creían sus vecinos y conocidos. No tenía trabajo, y había estado engañando a toda su familia y amigos durante años, afirmando ser médico e investigador en la OMS, cuando en realidad nunca había superado el segundo curso de Medicina, y vivía del dinero que había conseguido estafar a lo largo de los años en su círculo de allegados, llegando a vender a precio de oro medicamentos falsos contra el cáncer.
Al parecer, en la época en que cometió los crímenes, su familia estaba a punto de descubrir la verdad sobre él; además, había agotado todos sus recursos económicos. Acorralado, atrapado en su propia trampa, no encontró otra solución que el asesinato pues, según sus propias palabras, «su familia no aceptaría la verdad».
La novela recorre narrativa y estructuralmente el camino de “A sangre fría” de Truman Capote, pero la supera conceptualmente. Lo que está presente en Capote es una tragedia en la que colisionan el horror de las víctimas y la vida miserable de los victimarios. En “El adversario” se incorpora una cuestión adicional de tipo filosófica que clava como un estilete en los dos últimos párrafos de la novela “De que Jean-Claude Romand no representa una farsa para los demás, de eso estoy seguro; pero el mentiroso que hay en él, ¿no la representa para sí mismo? Cuando Cristo entra en su corazón, cuando la certeza de ser amado, a pesar de todo, hace que rueden por sus mejillas lágrimas de alegría, ¿no sigue siendo el adversario quien le engaña? // Pensé que escribir esta historia sólo podía ser un crimen o una plegaria”.
Lo que hace Carrère va más allá de la ruptura de las fronteras entre un texto de ficción vs una narración periodística o realista. Toda la novela es una embestida contra el concepto de la imaginación, por eso es que dice que su novela o es un crimen o es una plegaria. Lo que construye el autor es una celda psicoanalítica y un enjuiciamiento integral a la moralidad burguesa, de forma tal que la novela, en mi opinión, es un crimen, una transgresión de los valores sociales históricos dominantes.
En “El adversario”, con Jean-Claude Romand como cabeza de turco, la mentira no es más que el anatema con que el poder caracteriza la imaginación del temeroso, del aterrado. Es la teoría y la metáfora del adversario. Cuando al oprimido no le queda otra salida más que la fantasía.