por David Mandel//
Mikhail Terechtchenko (1886-1956), industrial del azúcar y Ministro de Asuntos Exteriores del último gobierno provisional no parloteaba cuando preguntó al marinero que le escoltaba a la prisión después de la toma del Palacio de Invierno: ¿Cómo os vais a arreglar sin la intelectualidad? 1/De hecho, esta cuestión se refiere a un proceso clave de la revolución de 1917: el creciente distanciamiento de la intelectualidad, en particular de la fracción de esta última que se calificaba de democrática o de socialista, hacia la clase trabajadora 2/. Los historiadores se han dedicado relativamente poco a este importante aspecto de la revolución. Sin duda, ello se explica por la visibilidad de la intelectualidad en las cumbres del partido bolchevique, en el interior de su comité central. Sin embargo, eran raros los miembros de la intelectualidad en todos los niveles del partido –ciudades, distritos, lugares de trabajo-: en 1917, de forma aplastante, la composición social y la orientación política del partido bolchevique eran proletarias.
El segundo congreso de los soviets en la sala de reunión del palacio de Smolny de San Petersburgo
Este proceso de distanciamiento sumergía, no obstante, sus raíces en la época de la revolución de 1905; incluso antes. Fue invertido, brevemente, por la Revolución de Febrero que, durante un corto período, creó una atmósfera de unidad nacional. Pero el alejamiento mutuo reapareció pronto, con fuerza, alcanzando su punto culminante con la Revolución de Octubre. Esta última fue masivamente apoyada por los trabajadores y trabajadoras mientras que la intelectualidad, incluso sus sectores de izquierda, fue profundamente hostil.
En el uso popular contemporáneo, el término intelectual designaba a una persona que ganaba (o preveía ganar, si era estudiante) los medios de su existencia en el ejercicio de un empleo que necesitaba al menos un diploma de enseñanza secundaria. Por ejemplo, cuando en abril de 1917 el personal superior de correos de Petrogrado decidió formar su propio sindicato, en reacción a las aspiraciones igualitarias del sindicato de los empleados de correos y telégrafos, decidió llamarle “oficina organizadora provisional de los empleados Intelligentnykh del correo central de Petrogrado y de sus sucursales”, subrayando la importancia de “la educación, a la que habéis dedicado al menos una cuarta parte de vuestra existencia”, tomando así distancias respecto a los miembros del sindicato existente, compuesto de personas “que no pueden ni ortografiar correctamente sus nombres” 3/. Por su parte, V.M. Levin, un socialista revolucionario de izquierda (SR), miembro del soviet central de los comités de fábrica de Petrogrado, señalaba en diciembre de 1917 que “las gentes que han tenido la buena suerte de recibir una educación científica abandonan el pueblo (…) En el seno de este último crece instintivamente el odio hacia las personas instruidas, hacia la intelectualidad” 4/.
Más allá de esta definición popular, sociológica, el término tenía una dimensión moral y política: la intelectualidad designaba a las personas preocupadas por las cuestiones malditas, por el destino de Rusia. El sociólogo Pitirim Sorokin, secretario personal de Kerenski en 1917, hacía referencia a la intelectualidad como a los “portadores de la inteligencia y la conciencia” 5/. Aunque la mayor parte de estos últimos eran liberales, o incluso se situaban más a la derecha y se identificaban con los intereses y la visión del mundo de las clases poseedoras (la sociedad censitaria), el término intelectualidad suponía sin embargo un cierto matiz de servicio al pueblo que trabaja.
Históricamente, este elemento correspondía a una determinada realidad. En el curso de la segunda mitad del siglo XIX, un segmento significativo de la fracción políticamente activa de la intelectualidad se opuso a la autocracia, y aunque se tratase solamente de una minoría de la población educada, tendió a dar el tono al conjunto del grupo social. La principal tarea política que se asignó fue la de colmar el abismo que le separaba del pueblo todavía adormecido, que deseaba despertar en un combate contra la autocracia. La intelectualidad, en su conjunto, acogió favorablemente la Revolución de Febrero.
Un examen más profundo del período anterior a 1917 revela una imagen más compleja. Ya que la intelectualidad, tras la revolución de 1905, se deslizó hacia la derecha, un viraje que fue especialmente marcado en el seno de la intelectualidad hasta entonces socialista. Un signo de ese cambio, ampliamente discutido en la época, fue la publicación en 1909 de la selección de (siete) artículos, titulada Vekhy (Jalones), por un grupo de intelectuales, algunos de los cuales habían sido marxistas 6/. La selección de textos critica el materialismo y el radicalismo de la intelectualidad rusa. En su estudio del Partido Socialista-Revolucionario, el partido campesino de Rusia, el historiador Oliver Radkey habla de la:
“metamorfosis de (…) la intelectualidad populista de los insurgentes que en 1905 eran demócratas, indiferentes del período entre las dos revoluciones [de 1905 y 1917], después fervientes patriotas, partidarios de la Entente así como en de votos del culto al Estado en el curso de la guerra (…). Se escondieron tras la vieja etiqueta SR, aunque la vieja fe ya no existía, más allá de un residuo de interés por la liberación política (…)” 7/.
Un proceso similar de fuga de intelectuales se observaba en los partidos social-demócratas 8/. Leopold H. Haimson decubrió que la correspondencia privada de los diferentes mencheviques en el curso de los años 1909-1911:
“está llena de declaraciones de desánimo (…) respecto a la retirada masiva de las preocupaciones políticas y sociales que parecía haber acompañado al abandono de la lucha clandestina de la intelectualidad radical. Estas cartas sugieren de hecho que la mayor parte de los miembros del partido habían abandonado de las actividades partidarias y habían quedado completamente absorbidos por la lucha ordinaria, aunque ardua, que consistía en retomar una existencia cotidiana normal” 9/.
El ala bolchevique de la socialdemocracia rusa, que dirigió el movimiento obrero en el curso de los años que precedieron a la guerra y que estuvieron marcados por la renovación de las luchas obreras, es decir en el período de recuperación de la derrota de 1905 y la reacción que siguió, conoció un fenómeno semejante. Las memorias redactadas (años más tarde) por los trabajadores [bolcheviques] documentan su sentimiento de haber sido traicionados por la intelectualidad bolchevique. A.S. Chpliapnikov, un obrero metalúrgico y dirigente de primer orden del partido, escribía respecto al reflujo, que había comenzado en 1906-7. El número de intelectuales en el seno del partido de Petersburgo era tan bajo que apenas tenía fuerzas literarias para responder a las necesidades de la fracción bolchevique de la Duma de Estado y de los periódicos cotidianos del partido:
“En lugar de los raznochinsty-intelligenty [el primer término designa a las personas que no pertenecen a la aristocracia], de los jóvenes estudiantes, surgió una intelectualidad de los trabajadores, de manos callosas y una inteligencia viva así como lazos permanentes con los trabajadores” 10/.
Kiril Orlov (Ivan Egorov), otro metalúrgico de San Petersburgo, miembro del comité bolchevique de esa ciudad durante la guerra, recordaba:
“Durante la guerra, entre los miembros del Comité de San Petersburgo no había ningún miembro de la intelectualidad. Esta última vivía una existencia completamente separada, en alguna parte de la ciudad, agrupada en torno a Máximo Gorki. Pero ni al proletariado ni sus barrios los vieron. Los proletarios teníamos el sentimiento que estábamos solos. No había ni una persona disponible para redactar un pequeño panfleto o un texto de convocatoria. Se sentaban todos con los brazos plegados, afligidos, y huían del trabajo ilegal, de forma similar a como el diablo huye del incienso. Los trabajadores estaban dejados a sí mismos” 11/.
El sentimiento de traición era incluso más fuerte en provincia, donde la intelectualidad era menos numerosa. A. Martsionovskii, un carpintero bolchevique, escribía:
“En un gran número de ciudades en las que había tomado parte en el trabajo ilegal, el comité de partido estaba casi en todos los lugares compuesto exclusivamente de trabajadores. La intelectualidad estaba ausente, con excepción de los que estaban de viaje y venían dos o tres días. Durante los años de reacción más difíciles, los trabajadores permanecieron sin dirigentes provenientes de la intelectualidad. Decían que estaban fatigados, que los jóvenes vendrían a coger el relevo. Pero, entretanto, la juventud era arrastrada por la artsybashevshchina [palabra derivada de la obra del escritor Mikhaïl Artybashev (1878-1927), en particular de su novela de 1908 titulada Sanin que, en el contexto post-1905, pone en escena el abandono de los compromisos sociales, el incesto, el suicidio. Esta novela dio lugar a una palabra, saninshchina. Ambas fueron utilizadas de forma peyorativa para designar el abandono del compromiso político, la fascinación por el suicido y el sexo de una parte de la intelectualidad]. Algunos buscaron nuevos dioses, otros abandonaron el país y el resto llevó una existencia beoda. Pero eso fue en el período que siguió a la destrucción de nuestra organización. Poco después, los intelectuales decidieron que no era bueno ser revolucionario y se dedicaron activamente a la puesta en marcha de una corriente de liquidadores [socialdemócratas que, a continuación de la revolución de 1905, defendían el abandono del trabajo ilegal y la organización clandestina]. Al inicio de la guerra imperialista se posicionaron a favor de la defensa del país y renegaron de sus consignas fundamentales, llevando con ellos a numerosos trabajadores que no tuvieron el tiempo de reflexionar bien las cosas […] Nosotros, los trabajadores en la clandestinidad, tuvimos que actuar sin el apoyo de la intelectualidad, con excepción de algunos individuos. Sin embargo, después de la revolución de febrero salieron a flote, golpeándose el pecho y gritando: somos revolucionarios, etc. Pero, de hecho, ninguno de entre ellos había realizado trabajo revolucionario lguno y no les vimos en la clandestinidad 12/.”
Sin embargo, tal como indica Martsionovskii, tras la Revolución de Febrero tuvo lugar un cierto acercamiento entre los trabajadores y la antigua intelectualidad, durante su fase de luna de miel, de unidad nacional. Una vez que la revolución en la capital fue un hecho real, las clases poseedoras se plegaron a ella, mientras que hasta entonces estuvieron profundamente asustadas ante la perspectiva de una revolución popular. Este giro facilitó en gran medida la victoria de la revolución en el resto del país y en el frente 13/.La atmósfera idílica de febrero se reveló, no obstante, breve. Pronto, ya en abril, la polarización que oponía las clases populares a las clases poseedoras se hizo sentir de nuevo.
Entre los trabajadores, más lentamente entre los soldados y, finalmente, en las aleas, empezó a tomar cuerpo la convicción de que las clases poseedoras se oponían a los objetivos democráticos y contra la guerra impulsados por la revolución y que ellas estaban, en realidad, determinadas a aplastar la revolución por medio de una dictadura militar. Esta convicción se expresó por un apoyo popular creciente a la reivindicación de una transferencia del poder político a los soviets de diputados de los trabajadores, soldados y campesinos. En otros términos, a favor de un gobierno que excluyese toda influencia de las clases poseedoras en la política, una posición defendida por el partido bolchevique. A partir del otoño de 1917, todos los soviets de los centros urbanos de alguna importancia y, de forma creciente, los soldados en el frente, exigían el final del gobierno de coalición con los representantes políticos de las clases poseedoras y el traspaso del poder a los soviets. En el Segundo Congreso Panruso de los diputados obreros y soldados –que se celebró los 25-27 de octubre y puso en pie un gobierno de los soviets- sobre los 650 delegados 390 eran bolcheviques y 90 pertenecían a los SR de izquierda y estos últimos se unieron rápidamente a los bolcheviques en un gobierno de coalición. Reunido entre el 10 y el 25 de noviembre, el Congreso Panruso de los diputados campesinos votó igualmente su apoyo al gobierno de los soviets.
Es sobre este telón de fondo de profundización de la polarización de clases que reapareció el antiguo foso entre los trabajadores y la intelectualidad. Cuando tuvo lugar la conferencia sobre la educación de los adultos, algunos días antes de la insurrección de octubre. A.V. Lunatscharski (que será Comisario del Pueblo de Educación en el primer gobierno de los soviets) presentó un informe sobre el estado de la cooperación entre los trabajadores y la intelectualidad en el terreno cultural. Subrayó que la gran sed de conocimientos que se encontraba en el seno de la clase trabajadora permanecía insatisfecha ya que, “actualmente, se puede observar que el proletariado está aislado de la intelectualidad […] debido al hecho de que el proletariado ha pasado bajo la bandera de la extrema izquierda de la democracia, mientras que la intelectualidad deriva hacia la derecha”. Estas afirmaciones provocaron protestas de los representantes presentes de la intelectualidad. Lunatscharski insistió sin embargo sobre el hecho de que “no es al proletariado al que hay que reprender sino a la intelectualidad, que ha adoptado una actitud radicalmente negativa respecto a las tareas políticas avanzadas por el proletariado” 14/.
A este respecto, es muy revelador el estudio sobre el periodismo ruso en el año 1917, “de esta fisionomía colectiva que, hasta recientemente, reflejaba el alma de nuestra pretendía intelectualidad, nuestra aristocracia espiritual”. Fue redactado por V.P. Polonski, un historiador y crítico literario menchevique de izquierda, él mismo muy crítico de la locura bolchevique(sumasbrodstvo) y del régimen soviético:
“[…] Sería difícil encontrar otro grupo que la intelectualidad cuyos pensamientos y estados de alma hayan sido más cruelmente devastados por la revolución.
Tengo ante mí un montón de periódicos, de revistas, de folletos. Entre el material del momento, se encuentra frecuentemente el viejo tema, el más sensible para la consciencia de nuestra intelectualidad: el tema de “la intelectualidad y el pueblo”.
Y, al hilo de la lectura, la imagen que aparece es más inesperada. Hasta recientemente, el tipo predominante de intelligenty era el de intelectual-narodnik [populista], el bien-pensante, inclinándose gentilmente y con simpatía sobre la suerte de nuestro “pequeño hermano”. Pero, ¡he aquí!, ese tipo es en lo sucesivo un anacronismo. En su lugar ha aparecido el intelectual malévolo, hostil al mujik [campesino pobre, sin propiedades, nvs]-, a los trabajadores, al conjunto de la masa trabajadora e ignorante.
Los intelectuales contemporáneos ya no aspiran, como antiguamente, a colmar una especie de abismo que los separa de los mujiks. Al contrario, quieren desmarcarse del mujik de forma clara e infranqueable […]
Tal es la confusión, de mal augurio, que emerge. Se manifiesta con gran nitidez en literatura. En un gran número de artículos dedicados al pueblo y a la intelectualidad, se presenta al pueblo bajo los rasgos de una masa ignorante, brutalizada, ávida y descontrolada; una escoria. Y sus dirigentes actuales como demagogos, miserables nulidades, emigrados, carreristas que han adoptado la divisa de la aristocracia de la vieja Francia: après nous, le déluge […]
Si se recuerda lo que los simpatizantes y los defensores del pueblo de ayer han escrito últimamente respecto al poder de la multitud (okhlokratia), el elemento más alarmante de nuestra situación presente se hace indiscutible: la intelectualidad ha dicho adiós al pueblo. Los intelligenty tienen justo todavía bastante barniz para desear buenas noches al “que sufre todo en nombre de Cristo, cuyos ojos severos no lloran, cuya boca mutilada no se queja”.
Y este último, el eterno sufriente, no ha tenido más que levantarse sobre sus pies, enderezar poderosamente sus hombros y tomar una gran inspiración para que la intelectualidad pierda todas sus ilusiones.
No son ni los excesos de las jornadas de octubre, ni la locura del bolchevismo, los que explican eso. El alejamiento de los intelectuales, las transformaciones de los populistas en partisanos del mal, empezó hace ya mucho tiempo, casi al día siguiente de la revolución [de febrero] […].
Los escritores y los poetas, los ensayistas y los artistas (no todos, por supuesto, pero si un gran número) han dado la espalda al pueblo. “Te has levantado sobre tus pies demasiado pronto. Simplemente eres un bárbaro. Tu camino no es el nuestro” […]15/.
Un proceso paralelo de alejamiento de la intelectualidad se desarrolló en el interior de los partidos socialistas. En su libro dedicado al Partido Socialista Revolucionario entre octubre de 1917 y enero de 1918, Radkey escribe que cuando los socialistas revolucionarios se dividieron finalmente, en septiembre de 1917, entre un ala izquierda y un ala derecha (esta última continuaba apoyando un gobierno de coalición con los liberales, representantes de las clases poseedoras),
“[…] casi todos los marineros y una amplia mayoría de los obreros y de los soldados se unieron a los SR de izquierda, la mayor parte de los intelectuales y los cuellos blancos siguieron donde estaban, y el campesinado se ha dividido en dos campos, permaneciendo el principal fiel a los socialistas revolucionarios (de derecha), pero el más pequeño era de un tamaño consecuente y en constante crecimiento […] De todos los lados había quejas sobre la penuria de intelectuales que obstaculizaba la actividad del nuevo partido. Nicolas Soukhanov le calificó de partido de la plebe rural y le situó en un escalón todavía más bajo que los bolcheviques, el partido de la plebe urbana 16/.”
En la segunda conferencia de Petrogrado del Partido Bolchevique, en julio de 1917, el dirigente local V. Volodarski [elegido en la Duma de mayo, conocido portavoz de los bolcheviques a los que se había unido en julio de 1917 y cuyo nombre era Moisei Markovich Goldstein, muerto en junio de 1918] se quejaba de la “deserción masiva de la intelectualidad”, agregando:
“La intelectualidad, conforme a su composición social, ha pasado a los defensistas [partidarios del gobierno de coalición sobre la guerra] y no quiere hacer progresar la revolución hacia adelante. No se unen a nosotros y adoptan en todos los lugares una posición de resistencia a las medidas revolucionarias tomadas por los obreros 17/”.
Algunas semanas más tarde, en el sexto congreso del partido, Volodarski declaró esto en su informe sobre la organización bolchevique de Petrogrado:
“El trabajo es realizado por las fuerzas locales salidas de las masas trabajadoras. Hay muy pocas fuerzas intelligentnye. Todo el trabajo de organización es realizado por los mismos trabajadores. Los miembros del comité central participan poco en nuestro trabajo organizativo. Lenin y Zinoviev muy raramente, ya que estaban ocupados en otras tareas. Nuestra organización ha crecido a partir de abajo 18/”.
En las provincias, la ausencia de intelligentsy era aún más marcada. El comité central bolchevique era constantemente bombardeado por solicitudes urgentes de provincia pidiendo que se les enviase “fuerzas literarias”, “al menos un intelligent”. Pero Iakov Sverdlov, el secretario del comité central, respondía casi invariablemente que la situación en la capital apenas era más envidiable y que no podía prescindir de nadie 19/.
Resultó que los trabajadores identificaban a los bolcheviques con los trabajadores y los mencheviques y los SR (de derecha) con los intelectuales. En junio de 1917, por ejemplo, un periodista menchevique visitó una fábrica de embalaje de té en Moscú. Los trabajadores de Moscú estaban políticamente detrás de Petrogrado y todos los miembros de ese comité de fábrica eran todavía mencheviques, con excepción de uno solo. Cuando el periodista preguntó a ese último por qué no era, como los otros, menchevique, le respondió que no pertenecía a ningún partido, pero que votaba por los bolcheviques porque “hay trabajadores en sus listas. Los mencheviques son todos gospoda [gentlement] doctores, abogados, etc.”.Agregó que los bolcheviques se pronunciaban a favor del poder soviético y del control obrero 20/. El 14 de octubre, en una reunión del soviet de Orekhovo-Zouïevo (una ciudad de la industria textil de la región industrial central), Barychnikov, un trabajador bolchevique del lugar, afirmó:
“Ante el hecho de que la ideología y la política de la clase obrera reclaman una transformación radical del sistema actual, se ha tensado fuertemente la relación de la llamada intelectualidad, los SR y los mencheviques, en relación con trabajadores. Por consiguiente, ya no existen lazos entre nosotros y a los ojos de la clase obrera se han definido al final como los servidores de la sociedad burguesa 21/.
Mientras que los trabajadores se desplazaban a izquierda y abandonaban su anterior apoyo a la coalición política con los representantes de la sociedad censitaria, las conferencias de trabajadores se convirtieron cada vez más en asuntos plebeyos. Un informe sobre una conferencia de personal ferroviario, en noviembre de 1917, era típico a este respecto: “ausencia casi total de la intelectualidad. Incluso el presídium está compuesto casi exclusivamente por la base 22/. Esta conferencia fue convocada por los trabajadores de los depósitos ferroviarios y de los talleres de Moscú y Petrogrado en oposición al sindicato pan ruso de los ferrocarriles, que se había opuesto a la insurrección de octubre y al gobierno de los soviets. Este sindicato, dirigido por mencheviques internacionalistas, abarcaba a todos los empleados de los ferrocarriles, incluidos los trabajadores de cuello blanco y personal de dirección. En revancha, dos tercios de los delegados a la conferencia de los trabajadores de los depósitos y los talleres eran bolcheviques y el resto socialistas revolucionarios de izquierda. No había más que un puñado de mencheviques internacionalistas.
6/08/2017
Se trata de la primera parte sobre cuatro de una contribución de David Mandel, publicada en su primera versión en 1981, en el número 14 de la revista Critique, p. 68-87, revista animada por Hillel Tickin. Esta primera versión ha sido revisada y ampliada para una nueva publicación, en 2016, en una revista brasileña. Ha servido de base a la traducción realizada por Sébastien Abbet, para la web www.alencontre.org. La traducción ha sido revisada por el autor, que la ha encontrado completamente conforme, en términos de contenido y calidad de adaptación al original. (Red. A l’Encontre)
https://alencontre.org/laune/histoire-revolution-russe-lintelligentsia-et-la-classe-ouvriere-en-1917.html
Notas:
1/ Citado en S.P. Melgunov, The Bolshevik Seizure of Power, (ABC-CAO : 1972), p. 90. [La cita en inglés utiliza el verbo to manage, que quiere decir “administrar”, “gestionar”. Se podría traducir igualmente por: “¿Cómo vais a gestionar, administrar –el país- sin la intelctualidad]
2/ Intelectualidad “democrática” o “socialista” por oposición a “intelectualidad burguesa”. Figuras como Pavel N. Milioukov, profesor de historia y dirigente del Partido Kadete, un partido liberal que, en 1917, ocupará un lugar hegemónico en el senoo de la clase poseedoras (también calificada con el califictivo de “sociedad censitaria”). “La intelectualidad democrática” designaba a los simpatizantes de las clases populares (trabajadores y campesinos), partidarios de los diversos partidos socialistas. En la terminología de la izquierda rusa de la época, formaban parte de la “democracia revolucionaria”, a los lados de los trabajadores y de los campesinos.
3/ K. Bazilevich, Professional’noe dvizhenie rabotnikov sviazi (Moscú: 1927), p. 33.
4/ Znamia truda, (17 diciembre 1917).
5/ Volia naroda, (6 noviembre 1917). Sorokin era el secretario personal de Kerenski. Después de su exilio a los Estados Unidos se convertirá en uno de las figuras destacadas de la sociología universitaria americana.
6/ M. Shatz y J. Zimmerman, ed., Vekhy, Routeledge, N.Y. , 1994.
7/ O. Radkey, The Sickle under the Hammer, (New York, Columbia University Press: 1963), p. 469-470. Ver también la Znamia truda, (15 novembre 1917), sobre la forma como la intelectualidad populista tendió, contrariamente a los trabajadores, a adoptar una posición defensista en el curso de la guerra.
8/ L.M. Kleinbort, Ocherki rabochei intelligentsii, Petrogrado, 1923, p. 176-177.
9/ L. H. Haimson, “The Problem of Social Stability in Urban Russia, 1905-1917”, en M. Cherniavsky, The structure of Russian History, (Nueva York; Random House: 1970), p. 346.
10/ A. S. Shliapnikov, Kanun semnadisatovo goda, (Moscú-Petrogrado: 1923), p. 9.
11/ K. Orlov, Zhizn’rabochego revoliutsionnera. Ot 1905 k 1917 g., (Leningrado: 1925), p. 29.
12/ A. Martsionovskii, Zapiski revoliutsionnera-bol’shevika, (Saratov, 1923), p. 89. Esa era la apreciación de Martsionovskii. En realidad, al menos en la capital, los estudiantes desempeñaron un papel que no fue insignificante en el curso del período 1912-14, en particular en su primera fase (ver, por ejemplo, el artículo de E.E. Kurze’s in Istoria rabochikh leningrada, vol. I, (Leningrado: 1972, p. 419)). Pero eso no fue comparable, ni incluso vagamente, con su papel en 1905 o en el seno del movimiento de liberación anterior. En todo caso, en lo que concierne a la intelectualidad en su conjunto, el cuadro trazado por Martsionovskii es correcto.
13/ V.B. Stankevich, un socialista popular (izquierda moderada) escribió sobre el tema de las clases poseedoras de ese período: “oficialmente, celebraban y bendecían la revolución, gritaban “hurras”en honor de los combatientes de la libertad, exhibiendo cintas y desfilando con banderas rojas. Todo el mundo decía “nosotros”, “nuestra” revolución, “nuestra” victoria, “nuestra” libertad. Pero, en el fondo de su corazón, en las conversaciones íntimas, estaban aterrorizados, temblaban y se sentían cautivos de un medio fundamentalmente hostil que se dirigía hacia un destino desconocido”, V.B. Stankevich, Vospominaniya 1914-1919, Leningrado, 1926, p. 33.
14/ 14/ Novaïa zhizn’, 18 octubre 1917.
15/ Ibid., 4 enero 1918.
16/ O. Radkey, op. cit., p. 159.
17/ Vtoraia i tret’ia obshchegorodskie konferentsii bol’shevikov v iule i sentiabre 1917g., (Moscú-Leningrado: 1927), p. 28.
18/ Shestoi vserossiiskii s’ezd RSDRP(b). Protokoly, (Moscú, 1958), 45.
19/ Ver Perepiska sekretariata TseKa RSDRP(b) s metsnymy organizatsiamy, mart-oktiabr’1917 (Moscú : 1957, passim).
20/ Rabochaia gazeta, 20 junio 1917.
21/ Nakanune Oktiabr’skovo vooruzhennovo vosstania v Petrograde, (Moscú: 1957), p. 152.
22/ Znamia truda, (17 noviembre 1917).