Precios y ley económica en «Salario, precio y ganancia»

por Rolando Astarita

En notas anteriores (por ejemplo, aquí), sostuve que, según la teoría marxiana, los precios están determinados por leyes que son socialmente objetivas. Naturalmente, me refiero a los precios de mercancías que pueden ser reproducidas, esto es, que están sometidas a competencia.

En esta nota amplío el tema llamando la atención sobre el trabajo de Marx Salario, precio y ganancia. Se trata del informe presentado por el autor de El Capital, en junio de 1865, en el Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores, en crítica a John Weston. Weston sostenía que la lucha por aumentos salariales es inútil porque los capitalistas responden a los aumentos salariales elevando los precios. En su informe, Marx resume su teoría del valor y de la plusvalía y explica, de forma muy accesible, por qué los precios no pueden ser establecidos a voluntad cuando aumentan los salarios. Una cuestión que está íntimamente vinculada a las teorías – en primer lugar la keynesiana – que culpan a los aumentos salariales por la inflación. 

“Salario, precio y ganancia”: argumento de Weston y la respuesta de Marx

Marx comienza su respuesta recordando los dos supuestos de los que partía Weston: a) que en el capitalismo la producción es fija; b) que la suma de los salarios reales también es constante. A partir de aquí, sostenía que cuando los obreros consiguen un aumento de salarios, los capitalistas recobran lo perdido aumentando los precios, y se vuelve a la situación inicial. Es que el aumento de los salarios provocaba el aumento de la demanda de bienes de consumo; pero dado que la producción era fija, subían los precios.

En oposición a Weston, Marx señala que la producción capitalista no es fija, sino aumenta a medida que progresa la acumulación. Pero aun si fuera fija, sigue Marx, es equivocado pensar que los capitalistas pueden aumentar los precios a voluntad para responder a las subas de salarios. Si ese fuera el caso, habría que reconocer que no hay ley económica de los precios y que por lo tanto el capitalista los fija según su capricho(es lo que piensan hoy muchos discípulos de Marx). Escribe: “… la subida de los precios o, dicho en términos más generales, las variaciones de los precios de las mercancías, y los precios mismos de éstas, ¿dependen acaso de la simple voluntad del capitalista o, por el contrario, tienen que darse ciertas circunstancias para que prevalezca esa voluntad? Si no ocurriese esto último, las alzas y bajas, las oscilaciones incesantes de los precios del mercado serían un enigma indescifrable” (Salario… p. 6).

Sostiene entonces que los precios están sometidos a la ley económica. Para mostrar por qué, establece el marco de condiciones en que desarrolla su razonamiento: no hubo cambios en las fuerzas productivas; tampoco en el volumen de capital y trabajo invertidos; “ni en el valor del dinero en que se expresa el valor de los productos” (p. 6; énfasis agregado). Es la manera de analizar en su pureza el efecto del alza de los salarios.

Suponemos entonces que aumentan los salarios y disminuyen los beneficios. Luego, aumenta la demanda de bienes salariales y disminuye la de bienes de lujo. Por lo tanto, aumentan los precios de los primeros, y las ganancias de las industrias que los producen; y disminuyen los precios de los segundos, y las ganancias de las empresas que los producen. Se trasladan capitales a la producción de bienes salariales, aumentando su oferta. Y disminuye la producción de bienes de lujo. Una vez que las producciones se han acomodado a la nueva distribución del ingreso, los precios se reestablecen según la ley del valor. El nivel general de precios, contra lo que afirmaba Weston, no se altera; y la tasa general de ganancia disminuye. No hay nada arbitrario en todo esto.

Otro efecto de cambios en la distribución

En el argumento de Marx que acabamos de presentar, la atención está puesta en la variación de las cantidades producidas por las industrias de bienes salariales y de bienes suntuarios. Pero la explicación puede hacerse más general tomando en cuenta el conjunto de las ramas productivas. Es lo que hizo Ricardo en su crítica a la idea de Smith de que una suba de los salarios provoca una suba del nivel de los precios.

Según Ricardo, dado que en las diferentes ramas de la economía el trabajo humano se combina en diferentes proporciones con los medios de producción, y dada la tendencia a la igualación de la tasa de ganancia entre las ramas, un aumento de los salarios da lugar a un cambio de los precios relativos, sin que se altere el nivel general de precios. Es que, debido a la tendencia a la igualación de la tasa de ganancia entre las diferentes ramas, si aumentan los salarios deben aumentar los precios de los productos de las ramas más intensivas en mano de obra; y disminuir los precios de los productos de las ramas más intensivas en medios de producción. Escribe: “… en proporción a la durabilidad del capital empleado… los precios relativos de aquellos bienes en los cuales se empleó dicho capital duradero variarán inversamente a los salarios; bajarán al aumentar los salarios y aumentarán cuando los salarios bajen; al contrario, los producidos principalmente a base de trabajo y con menos capital fijo, o con capital fijo de un carácter menos duradero que el medio en el que se estima el precio, aumentarán al subir los salarios y bajarán cuando los salarios se reduzcan” (Principios.. p. 32). Por otro lado, dada la relación inversa entre salarios y ganancias (dejamos ahora de lado la renta), la tasa media de ganancia disminuye cuando aumentan los salarios.

Marx también sostiene que, ante un aumento de los salarios, cambian los precios relativos, según las industrias sean más intensivas en capital constante o en capital variable (o mano de obra); y el nivel de precios no se modifica. En Teorías de la plusvalía escribe: “… si [la] tasa de ganancia aumenta o disminuye a consecuencia del aumento o la reducción de los salarios, el precio de estas mercancías subirá o bajará en proporción correlativa, es decir, de acuerdo con la parte del precio que resulta de la ganancia calculada sobre el capital fijo” (p. 163, t. 2). Los nuevos precios relativos, y la nivelación de la tasa de ganancia, se impondrían por competencia. Acordando entonces en este punto con Ricardo,, Marx sin embargo lo critica porque confunde el costo de producción [que en El Capital llama precio de producción] con el valor; y la ganancia con la plusvalía. Por eso, observa Marx, Ricardo no investiga “el problema esencial de la conversión de los valores en precios de costo” [precios de producción].

Las condiciones establecidas por Marx en su respuesta a Weston 

Destaco la importancia de las condiciones establecidas por Marx en Salario… para refutar la tesis de Weston. En primer lugar, supone que no hay aumento de productividad. Esta condición es importante porque en una situación de aumento de la productividad puede darse el caso – y ha sido frecuente en la historia del capitalismo – que aumente el salario real y aumente la plusvalía relativa. Esto es, la relación estrictamente inversa entre salario y ganancia, que plantea Ricardo, supone que no hay aumentos de productividad. Es una posibilidad, pero no la única, de acuerdo a la teoría de Marx.

Por otra parte, tampoco la relación entre tasa de ganancia y salarios es siempre inversa. Es cierto que, prima facie, al aumento del salario debería corresponderle la caída de la tasa de ganancia, y viceversa. Sin embargo, “la tasa de ganancia puede ser determinada por movimientos en el valor del capital constante, independientemente de los movimientos del salario, de manera que salario y tasa de ganancia pueden moverse en la misma dirección en vez de hacerlo en la opuesta, y ascender o bajar de manera continua” (El Capital, p. 1102, t. 3). Esta complejidad de la relación salario – tasa de ganancia (y por ende precio) contradice la habitual tesis que dice que las variaciones de salarios determinan unívocamente las variaciones de los precios (se amplía más abajo). Anotemos también que contradice la relación inversa, también demasiado mecánica, que establecen Sraffa y sus seguidores entre salario y tasa de ganancia.

La segunda condición planteada por Marx en su respuesta a Weston es que no varíe el valor del dinero. Esto garantiza que la expresión monetaria del nuevo valor agregado se exprese en una suma determinada de dinero que no se modifica por los cambios en la distribución.

Vale la pena detenerse un momento en esta segunda condición, ya que es relevante para los debates sobre las causas de la inflación, y su relación con los salarios. Es que en la historia del capitalismo ha sido frecuente que la baja del salario real haya comenzado por la desvalorización de la moneda, y el consiguiente aumento de precios (el mismo valor agregado se expresa en mayor cantidad de equivalente). En ese escenario los obreros pueden emprender una lucha por recuperar salarios. Luego, si los trabajadores consiguen aumento de sus salarios nominales, puede haber nuevas rondas de desvalorización de la moneda y subas de precios, respondidas por intentos de los trabajadores de recuperar el terreno perdido. Este ha sido un escenario frecuente en Argentina. Por otra parte, es el argumento preferido de los que quieren explicar la inflación por el aumento de salarios. Pero suelen pasar por alto el hecho de que las luchas salariales son en respuesta a la caída del salario real, provocada por la desvalorización de la moneda y la suba de precios.

En cualquier caso, el supuesto de la estabilidad del valor de la moneda es crucial en el razonamiento de Marx (también en el de Ricardo que examinamos en el apartado anterior). Veremos más abajo que esta cuestión está implicada también en las formas en que el capital puede realizar la plusvalía relativa, la cual resulta de los aumentos de la productividad. Sin embargo, en el razonamiento de Marx subyace un problema. Es que cuando se modifica la distribución del ingreso entre salarios y ganancias, los precios relativos se modifican, como vimos, y esto debe afectar también al precio del oro (ya que varía el monto de plusvalía del que se apropian las diversas ramas productivas, incluida la del oro). Es una manera de ver por qué no puede existir una medida invariable del valor. Por lo tanto habría que precisar que cuando se supone que el valor del dinero no se modifica cuando se modifica la distribución del ingreso, se está suponiendo que no se modifica su relación de convertibilidad (sea oficialmente establecida, o de hecho en el mercado) con el metal. Dejo señalado también que en torno a esta cuestión es imposible exagerar la importancia de la crítica de Marx a la teoría cuantitativa del dinero.

Los dos enfoques de Adam Smith sobre el precio

Como señala Marx en Salario…  en esencia Weston pensaba a los precios como formados por la suma de partes: salarios + ganancias (+ renta, si la incluimos). De ahí que concluyera que si aumentaban los salarios aumentaban los precios. En este respecto, es conveniente recordar las dos concepciones sobre el precio que anidan en La riqueza de las naciones, de Adam Smith.

Por un lado, Smith sostiene que el valor del producto se resuelve en salarios + ganancias + renta (a lo que debería agregarse el capital constante, que no toma en cuenta). Por otra parte, dice que el valor se integra por la suma de salarios, ganancias y renta, siendo estas partes originarias. Las dos concepciones pueden verse, por ejemplo, en los siguientes pasajes: “En toda sociedad… el precio de cualquier mercancía se resuelve en una u otra de esas partes [se refiere a salario, ganancia y renta] o en las tres a un tiempo…” (p. 50). Luego: “Salarios, beneficio y renta son las tres fuentes originarias de toda renta y de todo valor de cambio” (pp. 51-2; énfasis añadido).

Es claro que estas dos afirmaciones no son equivalentes. Es que en el primer caso el precio está determinado por el tiempo de trabajo empleado en la producción, y se divide en salario y ganancia (dejemos de lado ahora la renta y el capital constante). De ahí que Ricardo y Marx sostengan que, si aumenta un componente, los precios en general no tienen por qué aumentar. En cambio, si se afirma que el precio se compone del salario y la ganancia, si varía algún componente, el nivel de precios debe variar en la misma dirección. Por ejemplo, y de acuerdo a esta segunda concepción, escribe Smith: “El precio natural varía con la tasa natural de cada una de sus partes componentes: salarios, beneficio y renta…” (p. 61). En Teorías de la plusvalía Marx comenta estas dos concepciones:

“Adam Smith explica primero que el valor de cambio se resuelve en cierta cantidad de trabajo, y que después de deducir las materias primas, etcétera, el valor contenido en el valor de cambio se resuelve en la parte del trabajo que se paga al trabajador y en la parte que no se le paga, compuesta de ganancia y renta del suelo…. Después de demostrar esto, da media vuelta de repente y en lugar de resolver el valor de cambio en salarios, ganancias y renta del suelo, declara que estos son los elementos que constituyen el valor de cambio, los convierte en valores de cambio independientes que constituyen el valor de cambio del producto; constituye el valor de cambio de la mercancía con los valores de los salarios, la ganancia y la renta del suelo, que se determinan independientemente y por separado. En lugar de tener su fuente en el valor, se convierten en la fuente de este” (pp. 184-5, t. 2).

La crítica de Marx a la concepción del precio como suma de partes

Es claro que la idea de que el precio se forma a partir de la suma de partes independientes desconoce que el valor agregado, o valor nuevo añadido (lo que en las cuentas nacionales aparece como producto neto) debe ser el punto de partida, no de llegada. Es que ese valor agregado solo es generado por el trabajo (socialmente necesario). Por lo tanto, “está dado”. Escribe Marx: “Primero, pues, está dada la masa de valor de las mercancías que se distribuye en salario, ganancia y renta, esto es, el límite absoluto de la suma de las porciones de valor de esas mercancías” (El Capital, p. 1090, t. 3). Señala asimismo que también las variables de la distribución tienen límites. Por ejemplo, el salario tiene un mínimo físico por debajo del cual la fuerza de trabajo no se reproduce. Pero lo importante ahora es destacar que, por la misma ley del valor trabajo, “el valor de las mercancías es la magnitud previa, la suma del valor global de salario, ganancia y renta, cualquiera sea la magnitud relativa de los mismos. En aquella falsa concepción [se refiere a la idea del precio como suma de partes] salario, ganancia y renta son tres magnitudes autónomas de valor cuya magnitud global produce, limita y determina la magnitud del valor mercantil” (p. 1095, ibid.). Además, si se sostiene que las partes componentes son magnitudes autónomas de valor, se presenta el problema de explicar qué determina esos valores. Por caso, qué determina el valor del trabajo, o sea, el salario (volvemos más abajo sobre esta cuestión).

Obsérvese también que la noción del precio como suma de partes independientes alimenta la idea de una “justa remuneración” para cada uno de los “factores de producción”.  En palabras de Marx, “la tierra se convierte en la fuente de la renta, el capital en la fuente de la ganancia y el trabajo en la del salario” (Teorías… p. 374, t. 3). Cada uno de los factores aparece desligada de las relaciones sociales de producción. De ahí que son expresiones fetichizadas. “… en esta trinidad económica como conexión de los componentes del valor y de la riqueza en general con sus fuentes, está consumada la mistificación del modo de producción capitalista, la cosificación de las relaciones sociales…” (El Capital, p. 1056, t. 3). Aquí no hay oposición, sino colaboración de las partes – el capital y el trabajo – que concurren a la formación del valor mercantil.

La tesis de que los precios se determinan por los salarios 

La explicación del precio como suma de partes desemboca en “el dogma” (Marx) de que los precios de las mercancías se determinan, en forma lineal y directa, por los salarios. Es que se postula la existencia de un costo salarial (salario = al valor del trabajo) y que sobre este se establecen los recargos (mark-up) correspondientes a la ganancia y la renta. Marx caracteriza esta explicación como “anticuado y desacreditado error” (Salario… p. 16), seguramente porque consideraba que había sido superada por Ricardo. Sin embargo, es la teoría de la inflación que predomina en la Economía burguesa no monetarista.

En oposición a la idea de que los precios dependen linealmente de los salarios, Marx presenta el hecho, muy simple, de que en la práctica no existía alguna relación directa entre el nivel salarial de los trabajadores y las mercancías que producían. Para verlo con un ejemplo sencillo. Si en una jornada de trabajo de 10 horas un obrero genera $1000 de valor, y produce 2 bienes X, el valor de cada X será, lógicamente, $500, aunque el salario obrero sea, en relación al valor agregado, bajo; por ejemplo, $100 por jornada. Si luego, merced a un avance de la productividad, el obrero pasa a producir 10 X en la jornada (en la que continúa agregando un valor de $1000), el valor de cada X se habrá reducido a $100, con independencia de que los salarios, por caso, puedan haber aumentado a $500 por jornada. Este simple ejemplo bastaría para demostrar que los precios de las mercancías no se determinan, de manera simple y unívoca, por el precio de la fuerza de trabajo, o sea, por los salarios.

Planteo circular

A lo explicado en el apartado anterior agreguemos que la tesis de que los precios están determinados por el precio del trabajo lleva a una explicación circular. Es que cuando nos preguntamos cómo se determina el valor del trabajo (de la fuerza de trabajo) nos vemos obligados a contestar que por el valor de las mercancías necesarias para sostener el trabajo (o la fuerza de trabajo). Pero antes nos habían dicho que el valor de las mercancías se determina por el valor del trabajo. En palabras de Marx:

“Así, pues, empezamos por la afirmación de que el valor del trabajo determina el valor de la mercancía, y terminamos afirmando que el valor de la mercancía determina el valor del trabajo.  De este modo, no hacemos más que movernos en el más vicioso de los círculos sin llegar a ninguna conclusión. Salta a la vista, en general, que, tomando el valor de una mercancía, por ejemplo el trabajo, el trigo u otra mercancía cualquiera, como medida y regulador general del valor, no hacemos más que desplazar la dificultad, puesto que determinamos un valor por otro que, a su vez, necesita ser determinado”.  Y todavía observa que, en su forma más abstracta, el dogma de que los salarios determinan el valor de las mercancías viene a decir que “el valor se determina por el valor”. Una tautología que “solo demuestra que, en realidad, no sabemos nada del valor (pp. 17-8, ibid.).

El recurso a la oferta y la demanda

La afirmación de que los salarios regulan los precios remite a la pregunta de “por qué se paga una determinada suma de dinero por una determinada cantidad de trabajo” (p. 15, ibid.). O sea, qué determina el precio del trabajo (en realidad, de la fuerza de trabajo). La respuesta más común dice que se determina por la oferta y la demanda.

Marx aborda entonces – capítulo 4 de Salarios… – la crítica a la ley de la oferta y la demanda, considerada por la Economía burguesa el principio básico del mercado. Para los economistas entrenados en la literatura “académicamente correcta” cuestionar la ley de la oferta y la demanda equivale a cuestionar algo tan evidente y probado como que la Tierra es redonda. A todo estudiante que se inicia en la ciencia económica se le instruye en la ley que reza: manteniéndose todo lo demás igual (ceteris paribus), la cantidad demandada de una mercancía aumenta cuando baja su precio; y aumenta la cantidad ofrecida cuando aumenta su precio. Es el mercado de un solo bien, tal como lo estableció Alfred Marshall a fines del siglo XIX. Es la síntesis ecléctica entre una curva de costos con reminiscencias ricardianas, pero subjetiva en lo esencial; y una curva de demanda basada en la teoría del valor utilidad.

Gráfico de oferta y demanda

Como se ve en el gráfico (tomado de un manual de Micro), el equilibrio se establece donde ambas curvas se cruzan, determinando simultáneamente el precio y la cantidad del producto. A partir de aquí, los razonamientos habituales son del tipo “si aumenta la demanda del bien, la curva D se desplaza hacia la derecha, aumentando precio y cantidad”, etcétera. Desaparecen las relaciones sociales (de producción y distribución) y todo parece reducirse a una cuestión de sentido común. Por eso, ya en época de Marx, y sin esperar a la sofisticación marshalliana, la Economía vulgar hacía de la oferta y demanda el alfa y omega de su explicación de los precios y las cantidades producidas y demandadas.

Sin embargo, objeta Marx, si el precio se regula según la ley de la oferta y la demanda, se plantea la pregunta de por qué ley se regulan, a su vez, la oferta y la demanda. Pero la Economía vulgar a mediados del siglo XIX no tenía respuesta a este problema, y Marx avanza entonces su argumento central: como ya había señalado la Economía clásica (Ricardo, Smith), las variaciones de la oferta y la demanda solo explican oscilaciones pasajeras de los precios de mercado por encima o por debajo de su valor (o de lo que Smith llamaría “precio natural”; Ricardo “costo de producción”; Marx en El Capital “precio de mercado”). Por eso, en el instante en que la oferta y la demanda “se equilibren, o se cubran mutuamente, como dicen los economistas”, las dos fuerzas contrarias dejan de actuar y “el precio de una mercancía en el mercado coincide con su valor real, con el precio normal en torno al cual oscilan sus precios en el mercado. Por tanto, si queremos investigar el carácter de este valor, no tenemos que preocuparnos de los efectos transitorios que la oferta y la demanda ejercen sobre los precios del mercado” (pp. 15-6, ibid.). Pero entonces la oferta y la demanda no explican lo que es central, a saber, el valor (o el precio de producción) que tiende a prevalecer en el mercado. Surge de nuevo la necesidad de encontrar, por debajo de la apariencia, el principio regulador.

Interludio sobre las funciones de oferta y demanda de la Micro

Como adelantamos en el apartado anterior, en tiempos de Marx la Economía burguesa no había elaborado alguna ley para explicar la oferta y demanda. De hecho, la demanda se resolvía en una observación empírica: a tal precio de tal producto, correspondía tal demanda. No había pretensión de establecer alguna relación funcional entre precio y cantidades demandadas. Relación que sí se intentó con la teoría subjetiva del valor, que fue elaborada hacia la década de 1870: a medida que aumentan las cantidades consumidas del bien X, se reduce su utilidad marginal, y por lo tanto su precio (que expresa la utilidad en el margen). Sin embargo, esa función de demanda solo se puede construir apelando a conjeturas especulativas acerca del comportamiento de un consumidor al que, además, hay que considerar un “átomo”, independiente de las instituciones y clases sociales. El resultado es que no hay manera de elaborar una función de demanda que registre lo que ocurre en los mercados reales (véase aquí).

Algo similar ocurre con la curva de oferta. Para plantear la cuestión de la manera más sencilla: según la teoría establecida, a medida que aumenta la producción aumenta el precio de la mercancía. Pero… ¿cómo se explica entonces que, por ejemplo, Ford aumentó extraordinariamente, en las décadas de 1910 y 1920 la producción de su modelo T, a la par que bajaba su precio? Y algo similar ocurre siempre que hay rendimientos crecientes a escala (esto es, cuando aumenta la productividad al aumentar la escala de la producción). Y los rendimientos crecientes a escala son comunes en las economías capitalistas (recuérdese la fábrica de alfileres que describe Adam Smith).  

La Economía ortodoxa, sin embargo, no puede admitir los rendimientos a escala, no solo porque con ellos se acaba la competencia perfecta (la gran corporación derrota a la pequeña en la guerra competitiva), sino también porque la pendiente positiva de la curva de oferta marshalliana obliga a suponer que los rendimientos son decrecientes (lo cual es muy conveniente para sostener que los “factores de producción” son remunerados según su productividad marginal). Más todavía, la Economía ortodoxa ni siquiera puede suponer que los rendimientos de la empresa puedan ser constantes. Es que en ese caso, la curva de oferta es horizontal, de manera que su cruce con la curva de la demanda solo determina cantidades producidas. Pero, de nuevo, en la realidad de la producción capitalista, los rendimientos constantes son habituales, ya que las empresas trabajan normalmente con cierta capacidad ociosa (lo que les permite responder a aumentos circunstanciales de la demanda sin alterar sus costos fijos de producción); y en el mediano y largo plazo aumentan su capacidad productiva para responder a incrementos permanentes de la demanda (véase la crítica de Sraffa (1926) a la curva de oferta de Marshall).

En definitiva, y como han planteado los críticos (marxistas, sraffianos) en las economías capitalistas los rendimientos pueden ser decrecientes, constantes o crecientes. Por lo cual la función de oferta no se sostiene.

Agreguemos todavía que la determinación de precios y cantidades por la oferta y demanda exige que las curvas sean independientes. Es que si son interdependientes (al desplazarse una, se desplaza la otra, y viceversa) el resultado es indeterminado. Y en la realidad, la oferta y la demanda son interdependientes. Por ejemplo, en la medida en que se modifica la oferta de un producto X, se afectan precios y cantidades producidas de bienes distintos de X (pueden ser insumos de X o bienes en los que X entra como insumo). Pero estos cambios a su vez afectan al precio y las cantidades producidas de X. De ahí la necesidad que experimentó la Economía neoclásica de pasar del estudio del mercado de un solo bien a los modelos de equilibrio general, o walrasianos. Pero lo que nos interesa remarcar aquí es que no existe el pretendido carácter científico – o sea, sometido a ley – de las funciones de oferta y demanda que postulan los economistas ortodoxos.

Para concluir esta parte de la nota, destaco la paradójica situación que se ha planteado sobre los precios y la ley económica. Es que a la afirmación de los economistas “heterodoxos” de que los precios “son políticos”, los neoclásicos responden diciendo que están determinados – en última instancia – por la ley económica fundamental, la ley de la oferta y la demanda. Sin embargo, no existe ley de la oferta ni ley de la demanda que expliquen la determinación de los precios por “la oferta y la demanda”. Por lo tanto, oponer al subjetivismo heterodoxo la tesis de que los precios se determinan por la oferta y la demanda, es oponerle un planteo tan vacío de teoría como la explicación que se pretende refutar.

Mark-up y arbitrariedad

De la tesis que afirma que el precio surge por la suma de partes, y que el precio del trabajo (el salario) regula el precio de las mercancías, se pasa, naturalmente, a la idea de que la ganancia y la renta de la tierra surgen por recargo sobre el costo salarial. Así, la renta queda establecida por el “poder de monopolio” (tesis favorita del populismo de izquierda) y la ganancia por la costumbre, la voluntad del capitalista, y similares. Pero la voluntad o la costumbre no explican nada; los precios, en promedio, no son arbitrarios. Por eso, Marx plantea que para contestar la pregunta de qué es lo que determina la ganancia o la renta no hay más remedio que “traspasar los límites de la voluntad” (véase Salario…, p. 5). Y aunque la voluntad del capitalista sea embolsar lo más que pueda, lo que cuenta son los límites de lo que puede. Así, ya cuando analizamos el salario nos damos cuenta de que no puede ser fijado a voluntad por el capitalista. Es posible que este desee llevarlo al mínimo fisiológico, pero entre ese mínimo y los salarios tal como pueden establecerse, dada una cierta relación de fuerzas entre las clases sociales, existe toda una escala, en la cual la voluntad del capitalista juega un rol muy menor.

Yendo ahora a la ganancia de la que puede apropiarse el capitalista, la misma tiene como límite el valor agregado por el trabajo, dado el salario (y el salario hay que tomarlo como dado para un período determinado). Esto significa que lo que aparece como recargo (mark-up según la terminología usual en los manuales de Economía) no puede ser arbitrario. Por esta razón Marx dice que “los escritores anticuados de Economía Política”, que sostenían que los salarios regulan los precios, intentaban probar su tesis presentando la ganancia y la renta como simples recargos. Pero entonces “[n]inguno era capaz, naturalmente, de reducir los límites de estos recargos porcentuales a una ley económica. Parecían creer, por el contrario, que las ganancias se fijaban por la tradición, la costumbre, la voluntad del capitalista o por cualquier otro método igualmente arbitrario e inexplicable” (Salario… p. 17). Más adelante:

“… no es el empresario capitalista el que añade al valor de la mercancía un valor arbitrario para su ganancia, añadiéndose luego otro valor para el terrateniente… por donde la suma de estos valores arbitrariamente fijados representaría el valor total. Veis por lo tanto el error de la idea corriente que confunde la descomposición de un valor dado en tres partes con la formación de ese valor mediante la suma de tres valores independientes, convirtiendo de este modo en una magnitud arbitraria el valor total, del que salen la renta del suelo, la ganancia y el interés” (p. 31, ibid.). Por supuesto, esta cuestión no se modifica si en lugar de valores suponemos la igualación de la tasa de ganancia entre ramas y la formación de precios de producción. También en este caso la plusvalía total producida en el sistema tiene un límite, a saber, el trabajo no retribuido. No puede ser alterada arbitrariamente. Por eso, la teoría del valor de Marx se opone al discurso que dice que los precios suben por los “abusos” de los empresarios, por su “avaricia y codicia”, porque “son ladrones y especuladores”, como si la cuestión pasara por la moral de las personas. La teoría del valor trabajo, naturalmente, también se opone por el vértice a la idea de que los precios se determinan por relaciones políticas (“los precios son políticos”, como suelen afirmar algunos economistas kirchneristas, siempre deseosos de dejar a salvo las críticas al modo de producción capitalista).

Interludio sobre ley económica, precio y monopolio 

La tesis de que los precios están determinados por la ley económica parece contradecirse con los precios establecidos por los monopolios. Este es un argumento frecuente entre los que afirman que la inflación – por caso, la inflación en Argentina – tiene por causa las empresas monopolistas, o “formadoras de precios”. Por lo tanto, sigue el razonamiento, lo que Marx escribió en El Capital, o en Salario, precio y ganancia, no se aplica a la sociedad contemporánea, donde las ramas principales de la economía están altamente concentradas. Los oligopolios se ponen de acuerdo y administran los precios a voluntad, convirtiéndose incluso en los generadores de la inflación.

Pues bien, en Salario… Marx menciona en dos ocasiones el monopolio. La primera, cuando se refiere al monopolio del suelo, que permite al terrateniente “embolsarse una parte de la plusvalía bajo el nombre de renta del suelo” (p. 30). Esto es, el monopolio del suelo no genera la renta, pero permite apropiarse una parte de ella. En El Capital la idea está más desarrollada:

“La renta diferencial tiene la peculiaridad de que en ella la propiedad de la tierra solo intercepta la plusganancia que de otro modo embolsaría el arrendatario… En ese caso, la propiedad de la tierra es solo la causa de la transferencia de una parte del precio mercantil, producida sin su intervención… la propiedad de la tierra no es aquí la causa que crea este componente del precio o la elevación del precio que dicho componente presupone (p. 960, t. 3). Más abajo: “La mera propiedad de la tierra no crea una renta para el propietario. Pero sí le da el poder de sustraer su tierra a la explotación hasta tanto las condiciones económicas permitan una valorización de la misma que arroje un excedente para él…” (p. 962). El planteo de fondo: hay renta porque el precio es elevado, en oposición a la tesis que dice que el precio es elevado porque hay renta. Dicho de otra manera, el trabajo agrícola genera una plusvalía que se divide en ganancia del empresario y renta del terrateniente. La renta, entonces, no puede fijarse arbitrariamente.

La segunda mención al monopolio que aparece en Salario… es para desestimar su importancia. Por eso, al afirmar que los precios están regulados por la ley del valor trabajo, señala que “si prescindimos de la influencia que ejercen los monopolios y algunas otras modificaciones que aquí tenemos que pasar por alto, todas las clases de mercancías se venden, por término medio, por sus respectivos valores o precios naturales” (p. 23).

De todas formas, incluso cuando existe dominio monopólico del mercado – la empresa monopólica establece un precio por encima de lo que correspondería al precio de producción que surge de la igualación de la tasa de ganancia – esa súper ganancia no se origina en el mercado. La razón reside en lo que explicamos en la primera parte de esta nota: el valor agregado por el trabajo siempre debe ser el punto de partida, no de llegada. Por lo tanto, la ganancia que pueda obtener una empresa monopólica tiene que consistir, necesariamente, en transferencia de ganancia desde otros capitalistas; o de transferencia de valor desde otros sectores. Es lo que dice Marx en El Capital: “El precio monopólico de ciertas mercancías solo transferiría una parte de la ganancia de los otros productores mercantiles a las mercancías con precio monopólico” (p. 1093, t. 3). Poco más abajo contempla la posibilidad de que la plusganancia monopólica sea obtenida por “deducción del salario real… y de la ganancia de otros capitalistas” (p. 1094, ibid.).

Por lo tanto, en caso de que exista monopolio en algún sector, podrá alterarse el precio relativo, pero no el nivel general de precios. En consecuencia, no se puede explicar la inflación – suba continuada y general de los precios – por la existencia de algún, o algunos, monopolios. En cualquier caso, si en algunas ramas se establecieran precios y ganancias de monopolio, habría dos niveles “estructurales”, a saber, esas mismas ramas, y las “no monopolizadas”, con una tasa de ganancia menor, y precios determinados por esa menor tasa de ganancia. De nuevo, ¿por qué habría alza continuada de los precios? Aplicado el razonamiento a la inflación en Argentina: no hay manera de explicarla por “formación monopólica de precios”, siendo el grado de concentración de la economía argentina similar al de muchas otras economías capitalistas que tienen tasas de inflación mucho más bajas.

Obsérvese, por otra parte, que si se sostiene que las principales ramas de una economía están monopolizadas, y que las empresas que operan en esas ramas obtienen ganancias monopólicas, se cae en una contradicción lógica. Si la ganancia por monopolio consiste en transferencia de ganancia desde otras empresas, no puede ser un fenómeno general en la economía capitalista.

Productividad, caída del precio y salario 

Lo discutido hasta aquí debe combinarse con el análisis de qué ocurre cuando se producen aumentos de productividad que abaratan el valor de los medios de consumo salariales. Es que la búsqueda de plusvalías extraordinarias impulsa a los capitalistas a introducir cambios tecnológicos, y cuando esos cambios se generalizan, disminuye el valor de las mercancías. Si, además, estos productos entran, directa o indirectamente, en el valor de la canasta salarial, aumenta la plusvalía (véase cap. 10, t. 1 El Capital).

En Salario… Marx escribe: “Al elevarse la productividad del trabajo, puede ocurrir que la misma cantidad de artículos de primera necesidad consumidos por término medio en un día baje de tres a dos chelines, o que en vez de seis horas de la jornada de trabajo, basten cuatro para reproducir el equivalente del valor de los artículos de primera necesidad consumidos en un día. Esto permitirá al obrero comprar por dos chelines exactamente los mismos artículos de primera necesidad que antes le costaban tres. En realidad, disminuiría el valor del trabajo; pero aun con este valor mermado el obrero dispondría de la misma cantidad de mercancías que antes. La ganancia subiría de tres a cuatro chelines y la cuota de ganancia del 100 al 200 por 100. Y, aunque el nivel de vida absoluto del obrero seguiría siendo el mismo, su salario relativo, y por tanto su posición social relativa, comparada con la del capitalista, habrían bajado” (pp. 34-5).

O sea, la caída del valor de los artículos salariales ocurre sin que varíe el valor del dinero. Por lo tanto, baja el precio de esos artículos. En consecuencia, si el capitalista disminuye el salario nominal en la misma proporción en que se abarata la canasta salarial, el obrero recibirá el mismo salario en términos de los artículos de primera necesidad, pero su salario habrá disminuido en relación a la riqueza social producida. Lo vemos con un ejemplo numérico.

Supongamos que para producir el bien X, que entra en la canasta salarial, se emplean, por hora de trabajo, $12c + $3v + $3s = $18. O sea, por hora de trabajo se generan $6 de valor. Supongamos que se trabajan 10 horas. El valor agregado por obrero, por día, es $30v +$30s = $60 y el valor agregado en cada X es $3 + $3 = $6. Supongamos ahora que se duplica la productividad (la nueva tecnología se hace general), que el valor del capital constante no varía y que el obrero sigue recibiendo $3 por hora. En ese caso, se producen 20 X en 10 horas. Dado el valor del dinero ($6/hora de trabajo), la ecuación de precio de X es $12c + $1,5v + $1,5s = $15, El valor agregado es $60, y la plusvalía continúa siendo $30. Para que haya plusvalía relativa debe bajar nominalmente el salario. Supongamos que, dada la caída del valor de X, la canasta salarial se abarató 2%. Si el salario nominal se reduce 2% (el salario diario baja de $30 a $29,4), el trabajador podrá comprar la misma canasta de bienes que antes de la caída del precio de X. La plusvalía aumenta de $30 a $30,6. La tasa de plusvalía aumentó a 104%.

Enfatizo que este aumento de la plusvalía relativa exige, dado el valor del dinero, que se reduzcan los salarios nominales. En Salario… Marx agrega: “Oponiéndose a esta rebaja de su salario relativo, el obrero no haría más que luchar por obtener una parte en las fuerzas productivas incrementadas de su propio trabajo y mantener su antigua posición relativa en la escala social” (p. 35).

Cuando varía el valor del dinero

Poco después de lo anterior, Marx considera el caso en que varía el valor del dinero, sin cambios en la productividad. Escribe: “Los valores de los artículos de primera necesidad y, por consiguiente, el valor del trabajo pueden permanecer invariables y, sin embargo, el precio en dinero de aquéllos puede sufrir una alteración, porque se opere un cambio previo en el valor del dinero” (p. 35). Explica que esta caída del valor del dinero puede ocurrir por “el descubrimiento de yacimientos más importantes, etcétera, dos onzas de oro, por ejemplo, no supondrían más trabajo que el que antes exigía la producción de una onza” (ibid.).

Precisemos que entre 1848 y 1851 se descubren depósitos auríferos y luego las minas de California; y poco tiempo después el oro de Australia. Escribe Vilar: “Por lo menos se puede formular la hipótesis de una relación entre estos descubrimientos y la baja del valor relativo del oro, es decir, una tendencia al alza del nivel general de los precios. Los contemporáneos no lo dudaron en absoluto” (pp. 462-3). La tendencia al alza de los precios se prolongará hasta la crisis de 1873. Marx presenta Salario… en 1865, o sea, cuando la tendencia de largo plazo era a la baja del precio del oro, y el aumento de los precios expresados. Destacamos, además, que la caída del precio del oro-dinero no se debe al aumento de su masa – como sostiene la teoría cuantitativa – sino a la caída de su valor, esto es, al aumento de la productividad del trabajo aplicado a su extracción, refinación y transporte.

Dada pues la desvalorización del dinero, se plantea a la clase obrera la necesidad de recuperar el terreno perdido. “Decir que en este caso el obrero no debe luchar por una subida proporcional de su salario, equivale a pedirle que se resigne a que se le pague su trabajo en nombres y no en cosas. Toda la historia del pasado demuestra que, siempre que se produce tal depreciación del dinero, los capitalistas se apresuran a aprovechar esta coyuntura para defraudar a los obreros” (Salario… p. 35).

Este caso pone de relieve la importancia de las evoluciones del valor del dinero en la explicación de las dinámicas inflacionarias o deflacionarias.

Aumento de la plusvalía relativa y del salario real con caída del valor del dinero

Aunque Marx no lo considera, presentamos un tercer caso posible, que combina el aumento de productividad con la desvalorización del dinero. En ese caso, pueden aumentar la plusvalía relativa, el salario nominal y el salario real, aunque con pérdida de la participación del salario en el valor agregado. Para verlo, retomo el ejemplo numérico anterior, pero ahora suponemos que el $ se deprecia un 20%. De manera que $7,2 = cantidad de oro. Dado el aumento general de precios, el capital constante pasa de $12 a $14,4; el precio de X, una vez generalizado el cambio tecnológico, es $18. Si los salarios aumentan un 20%, el poder de compra del obrero habrá aumentado exactamente en la misma medida en que el aumento de la productividad abarató, en términos de valor, su canasta salarial. Sin embargo, si el salario aumenta menos de lo que aumentan los precios, habrá aumento de plusvalía y del salario real. Por ejemplo, si el salario sube solo 10%, la ecuación del precio de X será: 14,4c + 1,65v + 1,95s = 18. Esto es, aumentó la tasa de explotación junto a la mejora de la canasta salarial. Este tipo de casos puede haber sido frecuente en el capitalismo contemporáneo.

Ciclo económico y movimientos de precios

El análisis en Salario, precio y ganancia de la relación entre movimientos de salarios y precios es complejo. Más importante, no existe la relación lineal “suba (baja) de salarios, suba (baja) de precios” que acostumbra postular la Economía vulgar. Ya hemos mencionado, entre otros elementos que afectan esa relación, los cambios de la productividad y de la tasa de plusvalía; la lucha de la clase obrera; y los cambios del valor del dinero. En este marco, en el capítulo 13 de Salario… Marx agrega los movimientos de precios, ganancias y salarios vinculados a los ciclos económicos.

Sostiene que el ciclo pasa “por fases de calma, de animación creciente, de prosperidad, de superproducción, de crisis y de estancamiento” (p. 38); y que los precios y la cuota de ganancia siguen estas fases. Lo cual determina otro de “los casos principales de lucha por la suba de los salarios, o contra su reducción” (título del capítulo). Esto se debe a que la relación entre los precios de mercado y los valores es afectada por el ciclo: en la fase de ascenso los precios de mercado tienden a estar por encima de sus valores, y por debajo durante la crisis y depresión. Por eso, sostiene que si bien los precios de mercado se regulan por sus valores (o sus precios de producción), esto se verifica “sacando la media del ciclo” (p. 37). Plantea que “durante las fases de baja de los precios de mercado, y durante las fases de crisis y estancamiento, el obrero, si es que no se ve arrojado a la calle, puede estar seguro de ver rebajado su salario” (p. 37). Notemos que en este pasaje da a entender que puede haber períodos de baja de precios por fuera de las crisis y depresiones (véase más abajo). En cualquier caso, durante las crisis y depresiones las luchas son más bien defensivas. Por eso, cuando bajan los precios los obreros deben “forcejear” con los capitalistas “para establecer en qué medida se hace necesario rebajar los jornales” (ibid.). Aquí parece descontar que los salarios monetarios bajan, inevitablemente, y el objetivo de los obreros es limitar esa baja. A su vez, en las fases de prosperidad, cuando el capitalista “obtiene ganancias extraordinarias”, el obrero debe batallar para conseguir una suba del salario. De manera que el valor de la fuerza de trabajo, o el salario medio, se establece a través de este movimiento fluctuante: “… si, durante la fase de prosperidad… el obrero no batallase por conseguir que se le suba el salario, no percibiría siquiera, sacando la media de todo el ciclo industrial, su salario medio, o sea, el valor de su trabajo” (ibid.; énfasis agregado).

Marx cierra este argumento señalando que “los valores de todas las mercancías se realizan exclusivamente por medio de la compensación que se opera entre los precios constantemente variables del mercado, sometidos a las fluctuaciones de la oferta y la demanda”. Dado que en el sistema capitalista “el trabajo  solo es una mercancía como cualquier otra”, experimenta “las mismas fluctuaciones, para obtener el precio medio que corresponde a su valor”. Una vez más, enfatiza que el valor de la fuerza de trabajo, como ocurre con cualquier otra mercancía, está sometido a leyes: “Sería un absurdo considerarlo [al trabajo], por una parte, como una mercancía, y querer exceptuarlo, por otra, de las leyes que rigen los precios de las mercancías” (ibid.).

Determinismo mecánico, determinismo dialéctico y los límites del reformismo

Lo desarrollado en los apartados anteriores pone en evidencia que la determinación del valor de la fuerza de trabajo no es lineal, o mecánica. La ley económica actúa a través de múltiples mediaciones, entre ellas, la lucha de clases. Por eso, existe un amplio margen entre el salario a nivel de reproducción fisiológica de la fuerza de trabajo, y el que puede establecerse según el nivel alcanzado por las fuerzas productivas, el grado de combatividad obrera, y la fase del ciclo que se esté atravesando. Aunque ese margen tampoco es arbitrario. En particular, porque no hay posibilidad de anular la plusvalía mediante progresivos aumentos del salario. Como argumenta Marx en el capítulo 23, t. 1 de El Capital, si superado cierto umbral los salarios afectan seriamente a las ganancias, el capital responde haciendo más lenta la acumulación, o aumentando la mecanización del trabajo. Por cualquiera de estas vías, o por una combinación de ellas, se restablecen las condiciones adecuadas para la acumulación. Es el resultado del poder de la propiedad privada de los medios de producción frente a los que solo son propietarios de su fuerza de trabajo.

Por esta razón, Salario… termina con el consejo de no desgastarse en una infinita guerra de guerrillas por el salario. Aun cuando se consigan mejoras más o menos significativas en el valor de la fuerza de trabajo, la clase obrera debe tener presente que no por ello se anula la relación de explotación. La crítica central del socialismo revolucionario es al sistema de explotación. Se pueden conseguir, durante períodos más o menos prolongados, mejoras salariales, pero las leyes de la plusvalía y de la acumulación no por ello desaparecen, en tanto subsista la propiedad privada del capital. Por eso Rosa Luxemburgo comparaba la acción de los sindicatos con el incesante esfuerzo de Sísifo.  

Ampliación sobre precios y salarios en el ciclo, según Marx                                          

La tesis de que los precios tienen un movimiento pro-cíclico aparece en otros escritos de Marx. Así, en la Contribución a la crítica de la Economía Política: “El fenómeno más general y perceptible de las crisis comerciales es la baja súbita y generalizada de los precios de las mercancías, posterior a un alza prolongada y general de los mismos” (p. 176). En El Capital: “En tiempos de prosperidad, de gran aceleración y vigorización del proceso de reproducción, los obreros se hallan plenamente ocupados. Mayormente se produce un aumento del salario, equilibrando hasta cierto punto el descenso del mismo por debajo del nivel medio en los restantes períodos del ciclo comercial. Al mismo tiempo aumentan significativamente los réditos de los capitalistas. El consumo aumenta regularmente. Los precios de las mercancías también aumentan regularmente, por lo menos en diversos ramos decisivos de los negocios” (pp. 576-7 t. 3 EC).

En este pasaje también considera, igual que en Salario…, que el aumento del salario durante la expansión equilibra su descenso durante otras fases del ciclo. En otro dice que la inflación de precios “se produce conjuntamente con la sobreproducción y la sobre-especulación” (p. 631, t. 3, EC). Y más adelante señala que los precios de mercado superan “los precios reguladores de producción”, o caen por debajo de ellos, “pero estas oscilaciones se anulan recíprocamente” (p. 1092, t. 3).

Explicaciones sobre el comportamiento pro-cíclico de precios

A pesar de referirse en varios pasajes al comportamiento pro-cíclico de los precios, no encontramos en Marx una explicación acabada del mismo. La caída de los precios cuando llega la crisis es explicada por la imposibilidad de realización de los valores. Esto parece claro, pero… ¿por qué la tendencia a que los precios de mercado superen a los precios de producción durante la fase de ascenso? A los efectos de aportar elementos para el análisis, presento algunas explicaciones que se adelantaron en la literatura económica, y la causa que sugiere Marx, vinculada a las oscilaciones de la oferta y la demanda.

Por empezar, los estudios “clásicos” del ciclo económico en el siglo XIX, y principios del XX, de Juglar y Lescure, también registran la tendencia al aumento de los precios durante la fase alcista, y su posterior baja (aquí me baso en Gilles, 2004, pp. 71 y ss.). También el trabajo de Mitchell (1941) registra el alza, aunque con más matices. Pero las explicaciones del porqué son diferentes. 

Según Juglar, durante la expansión el crecimiento fuerte y sostenido de la demanda entraña el aumento de precios y salarios; a su vez, el alza de los precios acelera la especulación, lo que infla los beneficios e impulsa a tomar más créditos (para los enfoques de Juglar y Lescure véase Gilles, 2004, pp. 71 y ss.) Sin embargo, la demanda artificial, basada en el crédito y la especulación, finalmente lleva al crack y la crisis.

En cuanto a Lescure, sostiene que en el inicio del ascenso del ciclo los costos permanecen más o menos estacionarios, en tanto los precios se elevan rápidamente, debido a necesidades largamente insatisfechas debido a la depresión. Pero paulatinamente aumentan los alquileres, la tasa de interés y los salarios, por lo cual aumentan los costos (aumento potenciado por el fuerte consumo de materias primas y la necesidad de nuevas inversiones para responder a la demanda). A la vez, la intensificación de la competencia y la saturación relativa de los mercados impide a las empresas aumentar solo moderadamente los precios. Finalmente, cae la rentabilidad, que es el motor del sistema, y se produce la crisis. 

En lo que respecta a Mitchell (1941), sostiene que los precios no siempre aumentan a lo largo de toda la fase expansiva. Es que en el inicio de la recuperación aumenta la demanda, pero también la oferta, y por lo tanto no hay inflación. Incluso puede esperarse una caída de los precios. A esto se suman otros factores, como que durante la depresión pasada pueden haberse roto acuerdos oligopólicos de precios, de manera que la competencia es más intensa; o que, dado el aumento del uso de la capacidad instalada, los beneficios crecen sin necesidad de aumento de los precios. Además, en las etapas iniciales del ascenso las tasas de interés son bajas. Sin embargo, sigue Mitchell, hay un punto crítico de la recuperación a partir del cual la expansión no puede continuar sin que aumenten los precios. Ese punto se alcanza cuando las empresas se ven obligadas a pagar horas extraordinarias de trabajo; a contratar más obreros: e invertir en más equipos. También pueden estar aumentando los precios de las materias primas; y aumentan los intereses por los préstamos bancarios. Por esta razón, Mitchell detecta la suba de precios en la fase más bien tardía de la fase alcista del ciclo. Se trataría de una inflación por aumento de los costos.

Volviendo ahora a Marx, digamos en primer lugar que la inflación “por aumento de costos” (tesis de Mitchell) no parece encajar en su enfoque teórico más general. Como hemos visto, si suben los salarios, dado el valor del dinero, deberían bajar las ganancias y las rentas. Por otro lado, si aumentan los precios de las materias primas, habría un cambio de los precios relativos, pero no necesariamente un aumento general de precios. De la misma manera, el aumento de la tasa de interés afecta el reparto de la plusvalía al interior de la clase capitalista, pero no tiene por qué traducirse en aumento de los precios.

Queda entonces en pie la explicación de ascenso de los precios por presión de la demanda. Es lo que parece insinuar Marx cuando afirma que las diferencias entre oferta y demanda generan las fluctuaciones de los precios de mercado por encima y por debajo de los precios de producción. ¿Qué otra razón puede haber para esas fluctuaciones que no sean las variaciones entre oferta y demanda? La idea sería que, a partir de cierta fase del auge, la demanda, y las anticipaciones de la demanda, van por delante de la oferta, presionando al alza los precios. Lo cual puede ser facilitado por la suba de los beneficios, la expansión del crédito, y a partir de cierto momento, de la especulación. Lo cual llevaría, en una etapa posterior, a la sobreproducción, caída de los precios y de las ganancias. Esta explicación del movimiento de los precios parece ser compartida por Engels, por ejemplo, cuando trata el ciclo y las crisis en el Anti-Dühring.

Deflación, inflación y lucha de clases; el planteo de Keynes

Como hemos señalado, en Salario… Marx parece asumir que durante las crisis y depresiones los salarios monetarios bajan, en alguna proporción que puede ser mayor o menor de lo que caen los precios. Sin embargo, la disminución de los salarios nominales puede generar mayor resistencia de la clase obrera, que la caída del salario real vía aumento de la inflación. Pero Marx no trata el tema (al menos, hasta donde alcanza mi conocimiento). Keynes, en cambio, y a partir de la experiencia británica, fue consciente de que la deflación salarial generaba una agudización del conflicto de clases. Es que con la vuelta, en 1925, al patrón oro a la paridad de preguerra, el Gobierno británico intentó una política de bajas de salarios que fue muy resistida por los trabajadores y desembocó en la huelga general de 1926. También en EEUU las bajas de los salarios nominales provocaron fuertes movimientos de lucha en las décadas de 1870 y 1880. 

Basándose en estas experiencias, en la Teoría general… Keynes aboga por “la vía monetaria” para reducir salarios. Dice que los trabajadores “se resisten a permitir reducciones de sus salarios nominales, que nunca o rara vez son de carácter general” (p. 25). Sin embargo, no oponen resistencia a disminuciones del salario real que acompañan al aumento del empleo (a no ser que el salario real caiga tanto que no compense la desutilidad marginal del volumen existente de producción; véase ibid.). Más adelante, dedica el capítulo 19 a las modificaciones en los salarios nominales, y observa que hay dos políticas, la de salarios “flexibles” (bajar los salarios reales vía caída del salario nominal) y la política monetaria. Dice que analíticamente ambas vienen a ser lo mismo, “ya que son medios alternativos para cambiar la cantidad de dinero en términos de unidades de salarios, en otros respectos las separa… un verdadero abismo” (p. 235). Sostiene que no hay forma, en una economía capitalista, de “asegurar reducciones uniformes [de salarios] para cada clase de trabajo” y que esa baja no es justificable “por criterio alguno de justicia social o conveniencia económica y probablemente [sea] completada solo después de luchas desastrosas” (pp. 235-6; énfasis agregado). En cambio, son más factibles los cambios en la cantidad de dinero – por ejemplo, con políticas de mercado abierto. Plantea: “Teniendo en cuenta la naturaleza humana y nuestras instituciones, solo un tonto preferiría una política de salarios flexibles a una política monetaria elástica, a menos que señale las ventajas de la primera que no sea posible obtener con la segunda” (p. 236). 

Es significativo que en Argentina caídas muy profundas de los salarios – en los 1980s; entre 2001 a 2002; entre 2015 y 2021 – se hicieron vía una muy elevada inflación (incluso hiperinflaciones) y los trabajadores pudieron hacer poco para torcer esos movimientos de fondo.

Precisión sobre las fases de alzas y bajas de precios

Precisemos que el movimiento procíclico de los precios en el siglo XIX debería ponerse en el marco de movimientos de precios de tipo Kondratiev, de más largo plazo. Los mismos pueden advertirse en el siguiente gráfico, elaborado a partir de los datos que presenta Triffin, 1968, p. 32. Es claro que estas ondas incluyen los ciclos de negocios, de menor duración.   

Bordo y Filardo (2005) resumen estos movimientos: “Las olas alternantes de inflación y deflación fueron una parte integral del régimen basado en el patrón oro mercancía, con una tendencia general de los precios a caer desde los 1820s [en Triffin desde 1814] hasta mediados de los 1840: precios en suba a partir del descubrimiento, a fines de los 1840, de oro en California y Australia y hasta comienzos de los 1870; después deflación desde 1873 hasta 1896; y finalmente inflación entre 1897 y 1914 luego del descubrimiento de oro en Sudáfrica y Alaska” (p. 9). 

Serían necesarios entonces estudios particularizados, que exceden en mucho los marcos de esta nota, sobre los movimientos cíclicos de precios, salarios, ganancias y producción, dentro de las ondas más largas de sesgos inflacionarios o deflacionarios. Solo a título de ilustración, Lewis (1983) señala que con el auge previo a 1873 hubo un gran aumento de los salarios monetarios en EEU, Alemania y Gran Bretaña, junto al ascenso de los precios. A ese ascenso siguió una caída de los salarios monetarios, entre 1873 y 1883, del 16% en Alemania, y del 3% en Gran Bretaña. Sin embargo, en EEUU los salarios monetarios aumentaron 3% en dólares, pero 10% en términos de oro, debido a la deflación. Pero en los otros auges y recesiones del siglo XIX y hasta principios del XX, no hubo movimientos tan bruscos de precios y salarios. 

¿Una teoría marxista general de la inflación?

Termino esta nota con una reflexión sobre la posibilidad de elaborar una teoría marxista de la inflación. Una teoría que, por ejemplo, pueda establecer algunas pocas relaciones sistemáticas, del tipo “aumenta la productividad x%, aumenta la masa monetaria y%, la tasa de inflación será z%”.

A título provisorio, adelanto la hipótesis de que no se puede elaborar una explicación general, unitaria, sobre las causas de la inflación (y por ende, de la deflación), dada la cantidad de variables que intervienen en la evolución de los precios, y las relaciones complejas que se establecen entre ellas. Lo cual no significa que los precios no estén determinados por la ley económica. Lo que sí entonces puede dar la teoría son categorías y conexiones entre los factores para hacer un “análisis concreto de la situación concreta”. Que es a lo que parece apuntar, desde el punto de vista del método, la respuesta de Marx a Weston.

Textos citados:

Bordo, M y A. Filardo (2005): “Deflation in a historical perspective”,BIS Working Paper N° 186. 

Gilles, Ph. (2004): Histoire des crises en des cycles économiques, Paris, Armand Colin. 

Keynes, J. M. (1986): Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, FCE. 

Lewis, W. A. (1983): Crecimiento y fluctuaciones 1870- 1913, México, FCE. 

Marx, K. (1981): Contribución a la crítica de la Economía Política, México, Siglo XXI. 

Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.

Marx, K. Salario, precio y ganancia

http://www.ehu.eus/Jarriola/Docencia/EcoMarx/salario,%20precio%20y%20ganancia.pdf.

Mitchell, W. C. (1941): Business Cycle and their Causes, University of California Press. 

Triffin, R. (1968): El sistema monetario internacional, Buenos Aires, Amorrortu. 

Descargar documento: https://docs.google.com/document/d/1Tz99yVozUtBbyMKnWSAmgVGYM7SA5GYF0HBR4eADV4M/edit?usp=sharing

Marx, K.: Salario, precio y gananciahttp://www.ehu.eus/Jarriola/Docencia/EcoMarx/salario,%20precio%20y%20ganancia.pdf.

Sraffa, P. (1926): “The Laws of Returns under Competitive Conditions”, Economic Journal, vol. 36, pp. 535-50.

Descargar el documento: varios formatos siguiendo el link, opción Archivo / Descargar como: Precios y ley económica en “Salario, precio y ganancia” (2).

(Tomado del Blog de Rolando Astarita)

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