Sostengo guaguas gigantes entre mis brazos de lana.
Las guaguas no se caen de mis brazos débiles, porque las amarro,
hago nudos ciegos,
con un nudo en la garganta de miedo
de que se caigan mis guaguas gigantes.
Sostengo guaguas gigantes
sobre mis huesos de porcelana,
creo que no se quiebran, porque a estos huesos los sostiene la misma virgencita.
No tengo leche en mis pechos y las guaguas lloran de hambre,
entonces les canto y con mi voz de amor se les cura el llanto,
pero el hambre crece como un cáncer,
y las paseo, y les digo que juego,
mientras miro donde hay algo,
pa’l hambre pa’ que crezcan fuertes pa’ que crezcan sanos,
pa’ que un día puedan cargar un peso sin sentir que flaquean las piernas y se le parte el alma de no poder
¡Algo Dios mío! Pa’ apoyar el peso un ratito que sea…
A mí no me dieron cura pa’l llanto,
ni un nanay,
aprendí a respirar bajo mi lago de lágrimas.
A mí no me dieron nada pa’l hambre,
ni me enseñaron bien pa’ qué la boca y pa’ qué el alma,
yo aprendí má o meno en el camino sin pavimento,
con tropiezo por paso apura’o,
sin guía, y con miedo guarda’o pa’ que no olieran las fieras.
Aprendí que uno se orienta mirando el cielo,
porque miro pa’l lado y me hundo con ellos,
y más hondo de puro espiritua’