por Guillermo Correa
Los hechos -más allá de las palabras, las imágenes, los símbolos y la manipulación mediática- han ido mostrando la verdadera cara del gobierno de Boric y sus aliados como simples continuadores de la política “en la medida de lo posible”, tan arraigada en todos los ámbitos en nuestro país.
Este gobierno –junto al Plebiscito Acuerdo/Rechazo, los procesos eleccionarios posteriores y la instalación de la Convención Constitucional-forma también parte de todos los instrumentos institucionales derivados del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución que contribuyeron a la desarticulación del movimiento social rebelde que a partir del 18 de octubre del 2019 comenzaba a caminar con paso firme hacia la organización popular con carácter de clase y que mediante las más diversas formas de lucha y acciones rupturistas se encausaba por caminos extra institucionales.
El objetivo estratégico principal de todos estos mecanismos institucionales, incluyendo la nueva Constitución, es el de la remodelación, readecuación y fortalecimiento del sistema capitalista de dominación imperante. Los “triunfos en la medida de lo posible” han pasado a ser denominados como “acontecimientos históricos” y constituyen el patrimonio fundamental de los actores políticos institucionales en nuestro país. Argumentos para su aceptación y justificación abundan en la verborrea manipuladora de las y los políticos de viejo y nuevo cuño y un patético ejemplo de “la medida de lo posible” es la campaña que se ha desplegado, especialmente a través de las redes sociales, llamando al Apruebo en el Plebiscito de salida cuando ni siquiera se conoce el texto o el borrador definitivo de la nueva Constitución; “de todas maneras será mejor que la que tenemos actualmente”, argumentan, con el internalizado y aceptado mecanismo de “la medida de lo posible o el mal menor”.
Importantes movimientos, colectivos y organizaciones, como asimismo ex militantes de partidos revolucionarios, que fueron parte activa de la rebelión del 2019, al ver al gobierno de Boric y sus aliados sin la careta transformadora esgrimida durante la campaña política pre electoral se sienten engañados y hasta sorprendidos por las acciones concretas que ha ido tomando a pesar del brevísimo período desde que se instaló en las esferas del poder institucional. El gobierno de Apruebo Dignidad y otros aliados en este breve período ha mostrado sin tapujos su carácter continuador de las políticas que buscan preservar las estructuras fundamentales del sistema de dominación vigente más allá de los discursos utilizados para intentar mostrar una cara diferente.

Los sectores rebeldes que votaron por Boric, aun cuando no quieran reconocerlo, deben asumir que su decisión de marcar el voto con un lápiz no es inocua y constituye una acción concreta de respaldo al programa de gobierno más allá de que argumenten que votaron “contra Kast”. Ahora, con este bochornoso y turbulento mar de fondo de la coyuntura actual, la tabla de salvación a la que se aferran es la Convención Constitucional, llamando a defenderla a como dé lugar, aunque nuevamente sea otro “mal menor”, porque al parecer para ellos y ellas la palabra convención casi hace rima con la palabra revolución.
La Constitución que emane de allí -que no busca ni puede bajo ningún aspecto “destruir” los cimientos estructurales del sistema neoliberal imperante- se transformará en una hermosa y simple declaración de buenas intenciones, en “palabra muerta”, ya que incluso para llevar a la práctica la profundización de los derechos sociales, políticos y culturales que allí se consagren no solo se requiere que queden enunciadas en esta Carta Magna, sino que además se necesita contar con la fuerza económica, política y social para llevarla a la práctica. Por otro lado, si se emprendieran caminos destinados a terminar efectivamente con el sistema de dominación imperante hay que tener presente que las Fuerzas Armadas y las policías ostentan el monopolio de las armas y -dependiendo de las características que vaya adquiriendo la lucha popular de liberación- no dudarán ni por un instante utilizar todos sus instrumentos represivos para actuar nuevamente en contra del pueblo rebelde.
Los argumentos de la flexibilidad, la táctica política y la utilización de las formas de lucha electorales para destruir el neoliberalismo y derrotar al fascismo, en la práctica concreta y estratégicamente significan consolidar la institucionalidad que estos sectores rebeldes postulaban transformar de raíz durante la rebelión de octubre del 2019, manifestando en ese entonces querer destruir desde sus cimientos el modelo para transformar a Chile en “el cementerio del neoliberalismo”.
Una vez más el modelo de dominación, mediante el inteligente accionar de las élites y el poder político institucional, ha sabido crear los mecanismos e instrumentos necesarios para llevar la lucha de clases al terreno propio, al campo de juego representado por esta democracia “en la medida de lo posible” que tiene la capacidad de limitar los espacios de participación popular a los procesos electorales e institucionales que publicitan cambiar todo, pero que finalmente se traducen en cambios que no alteran las causas profundas de la dominación, la opresión, los abusos y las desigualdades que afectan a las trabajadoras, los trabajadores y los sectores populares en general.
La nueva Constitución y el gobierno de Gabriel Boric y sus aliados son dos caras de la misma moneda, cuyo objetivo estratégico es la consolidación del modelo de dominación capitalista imperante con las readecuaciones necesarias para continuar implementándolo por un buen tiempo más, esta vez con un rostro rejuvenecido, de múltiples colores y pletórico de conceptos nuevos para, como se dice en el campo, embolinar la perdiz.
El Plebiscito de salida se transformará una vez más en una mala copia del Plebiscito del SÍ y el NO del año 88, cambiando esta vez el slogan del arcoíris de la alegría por el de la esperanza multicolor de los cambios.
Así un nuevo “triunfo” del Apruebo -que pienso será lo que ocurrirá el 4 de septiembre próximo- continuará normalizando “la medida de lo posible”, porque otra de nuestras características es la de la “memoria corta” y debido a esta particularidad ya quedaron completamente en el olvido las críticas y el repudio generalizado del pueblo rebelde al Acuerdo Por la Paz y la Nueva Constitución firmado por la clase política institucional en noviembre del 2019. Por lo mismo estos sectores que aceptaron y participaron del camino institucional ideado desde las esferas del poder dominante consideran necesario aferrarse como sea a un nuevo salvavidas que represente una vez más el mal menor o la medida de lo posible.
Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 02 mayo 2022