Iowa (EEUU), 1931. En plena Gran Depresión, una misteriosa pareja compuesta por un predicador y su esposa dirigen una huelga de granjeros en un pequeño pueblo. En un Medio Oeste golpeado duramente por la crisis desatada en 1929, familias enteras de productores luchan contra los precios abusivamente bajos impuestos por los intermediarios y contra las amenazas de los bancos, siempre ávidos por desahuciar a quienes puedan con tal de aumentar sus beneficios. Así comienza Damnation, una serie de Netflix que podríamos definir como un western de la lucha de clases, que narra una de las épocas más fascinantes de la historia norteamericana
Episodio tras episodio, desfilan por la serie una cohorte de personajes que, por usar la manida expresión de Max Weber, representan tipos ideales de la historia social estadounidense. Ningún personaje es lo que parece ser: todos ellos están atravesados por una profunda necesidad de redención, un sentimiento muy característico de la cultura protestante, en el cual las cuentas del pasado deben ser ajustadas mediante las acciones del presente. No es de extrañar que uno de los protagonistas principales, Seth Davenport, recuerde mucho a aquel predicador atormentado y milenarista que describía John Steinbeck a través de Jim Casy en Las uvas de la ira.
Los personajes que representan en la serie a la clase capitalista (banqueros, industriales y toda una serie de secundarios sin escrúpulos, peones al servicio de las grandes corporaciones) son presentados como fanáticos cínicos profundamente atravesados por una ideología positivista que, en nombre del progreso económico, justifica todo tipo de barbaridades. En el relato oficial del capitalismo, la historia de EEUU se cuenta como una historia sin lucha de clases, en la que un puñado de hombres llegan a un territorio grande, semivacío, con grandes recursos naturales, en el cual los ricos que antes eran pobres se hacen a sí mismos a través de su esfuerzo y audacia. Damnation deja claro que toda la riqueza de la oligarquía que ha dominado EEUU durante más de dos siglos surge del trabajo de la clase obrera y de procesos de expropiación periódica hacia todas las formas de propiedad no articuladas en torno a los intereses directos del capital financiero.
Pero como decía Foucault, “donde hay poder, hay resistencia”. La “otra historia de los Estados Unidos”, parafraseando el excelente libro del historiador socialista Howard Zinn, es una historia de huelgas, solidaridad y, por qué no decirlo, resistencia activa y directa frente a la violencia de las élites. Esa violencia que atraviesa la historia de EEUU la ejerce una estrecha alianza entre capital y Estado a través de múltiples mecanismos. En Damnation aparecen dos métodos: por un lado, la aparición de grupos fascistas compuestos de tradicionalistas de clase media extremadamente violentos, que las élites no controlan directamente, pero que financian y usan políticamente contra las organizaciones populares; por otro, “los hombres de Pinkerton”, pistoleros rompehuelgas a sueldo de las grandes empresas, y que simbolizan esa vieja costumbre del capital norteamericano de privatizar la seguridad, como podemos ver todavía hoy en las cárceles y en los ejércitos privados que inundan medio mundo, como los de la compañía Academi (antes conocida como Blackwater).
Frente a ello, la clase trabajadora norteamericana se organizó en sindicatos, que no dudaron utilizar todo tipo de métodos para defenderse de la violencia patronal. En Damnation no queda claro en ningún momento la afiliación partidaria de los militantes obreros, pero a través de las luchas fabriles de Detroit, los conflictos en las minas de Kentucky y las huelgas de okies en el medio oeste, descubrimos el fuego subterráneo que se escucha en las canciones de Pete Seeger y Woody Guthrie, y que nos permite conocer las tradiciones del movimiento obrero norteamericano. Si el predicador interpretado por Killian Scott nos recuerda al típico outlaw (fuera de la ley) tan cantado en la música country, el personaje de Amelia Davenport (interpretado por Sarah Jones) representa un tipo de militancia radical que combinaba el periodismo con la capacidad organizativa al mejor estilo John Reed.
En ese sentido, la ideología de la militancia radical que protagoniza Damnation sintetiza las dos grandes corrientes originales de pensamiento y acción que atravesaron a la clase trabajadora norteamericana durante el final del siglo XIX y el primer tercio del XX. Por un lado, un proyecto sindicalista revolucionario en torno a los Industrial Workers of the World (IWW), una organización tremendamente creativa en sus métodos. Bajo la consigna “Un único y gran sindicato”, los wobblies (como eran conocidos sus militantes) trataron de organizar al “quinto deprimido: los obreros inmigrantes y desarraigados, los inexpertos, los desorganizados y los rechazados, los grupos más pobres y más débiles de los obreros”.
Con una militancia de una entrega y generosidad inimaginable en nuestros tiempos e iconos como Joe Hill o Mother Jones, fueron capaces de demostraciones épicas de solidaridad, como el traslado masivo de los hijos e hijas de las familias en huelga de una ciudad a otra para protegerlos durante el conflicto, costumbre que imitaría la CNT en España durante los años 30.
La otra tradición subterránea presente en Damnation es el populismo progresista, que trataba de defender a la ciudadanía de a pie frente a la voracidad de Wall Street. Este movimiento agrupaba campesinos, pequeños propietarios y artesanos, y proponía una vía diferente a la socialista, pues no aspiraba tanto a una revuelta anticapitalista como a defender a los pequeños frente a la voracidad de los grandes. Los discursos y prácticas de los personajes de Damnation oscilan en esas dos direcciones, eso sí, siempre a punta de pistola.
No desvelaremos nada de la serie, pero sí de cómo acabó esa guerra de clases que recorrió Estados Unidos durante las décadas previas a la Segunda Guerra Mundial. El Partido Demócrata liderado por Franklin D. Roosevelt respondió “democráticamente” a través del New Deal a la ofensiva de las clases trabajadoras con una maniobra que podemos calificar como “hegemónica”: mientras aplastaba a los comunistas y a la militancia obrera radical para alejar el peligro de una revolución, integraba mediante ciertas concesiones algunas demandas de los sectores populares. El resultado, como casi siempre, es paradójico: EEUU, con una guerra mundial de por medio, salió de su mayor crisis con un pacto social en el que la gente trabajadora vivía un poco mejor a cambio de no tocar los resortes fundamentales del poder económico.
Quizás la diferencia entre los efectos de la crisis de los años 30 y la crisis que vivimos actualmente se encuentre en la respuesta obrera. Damnation nos ayuda a reconciliarnos un poco con una clase obrera que hoy aparece a ojos de muchos izquierdistas como la culpable del monstruo de Donald Trump. Disfrutar de esta serie de Netflix nos permite avistar un hilo rojo y hacernos la pregunta fundamental que planteaba aquel maravilloso himno del movimiento obrero norteamericano: “Which Side Are You On?” (¿De qué lado estás?).
*El autor forma parte de la redacción de viento sur y es militante de Anticapitalistas