Lenin se convierte en un marxista

por Tony Cliff //

En todas las religiones, no solo al hombre sagrado, sino también a sus ancestros se les otorga una piedad extraordinaria. De la misma manera, los artífices de la leyenda estalinista atribuyeron convicciones revolucionarias no solo a Lenin desde su primera infancia, sino también a sus padres. Una biografía oficial de Lenin, de 602 páginas, publicada bajo los auspicios del Instituto de Marxismo-Leninismo, en Moscú, en el año 1960 (Vladímir Ilich Lenin, Biografia), describía al padre de Lenin como un educador radical y progresista, y su casa en Simbirsk como una especie de club revolucionario. «Alexander (el hermano mayor de Lenin) establecía el tono», mientras que Vladímir «participaba con frecuencia en la discusión, y con mucho éxito».

Todo esto son tonterías. El padre de Lenin, Iliá Nikoláievich Uliánov, no era un educador progresista. En 1869 le asignaron el puesto de Inspector de escuelas en la pequeña ciudad de Simbirsk, en el Volga. En 1874 le ascendieron a Director de escuelas para toda la provincia. Para entonces era un Consejero de Estado, condecorado con la Orden de Stanislav, primera clase, y se dirigían a él como Su Excelencia. Esto suponía que pasaba a formar parte de la nobleza de alto rango, en la posición cuarta de catorce, con estatus hereditario.

Estas dos fechas en el ascenso social de su padre (1869 y 1874) son significativas. Lenin las destaca en un artículo que escribió en 1901 (“Los perseguidores del zemstvo y los Aníbales del Liberalismo”1, en el cual traza la historia de los esfuerzos zaristas contra el gobierno local, el zemstvo), como las fechas en que, precisamente, la burocracia zarista actuó contra tales órganos de autogobierno y acabó supervisando directamente la educación pública. La posición de Iliá Nicoláievich en el ministerio de educación, y su firme ascenso en la jerarquía social, no acaban de coincidir con la imagen de un revolucionario, ni siquiera con la de un radical.

Lenin recordaba una vez que, cuando Alejandro II fue asesinado en 1881, su padre se abrochó con tristeza su uniforme de oficial y fue hasta la catedral de Simbirsk para llorar al autócrata. Fue una persona muy devota, practicante del cristianismo ortodoxo griego hasta el fin de sus días, y un partidario incondicional de la autocracia zarista. Por supuesto, no hay razones para creer que el padre de un revolucionario siempre será un revolucionario.

Los fabricantes del culto fueron aún más lejos, atribuyendo al mismo Lenin cualidades sobrehumanas. Según ellos, Lenin llegó al mundo completamente equipado, y era un marxista y un revolucionario desde casi su infancia. ¡Y de su cabeza calva brota y se despliega bien formado y listo el partido que está destinado a dirigir y dar forma a la clase trabajadora en la revolución! La realidad fue, sin embargo, muy diferente. Se necesitaron meses, o de hecho años, de estudio y de reflexión hasta que el joven Lenin se convirtió en un marxista. Primero tenía que romper con las ideas conservadoras de su padre, y después con la perspectiva naródnik de su hermano mayor.

El 8 de mayo de 1887, Alexander Ilich Uliánov, el hermano mayor de Lenin, fue ahorcado por haber planeado el asesinato del zar. Esto fue un golpe terrible para el joven Vladímir, que por aquel entonces tenía diecisiete años. Hasta ese momento no se le había ocurrido siquiera que su hermano estaba interesado en asuntos políticos. Alexander era reservado, introvertido, «siempre estaba meditabundo y triste». Escondió sus ideas políticas a su familia, de manera que ni siquiera su hermana Anna, dos años mayor que él —y que vivía también en Petersburgo cuando él se involucró en el plan para asesinar al zar—, sabía nada en absoluto de sus ideas políticas. Unos años después del suceso, en 1893, el socialdemócrata Lalayants interrogó a Lenin sobre el complot. Lenin respondió: «Para mí, como para el resto de mi familia, la participación de mi hermano en el asunto del primero de marzo fue una absoluta sorpresa».2

La familia Uliánov estaba muy unida, y fue para no involucrarles que Alexander mantuvo sus actividades políticas en secreto. Era una persona excelente, parecido a su madre, «la misma extraña combinación », escribe Anna, «de firmeza extraordinaria y serenidad, con una sensibilidad, una ternura y una honradez maravillosas: pero él era más austero y más resuelto, e incluso más intrépido».

Vladímir, cuatro años menor que Alexander, siempre intentaba emular a su hermano. Cuando le preguntaron si los cereales debían comerse con mantequilla o con leche, él respondió: «Como los come Sasha*». Quería hacerlo todo «como Sasha», excepto seguir su ejemplo político. Cuando, en el verano de 1886, Alexander regresó de San Petersburgo, donde estudiaba en la universidad, para pasar las vacaciones con su familia, traía consigo varios volúmenes sobre economía; entre ellos, El Capital de Marx. Según las memorias de Anna, Vladímir no prestó ninguna atención a los libros que había traído su hermano, con quien compartía habitación, y mucho menos se los leyó. En esa época, dice Anna, Vladímir no mostraba ningún interés por la política.3

La ejecución de Alexander no solo tuvo que producir un efecto permanente en él, sino que, además, con toda probabilidad le enfrentó a una alternativa para sí mismo: o bien seguía los pasos de su hermano mártir y se convertía en un naródnik y un terrorista, o se apartaba de la actividad revolucionaria. Lo que nos cuentan los creadores de la leyenda estalinista es que la decisión fue simple, y el dilema, de hecho, inexistente. Su versión dice que Vladímir, al recibir la noticia de la ejecución de su hermano, exclamó: «No, no seguiremos ese camino. Ese no es el camino a seguir».4

¡Tal se supone que fue la reacción de un joven de diecisiete años, que había roto con sus creencias religiosas apenas unos meses antes, que no había oído nunca el nombre de Marx, que no había leído ningún libro prohibido, y que no sabía nada de la historia del movimiento revolucionario ruso!

Su biógrafo Trotski, irónicamente, se pregunta a quién dirigía Vladímir tales sabias palabras. Obviamente no era a su padre, que había muerto un año antes, ni a Alexander, que acababa de perecer en el patíbulo. Tampoco podía ser a su hermana Anna, que estaba en la cárcel; ni a su madre, que había viajado hasta San Petersburgo para recorrer los ministerios y tratar de salvar a su hijo. «¡Evidentemente», escribe Trotski, «Vladímir confió sus reflexiones tácticas a Dimitri, que entonces tenía trece años, y a María, que tenía nueve años!».

Si Lenin se hubiera decidido, en marzo de 1887, a seguir los pasos de Sasha, a tomar otro camino de lucha revolucionaria o a apartarse completamente de la política revolucionaria, su comportamiento en los seis años siguientes parecería incomprensible: no se involucró en ninguna actividad política; en cambio, se dedicó a estudiar.

A finales de junio de 1887, la familia Uliánov se trasladó a Kazán, donde Lenin empezó sus estudios de derecho en la universidad. Sin embargo, este período universitario fue breve, ya que por haber participado en una manifestación estudiantil —aunque sin desempeñar ningún papel importante en ella—, Vladímir, después de pasar una noche en la comisaría, fue expulsado de la universidad y de la ciudad de Kazán. La razón era simple: era el hermano del otro Uliánov. Vladímir y el resto de su familia se trasladaron entonces a Kokúshkino, a unas treinta millas de Kazán, donde su madre tenía una finca.

En el otoño de 1888, la familia Uliánov pudo regresar a Kazán, con la excepción de Anna, que había sido arrestada en marzo de 1887 después de ir a la habitación alquilada de Alexander. Entonces Vladímir se unió a un círculo socialista del cual poco se conoce. Se componía de unos cuantos estudiantes que leían juntos buenos libros e intercambiaban ideas sobre lo que leían. El círculo más importante en Kazán era el liderado por N. E. Fedoséiev, quien ya entonces era un marxista. Según Maksim Gorki, que entonces vivía en el Volga y se movía en círculos radicales, Fedoséiev proclamó su apoyo al primer tratado marxista importante de Plejánov, Nuestras diferencias, ya en 1887. El grupo de Fedoséiev poseía una pequeña biblioteca ilegal e incluso una imprenta clandestina. Mientras estaba en la ciudad, Vladímir entró en contacto con algunos de sus miembros menos importantes.

Durante julio de 1889 se produjeron numerosos arrestos en Kazán. No solo arrestaron a Fedoséiev y a los miembros de su círculo, sino también a miembros del círculo al que pertenecía Lenin. Sin embargo, él no fue detenido, ya que, afortunadamente, la familia Uliánov se había trasladado, el día 3 de mayo, al pueblo de Alakáievka, cerca de Samara. El 11 de octubre se trasladaron de nuevo, esta vez a la misma ciudad de Samara. Vladímir permaneció allí hasta finales de agosto de 1893, momento en que se mudó a San Petersburgo. El hecho de que Lenin estuviera dispuesto a permanecer cuatro años en la remota ciudad de Samara es prueba suficiente de que no estaba todavía preparado para comprometerse en la política activa, que aún estaba estudiando y tratando de decidir qué dirección debía tomar. Samara no tenía apenas industria, y por lo tanto, la clase trabajadora industrial prácticamente no existía. Tampoco tenía, a diferencia de Kazán, una universidad, y en consecuencia, no había estudiantes. En aquella ciudad no había, pues, ni descontento obrero ni estudiantil.

Lenin necesitaba esos años para decidir si seguía los pasos de Sasha o, si no lo hacía, qué camino tomaba. No hay duda de que el joven Vladímir sentía atracción por el narodismo, por mucho que digan lo contrario los artífices de la leyenda estalinista. Uno de sus compañeros de estudios, arrestado junto a él en Kazán en 1887, describe como la mayoría de estudiantes arrestados intercambiaban bromas ligeras. En algún momento alguien se dirigió a Uliánov, que se había sentado un poco apartado y estaba sumido en sus pensamientos, y le preguntó qué pensaba hacer cuando le dejaran ir. Uliánov replicó: «¿En qué tendría que pensar? Mi hermano mayor ya me ha abierto el camino».5

En Samara, Lenin buscó a veteranos del clandestino movimiento terrorista y les interrogó detenidamente acerca de sus técnicas conspiratorias. De esta manera adquirió conocimientos que después aplicaría en la organización del Partido Bolchevique. Antes de que la fábrica de mitos estalinista empezara a funcionar, salieron a la luz numerosas pruebas de que, en su juventud, Lenin estuvo influenciado por el narodismo. Un testimonio de tal influencia es V. V. Adoratski, el futuro director del Instituto Marx-Engels-Lenin. Según él, en 1905 Lenin le dijo que estaba muy influenciado por las ideas de los naródniks. Admitió que, durante 1888, había apreciado mucho ese movimiento terrorista, y que tardó bastante tiempo en librarse de sus ideas. «Durante sus últimos años en Samara, 1892-93, Lenin era ya un marxista, aunque todavía había en él algunos rasgos relacionados con Naródnaya Volia (esto es, una actitud especial hacia el terrorismo)».6 Muchos años después, en ¿Qué hacer? (1902), Lenin escribía:

Muchos de ellos [los socialdemócratas rusos] comenzaron a pensar de un modo revolucionario como los de Naródnaya Volia. Casi todos habían rendido pleitesía en su juventud a los héroes del terrorismo, y les costó mucho trabajo sustraerse a la impresión seductora de esta tradición heroica. Hubo que romper con personas que querían a toda costa seguir siendo fieles a Naródnaya Volia, y que gozaban de un gran respeto entre los jóvenes socialdemócratas.7

Krúpskaya, cuando cita este pasaje en sus memorias, añade que representa un fragmento de la autobiografía de Lenin.

Lalayants, a quien se citaba antes, conoció bien a Lenin en Samara, y detectó en él, en marzo de 1893, «ciertas simpatías por el terror de Naródnaya Volia». También decía que tal inclinación fue una causa de conflicto entre ambos. Cuando, en el otoño de 1893, Lenin quiso entrar en un círculo socialdemócrata petersburgués, le examinaron detenidamente sobre la cuestión del terrorismo, y se decidió que estaba demasiado favorablemente dispuesto hacia él.8

Vladímir tuvo que adentrarse en un estudio largo y exhaustivo, no solo porque el narodismo tenía raíces muy profundas, sino también porque, como veremos más adelante, las líneas de demarcación entre el narodismo y el marxismo no estaban claramente definidas para la juventud radical de la época. Otra razón era que las ideas del marxismo ruso no habían calado todavía en ningún movimiento obrero activo: solo eran, de momento, el privilegio de unos cuantos intelectuales aislados.

Los principales libros de estudio de Vladímir fueron el primer y el segundo volúmenes de El Capital de Marx (el tercer volumen no se había publicado todavía). Los estudió con gran intensidad también más adelante, a lo largo de su vida, y en ellos encontró una guía para su pensamiento y una fuente permanente de ideas. Aprendió, tal como dijo más tarde, a “consultar” a Marx. Durante el mismo período, estudió el periodismo radical ruso de las décadas de 1860 y 1870, de manera que sus conocimientos sobre el narodismo eran extensos. Más adelante sacaría un buen provecho de ellos, tanto en los debates que sostendría con los naródniks como en sus primeros intentos como escri tor durante los años 1893-99. Como recordaría más tarde, nunca más volvería a leer tanto como durante los años 1888-93.9

También realizó un riguroso estudio de material estadístico sobre la economía nacional rusa, y escribió sus primeras monografías, con las que quería arrojar un poco de luz sobre la situación social y económica rusas. De los registros de la biblioteca de Samara de 1893, el único año del que accidentalmente se han conservado, se puede apreciar que Vladímir no pasó por alto ninguna publicación relevante, fueran compilaciones estadísticas oficiales o estudios económicos realizados por los naródniks.10

Lenin necesitó años de estudio para decidir su posición respecto al narodismo y al marxismo. La tragedia de su hermano le afectó demasiado para tomar una decisión rápida. Empezó a estudiar El Capital de Marx en algún momento de 1889, pero esto, en sí mismo, no significa que renunciara al narodismo. Como veremos, los naródniks también estudiaban a Marx. Parece que no fue hasta el año 1891 que Lenin descubrió las obras de Plejánov, «sin las cuales uno no podía llegar a posiciones socialdemócratas», tal como indica acertadamente Trotski11. En 1919, respondiendo a un cuestionario, Lenin dejó claro que se había convertido en un socialdemócrata (en aquel tiempo, un sinónimo de marxista) en 1893.12 En 1920, respondiendo a otro cuestionario, a la pregunta de cuándo había empezado a tomar parte en el movimiento revolucionario, escribió: «1892-93».13

La leyenda estalinista, que afirmaba que el joven Vladímir decidió cuál era el camino correcto inmediatamente después de oír la noticia sobre la muerte de su hermano, no solo es psicológicamente estúpida, sino también un insulto a la integridad intelectual y emocional de Lenin, que aparece como un monstruo: rígido, árido, muerto, incapaz de cambiar.

Su larga investigación sobre el narodismo fue necesaria, para él, para evitar la tragedia de su hermano, quién, en la víspera del complot, todavía dudaba de si había tomado el camino correcto.

En la última noche del año [1886], él [Sasha] todavía se mostraba en contra del plan, diciendo que era absurdo, e incluso suicida, comprometerse en cualquier actividad política antes de haber aclarado los principios en los que debía basarse. Sentía la necesidad de más trabajo teórico y de una definición más precisa de los objetivos y los medios […]. Pero respondieron a sus escrúpulos con un reproche contundente: ¿vamos a quedarnos sentados, de brazos cruzados, mientras nuestros colegas y amigos son victimizados, mientras la nación entera permanece oprimida y aletargada? Adentrarse ahora, decían, en la elaboración de principios teóricos significaba rendirse. Cualquier necio puede hacer teorías: los revolucionarios deben luchar. Hablaba, por supuesto, la voz de la inexperiencia y de la impaciencia, la voz de la ju ven tud. Pero el sentido del honor revolucionario de Alexander era sensible a ella y, dejando de lado sus sensatas objeciones, acabó cedien do: no, él no se quedaría sentado con los brazos cruzados.14

Las ideas de cada época están estrechamente conectadas con aquéllas de la época precedente. El estado mental de Lenin en 1887 no puede entenderse sin tener en cuenta las ideas de su hermano mayor: su desarrollo intelectual debe verse como un flujo que tenía su origen en el legado naródnik y que estaba muy vinculado con él. Para acatar la cuestión del narodismo y decidir qué actitud tomar al respecto, Lenin, como haría cualquier científico riguroso, no podía confiar en las opiniones de terceros: debía estudiar la materia él mismo.

En realidad, necesitó un período de estudio mucho mayor que la siguiente generación de marxistas rusos, a la que pertenecía Trotski. En primer lugar, por supuesto, Trotski no tuvo la experiencia traumá – tica de que ahorcaran a su hermano por ser un terrorista naródnik. En segundo lugar, al ser nueve años más joven que Lenin, Trotski entró en contacto con la política revolucionaria mucho después, en 1896, cuando los marxistas ya estaban involucrados de manera práctica en las huelgas de trabajadores, incluso en huelgas masivas. Este no era el caso en 1887, cuando el movimiento marxista consistía casi en su totalidad en cuatro o cinco exiliados, más un puñado de estudiantes que de vez en cuando les prestaban apoyo. Pero incluso Trotski tuvo que enfrentarse al narodismo. El primer grupo al que se unió en Nikoláiev se componía de individuos que se consideraban naródniks y tenían unas nociones bastante vagas sobre marxismo. Solo un miembro del grupo, una mujer joven llamada Alexandra Sokolóvskaya, hija ella misma de un naródnik, decía ser marxista. Trotski, al principio, se alineaba con los naródniks, y no fue hasta después de unos meses de controversias en el círculo que Alexandra Sokolóvskaya lo convirtió al marxismo. (Más tarde se casaría con ella y tendrían dos hijos. El destino de los tres estuvo trágicamente entrelazado con el de Trotski).

Cuesta entender por qué Vladímir Ilich Uliánov, este hombre serio y —como se vería en el futuro— activo, evitó todo compromiso político durante cinco o seis años. Para explicar por qué decidió esperar, tenemos que tratar de comprender la naturaleza del narodismo, la interrelación de las ideas de los naródniks y las ideas marxistas, y las profundas pasiones que el heroísmo de los primeros despertaba en los jóvenes radicales de la época. Debemos entender, también, la alternativa ideológica al narodismo que desarrolló por aquel entonces Plejánov, el padre del marxismo ruso. Finalmente, el compromiso individual —en nuestro caso, el de Vladímir— se ve afectado no solo por la pura razón, sino también por la interrelación de ideas y acciones. De ahí que sea necesario conocer el estado real del movimiento obrero de la época: cuántas huelgas hubo, y si los marxistas o los naródniks tuvieron en ellas alguna influencia, etc. Para tratar todo esto adecuadamente necesitaríamos mucho más espacio del que disponemos. De todas maneras, si no conocemos las luchas intelectuales y políticas de la época, el desarrollo de Lenin no es comprensible. Las raíces de su pensamiento se adentraban profundamente en la tradición revolucionaria rusa de las dos generaciones precedentes de naródniks, una tradición que, para él, culminaría en el martirio de Alexander. Una excursión por el narodismo y el marxismo ruso es, por lo tanto, inevitable. La evolución personal de Vladímir estuvo estrechamente relacionada con la evolución de los intelectuales revolucionarios rusos y del pequeño grupo de trabajadores revolucionarios. Su biografía política confluye con la historia del movimiento.

Primeras páginas del Capítulo 1º del libro de Tony Cliff  Lenin. La construcción del partido

Imagen: Lenin a los 23 años, fotografía de su primera prisión.

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