de POR-Massas (Brasil) //
La abstención del gobierno nacional-reformista de Nicaragua ante la resolución de expulsión de Venezuela de la OEA revela hasta qué punto llegó a su descomposición. Objetivo de una ofensiva imperialista para quitarlo del mando del Estado, el sandinismo prefirió traicionar a su socio económico y principal fuente de recursos vitales (a ejemplo del petróleo) para negociar su permanencia en el poder. No por casualidad, se informó de que, en la misma asamblea que se votaría la resolución contra Venezuela, podría ser votada una condena del gobierno sandinista por la matanza de manifestantes contrarios a la reforma de la previsión. Había una amenaza de llevar a la Corte Penal internacional la investigación por las muertes durante las protestas en ese país. El sandinismo negoció la «Declaración de apoyo al pueblo de Nicaragua «, presentado por EEUU, que fue aprobada por unanimidad, después de eliminar del texto original la responsabilidad del gobierno sandinista por la represión.
Así, el gobierno de Daniel Ortega vendió su abstención, ya que sería vergonzoso el apoyo abierto a los Estados Unidos, que promovieron en el pasado la guerra contrarrevolucionaria al movimiento sandinista. Su abstención es una cobarde traición no sólo a la nación oprimida venezolana, sino también a la propia Nicaragua. Es bueno recordar que los Estados Estados Unidos utilizó la OEA para condenar, rodear y combatir el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Buscaron utilizar Costa Rica para organizar una fuerza de intervención. Con el avance de la revolución, el gobierno norteamericano presionó a la dictadura oligárquica de Anastasio Somoza a renunciar, en julio
de 1979. El intento de democratizar por arriba, cambiando formalmente el mando del Estado, para evitar la insurrección popular, impulsada por el asesinato de uno de los principales líderes de la la oposición burguesa, Pedro Chamorro, en 1978, fracasó. Los explotados atendieron a la ofensiva general de la guerrilla, lanzándose a la huelga general, en junio de 1979. Un mes después, los sandinistas tomaron el poder. La contrarrevolución se organizó con el apoyo de los Estados Unidos, formando la guerrilla de los «Contras».
Es importante esta síntesis histórica porque demuestra la lucha heroica de los sandinistas, que se constituyeron en 1961 y recorrieron por casi dos décadas un feroz y sangriento combate a la dictadura pro-imperialista de la familia Somoza. La abstención que, ahora, el gobierno de Daniel Ortega, principal líder del FSLN, hizo ante la resolución intervencionista de la OEA en Venezuela es una traición a los que murieron combatiendo el imperialismo.
Lo fundamental está en buscar la raíz de tanta traición. EL sandinismo, por su programa y por su ideología, se constituía como un movimiento nacionalista pequeño-burgués radical. Está inspirado en el nacionalismo de Augusto César Sandino, que trabó la lucha antiimperialista, por la expulsión de los marines norteamericanos y la independencia de Nicaragua. También es necesario recordar que Sandino y muchos de sus compañeros fueron asesinados a mando del dictador Somoza, que tomó el poder en 1936. La toma del poder por el FSLN, en 1979, apenas inició la revolución democrática por la independencia nacional, por el fin de los latifundios y por la tierra a los campesinos. Al mantenerla en los marcos del capitalismo semicolonial, el nacionalismo sandinista evidenció su debilidad ya d inicio. Se recurrió a la constitución de un gobierno de «Reconstrucción Nacional», que incluía representantes de la burguesía.
Los Estados Unidos armaron los «Contras». La revolución no avanzó en el campo. La gran propiedad de los medios de producción permaneció en manos de la burguesía. Se alentó la ilusión en la democracia burguesa. Así, los sandinistas abrieron el camino para el fortalecimiento de la oposición burguesa, que trabajaría en favor del restablecimiento de los lazos con el imperialismo. Los sandinistas perdieron el poder por medio de elecciones y lo retomaron por el mismo camino, ya en profunda descomposición.
El gobierno actual de Daniel Ortega, que aplastó la sangre a la sangre revuelta contra la reforma previsional y que acabó apoyando Estados Unidos contra Venezuela, resume los retrocesos que los sandinistas sufrieron desde el momento en que ocuparon el lugar el poder del Estado y mantuvieron la dictadura de clase de la burguesía sobre la mayoría oprimida.
Este acontecimiento es otro ejemplo, entre muchos, de la crisis de dirección por la que pasa el proletariado mundial. En el momento en que los sandinistas llegaban al poder, la revolución cubana se encontraba en peligro por la adaptación del castrismo a las presiones mundiales del imperialismo y, en los años 1990, la Unión Soviética colapsaba. Sin la organización mundial del proletariado, la restauración capitalista abría camino al libre avance del imperialismo. El sandinismo, por ser nacionalista, tendría que inevitablemente pasar de fuerza revolucionaria a contrarrevolucionaria. El proletariado nicaragüense está obligado a hacer ese balance y ponerse de pie su partido marxista-leninista-trotskista.