por Pedro Miranda
Este 1º de Mayo se desarrollará otra conmemoración obrera, y como cada año, en el seno de la izquierda revolucionaria comenzarán a prepararse las imprentas, las banderas y gritos para dar vida a otro acto de resistencia obrera.
Sin embargo, este año, se conmemora también el asesinato de Francisca Sandoval, periodista popular, a manos de un civil armado en complicidad estratégica (sobre el objetivo) y táctica (sobre los medios) con la policía uniformada chilena. Hace un año, grupos armados de narco-fascistas, defendiendo los altos principios del libre mercado y la seguridad, en la concentración obrera más importante de cada año, atentaron criminalmente contra la integridad de trabajadores. Francisca resultó muerta, como antes Denisse Cortez. Defendieron y justificaron sus actos en televisión, con el beneplácito de toda la industria cultural. Todavía no hay verdad ni justicia. Y no la habrá por los tribunales de justicia.
Por eso, para el movimiento obrero es tiempo de una gran encrucijada. La aprobación de la reforma laboral de 40 horas debilita muchas posiciones de resistencia económica y exacerba la explotación intensiva (valor hora) y extensiva del trabajo (valor jornada), dando un duro golpe a las condiciones de lucha, organización y vida de la clase obrera. La labor que desempeña la burocracia sindical, de instrumentalizar los sindicatos y lucha social como correas del poder del Estado, es cada día más patente. El gobierno de Boric y Vallejo ha transado con los pocos derechos formales de los trabajadores y ofrece al empresariado un paquete de innovadoras formas legales de explotación.
Por otro lado, y este es el problema principal, al avance de la clase dominante en la relación de fuerza salario/ganancia, en el terreno de la explotación económica, facilitado por la reforma laboral y otros millonarios subsidios directos, coincide con la fascistización progresiva del sistema político y cultural. La debilidad del gobierno es sólo la contraparte del fortalecimiento del fascismo en el sistema político, de la autonomización de las fuerzas represivas y el auge fascista entre las capas medias. Los gremios de transportistas, comerciantes, propietarios y narco-burgueses, legal e ilegalmente, alimentan grupos de choque contra el pueblo mapuche, los grupos migrantes y la clase obrera, con los que refuerzan su posición dominante sobre la población trabajadora. En otro momento podríamos profundizar por qué se hace necesaria, económicamente.
Lo que llamamos fascismo es un fenómeno complejo, que no espero aclarar en estos párrafos. Pero si consideramos que fascistización significa el incremento significativo del uso de la violencia y coerción para sostener la dominación política e ideológica de la clase patronal sobre los trabajadores, llaman la atención algunos elementos “objetivos y comprobables” que reafirman que atravesamos el punto de no retorno en la fascistización del Estado y la sociedad chilena.
Los atentados xenófobos de Iquique, así como aquellos perpetrados en Santiago durante manifestaciones de estudiantes secundarios y trabajadores, los paros de camioneros y comerciantes, sumados a las protestas y concentraciones de la ultraderecha, en el norte y en el sur del país, dan cuenta de una creciente alianza social entre la burguesía, las fuerzas represivas, el narcotráfico y las capas medias, para desarrollar un programa de acción política centrado en la defensa del libre comercio y el reforzamiento de la seguridad civil, garantizando impunidad a la policía, tanto en sus crímenes como en sus delitos económicos y vínculos con el narcotráfico, financiando ataques y grupos de asalto contra las masas, y además, legitimando esa violencia jurídicamente con leyes represivas y Nueva Constitución. Todo el sistema político se está cuadrando para recibir al fascismo, que necesita sangre obrera para conjurarse. Boric, ya vemos, está dispuesto a ofrecerla.
Cómo combatir al fascismo, ese es el problema central del momento político. Ya inició su guerrilla contra la clase obrera y cada día consigue, en el estado y en la sociedad, nuevos socios y accionistas. Lo demuestran los ataques armados y prognomos de 2022. Lo reafirma la exenciones de responsabilidad penal para los crímenes de policías y militares este 2023, garantizando impunidad completa a los verdugos de la revuelta de Octubre.
La clase obrera debe saber que no la esperarán con rosas sino con balas este nuevo 1º de Mayo. El dilema revolucionario de las armas, convocado por los crímenes del enemigo, toca la puerta. Que alguien avise a los trabajadores.