Memoria histórica: «Complejo Forestal y Maderero Panguipulli»

por Guillermo Correa

Luego de dos años se retomaron las jornadas presenciales de conmemoración organizadas por el Centro Cultural Museo y Memoria de Neltume con la colaboración del Comité Memoria Neltume. Pese a las restricciones y precauciones que se tomaron debido a los protocolos sanitarios determinados por la pandemia, un importante número de compañeras y compañeros llegaron hasta la localidad de Neltume para reencontrarse con la memoria popular del territorio y rescatar las historias de organización, lucha, construcción de poder popular y resistencia armada a la dictadura que llevaron adelante los y las habitantes de este sector, los trabajadores de la madera, campesinos y mapuche junto a sus familias, entrelazados por el accionar militante del MIR en esta región. 

Durante estas Jornadas José Bravo entregó diversos testimonios y elementos del contexto histórico en que se fue implementando el Complejo Forestal y Maderero Panguipulli (COFOMAP)y lo relacionado con la resistencia armada a la dictadura inmediatamente después del golpe de Estado, entre septiembre y diciembre del año 1973. 

TRANSCRIPCIÓN TESTIMONIO DE JOSÉ BRAVO AGUILERA

Es bien difícil poder contar lo que sucedió acá en poco tiempo, porque para eso habría que hacer un poco de contexto para que no quede en el aire, pero como mañana y pasado mañana vamos a poder seguir conversando se podrá profundizar un poco más.

Ahora vamos a hablar de ANITA y de LUISA.  Ellas dos eran profesoras, ambas militantes del MIR. Anita era la compañera de otro compañero que le decíamos “Mono”, René Roberto Acuña Reyes, que está desaparecido. 

El “Pelao” Krauss, era el jefe regional del MIR, en septiembre del 72, yo llegué en agosto del 72 de vuelta para acá, entonces hablamos y le digo tienes que conseguir más compañeros para que se vayan a vivir a la montaña con los trabajadores. Él consigue que se vengan compañeros y compañeras, entre esos el “Mono” con su compañera Anita, que era profesora e hizo clases en Puerto Fuy.  A fines de ese año también llega, por el lado de Arquilhue, la compañera Luisa, ella era profesora igual y en Arquilhue, Maihue y Carranco hacía trabajo con los trabajadores, con su familia y con los niños.

Ellas, como eran militantes del MIR, tenían una disposición y una voluntad que era igual como la que teníamos todos los que andábamos acá. Esa disposición para conversar con los trabajadores, para enseñarles lo que nosotros íbamos aprendiendo, ellas también lo hacían.

Donde ellas más demuestran su disciplina y disposición es cuando después del golpe se van ellas con nosotros para la montaña. Allí tuvieron que sufrir toda la rigurosidad de andar en la montaña, con miles de milicos a la cola. Ellas vivieron y soportaron eso porque tenían conciencia política de clase y lo que querían era hacer un cambio en este país para toda la gente, para los pobres, para los trabajadores. Eso les permitió a ellas soportar eso.

Nosotros nos fuimos el 12 de septiembre para la montaña y después del primer mes arriba ellas, por ejemplo, ya no tenían menstruación, por la exigencia, el esfuerzo físico de bajar y subir la montaña, atravesar ríos fríos, además del hambre, entonces los cambios físicos de ellas fueron a ese nivel.

Nosotros, después de los bombardeos que sucedieron allá en Arquilhue, como el 23 de octubre del 73, tomamos una decisión donde nos comprometíamos a ir a dejar, porque al final quedamos 9 de los 39 inicial que nos habíamos ido a la montaña, a quien quisiera irse al lugar más cercano y más seguro, para Argentina o acá en Chile, en Panguipulli, Coñaripe o Futrono. Siempre cuando hacíamos la reunión una de las dos compañeras decía “yo quiero decir algo”, y todos nos poníamos en alerta y cualquiera de las dos decía “yo lo que quiero decir es que no tengo ninguna gana de irme”. Siempre pasaba algo así en ese primer punto. Si no era una de las compañeras, era la otra que lo planteaba.

Luisa era de Concepción y murió hace como tres años en Buenos Aires, de enfermedad. Un compañero que la conocía y trabajaba también en Arquilhue, era Ingeniero Forestal, él sabía el nombre de ella y la encontró por el año 78 en Buenos Aires, conversaron y ahí supo su nombre verdadero. Una vez me lo dijo, pero me olvidé. Nosotros en ese tiempo no sabíamos solo los nombres políticos de los compañeros y compañeras.

Las compañeras tenían esa disposición para lucha por un cambio profundo en esta sociedad. En ese tiempo nosotros lo que queríamos era construir el socialismo a través del poder popular.

Aquí en Neltume, por ejemplo, como decía Pedro, el machismo era una cosa grandota. Yo como había estado en la escuela acá tenía compañeras que eran amigas mías y dentro de la organización del Partido yo tenía una Base de seis compañeras, la mayoría eran compañeras de escuela. Teníamos que hacer reuniones secretas, clandestinas en ese tiempo, porque los papás no podían saber que estaban ellas participando en política. Eso funcionó muy bien. 

Si se hubiera concretado el Congreso que estábamos preparando en septiembre del 73 los trabajadores del Complejo, allí uno de los puntos que se iban a aprobar era el de que las mujeres participarían en todas las cosas de la organización del Complejo, ya no solo en cosas de salud, cosas así, sino que en todo lo que tenía que ver con el Complejo, incluso el trabajo mismo en las empresas. 

Era un asunto súper complicado poder reunirnos con ellas, pero como yo ya sabía algo de clandestinidad, buscaba la forma de poder reunirnos sin que me vieran llegar a mí. Nos las arreglábamos, hacíamos reuniones y ellas estaban dedicadas a leer, a aprender y empezar a tener planteamientos de la mujer en la vida del Complejo.

La Anita, después de Trafún, se vino a Fuy, para el 73, para el golpe era profesora en Fuy. Era una mujer delgada, pero de una vitalidad impresionante para poder soportar todas esas cosas en la montaña, por eso digo que tenían una convicción política, ideológica, como todos los que hacíamos eso aquí.

Hay historiadores que dicen que este asunto del Complejo es una de las historias más grandes y más poderosas de América Latina, por la cantidad de terreno, por la cantidad de gente, por la profundidad de las medidas que se estaban tomando, que eran todas en beneficio de cambiar, de terminar con el capitalismo y hacer una sociedad mejor.

Acá arriba en la montaña les contaba que los trabajadores habían decidido que íbamos para el socialismo, porque la cantidad de gente que vino para acá a ayudar, pero antes de eso, cuando pasan esos cuarenta años de explotación acá en la montaña llegaron muchas personas que vinieron de Loncoche hacia el norte arrancando, que eran dirigentes sindicales o porque participaban en política, y llegaron a estos fundos de acá de la montaña y contaron esas cosas. Entonces los trabajadores de la montaña tenían lo que yo llamo instinto de clase, que es cuando los trabajadores están dispuestos a organizarse en sindicatos. Por ejemplo, el fundo de Carranco se había tomado dos veces antes de que resultara, que fue a la tercera; aquí en Neltume a la quinta vez que se trató de lograr formar sindicato se logró, y eso era porque había muchas personas que conocían parte de la historia de la lucha del pueblo chileno. Aquí había mucha gente que sabía quién era Luis Emilio Recabarren, Marmaduke Grove, Elías Lafferte, entonces los trabajadores aquí sabían que eran explotados y tenían que cambiar eso.

En el período de las Tomas de fundo, que son casi tres años que dura eso, la conciencia, la formación política, la educación política que se le daba al trabajador en la montaña era grandota y ellos aprenden.

Cuando viene el golpe, todavía a pesar de la brutalidad que era la represión, la tortura y la muerte de los compañeros, porque los muertos acá fueron 46, 12 en Valdivia, 18 en Chihuio y 16 en el puente Toltén, que la mayoría eran de Trafún, Carranco y Paimún, a pesar de todo eso, de la represión, del miedo que metieron los milicos aquí, por esa conciencia que los trabajadores habían adquirido, estaban dispuestos a continuar y a nosotros, que nos fuimos para la montaña, hasta fines de diciembre del 73, los trabajadores nos decían o nos mandaban con otros compañeros que nosotros veíamos, porque no tenían nada para darnos, nos mandaban ánimos y que nos cuidáramos y que el asunto resultara, porque había una cantidad de gente dispuesta todavía a pesar de las muertes y la tortura, dispuestos a continuar la lucha (…) Eso alcanzo a contar por ahora… 

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