Mañana elecciones en Cataluña, el 21-D: por la autonomía y la república

por Marti Caussa //

El 21-D se decidirá si se legitima el artículo 155, la jibarización de la autonomía y un régimen autoritario bajo la triple alianza de PP, C’s y PSC/PSOE o si se derrota este programa reaccionario y se legitima el camino hacia la República catalana que el 1-O abrieron dos millones de personas con empuje y determinación

Pero la contienda electoral en la que se decidirá un dilema tan importante no se desarrolla en condiciones de igualdad, porque una de las partes tiene una mano atada a la espalda y una mordaza en la boca. Las elecciones no han sido convocadas por el gobierno legítimo, sino por Mariano Rajoy, el presidente Puigdemont está en el exilio, el vicepresidente Junqueras en la cárcel, al igual que los lideres de la ANC y Omnium, los consejeros que están el libertad provisional no pueden decir lo que piensan si no quieren volver a la cárcel, la radiotelevisión catalana nos recuerda diariamente que hay expresiones que no puede usar por decisión de la junta electoral, ocho profesores han sido imputados por delitos de odio, por el mismo motivo la asociación Hablamos Español ha denunciado al presidente del sindicato de enseñantes USTEC, las pancartas reclamando la libertada de los presos políticos son retiradas de los ayuntamientos y el lazo amarillo, símbolo, de la exigencia de la libertad de los presos, se considera propaganda electoral, igual que colorear de amarillo la fuente de Montjuïc o las concentraciones de las abuelas de Mataró con bufandas de este color, etc., etc.

Paralelamente una parte del programa de la triple alianza del 155 se está llevando a la práctica sin esperar el resultado del 21-D: suprimir el poder, legalmente vigente, de la Hacienda catalana para centralizar el cobro de los tributos de 180 organismos públicos catalanes; liquidar el Diplocat, la reda de oficinas exteriores de la Generalitat; paralizar de hecho la implementación de la Renta Garantizada de Ciudadanía, una de las medidas sociales más importantes del gobierno Puigdemont; bloquear las subvenciones al tercer sector; etc. Y no solo lo hacen abiertamente, sin recurrir al subterfugio del Tribunal Constitucional, sino que se jactan de ello, como Soraya Sáenz de Santamaría, presumiendo de haber descabezado ERC i JuntsxCatalunya o de haber liquidado el Diplocat.

El primer desafío del 21-D es conseguir la retirada incondicional del artículo 155, la libertad de los presos, la vuelta de los exiliados, el sobreseimiento de los juicios con peticiones de largas condenas y multas millonarias y la marcha atrás de todas las medidas de demolición del autogobierno realizadas al amparo del 155. Pero, al mismo tiempo, se trata de reivindicar el esfuerzo y los resultados del referéndum del 1-O y de comprometerse en la lucha por la República catalana, sin obviar la autocrítica ni las dificultades derivadas de la derrota sufrida el 27-O con la aplicación del 155, pero con determinación y con confianza en la capacidad de reacción de un movimiento que no ha sido derrotado. Como he explicado en otro artículo, la derrota que supone el 155 no se explica ni por la unilateralidad que significó el 1-O, ni por desfallecimiento de la gente que se movilizó entonces y ha seguido haciéndolo después, sino por los errores de los dirigentes del independentismo mayoritario. Cómo derrotar el 155 y cómo avanzar hacia la República son los dos elementos a tener en cuenta para decidir el voto del 21-D.

Ningún voto para los responsables del 155

La condición imprescindible para derrotar el 155 es explicar claramente cuáles son sus consecuencias, la amenaza que suponen no solo para el independentismo, sino para la democracia, y el terrible precedente que supondrá para Catalunya, España y Europa si no es derrotado. Consecuentemente con eso hay que llamar a no votar a ninguno de los partidos de la triple alianza responsable de su aplicación: PP, C’s y PSC. Debe haber un frente común explícito contra los responsables del 155 y no permitir fisuras como consecuencia de la campaña electoral; la rivalidad no debe llevar a confundirse de enemigo.

Aquí hay que hacer un paréntesis para referirse a Catalunya en Comú Podem. La mala campaña electoral que está haciendo, sobre todo cuando interviene Pablo Iglesias, no debe hacer olvidar que es una coalición que está nítidamente contra el 155, por la libertad de los presos, la vuelta de los exiliados y la defensa de las instituciones de autogobierno. Y si alguien se toma la molestia de leer su programa electoral comprobará que defiende una república catalana confederada con el Estado español y un proceso constituyente catalán basado en un debate previo en asambleas ciudadanas, elementos que permiten considerarlo también un aliado en la construcción de la república. Es verdad que sigue manteniendo la posición de defender un referéndum de autodeterminación previamente acordado con el Estado, que ha radicalizado su críticas contra la unilateralidad y, además, propone un gobierno con ERC y el PSC que resulta incongruente con una oposición radical al 155. Pero las críticas legítimas a un aliado no deben llevar a confundirle con el enemigo, especialmente si se reconoce que su colaboración puede resultar imprescindible para formar o apoyar un gobierno que derrote el 155 y si se recuerda que los partidos pueden rectificar, especialmente si en su interior hay un sector crítico, como es el caso.

Renovar la mayoría independentista

El símbolo más claro de la derrota del 155 será si vuelve a haber una mayoría absoluta de diputados independentistas en el Parlament. El artículo 155 se proclamó para luchar contra la proclamación de la República que hicieron los diputados independentistas, contra los resultados del referéndum del 1-O que convocaron los independentistas, para liquidar el independentismo (Soraya Sáenz de Santamaría) y desinfectar un país enfermo de independentismo tal como ha explicado Josep Borrell reprimiendo a Iceta: “Tú eres muy buena persona y les perdonarías en seguida, pero la han hecho muy gorda. Está bien eso de coser heridas, pero antes tienen que desinfectar. Porque si las coses sin curar, después se pudren. Se debe curar el cuerpo social, por eso hay que pasar bien el desinfectante y después, claro, se ha de coser. Porque una sociedad no puede vivir si el cuarenta y tanto por ciento de la gente está convencida de que le iría mejor fuera. Esto no puede ser. Si una proporción tan grande de la gente piensa que estaríamos mejor fuera, este es un país enfermo». No es verdad que solo quieran restablecer la legalidad, quieren liquidar el independentismo, quieren reducir los partidarios de la república catalana independiente a una ínfima minoría utilizando los métodos autoritarios y antidemocráticos del 155, aplicándolo repetidamente si es necesario. Por eso hay que votar independentista: para derrotar en las urnas el 155, para defender la democracia, para crear las condiciones de seguir luchando por la República.

Pero a la hora de depositar el voto es necesario preguntarse cual es más útil para defender estos objetivos, hay que sacar las elecciones de los éxitos (1 y 3 de octubre) y de las frustraciones (el 27-O). He defendido que la decisión del gobierno Puigdemont el 27-O fue una derrota sin rendición pero que implicaba la necesidad de una reorientación estratégica del independentismo mayoritario. Lo menos que se puede decir ahora es que esta reorientación es confusa y tiene su núcleo en el debate sobre la unilateralidad.

No renunciar a la unilateralidad y ampliar el apoyo social a la República

PDeCAT y ERC han hecho declaraciones ambiguas en el sentido de abandonar la unilateralidad y substituirla por el diálogo y la relación bilateral con el Estado y la Unión Europea, que después se han matizado o reafirmado en función de la persona y las circunstancias. Por ejemplo, Marta Rovira defendió avanzar sin estar pendientes del permiso del Estado español para evitar, por ejemplo, que en el invierno hubiera cortes de los suministros básicos. Y Carles Puigdemont ha evitado descartar la vía unilateral si hay mayoría independentista después del 21-D. Pero posteriormente Carles Mundó (ERC) ha declarado que la vía unilateral es la menos deseable y que no la defiende ahora ni la ha defendido nunca. Frente a estas ambigüedades subscribo la posición de Vicent Partal en VilaWeb en el sentido que renunciar a la unilateralidad es renunciar a avanzar, porque incluso para negociar con el Estado español son necesarias acciones unilaterales que le obliguen a sentarse a la mesa.

Lo cual no significa que cualquier decisión unilateral sea buena, sino que éstas deben seleccionarse después de valorar la relación de fuerzas y sopesar sus consecuencias. Por ejemplo, ahora debería estar claro que no había relación de fuerzas para hacer efectiva la República inmediatamente después del 1-O, a pesar de que reivindiquemos la convocatoria de este referéndum, la decisión de la gente para hacerlo posible y sus resultados. Del mismo modo que es muy poco probable que exista la relación de fuerzas necesaria para hacer efectivas las leyes de transitoriedad después del 21-D.

La CUP es el partido que más y mejor ha insistido sobre la necesidad de la unilateralidad, pero no me parece realista la posición adoptada por la <href=»#12″>Asamblea Nacional de la CUP del 12 de noviembre en el sentido de que en caso de triunfo de las candidaturas independentistas el 21-D habría que proceder a “la proclamación automática de la voluntad de desplegamiento de la República catalana, el desarrollo de la ley de transitoriedad, la convocatoria de una asamblea constituyente y la aprobación y el impulso inmediato de medidas orientadas a consolidar la república y asegurar el apoyo de la mayoría trabajadora y popular”. Una posición que ha ratificado Carles Riera en una entrevista: “Esta vez no negociaremos sobre los objetivos, sino sobre el punto de partida. República desde el primer momento, ley de transitoriedad, proceso constituyente y desobediencia al 155”.</href=»#12″>

Lo decisivo me parece no renunciar a la unilateralidad, pero no excluir la negociación, comprometerse en el avance hacia la República y trabajar para aumentar los apoyos sociales a la misma, tanto en Catalunya como en el Estado. Para esto me parece imprescindible asumir la lucha por una democracia radical y, más en particular, por un proceso constituyente popular que diseñe el país que queremos, con la participación de independentistas y no independentistas. Y, al mismo tiempo, luchar por un plan de choque de medidas sociales para empezar a paliar los efectos de la larga crisis económica. Estas luchas son las que pueden permitir ir reforzado las organizaciones sociales y los organismos de poder popular que sustenten el avance hacia la República.

Un gobierno para derrotar el 155 y avanzar hacia la República

Lo importante es tener claro qué programa es necesario impulsar, votar a la candidatura que creamos que lo pueda defender mejor y después intentar que se forme el mejor gobierno para llevarlo adelante. En el momento actual, antes de unas elecciones con resultados tan inciertos, es imposible saber qué alianzas de gobierno pueden ser las más apropiadas. Y, con más razón, quién puede ser el presidente más adecuado; por eso hay que ser cuidadoso con las imposiciones y las exclusiones de presidenciables entre los partidos que se oponen al 155.

Por ejemplo, la propaganda electoral de JuntxCat dice: “¿Por qué vamos juntos? Porque solo ganamos si gana el presidente”. La segunda frase o es una tontería (si se refiere a la propia candidatura) o es sencillamente falsa, si se refiere al independentismo, al soberanismo o a los partidarios de la República catalana.

También me parece un error el comunicado de la ANC que en su primer punto dice: “Dado que el presidente y el gobierno legítimo de Catalunya no ha acabado su legislatura ni han dimitido voluntariamente, después del 21-D la ANC únicamente reconocerá al presidente legítimo surgido del 27-S de 2015 y al gobierno que éste designe”. Porque esto significa ignorar las preferencias que puedan expresar los electores en unas elecciones que, a pesar de su ilegitimidad, todos han decidido aceptar.

Xavier Domènech ha afirmado en una misma entrevista que no investirá ni a Arrimadas ni a Puigdemont y que quiere un gobierno con ERC y PSC. ¿Realmente se negará a investir o a ceder votos para investir a Puigdemont, aunque ésta sea la condición para evitar la investidura de Arrimadas o para evitar nuevas elecciones y mas tiempo de vigencia del 155? ¿Y no se sonroja defendiendo un gobierno con el PSC y afirmando: “Este país necesita un Gobierno progresista porque tiene una fractura social enorme. El PSC superaría así muchas contradicciones y es una alternativa que quiere una mayoría de sus votantes”? ¿Es necesario recordar que el PSC votó tanto el artículo 155, como el la reforma del artículo 135 de la Constitución que subordina el gasto social a la devolución de la deuda?

Que los árboles de presidenciables no nos oculten el bosque del programa que necesitamos: derrotar el 155, revertir sus efectos, iniciar el proceso constituyente popular, un plan de choque de medidas sociales contra la crisis y avanzar hacia la República catalana, ampliando los apoyos dentro de Catalunya y buscando la unidad de acción y la complicidad con los sectores antimonárquicos y de izquierda a escala estatal, destacando el interés común en echar abajo el régimen del 78 y en el horizonte republicano.

 

(Marti Caussa, de la redacción de Viento Sur; Original en catalán)

 

Ir al contenido