por Manuel Quiroga //
En este breve artículo, me propongo tratar de explicar algunos elementos de las teorías clásicas del imperialismo que creo que sirven para explicar la situación actual del mundo y la Argentina.
Como marxistas, estoy convencido de que tenemos que ser capaces de dar explicaciones materialistas de la construcción de las teorías con que explicamos el mundo. Esto significa, que a la hora de analizar una teoría cualquiera, debemos combinar dos niveles de análisis: Por un lado, un nivel de análisis interno que examine los méritos y problemas de una teoría cualquiera para aproximarse a explicar una verdad general de la época; por otro lado, explicar la propia producción como resultado de una situación económica y de la lucha de clases particular. Toda teoría tiene una parte de verdad, a la vez que distintas limitaciones ya sea prácticas o teóricas para acercarse a dicha verdad general. Esto implica a su vez reforzar la idea de que las teorías más profundas son aquellas con mayor ligazón con la lucha de clases, donde el intento de explicar el mundo se da desde las preguntas y necesidades que genera el compromiso militante y la práctica política.
Desde esta postura no es casualidad, por tanto, que las principales teorías del imperialismo se formaran en el ámbito de la Segunda Internacional, que estaba conformada por grandes partidos obreros de masas, con fuertes ligazones orgánicas con las organizaciones obreras de masas de su época. Para dimensionar, estamos hablando de partidos de varios cientos de miles de miembros en los países donde eran más grandes, con decenas de periódicos y revistas teóricas. La construcción de un universo de intelectuales socialistas, ligados a través de su actividad política con miles de obreros de distintas regiones, obligados por el peso de sus partidos en la vida política de sus países a dar opiniones y sentar posición sobre todos los principales temas económicos, de política interior y de política exterior, participando a su vez de grandes congresos y debates internacionales, creaba posibilidades y estímulos para conocer distintas a la que tenemos nosotros. La ligazón entre práctica y teoría les daba posibilidades inéditas que los que pretendemos estudiar estos temas hoy no podemos replicar en toda su dimensión. Es por esto que, en mi opinión, es necesario partir de los logros más importantes de la teoría marxista de la época a la hora de explicar el mundo actual; y que es necesario, buscar reconstruir un ámbito de debate sobre el marxismo que no se limite a la academia, sino que empiece a producir desde las necesidades y preguntas que surgen de la actividad política práctica. Por supuesto, esto no se basa únicamente en una suerte de “legitimidad de origen” de las teorías clásicas, sino también en un acuerdo teórico con sus principales aspectos.
Este posicionamiento implica una polémica con aquellos intelectuales que, posicionándose desde el marxismo, niegan la relevancia de la teoría del imperialismo para explicar el mundo actual. Uno de los principales marxistas argentinos en plantear esta posición ha sido Rolando Astarita. Por tanto, discutiremos con algunos de sus planteos a la hora de precisar nuestra propia postura.
Algunas partes de este texto tratan de algunos temas densos y complicados de la economía política marxista. Tanto como pude, traté de hacer el texto lo más entendible posible; por eso, no uso notas al pie de página, sino sólo algunas notas al final que sirven como guía de algunas lecturas para quien quiera profundizar en el tema, pero que no hace falta leer para entender el texto.
Elementos principales de las teorías clásicas
Las teorías del imperialismo surgieron en el marco de la Segunda Internacional de partidos socialistas, a partir de la carrera de conquistas desatada en el mundo a fines del siglo XX, donde en muy pocos años la casi totalidad del planeta quedó bajo el dominio de alguna de las potencias imperialistas. Los socialistas intentaron explicarse estas enormes transformaciones para poder dar respuestas políticas a los problemas que planteaban, tanto para la política interna, donde los socialistas se veían obligados a posicionarse sobre la expansión armamentística, el voto de presupuesto para las expediciones coloniales, el proteccionismo, etc., como para la política externa, donde se planteaba el problema de cómo interpretar las invasiones coloniales, así como la identificación de un creciente riesgo de guerra entre las potencias europeas por el reparto del mundo. Esto generó una intensa producción de artículos y libros intentando explicar el colonialismo y el imperialismo desde distintas posturas, así como grandes debates en los partidos nacionales y los congresos Internacionales.
Se suele simplificar el análisis de las teorías de la segunda internacional identificando dos grandes conjuntos de teorías, dentro del campo de los marxistas: La teoría de Rosa Luxemburg, y la teoría de Lenin, que no fue demasiado original sino que se limitó centralmente a popularizar la teoría desarrollada por Rudolf Hilferding. Esto soslaya la inmensa cantidad de militantes que intervinieron en los debates sobre el imperialismo, pero, no obstante, tiene algún sentido en la medida que implicaron la cristalización de dos posiciones distintas sobre los fundamentos económicos del imperialismo. (1)
La teoría de Rosa Luxemburg se basaba en la idea de que la acumulación de capital tiene un déficit crónico de mercados al interior de los sectores capitalistas de producción (es decir omitiendo cualquier sector económico no capitalista) para vender la parte del producto que corresponde a la porción acumulada del plusvalor (es decir, la parte del plusvalor que el capitalista reinvierte para ampliar la producción). Ella consideraba que esto implicaba que el capitalismo no podía sobrevivir realmente en forma “pura”, sino que se veía obligado a constantemente fagocitar sectores económicos no capitalistas a partir de la expropiación de sectores de economía natural, proletarizando campesinos y privatizando medios de producción, para poder crear mercados a los que vender este excedente. Es decir, una suerte de acumulación primitiva y expropiación continua. Así, el imperialismo era una continuidad del colonialismo de los siglos XV al XVIII, pero que implicaba a su vez la agudización de la lucha por lo que restaba de sectores no capitalistas a expropiar, en una fase que marcaba la etapa final del capitalismo, que se acercaba a su colapso mientras menos sectores no capitalistas quedaban disponibles. Por razones de espacio, no podemos discutir detalladamente esta teoría; en principio, mi opinión es que el fundamento económico que le asignaba al fenómeno es equivocado (tal como subrayaron varios de los socialistas que criticaron su libro, entre los cuales estaban Bauer, Pannekoek, Lenin, etc.). A mi juicio, la tesis de que la parte del producto que corresponde al plusvalor reinvertido no puede ser realizado en el marco de una economía capitalista cerrada (que es en sí misma una abstracción, que se usa por propósitos analíticos) es incorrecta; parte de un error metodológico que supone el análisis al unísono de todo el capital social, cuando en la realidad los capitalistas no venden y compran al mismo tiempo, sino que algunos están comprando y otros vendiendo en un momento dado; esto hace posible la realización en cuotas de este producto en el marco de una economía puramente capitalista. A su vez, al hacer depender de una condición intrínseca del capitalismo la expansión colonial, tiene dificultades para distinguir entre el colonialismo de los siglos XV a mediados del XIX y la fase propiamente imperialista que surge de ahí en adelante. Si bien otros aspectos de su explicación, en particular el análisis de los procesos de expropiación de la economía natural, son muy interesantes y pueden ser recuperados con independencia de su tesis principal, en general pienso que la vertiente de Hilferding-Lenin tiene mucho más poder explicativo, al centrarse en las transformaciones de la estructura del capital (2).
Simplificando bastante, intentaremos rescatar algunos de los aspectos de lo que podemos agrupar como teoría Hilferding-Lenindel imperialismo. Esta línea tendía a analizar el imperialismo de su época como una fase particular del capitalismo. La concepción del imperialismo como fase tiene importantes consecuencias políticas. En el socialismo alemán de la Segunda Internacional, los años 1910-1914 estuvieron marcados por una creciente ruptura al interior de la izquierda marxista, entre lo que se conformaría como un ala de Centro (liderada por Kautsky y los llamados Austro Marxistas) y un ala Izquierda (liderada por Rosa Luxemburg, Franz Mehring y otros). Si bien el principal aspecto del debate era sobre estrategia revolucionaria (3), tuvo consecuencias sobre el debate en torno al imperialismo. Los marxistas de Centro sostendrían crecientemente que el imperialismo era una política particular de la burguesía, evitable mediante acuerdos de desarme entre las principales potencias europeas, y mediante una alianza de los partidos obreros con las fracciones más pacifistas de la burguesía. Por otro lado, la izquierda tendía a caracterizar al imperialismo como fase, en la cual aparecía una necesidad de expansión y conquista causada por fenómenos económicos objetivos que conducía a la guerra; que no podía ser detenida excepto por la acción revolucionaria de la clase obrera y sus partidos políticos (más allá de las diferencias teóricas sobre cómo explicar las causas de esta fase) (4).
En la teoría de Hilferding, esta fase del capitalismo estaría marcada por las siguientes características:
1) La concentración y centralización de capitales en la forma de trusts y cárteles. De esto deriva el análisis del imperialismo como una fase monopolista del capitalismo; no hay que entender por esto necesariamente un monopolio literal, que domina absolutamente una rama de la producción, sino la tendencia a la formación de grandes conglomerados de Capital Financiero (Hilferding entendía por Capital Financiero la fusión de los bancos con la industria) que tienen posiciones dominantes en el mercado. El trust es cuando sealcanza una fusión total de varias empresas de una rama de la producción; un cártel es un acuerdo entre los principales conglomerados de una rama de actividad para regular precios y cuotas de producción. Esto genera tendencias a la limitación de lalibre competencia que analizamos más abajo.
2) El proteccionismo como arma ofensiva. En esa época se generalizan los aranceles proteccionistas, que son fundamentales para que se consolide un cártel o trust. En un primer momento, porque le sirve para consolidarse frente a competidores externos, pero después, porque le sirve como un arma ofensiva para exportar productos a precios bajos para desplazar competidores en el mercado internacional, aprovechándose de los altos precios domésticos. Esto lleva a los capitalistas de cada país a querer blindar su propio mercado con barreras arancelarias similares.
3) La exportación de capitales. A pesar de que concentra la producción, y regula los precios en el mercado doméstico, un trust o cártel tiene límites importantes para su actividad. No puede aumentar indefinidamente los precios, porque el mercado nacional que domina es finito; y no puede aumentar indefinidamente la producción doméstica, porque se vería obligado a bajar los precios (o a perder ventas); y no puede aplicar el dumping más allá de cierto límite que le imponen las barreras aduaneras externas. Esto hace que estos monopolios tengan grandes excesos de capital, y se vean empujados a invertirlos en nuevas zonas del mundo, abriéndolas a la acumulación capitalista. Esto requiere la aplicación de la fuerza por parte de los Estados.
4) El colonialismo y la lucha por el reparto del mundo. Cada país imperialista buscaba aumentar sus colonias y combinarlas en un imperio cerrado mediante barreras proteccionistas a la influencia de los cárteles y trusts de otros países.
5) Esto deriva en la competencia interimperialista entre potencias y, desde esta teoría, es el factor fundamental para explicar las dos guerras mundiales. Una vez completado el reparto colonial del mundo, la única forma de incrementar las esferas de influencia de las principales potencias imperialistas era mediante la guerra con las demás.
La crítica de Astarita.
A partir de esta presentación breve, analizamos la crítica de Rolando Astarita a la teoría clásica del imperialismo. Una dificultad para discutir con su análisis, es su tendencia a caricaturizar algunas de las posiciones de los marxistas clásicos, confundiéndolas deliberadamente con algunas interpretaciones defectuosas producidas por seguidores autoproclamados de la teoría leninista, especialmente del morenismo, corriente política donde él militó y contra la cual reacciona teóricamente. Por eso, no discutiremos todo lo que ha planteado sobre el tema, sino sólo algunos puntos de un breve artículo (5) donde plantea sus ideas fundamentales sobre el tema.
Astarita plantea los siguientes motivos para su revisión crítica de la teoría clásica de Lenin del imperialismo:
Tres cuestiones, por lo menos, me impulsaron a realizar esta revisión crítica. En primer lugar, el comprobar que la tesis del monopolio (los monopolios manejan más o menos a voluntad los precios) no tiene validez empírica en el capitalismo contemporáneo (lo cual implica que rige la ley del valor “a lo Marx”). En segundo término, comprobar que no se verificaba la tesis del estancamiento permanente del Tercer Mundo, una idea que dominaba en prácticamente todos los escritos sobre imperialismo y dependencia desde los años 50. En tercer término, el hecho de que desde hace más de siete décadas no han vuelto a producirse guerras interimperialistas (Astarita 2011).
Analizaremos uno por uno estos elementos.
La supuesta tesis de que el surgimiento de los monopolios supone que estos manejan a su antojo los precios, desligados de cualquier determinación estructural, no se sostiene en absoluto desde los autores clásicos. Astarita expresa de la siguiente forma esta contraposición:
(…) en la base del problema existe otra cuestión, que es de dualidad teórica, y se vincula al hecho de que el enfoque del imperialismo introduce una matriz de pensamiento cualitativamente distinta a la desarrollada por Marx, que se basa en la teoría del valor trabajo. En otras palabras, existen en el fondo dos teorías. Una, de Hilferding y Lenin, que dice que los precios se establecen por el poder de mercado de las corporaciones. La otra, de Marx, sostiene que los precios se determinan de manera objetiva en los mercados, a través de la competencia (Astarita 2011).
Nos basaremos para refutar esta idea directamente en la obra de Rudolf Hilferding, El Capital Financiero, particularmente en su sección 3era, llamada El capital financiero y la restricción de la libre competencia (6). Trataremos de determinar principalmente cómo explica Hilferding el surgimiento de los monopolios, y qué consecuencias tiene esto para la determinación de los precios y la relación con la ley del valor trabajo.
Una importante ley del capitalismo que Hilferding utiliza para explicar este proceso es la ley de igualación de la tasa de ganancia. Esto implica que el capital, en su competencia por esferas de inversión, está perpetuamente moviéndose hacia los sectores económicos con tasa de ganancia por encima del promedio, la cual, al recibir nuevos influjos de capital, tiende a aumentar su oferta hasta igualar su tasa de ganancia; a su vez, el capital tiende a abandonar los sectores donde la tasa de ganancia es inferior al promedio, que tienden a su vez a igualarse por la menor oferta. Esta ley encuentra cada vez más obstáculos para afirmarse con el aumento de la composición orgánica del capital, que implica que hay ramas de la economía donde crece cada vez más el capital fijo, es decir, el capital invertido en maquinaria, instalaciones, etc. (Hilferding 1910: 183):
El resultado es que la igualación de la tasa de ganancia es posible, cada vez más, sólo mediante el influjo de nuevo capital hacia aquellas esferas donde la tasa de ganancia está por encima de la media, mientras que la remoción de capital de aquellas ramas de la producción que tienen una gran cantidad de capital fijo es extremadamente difícil (Hilferding 1910: 188-189).
Estas ramas, que corresponden a la industria de avanzada, son extremadamente vulnerables a la competencia, por la imposibilidad de mover el capital; porque los requerimientos de la producción tienden a abolir las diferencias técnicas y económicas que le darían una ventaja perdurable a una empresa sobre otra; y porque el establecimiento de una nueva empresa (que requiere masivas inversiones de capital) tiene un efecto fuerte sobre el nivel de oferta, reduciendo rápidamente los precios. Por todos estos motivos, la tasa de ganancia tiende a caer; emerge así, una poderosa contra tendencia, la restricción de la competencia mediante la concentración.
Asociada a esta necesidad propia de la industria, emerge una necesidad análoga por parte de los bancos, que se concentran también, adquiriendo un interés cada vez mayor en la obtención de ganancias por parte de las empresas industriales que financian o cuyas acciones poseen y/o administran (Hilferding 1910: 189-191).
Esto hace emerger distintas formas de unificación de conglomerados empresarios, a los cuales Hilferding estudia desde las formas más comunes en su época. Ya hemos explicado la distinción entre cártel y trust; a su vez, estas uniones se distinguen por ser fusiones dentro de una rama de producción, o de varias ramas de producción distintas, en particular de producción de materias primas y de productos finales industriales. A partir de su crecimiento, estas combinaciones logran en algunos casos un fuerte control del mercado:
¿Cuán grande debe ser la parte de la producción total que una combinación monopólica debe tener para poder dictar el precio de mercado? No hay respuesta general a esta pregunta válida para todas las ramas de la producción. Sin embargo hay una base para una respuesta si recuperamos lo que se dijo previamente sobre las diferencias en el comportamiento de los competidores en períodos de prosperidad y depresión. Cuando el negocio va bien, y la demanda excede el suministro, el precio del producto será tan alto como sea posible, y en dichos momentos los ajenos al cártel venderán por encima antes que por abajo del precio de cártel. Es diferente durante una depresión, donde el suministro excede a la demanda. Este es el momento donde debe hacerse claro si la combinación realmente controla o no el mercado. Esto será así únicamente si su producción es absolutamente indispensable para satisfacer los requerimientos del mercado. Sólo venderá si su precio es alcanzado, y este precio debe ser alcanzado simplemente porque el mercado no puede prescindir del producto del cártel. Este último puede entonces vender la cantidad faltante en el mercado, a su propio precio elegido. Pero debe restringir la producción lo suficiente para no inundar el mercado, mientras que los externos pueden vender su producto entero (Hilferding 1910: 200)
De acuerdo a distintas condiciones, particularmente que no sea demasiado costoso restringir la magnitud de la producción y que el capital constante del cártel no se deprecie excesivamente por este motivo, el cártel puede afirmarse en la depresión. Estas condiciones se dan más fácilmente en las industrias de materias primas (tal como el acero, minería, etc.) que son donde más fácilmente se desarrollan los cárteles. De lo contrario, éste tenderá a romperse, viéndose obligado a hacer concesiones de precios y restaurando enteramente la libre competencia. Así, la posición del cártel le permite (si tiene éxito) transferir lo peor de las depresiones a las empresas no organizadas. El cártel tiene a su vez cierto interés en la existencia de estas empresas no organizadas, con lo cual queda claro que no estamos hablando de monopolios literales (empresas que dominan 100% de las ventas) sino que tienen un peso fundamental en el control de los precios de mercado:
En otras palabras, es esencialmente sobre los externos [empresas no cartelizadas) que se impone el peso entero de las fluctuaciones económicas. El cártel logra grandes ganancias adicionales durante los períodos de prosperidad, y ganancias normales durante una depresión, donde sus competidores son eliminados. Bajo dichas condiciones va sin duda en el interés de la combinación monopólica no prevenir del todo las actividades de los externos, a pesar de que tiene el poder para hacerlo en muchos casos, gracias a su posición dominante (Hilferding 1910: 200-201)
Hilferding busca discutir la distinción en la formación de precios entre los cárteles, y los monopolios absolutos, que existen en general sólo en forma teórica:
¿Cómo se determinan los precios de los cárteles? Este problema se confunde usualmente con el del precio monopólico en general, y ha habido mucha controversia sobre si una combinación monopólica es realmente un monopolio, o si su carácter monopólico está limitado de alguna manera, y si es así, si los precios fijados por dichas combinaciones debe ser igual o inferior a los precios de monopolio. Estos últimos serían en sí mismos determinados, sin embargo, por las relaciones recíprocas entre costos de producción y volumen de producción por un lado, y precios y volumen de ventas por el otro. El precio de monopolio sería aquel precio que hiciera posible un volumen de ventas tal que la escala de producción no incremente los costos de producción tan grandemente como para reducir la ganancia por producto en forma significativa. Un precio más alto reduciría las ventas, y por tanto la escala de producción, aumentando por tanto los costos y reduciendo la ganancia por unidad de producto; un precio más bajo reduciría tan grandemente la ganancia que incluso el mayor volumen de ventas no compensaría por esta reducción (Hilferding 1910: 227).
Esto es un primer límite al aumento “indefinido” o a voluntad de precios, incluso en una situación de monopolio total. Por tanto, ni siquiera en estos casos se podría decir como dice Astarita que los monopolios “manejan los precios a su antojo”. Hilferding advierte como un monopolio absoluto entraría en contradicción con la determinación objetiva de los precios en torno a la competencia. No obstante, Hilferding explica cómo los cárteles no son monopolios absolutos, ni existen condiciones para que existan en todas las ramas de producción; a la vez, los mismos pueden romperse, como hemos visto, durante una depresión económica o una crisis. La cartelización, en la medida que surge en una rama de la industria, tiende a extenderse, porque el poder de mercado de las combinaciones les permite aumentos parciales en los precios que ponen en desventaja a las empresas no organizadas. Así, el verdadero carácter de los “precios de cártel” queda en evidencia:
El incremento en la tasa de ganancia resultante del precio de cártel más elevado sólo puede ser logrado por la reducción de la tasa de ganancia en otras ramas de la industria. La ganancia de cártel, en primer lugar, no es más que la participación en, o la apropiación de, la ganancia de otras ramas de la industria (Hilferding 1910: 230).
Así, los capitalistas organizados, están en realidad apropiándose de una parte del plusvalor correspondiente a lo producido por los capitalistas no organizados. La lógica es la de un proceso histórico, donde la concentración emerge de la competencia, y tiende a su vez a restringirla; donde la formación y descomposición de las combinaciones acompaña y condiciona los ciclos económicos. A su vez, estos precios de cártel son generalmente reforzados legalmente por el Estado, a través de las barreras aduaneras, que le permiten un aumento en los precios domésticos en relación al precio promedio del mercado mundial.
Ahora bien, ¿implica esto una lógica opuesta a la ley del valor, tal como sostiene Astarita? Una cita de Hilferding nos parece útil para aclarar esto:
La tendencia hacia la igualación de las tasas de ganancia es importante para entender el movimiento de la producción capitalista y el modo de operar de la ley del valor como una ley de movimiento. La ley del valor no controla directamente cada acto individual de intercambio sino únicamente la totalidad de los intercambios, con respecto a la cual el intercambio individual es simplemente una parte condicionada por el todo. En otro aspecto, la desigualdad individual de ganancias es importante para la distribución de la ganancia total, para la acumulación y la concentración, y, finalmente, para el desarrollo de combinaciones, fusiones, cárteles y trusts (Hilferding 1910: 408, nota 7, el énfasis es mío)
En otras palabras, la ley del valor, como cualquier ley abstracta del capitalismo, no existe en la realidad en forma pura, sino que se expresa en cada situación concreta mediada por múltiples determinaciones. En el caso del desarrollo de los monopolios, esto provoca un contrapeso a la caída de la tasa de ganancia, que le permite aumentar relativamente su tasas de ganancia a las empresas que participan de los distintos tipos de conglomerado a expensas de los capitalistas no organizados, limitando la competencia en distintos grados en cada rama de producción sometida a esta presión que, como hemos visto, se concentra en aquellas que exigen grandes masas de capital fijo para operar.
Siguiendo con los argumentos de Astarita, en la teoría clásica el fin de la competencia implicaría:
(…) el estancamiento de las fuerzas productivas. Por un lado porque la eliminación de la competencia hace desaparecer el impulso al cambio tecnológico por parte del capital. Por otra parte porque se piensa que el capitalismo llegó a un estadio en que la sobreproducción es estructural, debido a que las masas trabajadoras y campesinas están empobrecidas, y no tienen poder de consumo (…) se piensa que frente al estancamiento la respuesta de los capitalismos adelantados es la conquista de la periferia y la empresa colonial. Ésta garantiza mercados, territorios para la exportación de capitales y fuentes de aprovisionamiento (Astarita 2011).
Esto, además de mezclar en una única cosa las distintas teorías del imperialismo, falsea el argumento de la teoría de Hilferding-Lenin: Es justamente el inmenso desarrollo de las fuerzas productivas, y el desarrollo en consecuencia de formas particulares de concentración de capital, lo que genera límites a la capacidad de inversión productiva rentable en el mercado doméstico, generando la necesidad de exportar capital. La teoría del “subconsumo” se aplica más a la teoría de Rosa Luxemburg, pero incluso en su caso implica una grosera simplificación del planteo que ella hacía.
Asociado a esto, Astarita adjudica a la teoría del imperialismo de Lenin la idea de que la ganancia se realiza en los territorios colonizados a través de medios extraeconómicos, de la violencia y el pillaje. Si algún intérprete poco feliz puede haber dicho esto, lo cierto es que en Hilferding y Lenin el planteo es que el capital debe migrar para invertirse, “capitalistamente”, en las zonas colonizadas. La violencia es un medio que permite forzar a los territorios periféricos a abrirse como esferas de inversión; así la conquista, el trabajo forzado y la violencia más extrema acompañan la expansión imperialista, pero éstas no son el medio dominante para extraer ganancia, sino un medio para establecer las condiciones que permitan invertir capital en los territorios colonizados.
La razón teórica última de estos equívocos se debería, según Astarita, a que:
(…) el término “imperialismo” parece aludir por una parte a todo el sistema –con un funcionamiento económico distinto al del capitalismo de libre competencia–, pero por otro lado se refiere a una “superestructura” conformada por las relaciones entre los países opresores y oprimidos, caracterizada por la tendencia a la guerra y el aparato político militar implicado. En otras palabras, la categoría admite más de una lectura, ya que se puede interpretar como designando al sistema capitalista o como refiriéndose a las relaciones entre los Estados (Astarita 2011).
Astarita adjudica a su vez otra dualidad al uso del concepto de imperialismo, que a veces se usa como algo que directamente reemplaza al viejo sistema capitalista (particularmente en la interpretación de Bujarin) mientras que Lenin tendía a enfatizar que por debajo del imperialismo seguía existiendo un mar de empresas capitalistas regidas por la libre competencia.
A mi juicio, ninguna de estas dualidades expresa una falla de peso en la teoría, sino simplemente sus diferentes momentos, en tanto se interprete al imperialismo como una fase superior del capitalismo. En mi interpretación, el imperialismo es una fase particular del capitalismo basada en una determinada forma de concentración de las ramas principales de la economía. Esto no significa que desaparezcan las pequeñas empresas del todo, ni que deje de existir la competencia o la determinación objetiva de los precios; implica simplemente que existen tendencias a la limitación de la libre competencia en las ramas principales de la economía debido a la forma que toma su proceso de concentración. A su vez, la dualidad entre base económica y superestructura política no es tal si se lo interpreta como fase: Dado que lo más fácil de comprobar para cualquiera que se interese por la historia es que las potencias europeas más importantes se lanzaron a la conquista de colonias de 1880 en adelante, lo que resta explicar es por qué sucedió esto. La teoría clásica de Hilferding-Lenin sostiene que es un devenir lógico de los procesos de concentración y cambio de estructura del capital, que llevan a la necesidad para la burguesía de la expansión colonial, satisfecha por su personal político a través del dominio del aparato del Estado. Esto no da todas las respuestas, sino que simplemente caracteriza las características generales de una fase del capitalismo: genera así, un programa de investigación que tiene que profundizarse en cada caso para dar cuenta de la trayectoria de un país o una región específicos.
- El segundo punto, es la idea del estancamiento permanente de los países periféricos. A mi juicio esta idea es una interpretación torpe de la teoría clásica del imperialismo. La exportación de capitales genera justamente un desarrollo de las fuerzas productivas, en medio de procesos de conquista violenta y un inmenso sufrimiento humano de los pueblos colonizados; en la medida que se generalizan las relaciones sociales capitalistas, surgen generalmente también capitales endógenos, generalmente en estrecha relación con los capitales extranjeros dominantes.
No obstante, creo que el imperialismo sí genera formas específicas de desarrollo de las fuerzas productivas en el caso de los países dominados por el imperialismo. Por ejemplo, en el caso de la Argentina, podríamos decir su situación de país dominado por el imperialismo provoca en el siglo XX un determinado tipo de desarrollo industrial, de ensambladora dependiente de numerosos insumos provenientes de los países imperialistas. Analizar las consecuencias que el carácter de dominado por el imperialismo provoca en un país determinado es una de las cuestiones más importantes del “programa de investigación” que representa la teoría clásica del imperialismo; volveremos sobre esto más abajo cuando analicemos la situación de Argentina. De lo contrario, deberíamos sostener que el origen histórico de la acumulación en un país periférico no cambia sustancialmente su carácter, sino que sus diferencias económicas con los países imperialistas se basan únicamente en diferencias cuantitativas, de productividad del trabajo, escala, etc., entre los capitales metropolitanos y los que operan en los países periféricos.
III. La idea de la ausencia de guerras inter imperialistas en los últimos 70 años, es uno de los argumentos más usados por Astarita. No obstante, creemos que tiene una explicación histórica, que no invalida el análisis del imperialismo como fase, que abordamos más abajo.
Readecuaciones para explicar el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Si a mi juicio la teoría clásica del imperialismo, a partir de la explicación planteada, explica perfectamente la etapa de 1880-1945, requiere de una serie de actualizaciones para ser usada en el período posterior. No podemos cubrir la totalidad de esa adecuación; simplemente pretendemos demostrar que podemos seguir hablando de la vigencia de una fase imperialista y de sus elementos esenciales más allá de las transformaciones ocurridas desde fines de la Segunda Guerra Mundial.
El fin de la segunda Guerra Mundial, y la etapa de 1945 a 1989 generó un brusco cambio en el balance de poder de las distintas potencias imperialistas; la victoria de EEUU, único país entre las grandes potencias imperialistas que no sufrió una gran destrucción de fuerzas productivas y población durante la guerra, le generó un poder enorme para conducir el proceso de reconstrucción capitalista de los países implicados en la guerra. A su vez, la contradicción con la URSS pasó a un primer plano, generando una tendencia a alianzas parciales entre los países imperialistas en su enfrentamiento con el “enemigo principal”. No obstante, esto no dejó de implicar tensiones entre potencias imperialistas, especialmente por el deseo de las “viejas” potencias de aferrarse a sus colonias, mientras que EEUU favorecía el paso a un nuevo tipo de relación neocolonial, donde las viejas colonias adquirieran independencia política formal. En estos años, se dio el proceso de descolonización, del que a veces olvidamos su carácter extremadamente tardío: Muchas de las colonias de África, por ejemplo las portuguesas, adquirieron su independencia a mediados de los 70 e incluso en los 80.
El ejercicio que proponemos es comparar lo que hemos nombrado como aspectos centrales de la teoría clásica del imperialismo y ver cómo se ajustan a la situación actual:
- a) La concentración de capitales ha crecido enormemente. La diferencia es que esto aparece en forma de multinacional, que más que basarse en el dominio de un mercado nacional diversifica sus operaciones en varios países; esta transformación y sus consecuencias deben ser investigadas en profundidad desde un punto de vista teórico, pero en principio tienden a modificar los otros puntos que hemos planteado.
- b) Sobre el proteccionismo, habría que decir que la forma de multinacional transforma los intereses de los grandes monopolios en relación a los mercados, basándose menos en el dominio absoluto de un mercado nacional/imperial protegido por barreras aduaneras, que en la explotación de las ventajas competitivas de distintas regiones del mundo en distintas áreas (mercado de trabajo, disponibilidad de recursos naturales, etc.) y la diversificación de sus actividades para sostener su proceso de acumulación. En este marco, desde los 70 en adelante y con mucha más fuerza después de la caída de la URSS, aparece el discurso neoliberal, que exalta la apertura al libre mercado, en particular de las economías emergentes. Es decir, algo que podría ser la antítesis del proteccionismo. No obstante, como señala Hillel Ticktin, un importante autor marxista sobre las crisis (7), no hay que confundir la ideología con la realidad: el neoliberalismo es una expresión ideológica de la política del capital financiero, que en la práctica se basa en medidas mayormente pragmáticas, que en muchos casos se alejan enormemente de esta retórica libremercadista: muestras de esto son la práctica de subsidios a las empresas, que en muchos casos equivalen a formas solapadas de proteccionismo (por ejemplo, los enormes subsidios de los países centrales a la producción agropecuaria). A su vez, no es cierto que desaparezcan las barreras aduaneras, particularmente entre espacios económicos diferentes. La retórica neoliberal debe ser interpretada un mecanismo ideológico que impulsa a los países periféricos a otorgar libertad de movimiento al capital de los monopolios multinacionales.
- c) La necesidad de exportar capitales se ha intensificado cada vez más, sólo que con un flujo más móvil y variable producto de la descolonización.
- d) La lucha por el reparto del mundo sigue, sólo que las relaciones con los países emergentes adoptan una forma de relación neocolonial, de dominio de esferas de influencia por mecanismos indirectos antes que por la formación de imperios coloniales cerrados. En vez de dominar directamente el país como una colonia, los países imperialistas dominan los principales resortes de la economía a través de la inversión directa de multinacionales, influencian la política interna de los países de mil formas (a través del lobby con políticos y empresas, a través de acuerdos militares, los servicios de inteligencia, etc.). La deuda externa y la imposición de planes de ajuste son otras forma muy crudas en las que se expresa el dominio neocolonial. En casos extremos se usa la guerra para proteger una esfera de inversión (como en las guerras de Afganistán e Irak). En suma los diversos mecanismos que tiene el imperialismo para mantener relaciones de dominación neocolonial son variables, su carácter “pacífico” o violento depende de circunstancias históricas particulares. Cabe aclarar que cuando hablamos de dominación neocolonial, no nos referimos por tanto a un aspecto únicamente “político” o superestructural, o basada en la extracción de excedente por la violencia, sino en su forma más general de una relación de dominación embebida en las propias características de la producción y el intercambio del país dominado: el control de las corporaciones internacionales de los resortes claves de la economía, que genera una serie de características particulares. A esto se le suma generalmente una influencia política indirecta, de distinta intensidad, con la amenaza permanente de la coerción militar, que sólo se despliega abiertamente en algunos casos, sin dejar de constituir una característica fundamental de la forma de dominación imperialista.
- e) El punto de los enfrentamientos interimperialistas se ha modificado de varias maneras. En primer lugar, el cambio de relación entre imperios coloniales cerrados a relaciones neocoloniales, es una transformación esencial, dado que permite un nivel de coexistencia en la explotación de una esfera de inversión que era imposible en el momento clásico del imperialismo (1880-1945). En la medida en que existan acuerdos para exportar capitales a un país, varias potencias pueden compartir una esfera de inversión. La competencia entre potencias por esferas de influencia sigue existiendo, pero debido a las nuevas condiciones de relación neocolonial puede darse en muchos casos en un marco “pacífico”. En segundo lugar, después de la Segunda Guerra Mundial se crearon toda una serie de instituciones internacionales (ONU, FMI, etc.) a través de las cuales las distintas potencias median sus conflictos. Estas instituciones no son para nada neutrales ni independientes de los bloques imperialistas, pero le permiten a estas un foro de negociación entre sí que le da una apariencia de legalidad y consenso a su intervencionismo sobre el resto del mundo; por otro lado, esta “legalidad” puede ser tranquilamente rota en caso de necesidad, dado que la fuerza de coerción militar, garantía última de la dominación imperialista, sigue en manos de los Estados y puede ser usada en casos extremos.
Estos cambios son una herramienta de gran ayuda para entender la formación del bloque de la OTAN que reúne al imperialismo yanqui, con los imperialismos europeos: Francia, Gran Bretaña y Alemania, donde los primeros se basan más en influir sobre sus viejos imperios coloniales y Alemania tiende más que nada a dominar las esferas de inversión en la periferia de Europa a partir de una posición dominante en la Eurozona. Cada uno de estos imperialismos tiene sus propios intereses, y existen fricciones ante múltiples eventos. Dos ejemplos de esto son las diferencias de EEUU con sus aliados europeos ante la guerra en Irak, o las recomendaciones dispares de Alemania y el FMI (en el cual EEUU es muy predominante) ante la crisis en Grecia: si el imperialismo alemán y su personal político apostaban por una austeridad a ultranza, y descartaban cualquier solución intermedia o de compromiso, el FMI posaba de “moderado” recomendando que la austeridad no fuera excesivamente asfixiante y que pudiera permitir la recomposición de la capacidad de pago de Grecia. No obstante, en general ha primado una asociación entre estas potencias, y la posibilidad de un conflicto militar aparece lejana.
Por fuera de estas potencias, sin embargo, creemos que está ocurriendo en los últimos años un resurgimiento de los conflictos interimperialistas por fuera de este bloque, particularmente por una relación conflictiva entre el bloque de la OTAN y el bloque de Rusia y China. Analizamos esto en la próxima sección.
¿Un Mundo “Multipolar”?
Uno de los planteos más comunes en el discurso burgués para explicar una serie de transformaciones en el mundo actual a partir de la caída de la Unión Soviética es la de la llamada Multipolaridad, que habría venido a sustituir a la Bipolaridad de la Guerra Fría a la vez que rebajaría el rol de primera potencia de los Estados Unidos, dando lugar a un mundo conformado por bloques regionales (Unión Europea, Mercosur, NAFTA, etc.) con mayor capacidad de negociación e influencia internacional. Es decir, una suerte de mundo capitalista más “igualitario” entre las naciones del mundo.
Desde ya pienso que este planteo es una ficción en varios aspectos: EEUU sigue siendo la primera potencia militar del mundo, ha encarado dos grandes guerras imperialistas de intervención para instalar regímenes políticos más amigables en los 2000 (Afganistán e Irak), ha multiplicado sus bases militares en América Latina, etc.
No obstante, esta teoría esconde alguna parte de verdad. El primer aspecto real que está detrás de la idea de multipolaridad es el surgimiento de nuevas potencias, en especial China, que sobrepasa enormemente hace años el nivel de crecimiento económico de los Estados Unidos; así como un nuevo rol internacional de Rusia, mucho más activo, a partir de la superación de la inmensa crisis económica que causó la caída de la URSS, y una recuperación militar que la coloca como segunda potencia mundial en ese campo.
¿Cómo puede caracterizarse a estas potencias? Una parte importante de la izquierda, o el “progresismo”, ha caracterizado a Rusia y China como nuevos aliados del “Sur” del mundo, con los cuales es posible establecer relaciones de cooperación amigables, que permitan un contrapeso al peso del imperialismo yanqui. Uno de los grandes difusores de esta idea han sido los distintos gobiernos “progresistas” latinoamericanos, así como los gobiernos de Chávez y Maduro.
Mi idea es que, lejos de ser nuevas potencias “del Sur”, estos países están tendiendo a conformarse como dos nuevas potencias imperialistas, con un bloque parcial entre sí, que tiende a entrar en conflicto con EEUU y el bloque de potencias imperialistas europeas que este país conduce a través de la OTAN y otras instituciones.
¿En qué podemos ver esto? Por un lado, en las relaciones que Rusia y China establecen con los países con los que van tejiendo relaciones. Para el caso Argentino, Ariel Slipak ha estudiado los acuerdos con China, concluyendo que implican relaciones profundamente desiguales, donde predomina la inversión extranjera directa con fuga de capitales, pocas transferencia de tecnología, tendencia al intercambio de materias primas por productos industriales y servicios complejos, etc. (8). Es decir características similares a la relación con EEUU y otras potencias imperialistas. El desembarco de China en Argentina se expresa entre otras cosas en la creciente penetración de empresas de ese país en Argentina, algunos ejemplos son la influencia china en Petróleo (SINOPEC), el sector bancario (el desembarco del banco estatal chino ICBC), etc. Las características neocoloniales de la relación con China son particularmente crudas en algunos de sus aspectos: existe por ejemplo una base espacial china en Argentina, concesionada por 50 años y donde sus trabajadores se rigen por las leyes chinas (9).
Esta misma influencia se replica en numerosos países de América Latina, donde China ha incluso generado algunos emprendimientos faraónicos, como el proyecto de un Canal en Nicaragua bajo control de una empresa china con una concesión de 50 años renovables por otros 50. Esa misma influencia china ha crecido enormemente en África, así como en otros países de Asia. El discurso estatal chino fomenta las ilusiones sobre su rol internacional, planteando que los principios de su política exterior son la “no injerencia” y las relaciones pacíficas de mutuo beneficio. Si bien es cierto que China no ha peleado guerras, y que ha priorizado acercamientos económicos hacia los países dependientes sostenidos por su mayor tasa de crecimiento que EEUU, no es cierto que establezca relaciones igualitarias con los mismos, ni que lo militar no forme parte de su estrategia; China viene desarrollando fuertemente sus Fuerzas Armadas y, a su vez, tiene una asociación estrecha con Rusia, cuyo carácter es el de una potencia imperialista más centrada en la intervención militar directa, generalmente en su área de influencia conformada por las Repúblicas de la ex URSS, el Este de Europa, y Asia Central y Menor. Rusia se ha caracterizado por una estrategia de enfrentamiento militar permanente para sostener su área de influencia en la ex URSS desde los 90 en adelante, basada en un influencia militar directa y una asociación estrecha con Repúblicas separatistas pro rusas (Transinistria, separada de Moldavia; Osetia del Sur y Abjasia, separadas de Georgia; Nagorno Karabaj, separada de Azerbaiján; así como las repúblicas provisionales de Lugansk y Donetsk en la actual guerra civil ucraniana) basadas en algunos casos en la población de etnia rusa trasplantada a distintas regiones durante la época soviética.
Por otro lado, creemos que podemos ver el carácter imperialista de Rusia y China en las relaciones que han establecido con EEUU y como se han relacionado en una serie de conflictos internacionales. Como ya hemos visto, la crítica de Astarita a la teoría del imperialismo ponía uno de sus ejes fuertes en la ausencia de conflictos inter imperialistas en los 90 y 2000. Mi idea es que los conflictos inter imperialistas están resurgiendo, principalmente en torno a la oposición entre EEUU y sus aliados y Rusia-China por el otro. Dos ejemplos principales de los últimos tiempos son la guerra en Ucrania y en Siria. En Ucrania, Rusia directamente anexó una parte de territorio ucraniano (Crimea) y apoya las milicias del Este que se enfrentan con el nuevo gobierno central derechista surgido de la revuelta de Maidán, apoyado por el bloque de la OTAN; a su vez, en Siria, sostiene a rajatabla al gobierno de Al Assad, en abierto enfrentamiento militar con algunas de las organizaciones rebeldes sostenidas por EEUU y la OTAN. Rusia ha recibido permiso del gobierno sirio para intervenir con su aviación en el bombardeo de posiciones del Estado Islámico.
Es decir, si bien los viejos y nuevos imperialismos no han chocado aún militarmente de forma directa entre sí, estos casos nos muestran diversos campos de enfrentamiento militar indirecto cuya evolución habrá que seguir en los próximos años. En principio, creo que corresponde a una profunda transformación con respecto a los años de 1989-2012 donde la hegemonía de EEUU fue absoluta, peleando guerras de intervención en Afganistán e Irak, pero sin encontrarse frente a frente con una potencia que contradiga directamente sus intereses.
Argentina y el Imperialismo hoy.
Creo que abordar el problema de cómo afecta la dominación del imperialismo hoy a la Argentina, tiene que ser un problema fundamental para los marxistas de nuestro país. De lo contrario, dejaríamos el amplio campo de la cuestión anti imperialista a las corrientes nacionalistas burguesas o que no tienen una clara postura clasista.
Este tema también tiene importancia para discutir con corrientes afines al kirchnerismo; al ser nuestro país, junto por ejemplo a Brasil, uno de los países donde la estrategia diplomática yanqui de apuntar a acuerdos de libre comercio no ha tenido cabida (a diferencia por ejemplo de los países de la Alianza del Pacífico), y donde no tiene la influencia militar directa que tiene en algunos países a través de bases militares (caso paradigmático Colombia, pero también en Paraguay, etc.) se genera la ilusión, sostenida por un discurso con elementos nacionalistas, de que existe una menor influencia del imperialismo yanqui.
No obstante, la dependencia del imperialismo sigue condicionando a mi juicio el conjunto de la economía y la política argentina, partiendo desde sus bases más estructurales, que es el condicionamiento al proceso de acumulación. Esto me parece un punto central para desmitificar la idea de que es posible superar la dependencia a partir de una política exterior más o menos independiente o un discurso nacionalista, y es una tarea de primer orden para la investigación de los marxistas argentinos y latinoamericanos en general.
Un trabajo excelente que avanza en este sentido, es un trabajo de Gustavo Burachik sobre el problema de la restricción externa de divisas en Argentina (10). Cuestionando un mito común de la literatura económica, que asigna como causa de las crisis cíclicas del capitalismo en Argentina a la falta periódica de liquidez en divisas (dólares), sin una explicación de porqué emerge, el autor da una convincente explicación que vincula estas crisis con la estructura dependiente del imperialismo de la economía argentina. En este punto, la exposición se volverá un poco densa, porque explicaremos, basándonos en este escrito, estas crisis cíclicas de divisas en base a tres temas: estructura monopólica del capital extranjero y sus efectos en el comercio; la exportación de capitales; y, finalmente, las crisis de divisas.
- Monopolio: La formación de monopolios en los países centrales, “grandes empresas industriales con una participación predominante en sus respectivos mercados, control de los canales de comercialización y acceso privilegiado a recursos financieros, entre otras ventajas”, es una de las características centrales de la etapa imperialista que condiciona el comercio de exportación e importación de Argentina a lo largo de toda su historia, provocando una “tendencia de los auges en la actividad económica nacional a volcarse masivamente a las importaciones”, lo que refleja el atraso en productividad de la industria argentina con respecto a estos monopolios. A su vez, esto provoca una tendencia de las exportaciones a concentrarse casi exclusivamente en ámbitos de extracción y transformación de recursos naturales, así como en la explotación extensiva de mano de obra (Burachik 2013: 53).
- Exportación de capitales: Con respecto al tema de la exportación de capitales, lo que el autor corrobora a partir de estadísticas de 1890 al 2012 es que el ingreso de créditos e inversiones presenta siempre un saldo negativo, si se lo une con las salidas que genera: “las remesas de intereses, utilidades y dividendos, pagos por patentes y regalías, etc.”(Burachik 2013: 55). Si esto se desagrega todavía más, se puede ver que la Argentina tiene un saldo levemente positivo en el mediano plazo en la cuenta capital (inversiones y crédito extranjeros menos fuga de capitales) que se vuelve totalmente negativo cuando uno agrega lo que sale en términos de “rentas de la inversión (utilidades, intereses y dividendos)”es decir, los pagos al capital extranjero. Si se compara esto con el saldo comercial, se constata que éste último es siempre positivo (es decir se exporta mucho más de lo que se importa) pero que casi la totalidad de este balance positivo, sale del país en concepto de fuga de capitales y renta de inversión. Es decir, la “Argentina es capaz de obtener significativos excedentes de comercio; pero estos emigran sistemáticamente en lugar de volcarse a la acumulación”(Burachik 2013: 57).
A su vez, además de estos efectos directos cuantitativos, el dominio por parte de los monopolios extranjeros de lo fundamental de la economía (2/3 de las principales 500 empresas argentinas están dominadas por corporaciones extranjeras) condiciona todo el proceso de acumulación y tiende a intensificar la demanda de divisas para la reproducción del capital:
Toda la acción de las filiales de empresas extranjeras muestra un sesgo hacia la importación que no es casual. La valorización de los capitales exportados a un país periférico reposa en tres elementos. Primero, en la rentabilidad producida directamente por el proyecto de inversión. Esta fuente de rentabilidad contiene elementos de monopolio porque surge del acceso privilegiado del capital imperialista a la producción en gran escala, tecnologías avanzadas y financiamiento. De allí que los sectores más dinámicos y rentables de los países atrasados sean operados directa o indirectamente por el capital imperialista. Segundo, en las condiciones institucionales que inciden en la rentabilidad del nuevo proyecto (impuestos, subsidios, acceso a divisas para repatriar, etc.) y que reflejan también la influencia especial del capital imperialista en el diseño de la política económica del país atrasado. Tercero, en las ganancias adicionales que el proyecto aporta a la valorización del conjunto del capital controlado por el inversor, la mayor parte del cual está radicado en el país de origen. Por este medio, a través de sus nuevas inversiones en un país dado, el capital imperialista favorece la valorización de sus inversiones pasadas concediendo licencias y créditos y abasteciendo de insumos y equipos a sus propias filiales (Burachik 2013: 58).
Esto provoca que incluso en las fases y momentos donde hay desarrollo industrial, no hay liberación real de la necesidad de divisas como dinamizadoras del proceso de acumulación. La industria que se desarrolló con fuerza en el período 1945-1976, “no sólo no liberó a América Latina de su dependencia de las exportaciones de productos primarios y mineros y del capital y tecnologías externos sino que de hecho la agravó y, con ello, agudizó la necesidad de divisas para operar y para remunerar aquellas inversiones”; las mismas eran favorecidas por una protección estatal que le ofrecía a las grandes multinacionales una protección arancelaria en los productos finales, a la vez que era más liberal en los productos de capital e intermedios que las mismas importaban para operar en el país. A partir de la dictadura militar, y condicionada por requerimientos de los países imperialistas hacia una acumulación centrada en la política del capital financiero, la política económica, más allá de sus diferencias, en general ha aumentado sistemáticamente la libertad de movimientos del capital extranjero y desmantelado la mayor parte de la protección industrial (Burachik 2013: 61).
- Fases de abundancia y escasez de divisas: Estas condiciones determinan la alternancia de fases de abundancia y escasez de divisas. En una primera fase, las divisas son sumamente abundantes a través de la inversión extranjera directa, el crédito, y el pago de las exportaciones (centralmente materias primas: soja, etc.), pero su uso capitalista establece un flujo de salida permanente, por tres vías: pago de importaciones de medios de producción y de mercancías terminadas; pago de rentas de inversión (utilidades e intereses); por último, una parte de las divisas se retira de la circulación para ser empleada como reserva de valor. El hecho de que gran parte de los dólares queden inutilizados como reservas, testimonia lo estrechas que son las oportunidades de inversión rentable en un país como Argentina, en la era del imperialismo (Burachik 2013: 63).
En esta fase de ascenso, la masa del capital monetario en circulación, la liquidez y el crédito, aumentan por dos razones: el primero, es porque hay una expansión real de la producción, y el segundo porque el valor en divisas del peso aumenta, no porque no pueda haber devaluaciones parciales, sino porque la disminución de precio con respecto al dólar del peso no alcanza el nivel de disminución de su poder de compra, es decir, la inflación es más grande que la devaluación.
Cuando decrece el ritmo de acumulación en los países que adquieren importaciones o disminuyen las importaciones, “la perspectiva de que el flujo neto de divisas se torne negativo sustenta una expectativa de devaluación”; a consecuencia de esto, las empresas extranjeras tratan de sacar del país su capital monetario en dólares, para cubrirlo de la devaluación que se viene (Burachik 2013: 64). Es decir, las divisas tienden a salir del país. En un primer momento, el Estado cubre esta salida perdiendo reservas, que cede a los capitalistas a un precio inferior al que corresponde al nuevo momento de escasez de dólares; sin embargo, pasado cierto momento, la devaluación masiva se vuelve inevitable para licuar costos laborales y relanzar la acumulación.
Esta descripción es interesante porque se ajusta a la situación actual de la Argentina, que viene perdiendo aceleradamente reservas, y que afrontará muy posiblemente en el nuevo gobierno una nueva devaluación, que a lo sumo puede ser retrasada por una combinación de toma de deuda y ajuste, en caso de que el nuevo gobierno sea capaz de obtener mejor financiamiento en el mercado internacional. No es que las divisas simplemente faltan porque sí, sino que faltan porque su uso capitalista en la etapa de auge, donde existen restringidas oportunidades de valorizar el capital, conduce a una coyuntura donde las divisas faltan.
“Las crisis de divisas características de la economía argentina expresan el contenido contradictorio de sus relaciones económicas internacionales. Existe una contradicción entre la necesidad de divisas para aumentar la producción y las barreras que impone el imperialismo (el control monopólico de la técnica, el financiamiento y los canales de distribución) para obtenerlas en el mercado mundial de mercancías; entre el aporte del crédito y la inversión imperialista a la producción de plusvalía en el país (la innovación técnica, las marcas, el crédito en gran escala para las grandes empresas y el Estado) y la sangría de divisas que estos ingresos generan.” (Burachik 2013: 65-66).
La conclusión es que estas crisis cíclicas, que reflejan la dependencia del dólar de la economía argentina, no pueden ser superadas en el marco de las relaciones sociales capitalistas. La liberación nacional en el marco del capitalismo argentino no es más que una ilusión.
Este punto me parece importante para debatir con distintas corrientes nacionalistas, de fuerte tradición en Argentina por la duradera influencia del peronismo y sus ramas izquierdas, que identificando una relación de dominación imperialista, consideran que puede darse una salida a esta situación en el marco del capitalismo. Desde mi perspectiva, es necesario reafirmar una perspectiva de Revolución Permanente: reconociendo y dándole su justo peso a la relación de dominación imperialista, enfatizar que esta no puede romperse más que haciendo crecientes incursiones en el campo de la propiedad capitalista y comenzando un proceso de socialización, en especial de la banca y el comercio exterior, sostenido por la movilización de los trabajadores y la construcción por su parte de nuevos órganos de Poder.
Conclusión
En este artículo, hemos tratado de sostener algunas posiciones, que podemos resumir de la siguiente forma. Por un lado, hemos tratado de mostrar que la crítica a la teoría clásica del imperialismo de Astarita se basa en una serie de distorsiones de la misma, y clarificar sus principales aspectos. En segundo lugar, hemos tratado de defender la idea de que el cambio en las formas de concentración del capital, la forma de dominación predominante del imperialismo (de colonial y neocolonial) y la construcción de ciertas mediaciones entre las potencias después de la Segunda Guerra Mundial, exigen una serie de readecuaciones de la teoría clásica del imperialismo, pero no anulan su validez básica y su potencia para explicar el mundo actual. En tercer lugar, hemos analizado la idea de multipolaridad, concluyendo que la parte de verdad que esconde es el posible surgimiento de un nuevo ciclos de enfrentamientos interimperialistas entre el bloque de la OTAN y el de Rusia-China, que creemos que ya es visible en algunas guerras actuales de la escena mundial. En cuarto lugar, analizamos un ejemplo de cómo la teoría clásica del imperialismo puede aplicarse al estudio de la situación argentina, y cómo condiciona todo el proceso de acumulación de capital en nuestro país.
La teoría clásica de imperialismo tiene mucho que ofrecer a los marxistas para explicar la situación nacional. Las tareas a este respecto implican para mí tres niveles. Por un lado, es importante buscar establecer publicaciones y eventos que permitan un marco de debate entre marxistas, profundizando la investigación y el análisis sobre cómo impacta la dependencia del imperialismo en todos los órdenes de la vida nacional y latinoamericana, así como sobre su relación con la explicación de las crisis y las convulsiones del momento internacional. Ojalá el lanzamiento de esta publicación, empiece a favorecer esto. Por otro, es necesario incorporar estas cuestiones a la formación de la militancia de las organizaciones de izquierda, que permiten disponer de herramientas útiles para discutir con quienes apoyan a los gobiernos “progresistas” de América Latina, guiados por una expectativa de mayor “autonomía” nacional. Por último, la izquierda tiene que incorporar el problema del imperialismo en su actividad de agitación, buscando mostrar cómo condiciona toda una serie de problemas que los trabajadores experimentan en sus actividades cotidianas.
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1. Muchos escritos de socialistas menos famosos sobre el tema del imperialismo se compilaron hace poco en inglés en el libro de Daniel Gaido y Richard Day (2012) Discovering Imperialism: Social Democracy to World War I, Leiden: Brill
2. Sobre este tema, hemos publicado este artículo: Daniel Gaido y Manuel Quiroga, La teoría del imperialismo de Rosa Luxemburg y sus críticos: La era de la Segunda Internacional, Revista Crítica Marxista, número 37 Octubre/Noviembre del 2013, y una versión en inglés más larga y completa: The early reception of Rosa Luxemburg´s theory of imperialism, Revista Capital and Class, 37(3) 437–455, 2013.
3. El debate entre Luxemburg y Kautsky comenzó con una discusión sobre el uso de huelga general en la lucha por el sufragio universal en Prusia. Ver la excelente historia de la Social Democracia alemana: Carl Schorske (1970), German Social Democracy, 1905–1917: The Development of the Great Schism, New York: Russell; Russell, 173-181.
4. Un resumen de algunas discusiones asociadas con esta ruptura en Gaido y Day (2012), pp. 60-67.
5. https://rolandoastarita.wordpress.com/2011/03/23/imperialismo-en-lenin-analisis-critico/
Citamos como Astarita (2011).
6. Usamos la edición Rudolf Hilferding (1910), Finance Capital. A Study of the Latest Phase of Capitalist Development. Ed. Tom Bottomore (Routledge & Kegan Paul, London, 1981). En adelante citamos Hilferding (1910).
7 . Ver su artículo Brief Theory of the present crisis, https://solidarity-us.org/node/3314.
8. Ver por ejemplo Ariel Slipak, El Consenso de Beijing y la reprimarización productiva en América Latina: el caso argentino:
http://www.academia.edu/16149169/El_Consenso_de_Beijing_y_la_reprimarizaci%C3%B3n_productiva_en_Am%C3%A9rica_Latina_el_caso_argentino
9. http://chequeado.com/el-explicador/cinco-puntos-para-entender-la-estacion-espacial-china-en-neuquen/
10. Gustavo Burachik (2013) El Mito De La “Restricción Externa” Como Causa De Las Crisis Argentinas, Revista Hic Rhodus, Número 4. Citamos de ahora en adelante como Burachik (2013).
(el autor es militante de la Organización Política La Caldera
Artículo publicado en Revista de Debate «Armas de la Crítica» Nº1: Debates en Torno a la Teoría del Imperialismo. Colectivo Editorial Armas de la Crítica, Verano 2015-2016).