Walter Benjamin: «El Berlín demónico»

La primera vez que oísteis hablar de brujas fue en el cuento de Hansel y Gretel. ¿Qué os imaginasteis? Una malvada y peligrosa mujer que vive solitaria en el bosque y en cuyas manos es mejor no caer. Seguramente no os habréis calentado los cascos preguntándoos cómo se lleva la bruja con el diablo o con Dios, o de dónde sale, qué hace y qué no hace. Y durante siglos los hombres han pensado lo mismo que vosotros respecto a las brujas. La mayoría creía en las brujas de la misma manera que los niños pequeños se creen los cuentos. Pero igual que los niños, por pequeños que sean, no viven con arreglo a lo que cuentan las fábulas, los hombres tampoco han asumido, en todos esos siglos, la creencia en las brujas en su vida diaria. Se han contentado con protegerse de ellas mediante sencillos símbolos, con una herradura sobre la puerta, una estampa religiosa o, a lo sumo, con un conjuro colgado sobre el pecho, bajo la camisa. Así era en la antigüedad; cuando llegó el cristianismo, la cosa no cambió mucho, por lo menos no cambió para mal. Pues el cristianismo salió al paso de la creencia en el poder del Mal. Cristo había derrotado al diablo y lo había enviado a los infiernos, y sus seguidores no tenían nada que temer de los poderes maléficos. Esa era, al menos, la primitiva fe cristiana; en aquella época se conocían también, sin duda, mujeres de mala reputación pero eran ante todo sacerdotisas y diosas paganas, y nadie creía demasiado en sus poderes mágicos. Más bien inspiraban compasión, porque el diablo las había engañado hasta el punto de hacerlas creerse dotadas de poderes sobrenaturales. Nadie os podrá explicar con absoluta claridad la manera en que esta situación cambió del todo, inadvertidamente, en unas pocas décadas, aproximadamente por el año 1300 después de Cristo. Pero los hechos no admiten dudas: tras muchos siglos en los cuales la creencia en brujas había persistido como una superstición más, sin causar ni menos ni más daños que las otras, de repente, a mediados del siglo XIV se empezó a ver por doquier brujas y brujerías y a desatar en seguida, casi en todas partes, persecuciones contra ellas. De la noche a la mañana surgió una auténtica ciencia de la brujería. De improviso, todo el mundo afirmaba saber con exactitud qué hacían en sus asambleas, de qué poderes mágicos disponían y contra quién pretendían utilizarlos. Como os he dicho, quizá nunca podrá saberse con precisión cómo se llegó a ese punto. Tanto más sorprendente es, a cambio, lo poco que sabemos acerca de los orígenes de este fenómeno.

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Walter Benjamin: «Melancolía de izquierda»

Sobre el nuevo libro de poemas de Erich Kästner[1] (1931)

Hoy los poemas de Kästner están ya disponibles en tres imponentes volúmenes. Sin embargo, cualquiera que desee estudiar el carácter de estas estrofas debería atenerse a la forma en la que ellas originariamente aparecieron. En libros ellas están apiñadas y resultan un tanto sofocantes, pero en el periódico se mueven como pez en el agua. Si esta agua no es siempre de la más limpia y muchos desperdicios flotan en ella, tanto mejor para el autor, cuyos pececillos poéticos pueden engordar con ello.

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«Crear una situación que merezca ser conservada», apuntes sobre la Konservative Revolution, y las relaciones entre Walter Benjamin y Carl Schmitt

por Julio Cortés Morales

Konservative Revolution

Una teoría adecuada sobre “el fascismo alemán” debe necesariamente tener en cuenta las diversas formas en que luego de la revolución de 1918 y el inicio de la República de Weimar se produjo un espacio político denominado “Revolución Conservadora”, cuyas corrientes y exponentes revisten mayor complejidad y diversidad que el partido de Hitler -cuya única disidencia más o menos conocida es la de Gregor Strasser y las SA, facción de izquierda “anticapitalista” dentro del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, eliminada en 1934 durante la “noche de los cuchillos largos”-. 

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Walter Benjamin entre los cerdos

por Miguel Ángel Doménech

Monseñor James Ussher, arzobispo de Armarg y Primado de Irlanda calculó de manera sin lugar a dudas que el mundo fue creado por Dios el 22 de octubre de 4044 a c. a las 8 de la tarde. Era jueves. Si esto fue así, dependiendo del cómputo  de los siete días, el hombre habría sido creado al final de ese mismo jueves, a las 8h y un minuto, o bien al día siguiente, viernes. Es más probable este último cálculo, pues se dice que Dios descansó después, lo que debió hacer en sábado como es más lógico por ser día no laboral.

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Walter Benjamin, entre la revolución y la posmodernidad. Una crítica marxista

por David García

“[…] la lucha revolucionaria no es la lucha entre el capitalismo y el Espíritu sino entre el capitalismo y el proletariado”. [Benjamin]

“Comprendí que la soledad no existe para nosotros cuando la persona que amamos está también sola, aunque se encuentre en un lugar diferente donde no podemos alcanzarla (…)” [Benjamin]

Benjamin fue un pensador heterodoxo cuyas ideas han sido tanto intensamente debatidas como interpretadas de una forma que, desde nuestra óptica, Benjamin mismo rechazaría. De origen judío y dotado de una cultura notable, comienza como un crítico y teórico de arte con raíces religiosas y románticas (sus primeros textos expresan una mística artística-religiosa) y de inspiración kantiana, para orientarse, progresivamente, hacia la izquierda; adoptando, primero, una suerte de anarquismo teológico y, posteriormente, un marxismo sui-géneris.

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Narración de Lisa Fittko: «La historia del Viejo Benjamin»

El 26 de septiembre de 1940 Walter Benjamin se suicidó por sobredosis de morfina en una pensión de Port Bou. Un evidente suicidio inducido. Por eso cabe preguntar: ¿Quién mató a Walter Benjamin? Pro memoria, y por si así es posible saber qué ocurrió con el manuscrito que portaba, cuya salvación le parecía más importante que la de su propia vida. Los testimonios de Lisa Fittko y Henny Gurland permiten reconstruir aquel brutal episodio de la colaboración entre nazis y franquistas. Un episodio del que se han borrado las huellas: en el hermoso cementerio marino de Port Bou la tumba de Benjamin se ha esfumado y en el pueblo nadie recuerda nada, sin que falten algunas frustradas tentativas de la tradicional picaresca española. Un aura de misterio sigue rodeando la muerte de Benjamin en Port Bou, pero puede y debe esclarecerse.

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Walter Benjamin: «Sobre la percepción»

Es posible mantener las más elevadas determinaciones del conocimiento que dio Kant y, no obstante, contradecir su concepción teórico-cognitiva de la estructura sobre conocimiento natural o experiencia. Estas supremas determinaciones descansan en el sistema de las categorías. Pero como se sabe, Kant no ha establecido dichas determinaciones como únicas, sino que ha hecho dependiente la validez de las categorías para la experiencia de la naturaleza de su relación respecto de contextos determinados espacio-temporalmente. En esta explicación de la dependencia de la validez de las categorías descansa la contraposición de Kant hacia la metafisica. La afirmación sobre la posibilidad de la metafisica puede tener ahora realmente por lo menos tres significaciones diferentes, de las cuales Kant afirmó la positiva posibilidad de una y discutió la de las otras dos. Kant escribió una metafisica de la naturaleza y en ella trata aquella parte de la ciencia natural que es pura, es decir, que no proviene de la experiencia sino meramente de la razón a priori, determinándose el conocimiento hacia el sistema de la naturaleza; ella indaga, entonces, por lo que pertenece al concepto de la existencia de una cosa en general o de una cosa en particular.

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Walter Benjamin: «Destino y carácter»

Destino y carácter son concebidos comúnmente en relación causal, y el carácter es definido como una causa del destino. La idea que está en la base de tal concepción es la siguiente: si por un lado el carácter de un hombre, es decir también su modo específico de reaccionar, fuese conocido en todos sus detalles, y si por otro lado el acontecer cósmico fuese conocido en todos los campos en que entra en contacto con ese carácter, se podría decir con exactitud ya sea lo que le ocurriría a ese carácter o lo que ese carácter cumpliría. En otras palabras, el destino sería manifiesto.

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Walter Benjamin y el destino de una época

por Mariana Dimópulos

Hace 80 años, Walter Benjamin se suicidaba en la localidad de Portbou, en un viaje en el que buscaba escapar del nazismo y llegar a Estados Unidos. Hoy no es necesario «rescatar» al filósofo alemán, que es publicado y leído en diversas latitudes e idiomas. Su figura se ha vuelto un símbolo de época. Y fue esa misma época la que motivó en Benjamin una filosofía de la historia que puede leerse como un compendio filosófico del conjunto de su obra.

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Cristianismo de liberación. Perspectivas marxistas y ecosocialistas

por Michael Löwy

¿La religión es todavía aquel baluarte del oscurantismo y del conservadurismo que Marx y Engels denunciaron en el siglo xix? La respuesta es que sí en diversos contextos, culturas y países. Esta visión de Marx y Engels es aplicable a las corrientes integristas de las principales confesiones religiosas (cristiana, judía, musulmana, hindú) y a numerosos grupos de evangélicos y sectas. Ahora bien, la emergencia y desarrollo del cristianismo revolucionario en diversos continentes y de las teologías de la liberación en América Latina y en otras zonas del mundo ha abierto un nuevo capítulo en la historia y plantea nuevas y estimulantes cuestiones que no se pueden abordar sin renovar el análisis marxista de la religión.

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Benjamin y Trotsky: «El ángel de la historia»

por Terry Eagleton

El año de la muerte de Benjamin, otro intelectual judío exiliado encontró su destino a manos de la reacción política. Víctimas, respectivamente, del fascismo y del stalinismo, y signo conjunto de su letal complicidad, Walter Benjamin y León Trotsky muestran una serie de paralelismos que deben aún estudiarse seriamente.

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Marx y la Comuna: el tiempo del reloj y el tiempo de las cerezas

por Miguel Romero

A la memoria de Ramón Fernández Durán, recordando los buenos ratos compartidos en nuestros “tiempos de las cerezas”. 

J’aimerai toujours le temps des cerises Et le souvenir que je garde au cœur ! (…) Mais il est bien court le temps des cerises” 

(Siempre amaré el tiempo de las cerezas Y el recuerdo que guardo en mi corazón (…) Pero es muy corto el tiempo de las cerezas). Letra de Jean-Baptiste Clément. Música de Antoine Renard (1866)1/

“Lo que tenemos que hacer ahora es la crítica despiadada de todo el orden establecido, despiadada en el sentido de que la crítica no teme ni a sus propias conclusiones, ni al conflicto con los poderes existentes” (Marx, 1843).

Venerada en discursos y conmemoraciones pero ignorada en la práctica de todas las revoluciones del siglo XX, desde la revolución rusa a la revolución cubana, La guerra civil en Francia es una obra fundamental del marxismo. Si puede hablarse de una “política marxista”, su base teórica está en la “trilogía francesa” que forma junto con Las luchas de clases en Francia El 18 brumario de Luis Bonaparte, y de la que constituye la conclusión: para Marx, el proyecto revolucionario para la “emancipación del Trabajo” se encarna en la Comuna de París.

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La jerga de la postmodernidad

por Alex Callinicos

«Vivimos, lamento decirlo, en una época de superficies». Oscar Wilde

1.1. La Ilustración y todo eso»Postmodernidad» y revolución: el tema de este libro podría resumirse en estas dos palabras que, en apariencia, tienen poco en común. En realidad, ambas comparten al menos un rasgo: carecen de referente en el mundo social. Pero cada una lo hace de manera diferente. La revolución socialista es el resultado de procesos históricos operan- tes en el transcurso del presente siglo que han producido una serie de importantes convulsiones sociales y políticas y, en una ocasión —en Rusia, en octubre de 1917— el surgimiento real, si bien poco duradero, de un Estado de la clase obrera. La inexistencia de una revolución socialista exitosa es un hecho histórico contingente. La postmodernidad , por el contrario, es una construcción meramente teórica cuyo primordial interés reside en la circunstancia de ser un síntoma del talante actual de la intelectualidad occidental (de ahí las comillas en torno a la palabra «postmodernidad», que deben ser tratadas como si rodearan en forma invisible toda ocurrencia del término en este libro). Postmodernidad y revolución, no obstante, están relacionadas. La creencia en una época postmoderna no sólo se asocia, por lo general, con el rechazo a la revolución socialista, por irrealizable o indeseable, sino que el fracaso percibido de la revolución es lo que ha contribuido a la difundida aceptación de esta creencia.

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Walter Bejamin: «El autor como productor»

Ustedes recuerdan cómo Platón, en el proyecto de su Estado, procede con los poetas. En interés de la comunidad, les prohíbe que residan en él. Platón tenía un alto concepto del poderío de la poesía. Pero la tuvo por dañina, por superflua, bien entendido que en una comunidad perfecta. Desde entonces no se ha planteado a menudo con la misma insistencia la cuestión del derecho a la existencia del poeta; pero hoy sí que se plantea. Sólo que raras veces en esa forma. Pero a ustedes todos les resulta más o menos habitual en cuanto cuestión acerca de la autonomía del poeta: acerca de su libertad para escribir lo que quiera. No son ustedes proclives a aprobar esa autonomía. Creen que la actual situación social le obliga a decidir a servicio de quién ha de poner su actividad. El escritor burgués recreativo no reconoce tal alternativa. Ustedes le prueban que trabaja, aun sin admitirlo, en interés de determinados intereses de clase. Un tipo progresista de escritor reconoce la alternativa. Su decisión ocurre sobre la base de la lucha de clases, al ponerse del lado del proletariado. Se ha acabado entonces su autonomía. Orienta su actividad según lo que sea útil para el proletariado en la lucha de clases. Se acostumbra decir que persigue una tendencia.

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En el 80º aniversario de la muerte de Walter Benjamin. Diez tesis sobre su aportación a la Teoría crítica

por Michael Löwy

Como es sabido, Walter Benjamin murió en Portbou hace 80 años, en septiembre de 1940, tras un intento de huida de la Francia de Vichy a España. Como a miles de otros refugiados alemanes judíos y/o antifascistas, lo internaron en un campo en el verano de 1939, al comienzo de la segunda guerra mundial, como ciudadano de un país enemigo.

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Crítica a «La prisión del lenguaje» de Jameson: ciudadanos de Babel

por Terry Eagleton

«¡Repensarlo todo de cabo a rabo en términos de lingüística!» escribe Fredric Jameson en The Prison-House of Language (1972), con un signo de exclamación que parece una especie de jadeo ante la enorme audacia del proyecto. Jameson habla del estructuralismo y el posestructuralismo, en cuyo umbral se detiene, de forma decepcionante, el nuevo libro de Ken Hirschkop. Pero suficientes giros lingüísticos previos se analizan en este estudio llamativamente rico como para compensar las inevitables ausencias (Freud y Heidegger, como el autor confiesa con ironía, se encuentran tam- bién entre las sendas no recorridas); y lo que estas diversas fascinaciones por la palabra parecen tener en común es una idea implícita en la declaración de Jameson, a saber, que no constituyen alejamientos del mundo para acer- carse al lenguaje, sino nuevas formas de modelar el mundo mismo. Como explica Hirschkop en una sucinta expresión de su tesis: «los giros lingüísti- cos son teoría social por otros medios».

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Hegel, filósofo de la historia

por Olmedo Beluche

El 27 de agosto de 2020 se conmemoran 250 años del natalicio del gran filósofo alemán George W. F. Hegel, para conmemorarlo presentamos esta modesta reflexión como un homenaje hecho desde una perspectiva que no pretende erudición sobre su obra, pero sí expresa simpatía hacia ella ganada mediante una vía indirecta, el marxismo.

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Walter Benjamin: experiencia y pobreza

En nuestros libros de cuentos está la fábula del anciano que en su lecho de muerte hace saber a sus hijos que en su viña hay un tesoro escondido. Sólo tienen que cavar. Cavaron, pero ni rastro del tesoro. Sin embargo cuando llega el otoño, la viña aporta como ninguna otra en toda la región. Entonces se dan cuenta de que el padre les legó una experiencia: la bendición no está en el oro, sino en la laboriosidad. Mientras crecíamos nos predicaban experiencias parejas en son de amenaza o para sosegarnos: «Este jovencito quiere intervenir. Ya irás aprendiendo». Sabíamos muy bien lo que era experiencia: los mayores se la habían pasado siempre a los más jóvenes. En términos breves, con la autoridad de la edad, en proverbios; prolijamente, con locuacidad, en historias; a veces como una narración de países extraños, junto a la chimenea, ante hijos y nietos.

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La viscosa infamia de Gershom Scholem

por Juan García Brun

Hace muchos años, se publicó la correspondencia entre Gershom Scholem y Walter Benjamin (1933-40). Al leer aquellas cartas me quedó un regusto a bilis en la boca. Con la discreción de quien está profundamente avergonzado de tener que suplicar, las alusiones de Benjamin a su situación insostenible son continuas y van en aumento desde enero del 33.

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Un vaso de agua fría para un marxismo templado

por Jesús Rodríguez Rojo 

Recientemente se ha popularizado un eje trazado por E. Bloch (y ratificado por autores del porte de M. Löwy o D. Bensaïd) que separa el marxismo en dos grandes vetas: una cálida, que es romántica y comprometida, y una fría, que se reivindica como científica y se apoya en cierto determinismo económico. Aunque esta división, como casi todas, tiene algo de arbitraria, bastante de interesada y, por tanto, mucho de imperfecta, asumiremos gustosamente ese espacio de debate. Lo hacemos para tratar de demostrar las virtudes, frecuentemente olvidadas, de la segunda corriente, la fría; no tanto para que se abrace esta segunda, sino para generar un balance algo más sensato. Haciendo uso de la metáfora de origen leninista del bastón, creemos que hoy se encuentra curvado hacia ese marxismo de altas temperaturas, lo que nos obliga a, para llevarlo a parámetros térmicos más adecuados, verterle encima un jarro de agua fría. Asumimos que entramos en un ámbito de debate complicado y, ante todo, agradecemos al medio la disposición para acoger esta pequeña nota que no aspira a más que a despertar una necesaria (y sana) polémica. Sin más dilación, comencemos.

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Walter Benjamin: pequeñas joyas

Escribir bien

El que es buen escritor nunca dice más de lo que piensa. Y esto es muy importante. Pues el decir no es solo darle su expresión al pensamiento, sino otorgarle su realización. Y así, caminar no es ya tan solo expresión del deseo de alcanzar una meta, sino su propia realización.

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Fascismo como payasada y sujeto anticapitalista polimórfico

por Adrián Almeida 

Es de sobra conocido que los carlistas españoles, en el levantamiento de 1936, se prodigaron con las armas en una guerra que creían iba a darles su definitiva victoria tras un siglo abrigados a la derrota.

Los cuerpos muertos de estos idealistas carlistas, coaligados desde el decreto de unificación de 1937 a los falangistas y a otras familias monárquicas, abonaron, en el transcurrir de aquella guerra, los campos del viejo liberalismo que, paradojas, se encarnaba en la entraña revolucionaria de los falangistas. El proyecto de éstos era racionalista, revolucionario, moderno en definitiva, frente a un tradicionalismo comunitarista representado por el carlismo. Siguiendo a Horkheimer, el franquismo provechosamente esculpió su doctrina a partir de una coalición ideológica de ambas familias, siendo esta conjunción el mejor y más acabado sentido del fascismo en el Estado español; la emergencia de la “simultaneidad de lo no simultaneo” que diría Ernst Bloch.

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Los amores de Marx, Lenin, Rosa Luxemburgo y otros revolucionarios

amores revolucionarios

por Fernando Bogado

El amor puede ser también un arma revolucionaria. Claro que este tipo de afirmación arroja un conjunto de problemas que habría que ir considerando, sobre los cuales es obligatorio reflexionar. Más ahora, en tiempos en que la idea de “amor romántico”, construida como resultado de ciertas operaciones sociales y culturales, se encuentra en un proceso de revisión y abierta crítica política. Un nuevo modo de vinculación, que puede o no llamarse amor, se hace imprescindible como parte de un tipo de imaginación revolucionaria, algo que tiene ya sus antecedentes en el pensamiento marxista, en el materialismo como metodología de estudio pero, sobre todo, como herramienta para dejar de interpretar al mundo y empezar a transformarlo.

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Walter Benjamin: Viaje por la inflación alemana (1924)

I. En el legado de frases hechas que revelan a diario la forma de vida del burgués alemán —esa aleación de estupidez y cobardía—, hay una, la de la catástrofe inminente —el «esto no puede seguir así»—, que resulta particularmente memorable. Ese desvalido apego a las ideas de seguridad y propiedad de los últimos decenios, impide al ciudadano medio percibir los mecanismos estabilizadores, altamente novedosos y significativos, sobre los que reposa la situación Como la relativa estabilización de los años anteriores a la guerra le favorecía, se cree obligado a considerar inestable cualquier situación que lo desposea. Pero las situaciones estables no tienen por qué ser, ni ahora ni nunca, situaciones agradables, y ya antes de la guerra había estratos para los que las situaciones de estabilidad no eran sino miseria estabilizada.

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80 años del término de la Guerra Civil española: la historia oculta

por Alfons Cervera

“En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. Era el bando que el 1 de abril de 1939 anunciaba la paz después de tres años de guerra. Eso decía el bando. Lo que no decía es algo que con demasiada frecuencia se olvida desde entonces: lo que empezaba ese primero de abril no era la paz sino la victoria. Y no la victoria de las tropas nacionales sino -con todos los rigurosos matices que se quiera- la victoria de las tropas fascistas. Lo primero que hacen las dictaduras es robarnos el lenguaje y cambiarlo por el suyo. Todavía hoy se sigue hablando del bando nacional, como si las palabras no significaran nada. O como si las palabras significaran lo contrario de lo que dicen. Como escribe José Bergamín, hay palabras que dicen “menos de lo que dicen y más de lo que callan”.

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Walter Benjamin, marxista-libertario

por  Michel Löwy //

 

Walter Benjamin ocupa un lugar único en la historia del pensamiento marxista moderno: es el primer partidario del materialismo histórico en romper radicalmente con la ideología del progreso. Su marxismo posee por ello una cualidad particular, que lo distingue de las formas dominantes y oficiales y le confiere una gran superioridad metodológica. Esta particularidad tiene relación con su capacidad de incorporar en el seno de la teoría marxista elementos de la crítica romántica de la civilización, de la tradición mesiánica judía y del pensamiento anarquista

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Marx, Engels y el Romanticismo

 Por Michael Löwy

El tema sobre el cual me gustaría discutir con ustedes es el tema de la relación del pensamiento de Marx y Engels y del marxismo, de manera más amplia, con el romanticismo. Tengo que empezar explicando qué entiendo yo por romanticismo, porque si no, no queda claro por qué veo una relación muy importante, significativa, del pensamiento de Marx con el romanticismo.

Si uno abre un manual de historia de la literatura o del arte, se define como romanticismo a una escuela literaria de principios del siglo XIX en Francia, Alemania e Inglaterra. Esa me parece una visión muy estrecha. En realidad, el romanticismo es algo mucho más amplio, mucho más profundo, es una de las principales formas de la cultura moderna desde fines del siglo XVIII hasta hoy.

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