Georg W.F. Hegel : «Aspecto actual del conflicto entre la razón y la fe»

La cultura ha elevado de tal manera a nuestro tiempo por encima de la antigua oposición entre Razón y Fe, entre Filosofía y Religión positiva, que esa contraposición entre Creer y Saber ha adquirido un sentido muy diverso y se encuentra ahora trasladada al seno mismo de la Filosofía. Que la Filosofía sea una sierva de la fe, como se decía antiguamente, y contra lo cual la Filosofía afirmó definitivamente su absoluta autonomía: tales representaciones o expresiones han desaparecido, y la razón —si por lo demás es razón lo que se llama así—, se ha hecho valer de tal manera en la Religión positiva, que hasta un ataque de la Filosofía contra lo positivo, los milagros y asuntos semejantes se consideraría como algo superado y oscurantista; y Kant no tuvo suerte alguna con su intento de revivir la forma positiva de la Religión con un significado tomado de su filosofía, no porque con ello se cambiara el sentido propio de aquellas formas, sino porque no parecían ya merecer ese honor.

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Foucault y los orígenes del término biopolítica

por Vicente Serrano

Hasta donde me consta, el término biopolítica aparece en Foucault por primera vez en el año 1974, en una conferencia pronunciada en Río de Janeiro. Allí afirma: “con el capitalismo no se pasó de una medicina colectiva a una medicina privada, sino que ocurrió precisamente lo contrario, el capitalismo se desarrolló a finales del siglo xviii y comienzos del siglo xix, socializó un primer objeto, que fue el cuerpo, en función de la fuerza productiva, de la fuerza de trabajo. El control de la sociedad sobre los individuos no se operó simplemente a través de la conciencia o de la ideología, sino que se ejerció en el cuerpo y, con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo más importante era lo biopolítico, lo somático, lo corporal. El cuerpo es una realidad biopolítica; la medicina es una estrategia biopolítica” (1999b, 363-366). El contexto es bastante claro y presenta cierta continuidad con sus trabajos anteriores, pues guarda una relación directa con la consideración de la medicina como discurso. Por lo demás, el uso del término biopolítica no es tan sorprendente si establecemos su parentesco con el término bioética,[1] ya implantado en la década de los 70. Lo que le interesa a Foucault en este momento es señalar cómo hay toda una política que tiene que ver con los cuerpos y que esa política es precisamente propia del capitalismo, en cuyo seno la medicina, como un saber característico, pasa a ocupar una función de poder a la que denomina en ese momento biopolítica. Ha descubierto, además, que ese saber sobre los cuerpos se va a convertir en una herramienta esencial de gobierno, noción que en esta conferencia contrapone ya a la ideología, y que será central cuando la biopolítica se convierta en breve en una alternativa a las teorías del poder modernas.

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Georg Hegel: «Prefacio a la Filosofía del Derecho»

La ocasión inmediata de la publicación de este compendio se basa en la necesidad de hacer llegar a mis oyentes una guía para las lecciones que, de acuerdo a mi cátedra,[1] dicto acerca de la Filosofía del Derecho. Este tratado es un desarrollo ulterior y particularmente más sistemático, de los mismos conceptos fundamentales que sobre esta parte de la Filosofía están ya contenidos en la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas[2] (Heidelberg, 1870); y que ya otras veces he expresado en mis lecciones. Pero, el hecho de la publicación de este compendio para llevarlo a la presencia del gran público, me ha obligado a elaborar, de nuevo, más brillantemente, las anotaciones que en breves trazos debían señalar, antes que todo, las ideas afines o divergentes, las consecuencias ulteriores, etcétera (que habrán recibido en las lecciones su desarrollo conveniente), a fin de aclarar, alguna vez, el contenido demasiado abstracto del texto y tener más amplia visión de las ideas más próximas y divulgadas en los tiempos presentes. Y así ha resultado una serie de anotaciones más amplias, ciertamente, de cuanto comporta el fin y la estructura de un resumen.

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Hegel, filósofo de la historia

por Olmedo Beluche

El 27 de agosto de 2020 se conmemoran 250 años del natalicio del gran filósofo alemán George W. F. Hegel, para conmemorarlo presentamos esta modesta reflexión como un homenaje hecho desde una perspectiva que no pretende erudición sobre su obra, pero sí expresa simpatía hacia ella ganada mediante una vía indirecta, el marxismo.

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Entrevista a Jacques Rancière: “Deshacer las confusiones que ayudan al orden dominante”

por Joseph Confavreux 

¿Cuáles son las raíces de la actual crisis democrática? ¿Cómo comprender la simultaneidad de las revueltas contemporáneas? Quince años después de la publicación de su obra analizando los perfiles del “odio a la democracia”, el filósofo Jacques Rancière nos ofrece algunos elementos de respuesta.

Mientras las revueltas se extienden en varios países de todos los continentes, Francia se prepara para un movimiento social que cuestiona, más allá de la reforma de las pensiones, la acentuación de las reformas de inspiración neoliberal y la política tradicional sólo parece ofrecer una falsa alternativa entre progresismos y autoritarismos cuyo denominador común es su subordinación a los intereses financieros, el filósofo Jacques Rancière hace un repaso para Mediapart de estos cambios políticos e intelectuales, para intentar “deshacer las confusiones tradicionales que ayudan al orden dominante y a la pereza de sus pretendidos críticos”.

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Michel Foucault y Gilles Deleuze: un diálogo sobre el poder

MICHEL FOUCAULT. Un maoísta me decía: «Comprendo perfectamente por qué está Sartre con nosotros, por qué hace política y en qué sentido la hace; en cuanto a ti, en realidad lo comprendo bastante, ya que siempre has planteado el problema del encierro. Pero a Deleuze, realmente, no lo comprendo.» Esta afirmación me asombró sobremanera, ya que para mí la cosa está muy clara.

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Entrevista a George Steiner:“El Estado de Israel es, en cierto sentido, un triste milagro”

George Steiner es generalmente considerado como uno de los pensadores judíos más importantes del siglo XX. Ha enseñado en las universidades de Oxford, Cambridge, Harvard y Yale, entre otras, y entre sus libros están el clásico de la crítica, “Tolstói o Dostoievski”, “La muerte de la tragedia” y “En el castillo de Barba Azul: aproximación a un nuevo concepto de cultura”.

“A long Saturday” (Un largo sábado), un libro de conversaciones que Steiner mantuvo con la periodista francesa Laure Adler, está siendo publicado este mes por la University Of Chicago Press. Escribiendo para The Washington Post en 1984, Robert Alter declaró: “Nadie que esté escribiendo sobre literatura puede igualarlo como erudito y políglota, y pocos pueden igualar el entusiasmo y la elocuencia de sus escritos”.

La siguiente conversación entre Adler y Steiner ha sido extraída de ese libro.

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Entrevista a Markus Gabriel: “Si su sueldo lo deprime, no busque un psicólogo sino un sindicato”

por Luis Amiguet

“Hoy la ideología dominante convierte su problema en psicológico: le dirá que la causa de su desgracia no es el sueldo, sino que usted es un depresivo y que vaya al psicólogo. Y que tome pastillas e intente cambiar su actitud: sea proactivo, esfuércese; lea libros de autoayuda. Pero en realidad el problema no está en su mente; está en su sueldo y en que lo explotan y en el sistema que permite a una casta dominante tener a la mitad de la juventud en paro y a la otra mitad condenada al subempleo”.

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Bertrand Russell: ¿Sobrevivimos a la muerte?

Antes de que podamos discutir provechosamente si continuamos existiendo después de la muerte, conviene aclarar en qué sentido un hombre es la misma persona que fue ayer. Los filósofos solían pensar que había sustancias definidas, el alma y el cuerpo, cada una de las cuales duraba de día a día; que un alma, una vez creada, continuaba existiendo por siempre, mientras que el cuerpo cesaba temporalmente desde la muerte hasta la resurrección del mismo.

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La filosofía de Descartes y el Discurso del método

por Amir Aczel

Descartes es considerado como el padre de la filosofía moderna, en gran parte gracias a la publicación de su libro Discurso del método para guiar bien la razón y buscar la verdad en las ciencias, en 1637. El título completo en francés era Discours de la méthode pour bien conduire sa raison, et chercher la vérité dans les sciences, plus la Dioptrique, les Météores et la Géometrie qui sont des essais de cette méthode. La Dioptrique, que trata de los descubrimientos que hizo Descartes en el campo de la óptica; los Météores, que explica en detalle sus teorías sobre algunos fenómenos naturales como el arco iris, y la Géométrie, en la que explica los importantes progresos que hizo en el ámbito de la geometría y su relación con el álgebra; eran tres apéndices en los que se demostraba el uso del método general de Descartes. Descartes decidió escribir el libro en francés para que fuera accesible al número más amplio posible de personas francófonas, siguiendo de este modo el ejemplo de Galileo, que escribió en italiano por los mismos motivos. Las suyas fueron algunas de las primeras obras de importancia intelectual en ser publicadas en idiomas vernáculos, y no en el latín propio de la Iglesia y las universidades.

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Bertrand Russel: ¿por qué no soy cristiano?

Como ha dicho su presidente, el tema acerca del cual voy a hablar esta noche es «Por qué no soy cristiano». Quizás sería conveniente, antes que todo, tratar de averiguar lo que uno quiere dar a entender con la palabra «cristiano». En estos días, la emplean muy ligeramente muchas personas. Hay quienes entienden por ello la persona que trata de vivir virtuosamente. En tal sentido, supongo que habría cristianos de todas las sectas y credos; pero no creo que sea el sentido adecuado de la palabra, aunque sólo sea por implicar que toda la gente que no es cristiana —todos los budistas, confucianos, mahometanos, etc.—, no tratan de vivir virtuosamente.

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La filosofía de la liberación de Enrique Dussel: un humanismo de otro hombre

por Pedro Enrique García Ruiz //

I
Sin duda es acertada la afirmación de Alan Guy respecto a que la filosofía de la liberación es uno de los aportes culturales más importantes de América Latina durante el siglo XX [Guy, 1987]. Dentro de este movimiento, que encuentra su origen en Argentina a finales de los años sesenta destaca la obra de Enrique Dussel [Formet, 1987: 123-150 y Guadarrama, 1986: 25-30], quien nació en 1934.

Manuel Sacristán: la concepción marxista del mundo

¿Qué es una concepción del mundo?

Una concepción del mundo no es un saber, no es conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Es una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto, a veces sin que éste se los formule de un modo explícito. Ésta es una situación bastante frecuente: las simpatías y antipatías por ciertas ideas, hechos o personas, las reacciones rápidas, acríticas, a estímulos morales, el ver casi como hechos de la naturaleza particularidades de las relaciones entre hombres, en resolución, una buena parte de la consciencia de la vida cotidiana puede interpretarse en términos de principios o creencias muchas veces implícitas, “inconscientes” en el sujeto que obra o reacciona.

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Hegel: filosofía y modernidad

por Román Cuartango //
En los confines de la filosofía hegeliana

Volvemos otra vez la vista sobre Hegel.

Este “otra vez” va a convertirse en el motivo principal de las páginas siguientes, porque él remite a una suerte de “inevitabilidad” que parece acompañar a la filosofía hegeliana. No podemos desprendernos de este pensamiento cuando nos enfrentamos a una filosofía que, de un lado, responde a pretensiones supuestamente insostenibles en la actualidad y, a causa de ello, parece avejentada y, por otro, resulta en muchos (y principales) aspectos completamente actual, incluso retadora, como si tuviera bastante que decir y se encontrara a punto de entrar en disputa. En realidad, continúa representando un importante papel como lugar de referencia, lo que se debe, entre otras razones, a que los caminos iniciados por ella siguen produciendo efectos: nuestro pensamiento remite en cierto modo al hegeliano, puesto que presupone sus conceptos o, en todo caso, la distancia crítica frente a ellos. Un cierto aroma hegeliano impregna aún el mundo de ideas del presente. Eso es lo que, más allá de ciertas exigencias y aspiraciones que ahora son vistas como históricamente condicionadas, convierte a un proyecto filosófico en una fuente de incitación: su discurso aún seduce y fascina. Lejos de haberse convertido en un hecho del pasado al que únicamente se volvería por razones de curiosidad histórica, se trata de algo que inquieta puesto que aún da mucho que pensar.

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La miseria de la posmodernidad

por David García Colin Carrillo //

Si le preguntas a un posmodeno cuál es la causa de la opresión, te va a contestar algo como: “la opresión es configurada -como señala Lyotard (un buen posmoderno debe siempre citar a un oscuro e intragable gurú que sólo los iniciados han leído)- por una narrativa que impone un discurso hegemónico de dominación del “otro”, de las “minorías”.

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Nietzsche, el filósofo de la «casta exquisita»

por David García Colin Carrillo //

 

El pensamiento de Nietzsche representa una paradoja. Por su estilo literario y sus “formas distinguidas”[1], por la riqueza de sus aforismos que se prestan como ninguno a la libre interpretación, se trata de uno de los pensadores más destacados de la historia, uno de los más grandes representantes de las letras alemanas; pero por el hilo conductor de su pensamiento, por el contenido de sus posiciones políticas y filosóficas, se trata de uno de los filósofos más reaccionarios, misóginos[2], cínicos[3] y aristocráticos. El contenido de su filosofía se ha eclipsado bajo el manto del estilo estético que lo sobrepasa.

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Michel Foucault: El cuerpo de los condenados

Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a «pública retractación ante la puerta principal de la Iglesia de París», adonde debía ser «llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano»; después, «en dicha carreta, a la plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho parricidio,1 quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento»

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Breve historia del infinito. Una interpretación marxista [3ª y última parte]

por David  García Colín Carrillo  //

La topología, la dona y la taza

En buena parte de este texto hemos hablado del infinito relacionado con las matemáticas, pero el infinito real es mucho más complejo que su expresión abstracta. Para empezar, el infinito matemático puede referirse a cantidades infinitas implícitas en una magnitud finita –por ejemplo los infinitesimales contenidos entre el cero y el uno– o a los infinitos números naturales que comienzan por la unidad.

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Breve historia del infinito. Una interpretación marxista (2ª parte)

por David  García Colín Carrillo  //

El martirio de Giordano Bruno y los infinitos mundos

Las ideas materialistas de Lucrecio fueron recuperadas a inicios del siglo XV por  el cardenal alemán Nicolás de Cusa. Éste sostuvo que el universo es infinito y por tanto no tiene centro, que la tierra no ocupa el centro del cosmos y que es semejante a otros planetas; desarrolló una filosofía panteísta –la idea de que Dios y la naturaleza son lo mismo–precursora del materialismo moderno: “Dios está en todas las cosas, de la misma manera que todas ellas están en él”.1 La estafeta heredada por Lucrecio, Cusa y Copérnico fue retomada por el fraile dominico Giordano Bruno en el siglo XVI, más de mil años después de Lucrecio.

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Breve Historia del Infinito. Una interpretación marxista (Parte 1)

por David  García Colín Carrillo  //

Introducción

Si preguntamos a cualquier persona por el significado del infinito encontraremos, normalmente, respuestas relacionadas con Dios, la religión y la metafísica. Sin embargo, desde que la filosofía materialista surgió en la antigua Grecia el infinito como problema filosófico fue arrebatado como monopolio de la religión; desde entonces, a través de los siglos, la ciencia ha estado tropezando con el infinito a pesar de los intentos por expurgarlo de su presencia.

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Althusser y el «objeto del conocimiento»

por Rolando Astarita //

Posiblemente Althusser haya sido el primer marxista que hizo todo un punto de la distinción entre objeto real y objeto del conocimiento. Al menos, no conozco otros marxistas anteriores que hayan desarrollado el punto. En cualquier caso, la influencia de Althusser ha perdurado en la izquierda (a veces de manera tácita) y la tesis de la “construcción del objeto de conocimiento” tiene implicancias para las investigaciones marxistas. Aunque no soy filósofo ni epistemólogo, mi interés por estas cuestiones deriva de problemas que se plantean en los estudios sociales y económicos, y en particular en la teoría de Marx. Debido a mi formación más focalizada en cuestiones referidas a la economía marxista, mi lectura de Hegel ha sido facilitada e influenciada por muchos especialistas, en particular de la tradición inglesa y alemana. Espero que estas notas sirvan como estímulo para profundizar en la crítica de una especie de marxismo que, con lenguaje crítpico, autovalida sus afirmaciones apelando a un infinito “concepto que se engendra a sí mismo”, y “olvidando” el “objeto real” que debería intentar explicar.

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Marxismo y Filosofía

por Allan Woods//

 La actitud de los científicos y de muchas otras personas en estos días con respecto a la filosofía suele ser de indiferencia o incluso desprecio. En lo que se refiere a la filosofía moderna, esto es bien merecido. Durante los últimos veinticinco años, el reino de la filosofía se asemeja a un desierto árido con sólo un rastro ocasional de vida. El tesoro del pasado, con sus antiguas glorias y destellos de brillantez, parece totalmente extinguido. La búsqueda de cualquier fuente de iluminación en esta tierra baldía será en vano.

Sin embargo, si observamos más detenidamente, el desprecio por la filosofía está fuera de lugar. Porque si miramos seriamente el estado de la ciencia moderna, o más exactamente sus fundamentos y suposiciones teóricas, vemos que la ciencia en realidad nunca se ha liberado de la filosofía. Expulsada sin ceremonias por la puerta principal, la filosofía hace su reingreso, sin previo aviso, por la ventana de atrás.

Los científicos que afirman con orgullo ser completamente indiferentes a la filosofía, en la realidad hacen todo tipo de suposiciones que tienen un carácter filosófico. Y, de hecho, esta clase de filosofía inconsciente y acrítica no es superior a la antigua, sino inconmensurablemente inferior a ella. Además, es la fuente de muchos errores en la práctica.

Por desgracia, durante muchas décadas, el tipo de filosofía impartida en las universidades se ha basado en teorías falsas y engañosas como el positivismo lógico, que bajo una u otra forma ha sido la tendencia filosófica dominante, particularmente en los países anglosajones, durante la mayor parte del siglo XX.

El escaso contenido de esta escuela de pensamiento no impidió a sus adherentes asumir los aires y las gracias más arrogantes, reservándose para sí el título majestuoso de «filósofos de la ciencia». Sin embargo, esta relación positivista amorosa con la ciencia no encontró la misma correspondencia en las personas activas en este campo.

La obsesión de los positivistas con una «estructura de la ciencia» imaginaria, su preocupación y rodeos sobre el significado y la semántica se parecían notablemente a la atmósfera enrarecida de los debates enrevesados de los escolásticos medievales. Las pretensiones intransigentes de los sumos sacerdotes del positivismo lógico condujeron finalmente al rechazo y a la rebelión por parte de los propios científicos.

Un avance importante en la aplicación del método dialéctico a la historia de la ciencia fue la publicación en 1962 del notable libro de TS Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas. Éste demostró la inevitabilidad de las revoluciones científicas y mostró el mecanismo aproximado por el cual ocurren. «Todo lo que existe merece perecer», no sólo es válido para los organismos vivos, sino también para las teorías científicas, incluyendo aquéllas que actualmente consideramos de validez absoluta.

Los orígenes de la filosofía

Cualquiera que se tome la molestia de estudiar la historia de la filosofía encontrará una mina de oro de las ideas más profundas. La filosofía es una manera de pensar diferente del pensamiento cotidiano. Se trata de las grandes preguntas, que todos en un momento u otro hemos considerado: ¿cuál es el significado de la vida? ¿Qué es bueno y qué es malo? ¿Cuál es la naturaleza del universo? Estas preguntas, muchas de las cuales han sido contestadas por la propia ciencia, han ocupado la mente de grandes pensadores durante más de 2.000 años.

El vínculo entre la ciencia y la filosofía, por lo tanto, se remonta a un largo camino. Como gran parte de nuestra cultura y civilización modernas, la filosofía y la ciencia comienzan con los griegos. Aunque es cierto que civilizaciones anteriores hicieron importantes descubrimientos en estos campos (El Valle del Indo, Babilonia y Egipto), el pensamiento humano en aquella etapa estaba impregnado de supersticiones religiosas.

Con los griegos, encontramos por primera vez un intento de explicar el universo sin recurrir a lo sobrenatural, sin la intervención de los dioses, un intento de explicar la naturaleza en términos de la naturaleza misma. Parece que fue Pitágoras el primero en utilizar la palabra «filosofía», en el siglo VI a.n.e.: «La vida –dijo- es como un festival”; [acerca de la gente que va a los Juegos Olímpicos] “Así como algunos acuden a ellos para competir, otros lo hacen para comerciar, pero el resto viene en calidad de espectadores, así en la vida, los hombres serviles van en busca de fama o ganancia, los filósofos en busca de la verdad». (Diógenes Laercio)

Desde que los primeros filósofos de las Islas Jónicas buscaron una explicación racional de la naturaleza sin la intervención de los dioses, la ciencia y la filosofía quedaron inextricablemente conectadas. Estos primeros filósofos griegos eran materialistas. Estudiaron las causas de los fenómenos naturales como el relámpago, el trueno, los terremotos, los cometas y las estrellas. Para todos estos fenómenos buscaban explicaciones racionales, libres de la intervención de los dioses y de otras agencias sobrenaturales.

En sus Disputas Tusculanas, Cicerón se refiere a los primeros filósofos griegos, quienes estudiaron «el número y el movimiento, y la fuente de donde surgen y evolucionan todas las cosas; estos primeros pensadores estudiaron con celo la magnitud, los intervalos y el curso de las estrellas, y todos los cuerpos celestes». Es decir, los filósofos presocráticos estudiaron la naturaleza. Fueron los valientes pioneros que prepararon el camino para todos los avances científicos posteriores.

Hicieron descubrimientos muy importantes. Sabían que la tierra era redonda y que la luz de la luna reflejaba la del sol. Sabían que los humanos descendían de peces y lo probaron examinando embriones humanos y fósiles. Sin embargo, la mayoría de estos descubrimientos fueron el resultado de brillantes conjeturas. Inevitablemente, en una determinada etapa se toparon con las limitaciones relacionadas con el nivel de la tecnología de que disponían.

En cierta etapa, la atención de los pensadores se alejó de los fenómenos naturales para orientarse hacia la sociedad, la moralidad y todas las cuestiones relativas a la vida humana. En el siglo V a.n.e., Aristóteles señaló: «El estudio de la naturaleza quedó abandonado y los filósofos volvieron su atención hacia la bondad práctica y la ciencia política». En las Disputas Tusculanas, Cicerón dice que «Sócrates hizo primero descender la filosofía de los cielos, la estableció en las ciudades e, incluso, la introdujo en los hogares, y la obligó a considerar la vida y la moral, el bien y el mal».

La escuela de filosofía sofista que surgió en esta época estaba estrechamente relacionada con el desarrollo de la democracia ateniense, en la cual las habilidades para la oratoria y el debate eran las condiciones necesarias para el éxito en las asambleas públicas. El sofismo recibió el impulso de Sócrates y Platón, que desarrollaron la dialéctica, aunque lo hicieron sobre la base del idealismo filosófico. El término «dialéctica» proviene del griego «dialektike», derivado de «dialegomai», para conversar o discutir. Originalmente, significaba el arte de la discusión, que puede verse en su forma más alta en los diálogos socráticos de Platón.

La filosofía griega entró en un período de decadencia junto con la propia democracia ateniense. La llama de la civilización pasó a los romanos que, sin embargo, no añadieron nada sustancial a las ideas que tomaron de Grecia. Grecia y Roma se basaban en el sistema económico de la esclavitud. Todos los grandes avances culturales y científicos de esas sociedades se basaron en última instancia en el trabajo de los esclavos.

Lo mismo ha ocurrido en todas las demás civilizaciones de los últimos 10.000 años. La esclavitud ha existido siempre de una forma u otra, y todavía existe hoy en la forma de la esclavitud asalariada. El arte, la cultura y la ciencia a lo largo de los siglos siempre se han basado en la explotación de las masas.

En última instancia, la sociedad esclavista alcanzó sus límites, igual que el capitalismo ha llegado a sus límites en la actualidad. Y cuando una sociedad entra en decadencia, los resultados se pueden ver en todos los niveles, incluyendo la cultura misma. En ausencia de una alternativa revolucionaria, la ruptura de la sociedad esclavista produjo un asombroso colapso de la cultura, cuyos efectos duraron 1.000 años.

En el período conocido como la Edad Oscura, los logros científicos y artísticos de la Antigüedad se perdieron en gran parte en Europa. La llama del aprendizaje se mantuvo encendida en Bizancio, Irlanda y, sobre todo, en la parte de España ocupada por los árabes. El resto de Europa permaneció hundido en el pantano de la barbarie durante siglos.

El último filósofo conocido de la Antigüedad fue una notable mujer llamada Hypatia, profesora de filosofía, ciencia y matemáticas en Alejandría, brutalmente asesinada por una turba cristiana, y cuyo cuerpo fue calcinado. Los cristianos cerraron templos paganos y academias, destruyendo o dispersando sus bibliotecas. En el año 391 un edicto del emperador Teodosio prohibió la visita de templos paganos e incluso la contemplación de sus ruinas. Los cristianos quemaron la famosa biblioteca de Alejandría y profanaron sus imágenes.

Sin embargo, durante este periodo en Europa, la llama de la civilización resplandeció de forma brillante en la España islámica donde la cultura de la Antigüedad fue venerada y preservada. Durante siglos, las obras de Aristóteles sólo fueron conocidas en Europa por traducciones árabes. Hasta el día de hoy, nos quedamos asombrados ante las maravillas de la arquitectura de la mezquita de Córdoba y de la Alhambra de Granada. En su belleza y gracia únicas, nunca han sido igualadas en ningún país del mundo.

Este fue el punto culminante de la cultura y de la civilización islámicas. Mientras que Europa languidecía en la oscuridad y la ignorancia, los árabes en España construyeron universidades famosas donde el aprendizaje floreció en este espíritu de tolerancia que permitió a judíos, cristianos y musulmanes debatir y discutir ideas. Esto demuestra lo que puede lograr el espíritu humano cuando está libre de los grilletes de la estrechez, la superstición y el fanatismo.

Empirismo

Del mundo antiguo, de donde se deriva toda nuestra ciencia, nos han llegado las minuciosas investigaciones de Aristóteles sobre la naturaleza. En Europa, el renacimiento de la civilización en el periodo del Renacimiento coincide con el desarrollo temprano del capitalismo y, con él, un nuevo interés por la ciencia.

Más tarde, el filósofo francés Descartes se convirtió en el fundador del método científico moderno, mientras que Francis Bacon, en Inglaterra, fue pionero en el método de la ciencia experimental y la inducción, que puso gran énfasis en la observación, la experimentación y la recopilación de datos.

Al filósofo alemán Leibnitz se le puede reconocer haber descubierto el cálculo integral y diferencial (aunque Newton pudo haberlo descubierto al mismo tiempo). Por lo tanto, no nos sorprende que cuando Newton publicó su gran obra en 1687 la llamara, Principios Matemáticos de la Filosofía Natural. Kant adelantó la hipótesis de que el sistema solar había evolucionado a partir de la rotación de una nebulosa de gas. Y cuando Dalton introdujo el concepto moderno del átomo en la química, su libro se publicó bajo el título, Nuevo Sistema de Filosofía Química (1808).

Los siglos XVI y XVII marcaron una ruptura decisiva con la sofocante dictadura intelectual de la Iglesia y sentaron las bases del método científico moderno, como lo explica Engels:

«La ciencia natural genuina data de la segunda mitad del siglo XV y, desde entonces, ha avanzado con una rapidez cada vez mayor: el análisis de la naturaleza en sus partes individuales, la división de los diferentes procesos y objetos naturales en clases definidas, el estudio de la anatomía interna de los cuerpos orgánicos en sus formas múltiples –estas fueron las condiciones fundamentales para los gigantescos avances en nuestro conocimiento de la naturaleza que se han hecho durante los últimos cuatrocientos años. Pero esto nos ha legado el hábito de observar objetos naturales y procesos aislados del contexto general, de observarlos no en su movimiento, sino en su estado de reposo, no como elementos esencialmente variables, sino como constantes, no en su vida, sino en su muerte. Bacon y Locke pasaron de la ciencia natural a la filosofía y engendraron el modo estrecho y metafísico del pensamiento peculiar de los últimos siglos». (Engels, Anti – Dühring)

En su día, el empirismo desempeñó un papel muy progresista (incluso revolucionario) en el desarrollo del pensamiento y de la ciencia humanos. Sin embargo, el empirismo es útil sólo dentro de ciertos límites. Muchas personas sólo se sienten seguras cuando pueden referirse a los hechos. Sin embargo, por supuesto, ¡los «hechos» no se seleccionan solos! Se requiere un método definido que nos ayude a mirar más allá de lo inmediatamente dado y poner al descubierto los procesos que se encuentran más allá de los «hechos».

Aquel maravilloso filósofo, Spinoza, uno de los padres del materialismo filosófico moderno, dijo una vez que la tarea de la filosofía no es «ni llorar ni reír, sino comprender». El mundo anglosajón en general ha demostrado ser notablemente impermeable a la filosofía. De tener alguna filosofía, los estadounidenses y sus primos ingleses han limitado el alcance de su pensamiento a los estrechos límites del empirismo y del pragmatismo. Las amplias generalizaciones de un carácter más teórico siempre se consideraron como motivo de sospecha.

Pero en palabras del gran filósofo alemán, Hegel, es el deseo de una comprensión racional, y no la acumulación de un montón de datos, lo que debe poseer la mente de quien desee adoptar el punto de vista científico.

La importancia de la dialéctica

Por lo tanto, la aportación de la filosofía a la ciencia ha sido considerable. Sin embargo, los notables avances de la ciencia en el siglo pasado parecen haber hecho a la filosofía redundante. En un mundo donde podemos penetrar en los misterios más profundos del cosmos y seguir los complejos movimientos de las partículas subatómicas, las viejas preguntas que absorbieron la atención de los filósofos se han resuelto. El papel de la filosofía se ha reducido en consecuencia. Sin embargo, hay dos áreas donde la filosofía conserva su importancia: la lógica formal y la dialéctica.

El método dialéctico fue desarrollado hasta su grado más alto por Hegel. Sin embargo, aparece aquí en una forma mística, idealista. Fue rescatado por la obra revolucionaria de Marx y Engels, que por primera vez mostró el núcleo racional en el pensamiento de Hegel. En su forma científica (materialista), el método dialéctico nos proporciona una herramienta indispensable para comprender el funcionamiento de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento humano.

La dialéctica marxista nos proporciona las herramientas analíticas necesarias que necesitamos para dar sentido a la masa de información que ahora poseemos sobre la naturaleza y la sociedad. La filosofía marxista –la única filosofía revolucionaria consistente– es de enorme importancia práctica para la lucha de clases. Pero estas ideas maravillosamente profundas tienen una aplicación mucho más amplia, especialmente en el campo de la ciencia.

Aquí, sin embargo, nos enfrentamos a una dificultad. El relato más sistemático de la dialéctica está contenido en los escritos de Hegel, en particular su obra, La ciencia de la lógica. Pero el lector pronto puede sentirse desalentado por la forma altamente inaccesible en que Hegel establece sus ideas  -«abstracto e ininteligible», lo llamó Engels.

Marx pretendía escribir una obra sobre el materialismo dialéctico para poner a disposición del lector general el núcleo racional del pensamiento de Hegel. Desafortunadamente, murió antes de que pudiera hacerlo. Después de la muerte de Marx, su infatigable compañero Frederick Engels escribió una serie de brillantes estudios sobre la filosofía dialéctica (Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Anti-Dühring y La dialéctica de la naturaleza).

El último trabajo debía ser la base de un trabajo más largo sobre la filosofía marxista, pero desafortunadamente, Engels no pudo completarlo por la inmensa obra de terminar los volúmenes segundo y tercero de El Capital, que Marx dejó inacabado por su muerte.

Esparcidos por las obras de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Plejánov, se pueden encontrar una gran cantidad de material sobre este tema. Pero se tardaría mucho tiempo en extraer toda esta información. Todavía queda por hacer la tarea de armar una exposición más o menos sistemática de la filosofía marxista. Hasta donde yo sé, Razón y Revolución, escrito por Ted Grant y yo mismo hace más de 20 años, fue el primer intento de aplicar el método del materialismo dialéctico a los resultados de la ciencia moderna desde La dialéctica de la naturaleza.

En su libro Anti-Dühring, Engels señaló que en última instancia, la naturaleza funciona dialécticamente. Los avances de la ciencia en los últimos cien años han confirmado completamente esta afirmación. Los científicos estadounidenses se han colocado en la vanguardia de algunas de las áreas más importantes de la ciencia moderna. Pienso en particular en el trabajo de R.C. Lewontin en el campo de la genética, y sobre todo los escritos de Stephen J. Gould.

Los descubrimientos de Gould de la paleontología fueron la base de una nueva y muy dialéctica teoría de la evolución que él llamó del equilibrio puntuado. Esto modificó fundamentalmente la vieja visión de la evolución como un proceso lento, gradual e ininterrumpido, por un proceso evolutivo cortado por catástrofes y saltos repentinos. El mismo Gould fue influenciado por las ideas del marxismo, y rindió homenaje a la contribución de Frederick Engels, quien en su pequeña obra maestra, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, anticipó brillantemente los últimos descubrimientos en la investigación de los orígenes del ser humano.

Teoría del caos

La teoría del caos y sus derivados son claramente una forma de pensamiento dialéctico. En particular, la idea de la transformación de la cantidad en calidad es fundamental. Una de las leyes básicas de la dialéctica es la ley de la transformación de la cantidad en calidad. Citemos un ejemplo fácil de entender.

Cuando el agua se enfría, hay un salto de un estado de agregación a otro: a cero grados es un sólido (hielo). A 100 grados cambia a un estado gaseoso (vapor). Si aumentamos aún más la temperatura, a 550 grados, se convierte en plasma, un estado completamente nuevo de materia, donde se produce la disociación de átomos y moléculas. Cada uno de estos estados se conoce como transición de fase. El estudio de las transiciones de fase constituye una rama muy importante de la física moderna. Pueden observarse cambios similares en la historia de la sociedad. El equivalente de una transición de fase es una revolución.

La historia conoce tanto la evolución (desarrollo lento, gradual) como la revolución (un salto cualitativo, donde el proceso de evolución se acelera enormemente). La evolución prepara el camino para la revolución, que a su vez prepara el camino para un nuevo período de evolución en un nivel superior. Este proceso dialéctico fue descrito más bellamente por Hegel en el Prefacio a La Fenomenología del espíritu:

«La yema desaparece cuando la flor se rompe, y podríamos decir que la primera es refutada por ésta. De la misma manera cuando llega el fruto, se puede explicar que la flor es una forma falsa de la existencia de la planta, porque el fruto aparece como su verdadera naturaleza en lugar de la flor. Estas etapas no son meramente diferenciadas, se suplantan unas a otras como incompatibles entre sí. Pero la incesante actividad de su naturaleza inherente las convierte a la vez en momentos de una unidad orgánica, donde no sólo no se contradicen entre sí, sino donde una es tan necesaria como la otra; Y esta misma necesidad de todos las etapas constituye en si misma y por lo tanto la vida del todo».

A menudo vemos la aparente repetición de etapas de desarrollo que han sido superadas desde hace mucho tiempo. Vemos lo mismo en el estudio de los embriones, que al parecer pasan por las etapas de la evolución. Un embrión humano comienza como una sola célula, luego se divide y adquiere formas más complejas. En una etapa tiene branquias como un pez, más tarde tiene una cola como un mono. La similitud entre los embriones humanos y los de otros animales, incluidos los peces y los reptiles, es sorprendente, y ya fue observada por los antiguos griegos, que, como hemos visto, más de dos mil años antes de Darwin, dedujeron que el hombre había evolucionado de un pez.

El proceso de evolución ha continuado ininterrumpidamente desde las primeras formas de vida primitivas que emergieron, como ahora sabemos, en un período sorprendentemente temprano en la historia de la Tierra. Los primeros organismos primitivos probablemente emergieron en el lecho de los océanos primitivos, obteniendo energía no del sol, sino de respiraderos volcánicos, generadores de calor por debajo de la corteza terrestre. Los primeros protozoos se convirtieron en cordados, y evolucionaron en los primeros anfibios terrestres; después en los reptiles y, más tarde, aparecieron los mamíferos y humanos.

La diferencia genética entre humanos y chimpancés es menor al dos por ciento y compartimos un gran porcentaje de nuestros genes con moscas de la fruta e incluso con organismos más primitivos. El último contraataque desesperado de los creacionistas (que se esconde bajo el estandarte del «diseño inteligente») chocó de plano contra los notables resultados del Proyecto del Genoma Humano. Sin embargo, esa diferencia del dos por ciento que nos separa de los otros primates es un salto cualitativo que lleva a la humanidad a un nivel completamente diferente y superior.

¿Se puede comprender la sociedad humana?

El método dialéctico no se limita simplemente a la naturaleza. Incluso la observación más superficial demuestra que la sociedad humana ha pasado a través de una serie de etapas definidas y que ciertos procesos se repiten a intervalos regulares. Al igual que en la naturaleza vemos la transformación de la cantidad en calidad, también en la historia observamos que los largos periodos de cambio lento, casi imperceptibles son interrumpidos por períodos en los que el proceso se acelera para producir un salto cualitativo.

En la naturaleza, los largos periodos de cambio lento (estasis) pueden durar millones de años. Son interrumpidos por eventos catastróficos, que vienen siempre acompañados de la extinción de especies animales que antes eran dominantes, y el surgimiento de otras especies que antes eran insignificantes, pero que se adaptan mejor para beneficiarse de las nuevas circunstancias. En las sociedades humanas, las guerras y las revoluciones juegan un papel tan importante, que estamos acostumbrados a utilizarlos como hitos que separan una época histórica de otra.

Fueron Marx y Engels los que descubrieron que la verdadera fuerza locomotora de la historia es el desarrollo de las fuerzas productivas. Esto no quiere decir, como los enemigos del marxismo afirman con frecuencia, que Marx reduce todo a la economía. Hay muchos otros factores que entran en el desarrollo de la sociedad: la religión, la moral, la filosofía, la política, el patriotismo, las alianzas tribales etc. Todo esto entra en una compleja red de interrelaciones sociales que crean un mosaico rico y confuso de fenómenos y procesos.

A primera vista parece imposible dar sentido a esto. Pero lo mismo podría decirse de la naturaleza, sin embargo, la complejidad del universo no disuade a los científicos de tratar de separar los diferentes elementos, analizarlos y clasificarlos ¿Con qué derecho los hombres y las mujeres se imaginan que están por encima de la naturaleza, y que ellos solos en el universo entero no pueden ser explicados por la ciencia? La misma idea es absurda y una manifestación de ese ardiente deseo de los seres humanos de ser una especie de creación especial, completamente separada de los demás animales y con una relación especial con el resto del universo determinado por Dios. Pero la ciencia ha despojado sin piedad estas ilusiones egocéntricas.

Marx y Engels dieron por primera vez al comunismo un carácter científico. Explicaron que la verdadera emancipación de las masas depende del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas (industria, agricultura, ciencia y tecnología) que crearán las condiciones necesarias para una reducción general de la jornada laboral y el acceso a la cultura para todos, como la única manera de transformar la forma en que las personas piensan y se relacionas entre sí

Marx señaló que ninguna formación social desaparece antes de haber agotado todo el potencial para el desarrollo de las fuerzas productivas inherentes a sí misma. Cada formación socio-económica sucesiva abre la posibilidad de un mayor desarrollo de las fuerzas productivas y por lo tanto aumenta el poder de la humanidad sobre la naturaleza. De esta manera, la base material se prepara para lo que Engels describe como el salto de la humanidad desde el reino de la necesidad al reino de la libertad.

El materialismo histórico

El contenido esencial del desarrollo social es el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero sobre la base de las fuerzas productivas surgen las relaciones de propiedad y una superestructura compleja de relaciones jurídicas, religiosas e ideológicas. Estas últimas constituyen las formas a través de las que se expresan las primeras. Contenido y forma pueden entrar en contradicción, pero en última instancia, el contenido siempre determinará la forma.

El contenido cambia más rápidamente que las formas, creando contradicciones que deben ser resueltas. La superestructura obsoleta impide el desarrollo de las fuerzas productivas. Por lo tanto, en la actualidad, el desarrollo de las fuerzas productivas, que ha alcanzado niveles inimaginables respecto a la historia humana anterior, están en conflicto abierto con la propiedad privada y el estado nacional. Las viejas estructuras están estrangulando el desarrollo de las fuerzas productivas. Deben ser demolidas con el fin de resolver la contradicción. Las formas obsoletas deber ser destruidas y reemplazadas por nuevas formas que estén en consonancia con las necesidades de las fuerzas productivas.

En términos generales, la sociedad humana se puede dividir en cuatro categorías (si excluimos el modo de producción asiático, que fue históricamente un callejón sin salida). El primero fue el sistema comunal primitivo que duró más de un millón de años. Este fue reemplazado, en Occidente, por la esclavitud, que duró unos 10.000 años. La caída del Imperio Romano, que representó la esclavitud en su forma más desarrollada, causó, en primer lugar un colapso de la civilización, y luego una lenta recuperación bajo el sistema feudal que duró poco más de mil años. Por último, el sistema capitalista, que lleva unos 200-300.

Cada uno de estos sistemas socio-económicos tenía sus propias leyes de movimiento que difería fundamentalmente de los demás. Por tanto, es inútil tratar de descubrir las leyes de la economía política «en general». Es necesario descubrir las leyes particulares que rigen cada sistema, y esto es lo que hizo Marx. La anarquía de la producción no puede satisfacer las demandas de la industria moderna, la tecnología y la ciencia. La única manera de resolver las contradicciones del capitalismo que son la causa del hambre, la pobreza, las guerras y el terrorismo, es a través de la transformación socialista de la sociedad.

Es importante tener en cuenta cómo el proceso de desarrollo humano ha sido sometido a una aceleración constante. El feudalismo se prolongó durante un tiempo más corto que la esclavitud, y el capitalismo existe desde hace sólo dos o tres siglos. Por otra parte, el ritmo de desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo ha sido mucho más rápido que en cualquiera de las sociedades anteriores. Ha habido más invenciones en este periodo que en toda la historia anterior. Pero este desarrollo febril de la industria, la ciencia y la técnica ha entrado en conflicto con los estrechos límites de la propiedad privada y el estado nacional. El capitalismo en su período de decadencia senil ya no es capaz de desarrollar las fuerzas productivas como lo hizo en el pasado. Esta es la causa fundamental de la crisis actual, que está empezando a amenazar la existencia misma de la humanidad.

Socialismo o barbarie

“Ninguna sociedad o nación entera, ni siquiera todas las sociedades que existen simultáneamente en su conjunto, son propietarias de la Tierra. Sólo son sus poseedoras, sus usufructuarias, y, como boni patres familias, deben transmitirlo a las generaciones sucesivas en un estado mejorado». (Marx)

Marx dijo una vez que cuando el cultivo se desarrolla de forma espontánea y no se planifica conscientemente crea desiertos a su paso… El capitalismo del siglo XXI se encuentra en el proceso de convertir el planeta en un desierto. Interferencias anárquicas en los procesos naturales, la deforestación incontrolada, la caza y la pesca incontrolada, la contaminación del medio ambiente, el envenenamiento de los alimentos que comemos, del aire que respiramos y del agua que bebemos, altera el equilibrio de la naturaleza a gran escala y coloca una signo de interrogación sobre el futuro del planeta, y, posiblemente, de la vida en la tierra.

Mientras el sistema económico que gobierna el mundo esté subordinado a los intereses económicos de una minoría, la rapiña del planeta continuará. El dominio de la economía mundial exige una economía planificada, es decir, el socialismo mundial. El cambio climático, la destrucción del medio ambiente, etc., no pueden ser resueltos por ningún otro medio.

Una economía planificada socialista es la única manera real de proteger el medio ambiente natural y eliminar la contaminación de los océanos y de la atmósfera y así salvar al planeta de una catástrofe ecológica. El uso racional de la naturaleza, el descubrimiento y la aplicación de nuevas fuentes de energía limpia abrirá la posibilidad de un desarrollo sostenible, como el que hablan los ecologistas, pero que son impotentes para aplicarlo. Es enteramente posible alimentar a la población del mundo sobre la base de la tecnología existente en la actualidad. El problema no es que no poseamos los medios para resolver la hambruna, sino que las fuerzas productivas están condicionadas por los intereses económicos.

Una economía planificada socialista liberaría la ciencia y la tecnología de las cadenas de un sistema basado en las ganancias de una minoría. Aceleraría enormemente el progreso económico de la humanidad, a la vez que protegería los tesoros del mundo natural que están amenazados por la economía de mercado capitalista. En palabras de Marx «en el socialismo la humanidad puede regular su intercambio con la naturaleza, poniéndolo bajo control común, en lugar de ser dominado por las fuerzas ciegas de la naturaleza,  logrando esto con el menor gasto de energía y en las condiciones más favorables y dignas para la naturaleza humana».

Es evidente para cualquier persona que piensa que el sistema capitalista es un sistema monstruosamente opresivo e inhumano que engendra un profundo sufrimiento, enfermedades, opresión y muerte de millones de personas en el mundo. Sin duda, es el deber de toda persona humana apoyar la lucha contra un sistema de este tipo. Sin embargo, con el fin de luchar con eficacia, es necesario elaborar un programa serio, una política y unas perspectivas que puedan garantizar el éxito. Creemos que sólo el marxismo (el socialismo científico) ofrece tal perspectiva.

Los marxistas invitan a los hombres y mujeres a luchar de una forma decidida con el objetivo de transformar sus vidas y crear una sociedad verdaderamente humana que permita a la raza humana elevarse a su verdadera altura. Creemos que los humanos tienen una sola vida, y deben dedicarse a hacer esta vida hermosa y completa por sí misma. Estamos luchando por crear un paraíso en esta tierra, creado por la inteligencia humana porque no creemos en los paraísos ilusorios.

Karl Marx señaló hace mucho tiempo que la disyuntiva que se presenta a la raza humana era el socialismo o la barbarie. La verdad de esta predicción es muy clara para el pueblo de Pakistán. Después de décadas de independencia formal, un país hermoso y potencialmente rico ha sido reducido a un estado de miseria sin precedentes, opresión y sufrimiento. Elementos de barbarie ya existen y amenazan la existencia misma de Pakistán.

Sólo una revolución socialista puede salvar a Pakistán de caer en el pozo sin fondo de la barbarie. Sólo derrocando el gobierno de la élite criminal de los banqueros, terratenientes y capitalistas que oprimen y saquean al pueblo podemos lograr las condiciones para nuestra emancipación final. Nuestra tarea es organizarnos para poner fin a la dictadura del capital que mantiene a los trabajadores y campesinos en un estado de esclavitud.

Un Pakistán socialista introduciría una economía planificada, bajo el control y administración democrática de la clase obrera. El socialismo permitiría el libre desarrollo de los seres humanos, sin la limitación de las necesidades materiales. Sería capaz de movilizar los vastos recursos del país para satisfacer las necesidades de las personas.

Esto daría un gran impulso al movimiento revolucionario en la India, Bangladesh, Sri Lanka, Afganistán y Nepal. La clase obrera barrería todas las fronteras artificiales creadas por el imperialismo, preparando el camino para la creación de la Federación Socialista del Subcontinente.

Esto sería un gran paso adelante para la victoria del socialismo a escala mundial y la creación de una nueva página en la historia de la humanidad. Una federación socialista del subcontinente lograría desarrollar las fuerzas productivas a un nivel donde se suprimirían todos los males de la pobreza, el desempleo, la ignorancia y la miseria.

El socialismo elevará la civilización humana a un nivel no visto en ningún periodo en el pasado. Las glorias de Córdoba y Granada serán superadas y la poesía, el arte, la literatura, la filosofía y la ciencia alcanzarán nuevos niveles de grandeza. Es la tarea de los marxistas, luchar por este gran objetivo: la emancipación de la clase obrera.

El papel de la filosofía en la época moderna debe ser facilitar esta tarea, aclarar nuestras ideas y proporcionar una explicación racional de los fenómenos más importantes de nuestra época.

En palabras de Karl Marx: «Los filósofos sólo han interpretado el mundo de diversas maneras. De lo que se trata, sin embargo, es de cambiarlo».

Londres 17 de noviembre de 2016

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