por Alan Woods
“La revolución acaba con la mentira social. La revolución es la verdad. Comienza llamando a las cosas por su nombre […] Pero la revolución en sí misma no es un proceso integral y armonioso. Está lleno de contradicciones […] La propia revolución crea un nuevo estrato dominante que busca consolidar su posición privilegiada y es propenso a verse, no como un instrumento histórico transitorio, sino como la conclusión y la coronación de la historia”.
(Trotsky. La revolución desfigurada: la escuela falsificación estalinista)
Hace cincuenta años que el mundo escuchó la noticia de la muerte de Stalin. Durante décadas, la maquinaria estalinista de propaganda alentó continuamente el mito de Stalin, lo presentó como “el Lenin actual”, quien, supuestamente, había dirigido el Partido Bolchevique junto a Lenin. Pero todo esto, simplemente, era algo fabricado con la intención de justificar la usurpación del poder por un tirano que destruyó el partido de Lenin, liquidó las conquistas políticas de Octubre y destruyó la Internacional Comunista.