Toda la humanidad actual, desde los obreros británicos a los nómades etíopes, vive atada al yugo del imperialismo. No hay que olvidarlo ni un solo minuto. (…) Algunos países son los conductores del imperialismo, otros sus víctimas. Esta es la línea divisoria fundamental de los estados y naciones modernos. Desde esta perspectiva, y solamente desde ella, hay que considerar el problema tan complejo de fascismo y democracia (…) tampoco podemos hablar del fascismo “en general”. En Alemania, Italia y Japón el fascismo y el militarismo son las armas de un imperialismo ambicioso, hambriento y por lo tanto agresivo. En los países latinoamericanos el fascismo es la expresión de la dependencia más servil del imperialismo extranjero. Tenemos que ser capaces de descubrir, bajo la forma política, el contenido económico y social.
León Trotsky
por Guillermo Crux
Razón y Revolución (RyR) está por publicar un libro sobre la guerra de Malvinas, de la cual está por cumplirse su 30 aniversario, llamado La izquierda y la guerra de Malvinas, que consiste de tres artículos publicados en distintos momentos sobre el tema, de Adolfo Gilly, Alan Woods y Alberto Bonnet, respectivamente, con un prólogo de Fabián Harari. De los cuatro, sólo este último pertenece al colectivo que publica RyR. Sin embargo, lo que une a los tres artículos con el prólogo de RyR, es una postura crítica hacia la actuación de la izquierda argentina durante la guerra, particularmente de las organizaciones que en ese entonces hablaban en nombre del trotskismo, como la corriente de Nahuel Moreno, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST); y Política Obrera (PO), que más adelante, en ese mismo año de 1982, adoptaron el nombre de Movimiento al Socialismo (MAS) y Partido Obrero (PO), respectivamente. Pero la polémica también es con las organizaciones actuales que siguen reivindicando en general una postura determinada ante la guerra. A saber: que en un conflicto militar donde se enfrentan un bando semicolonial como Argentina, y una potencia imperialista como el Reino Unido, la posición de los revolucionarios debe ser ubicarse del bando militar de la nación semicolonial contra el imperialismo. Independientemente del régimen político de la primera, y sin darle ningún apoyo político al gobierno semicolonial, apuntando a transformar el conflicto en una verdadera guerra de liberación nacional contra el imperialismo. La conducción de la guerra por un gobierno como la dictadura genocida argentina, necesariamente está incapacitada para llevar esta guerra hasta el final. Una derrota del imperialismo inglés podría haber sido un gran factor revolucionario mundial, tras la debacle yanqui en Vietnam, y podría haber dificultado la ofensiva neoconservadora de los ’80.
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