por Eduardo Luque
La política convertida en un teatro de sombras chinas. Un espectáculo fascinante que produce ilusiones ópticas al interponer las manos u otros objetos entre una fuente de luz y la superficie de una pared o pantalla. Ocurre siempre en las crisis históricas: la distancia entre el palacio y la calle se agranda cada día y la España oficial trata de reflejar su verdad en los muros de la caverna platónica. No es fácil, no lo está siendo y no lo será en el futuro. El signo de los tiempos es lo que Ignacio Ramonet denomina en su último libro una «desconfianza epistémica» hacia la versión de la realidad propuesta por los medios de comunicación, las élites políticas e incluso el mundo académico. La pérdida de credibilidad del periodismo sólo es la punta del iceberg de un proceso más profundo que apunta a una desconfianza radical de la ciudadanía con respecto a las instituciones. Una actitud que nace de un creciente malestar social, de la inseguridad provocada por el neoliberalismo y, hay que decirlo, de décadas de mentiras y groseras manipulaciones de la opinión pública.