por Felipe Portales
A primera vista resulta extraño que una combinación mayoritaria de partidos políticos (como los de la ex Concertación) haya convenido la creación de una entidad destinada a crear una nueva Constitución que no se podrá aprobar por mayoría, regalándole virtualmente –con el antidemocrático quórum de los dos tercios- un poder de veto a la minoría, esto es, a la derecha tradicional. Sin embargo, si nos atenemos a los hechos sucedidos en estos últimos treinta años en nuestro país, constatados con rigor, aquello no nos debiera extrañar en absoluto.