por Gustavo Burgos
Las elecciones de este 7 de mayo aparecen revestidas de una completa falta de legitimidad. El proceso constitucional del que son parte fue el resultado del llamado Acuerdo por Chile (también llamado Acuerdo de la Infamia), en virtud del cual la generación de la nueva Constitución está entregada a organismos dominados por el Congreso, sin que exista en este proceso la más mínima participación popular. El repudio popular a estas elecciones es —por lo mismo— amplio y se ha extendido por toda la base electoral del propio Gobierno. De hecho, desde La Moneda temen tanto por igual una estrepitosa derrota a manos de la Derecha, como de un abultada abstención y voto nulo. Ambas cuestiones dejarían al Gobierno colgando en el aire, en una polarización entre la creciente fuerza del Partido Republicano y una izquierda «extrema» que hoy no tiene rostro ni organización definidas. El escenario se presenta como una pradera reseca que espera tan solo una chispa para arder.