Marx historiador

por José Luis Martín

Marx no escribió ningún libro de historia al uso y las instituciones académicas, tan formalistas ellas, difícilmente lo considerarían un historiador y, no obstante, su aportación a la historia es fundamental. Marx marca un antes y un después en las ciencias sociales en general y en la historiografía en particular. De entrada, porque como dijo Hobsbawm: “todo lo que Marx escribió está impregnado de historia”[1]; él es un ejemplo indiscutible de lo que Pierre Vilar llamó “pensar históricamente”. Segundo porque su obra es referente imprescindible del oficio de historiar; en el mismo escrito citado, Hobsbawm relataba una anécdota nada banal: recordaba como entre los jóvenes comunistas decían que los filósofos comunistas eran wittgenstenianos, los economistas comunistas keynesianos… pero que los comunistas historiadores eran marxistas, porque no conocían ningún referente que pudiera “competir con Marx como maestro y como inspiración y no porque no conocieran ningún gran historiador –Hobsbawm citaba a Marc Bloch– sino porque ninguno de ellos podía igualarse con él como referente historiográfico. Tercero, y nada despreciable, porque sí había en su obra escritos de historia en forma de textos independientes o de parte de una obra que, aparentemente, no era de manera directa un escrito de historia.

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Comuna de París: cuando los obreros tomaron el cielo por asalto

por Horacio Tarcus

El 18 de marzo de 1871, los trabajadores y los sectores populares de la ciudad de París tomaban el cielo por asalto. La metáfora homérica, que alude a los titanes que tuvieron la osadía de irrumpir en el Olimpo reservado a los dioses, quedó estampada en una carta que ese mismo año Karl Marx le enviaba a su amigo, el médico socialista Ludwig Kugelmann.

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Eric Hobsbawm: Marx y la historia

Estamos aquí para discutir temas y problemas de la concepción marxista de la historia, cien años después de la muerte de Marx. Éste no es un ritual de celebración de su centenario, pero sí es importante que comencemos por recordar el papel único de Marx dentro de la historiografía. Lo haré sencillamente por medio de tres ilustraciones. La primera es autobiográfica. Cuando yo era estudiante en Cambridge en los años treinta, muchos de los hombres y mujeres más aptos se afiliaron al Partido Comunista. Pero como ésta era una época muy brillante en la historia de una universidad muy distinguida, muchos de ellos estaban profundamente influidos por los grandes nombres a cuyos pies nos sentábamos. Allí, entre los jóvenes comunistas, solíamos decir en broma que los filósofos comunistas eran wittgensteinianos, los economistas comunistas eran keynesianos, los estudiantes comunistas de la literatura eran discípulos de F .R. Leavis. ¿Y los historiadores? Eran marxistas, porque no había ningún historiador que conociéramos en Cambridge .ni en ninguna otra parte ―y conocíamos a algunos grandes, como Marc Bloch― que pudiera competir con Marx como maestro y como inspiración. Mi segundo ejemplo es similar. Treinta años después, en 1969, Sir John Hicks, ganador del premio Nobel, publicó su Teoría de la Historia Económica. Escribió: “La mayoría de aquellos [que deseen otorgar un lugar al curso general de la historia] usarían las categorías marxianas, o alguna versión modificada de ellas, ya que no hay muchas versiones alternativas disponibles. Sin embargo, sigue siendo extraordinario que cien años después de Das Kapital […] no haya surgido mucho más”[2] Mi tercera ilustración proviene del espléndido libro de Fernand Braudel El capitalismo y la vida material, un libro cuyo título mismo indica un vínculo con Marx. En ese ilustre trabajo se alude a Marx más que a ningún otro autor, más aún que a cualquier otro autor francés. Un tributo de esta naturaleza de un país no muy dado a subestimar a sus pensadores nacionales, es en sí impresionante.

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Epílogo a la «Crítica al programa de Gotha» de Karl Marx

por Peter Linebaugh

A la memoria de Noel Ignatiev.

Dixi et salvavi animam meam. Con estas palabras en latín Karl Marx concluye su Crítica del programa de Gotha (1875): «He hablado y salvado mi alma». Uno no está acostumbrado a la utilización de expresiones religiosas por el gran comunista, a menos que sean sarcásticas, pero aquí la usa para concluir un análisis devastador del programa del partido obrero alemán. ¿Cual es el alma de Marx? ¿Cómo la salvó? ¿Y la nuestra? [1]

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El siglo de Hobsbawm

por Enzo Traverso

Un 1 de octubre, de 2012, murió el historiador Eric J. Hobsbawm a la edad de 95 años. Nacido en Alejandría, en una familia judía, en 1917 -año de la revolución rusa- E.J. Hobsbawm, que creció en Viena y Berlín, donde se afilió al Partido Comunista a la edad de 15 años, y conoció el ascenso del nazismo. Una experiencia que como él mismo reconoce le marcó fuertemente. Emigró a Gran Bretaña donde militó en el Partido Comunista británico desde 1936 hasta su disolución en 1991. Entre sus obras destaca la tetralogía: La era de la revolución, 1789-1848; La era del capital, 1848-1875; La era del imperio, 1875-1914 y Historia del siglo XX, 1914-1991. Su obra no se puede deslindar de su adhesión al PC: justificó la invasión de Hungría en 1956 y escamoteó el papel desempeñado por el PCE, la URSS y el Comintern en la revolución española. A continuación reproducimos un artículo de Enzo Traverso, publicado en 2009 que, con ocasión de la edición en francés de su libro “L”Empire, la démocratie et le terrorisme”, analiza el trabajo de Hobsbawn como historiador.

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Eric Hobsbawm: el desafío de la razón, manifiesto para la renovación de la historia

“Hasta ahora, los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo; se trata de cambiarlo”. Los dos enunciados de la célebre “Tesis Feuerbach” de Karl Marx inspiraron a los historiadores marxistas. La mayoría de los intelectuales que adhirieron al marxismo a partir de la década de 1880 –entre ellos los historiadores marxistas– lo hicieron porque querían cambiar el mundo, junto con los movimientos obreros y socialistas; movimientos que se convertirían, en gran parte bajo la influencia del marxismo, en fuerzas políticas de masas. Esa cooperación orientó naturalmente a los historiadores que querían cambiar el mundo hacia ciertos campos de estudio –fundamentalmente, la historia del pueblo o de la población obrera- los que, si bien atraían naturalmente a las personas de izquierda, no tenían originalmente ninguna relación particular con una interpretación marxista. A la inversa, cuando a partir de la década de 1890 esos intelectuales dejaron de ser revolucionarios sociales, a menudo también dejaron de ser marxistas.

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Eric Hobsbawm: Un historiador inusual

por Matt Myers

Eric Hobsbawm no fue sólo un historiador del movimiento comunista del siglo veinte, también formó parte del mismo.  El día 25 de enero de 1933 vio la última manifestación antes de la toma del poder por los Nazis en Alemania. Contrarrestando la provocativa marcha nazi celebrada tres días antes en recuerdo del “mártir” fascista Horst Wessel, 130.000 comunistas desfilaron ante la Karl-Liebknecht-Haus a una temperatura de -15°C.

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Eric Hobsbawm: los nacionalismos y la identidad

La “pertenencia” a algún grupo humano, prescindiendo ahora de relaciones tales como los lazos biológicos que unen a las madres con sus hijos, es siempre una cuestión de contexto y definición social, por lo general negativa —es decir, se especifica la condición de miembro del grupo por exclusión—. Permítanme ser más preciso: lo que entiendo por “identificarse” con alguna colectividad es el dar prioridad a una identificación determinada sobre todas las demás, puesto que en la práctica todos nosotros somos seres multidimensionales. No hay límite para el número de formas en que yo podría describirme a mí mismo —todas ellas simultáneamente ciertas, como bien saben quienes confeccionan los censos—. Puedo describirme de cien formas distintas; y según cuál sea mi propósito elegiré resaltar una identificación sobre otras, sin que ello suponga en ningún momento excluir a las demás. Cuando se dirigen a mí como antiguo alumno del King’s College de Cambridge, esto no cambia mi identidad como miembro de la Asociación de Antiguos Alumnos de mi escuela secundaria, ni como viejo camarada de la 560 Compañía de Zapadores Reales, ni como miembro de la Sociedad de Autores, ni como alguien a quien se le pide que actualice su entrada en el Anuario Judío, ni como Amigo de la Universidad Bir Zeit, ni como poseedor de un pasaporte británico, ni como dueño de una casa en Inglaterra y Gales, ni como beneficiario de una pensión de jubilación del Estado, ni como hijo de madre austriaca o cualquiera de las otras formas en las que se me pueda requerir describirme con algún propósito. Sólo se espera de mí que elija entre estas identificaciones cuando alguna situación o autoridad externa me fuerce a elegir una identidad, bien porque se considera que dos o más de entre ellas son incompatibles, bien porque a una identidad se le dé más importancia que a las demás.

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Entrevista a Ervand Abrahamian: Irán, pasado y presente

por Eskandar Sadeghi-Boroujerdi //

En esta entrevista, Ervand Abrahamian, uno de los historiadores iraníes más destacados de su generación, conversa con Eskandar Sadeghi-Boroujerdi sobre sus 50 años de carrera profesional y las ideas que han determinado la comprensión tanto popular como académica de los acontecimientos, las organizaciones políticas y los movimientos que han influido en la evolución de Irán y su política en el siglo XX. Los escritos de Abrahamian sobre cuestiones tan diversas como el Partido Comunista Tudeh, el movimiento obrero iraní, el golpe de Estado de 1953 orquestado por la CIA y el MI6, el ayatolá Jomeini y el populismo, han marcado el tono de los debates tanto en Irán como en Occidente.

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