por Peter Linebaugh
A la memoria de Noel Ignatiev.
Dixi et salvavi animam meam. Con estas palabras en latín Karl Marx concluye su Crítica del programa de Gotha (1875): «He hablado y salvado mi alma». Uno no está acostumbrado a la utilización de expresiones religiosas por el gran comunista, a menos que sean sarcásticas, pero aquí la usa para concluir un análisis devastador del programa del partido obrero alemán. ¿Cual es el alma de Marx? ¿Cómo la salvó? ¿Y la nuestra? [1]