Marx historiador

por José Luis Martín

Marx no escribió ningún libro de historia al uso y las instituciones académicas, tan formalistas ellas, difícilmente lo considerarían un historiador y, no obstante, su aportación a la historia es fundamental. Marx marca un antes y un después en las ciencias sociales en general y en la historiografía en particular. De entrada, porque como dijo Hobsbawm: “todo lo que Marx escribió está impregnado de historia”[1]; él es un ejemplo indiscutible de lo que Pierre Vilar llamó “pensar históricamente”. Segundo porque su obra es referente imprescindible del oficio de historiar; en el mismo escrito citado, Hobsbawm relataba una anécdota nada banal: recordaba como entre los jóvenes comunistas decían que los filósofos comunistas eran wittgenstenianos, los economistas comunistas keynesianos… pero que los comunistas historiadores eran marxistas, porque no conocían ningún referente que pudiera “competir con Marx como maestro y como inspiración y no porque no conocieran ningún gran historiador –Hobsbawm citaba a Marc Bloch– sino porque ninguno de ellos podía igualarse con él como referente historiográfico. Tercero, y nada despreciable, porque sí había en su obra escritos de historia en forma de textos independientes o de parte de una obra que, aparentemente, no era de manera directa un escrito de historia.

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Eric Hobsbawm: Marx y la historia

Estamos aquí para discutir temas y problemas de la concepción marxista de la historia, cien años después de la muerte de Marx. Éste no es un ritual de celebración de su centenario, pero sí es importante que comencemos por recordar el papel único de Marx dentro de la historiografía. Lo haré sencillamente por medio de tres ilustraciones. La primera es autobiográfica. Cuando yo era estudiante en Cambridge en los años treinta, muchos de los hombres y mujeres más aptos se afiliaron al Partido Comunista. Pero como ésta era una época muy brillante en la historia de una universidad muy distinguida, muchos de ellos estaban profundamente influidos por los grandes nombres a cuyos pies nos sentábamos. Allí, entre los jóvenes comunistas, solíamos decir en broma que los filósofos comunistas eran wittgensteinianos, los economistas comunistas eran keynesianos, los estudiantes comunistas de la literatura eran discípulos de F .R. Leavis. ¿Y los historiadores? Eran marxistas, porque no había ningún historiador que conociéramos en Cambridge .ni en ninguna otra parte ―y conocíamos a algunos grandes, como Marc Bloch― que pudiera competir con Marx como maestro y como inspiración. Mi segundo ejemplo es similar. Treinta años después, en 1969, Sir John Hicks, ganador del premio Nobel, publicó su Teoría de la Historia Económica. Escribió: “La mayoría de aquellos [que deseen otorgar un lugar al curso general de la historia] usarían las categorías marxianas, o alguna versión modificada de ellas, ya que no hay muchas versiones alternativas disponibles. Sin embargo, sigue siendo extraordinario que cien años después de Das Kapital […] no haya surgido mucho más”[2] Mi tercera ilustración proviene del espléndido libro de Fernand Braudel El capitalismo y la vida material, un libro cuyo título mismo indica un vínculo con Marx. En ese ilustre trabajo se alude a Marx más que a ningún otro autor, más aún que a cualquier otro autor francés. Un tributo de esta naturaleza de un país no muy dado a subestimar a sus pensadores nacionales, es en sí impresionante.

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