por Gustavo Burgos
Desde el 9 de julio la democracia patronal chilena, como forma de gobierno de la burguesía, está sometida a una severa prueba de fuego. De un lado la clase dominante se encuentra dividida sobre la política económica para enfrentar la pandemia y la inminente depresión; del otro, la clase trabajadora comienza a volver a las calles a expresar políticamente su descontento, empujada a sus lugares de vivienda por el Estado de Emergencia y un brutal derrumbe del empleo como no se conocía en Chile desde la crisis del salitre, hace más de 100 años.