por Gustavo Burgos
Ayer en la mañana Lucho Aguirre Smith me lo informó: «Murió Pato Manns». Quedé helado aunque era algo sobradamente anunciado. Suelo comunicar la muerte de personas famosas a mi amigo Adolfo Mena, rubricado con la expresión «decora el oriente eterno» una referencia masónica, con la que liberamos la tensión que provoca la muerte de muchos que han conformado nuestro Olimpo intelectual, político e histórico. Pero con Pato Manns no pude hacer esa broma, porque aunque nunca escuché su música, ni leí sus textos con la dedicación que se merecen, Manns es una figura paradigmáticamente venerable, de aquellas que hacen sentir orgullo por haber sido su coetáneo y cuya presencia prevalecerá.